Nahuel Tenaglia pasó de dormir en el suelo y sufrir para pagar el alquiler a tenerlo todo en Vitoria: "Es mi casa, mi señora y mi hija se visten de neskas"
El defensa repasa en Relevo su complicado camino hasta llegar al fútbol profesional: "Cuando me tocó volver a casa no tenía amigos".

Nahuel Tenaglia (Saladillo, Argentina, 1996) sufre al ponerse delante de una cámara. Aunque porta el brazalete de capitán y es uno de los líderes del Deportivo Alavés, prefiere pasar inadvertido, de puntillas, y se define a sí mismo como una "persona muy tímida". Sin embargo, en una de las semanas más cruciales de la temporada, con el partido contra el Real Madrid como principal aliciente (este domingo, 16:15 horas, M+ LALIGA TV), atiende la llamada de Relevo con una entereza y mentalidad de hierro que lleva años forjando, desde que tenía 16. Antes de recalar en las categorías inferiores de Boca Juniors, pasó por la Escuela de Fútbol del Vasco Olarticoechea y por el Club Argentino de Saladillo. "Me tocó irme muy chico de casa, con 10 u 11 años, con mi mamá y mi hermano", recuerda sobre su fichaje por el club xeneize.
Precisamente, esos cinco años defendiendo los colores de Boca le obligaron a madurar a pasos agigantados: "Era difícil alquilar una casa en Buenos Aires... Mi papá era policía y custodia de camión y no le daba para todo eso. Alquilamos la casa desamueblada, dormíamos en el suelo con un colchón y la primera mesa que tuvimos fue una de cables de teléfono... Lo vimos tirado afuera y lo levantamos. Nos sentábamos en cajones de verduras". En Buenos Aires pensó en dejar el fútbol... pero una llamada de su padre lo cambió todo ("le dije a mi papá que no quería jugar más, pero él me dijo que lo intentara"). Después, despuntó en Atlanta y Talleres... hasta que el Glorioso le dio la oportunidad de cumplir su sueño. Con la elástica albiazul ha vivido una auténtica montaña rusa y, empapado de alavesismo ("mi señora Delfi y mi hija se visten de neskas [traje típico de Vitoria-Gasteiz] para mostrar el pasado de Vitoria"), confía en la machada ante el Real Madrid y en salvar la categoría.
¿Cómo se prepara un lateral para defender a Vinicius? Seguro que es una prueba superexigente.
La verdad es que son jugadores con los que uno sueña medirse en este tipo de partidos. Es un jugador muy desequilibrante, pero yo tengo que hacer mi trabajo, hacer las cosas lo mejor posible. Para mí es una oportunidad muy linda también de medirme contra un rival de su su nivel y no se lo voy a poner nada fácil. El equipo no se lo va a poner nada fácil... Respetamos al club [al Madrid], a los nombres, pero cuando salimos a jugar somos once contra once y nosotros tenemos que defender lo nuestro, así que nos vamos a dejar la vida porque necesitamos ganar en Mendi y la verdad es que sería un golpe anímico muy bueno para nosotros.
Sería tener algo de estabilidad, por decirlo de alguna forma, en una temporada muy complicada, ¿no?
Sí, sí. Hay que confiar hasta el final y trabajar día a día. Este grupo se deja la vida entrenando, no tenemos ninguna duda de que vamos a cumplir el objetivo porque es un equipo que se mata entrenando y trabajando. El esfuerzo paga, y no ha sido año fácil por lo que hemos pasado, porque se fue Luis García, vino el Chacho y no pudimos conseguir los resultados. Nos cuesta ganar en Mendi, y eso es algo que el año pasado no pasaba. Pero este grupo va a cumplir el objetivo porque tenemos un plantel muy bueno. Y lo vuelvo a decir: nos matamos entrenando y vamos a cumplirlo porque es así, porque el trabajo paga y yo creo que este grupo se merece lo mejor.
Leí en alguna otra entrevista que lo tuviste difícil en tus inicios.
A mí me tocó irme muy chico de mi casa. Me fui a los 10-11 años con mi mamá y mi hermano. Dejamos a toda la familia en Saladillo, que es mi pueblo. Después estuve cinco años jugando en Boca y tuve la mala suerte de que me dejaron libre y me volví a ir a mi pueblo. Al año me fui a jugar al Atlanta, que fue difícil porque otra vez me tuve que volver a ir, esta vez solo, así que tomé esa decisión y gracias a Dios me fueron pasando cosas muy lindas y hoy en día estoy acá.
Háblame de ese primer año viviendo en Buenos Aires.
La verdad es que fue difícil porque, como te dije, me fui con mi mamá y mi hermano. Era difícil alquilar una casa en Buenos Aires... Mi papá era policía y custodia de camión y no le daba para todo eso. Alquilamos una casa desamueblada, dormíamos en el suelo con un colchón y la primera mesa que tuvimos fue una de cables de teléfono, lo que se enrolla allá en Argentina. Lo vimos tirado afuera y lo levantamos, nos sentábamos en los cajones de verduras, porque como te dije a mi papá se le hizo muy difícil, pero siempre me brindó esa oportunidad para que yo siguiera mi sueño.
No sé si incluso eso te llevó a replantearte las cosas, ¿no? Al final cuando estás en Boca sientes que vas a llegar y de repente...
Sí, porque yo tenía 16 años y para el fútbol a esa edad sos joven pero a la vez no, porque muchos chicos hoy en día a esa edad juegan en Primera o a los poquitos años. Yo era hincha de Boca, y la verdad es que fue un golpe muy duro volverme a mi casa de nuevo [Boca no le renovó y se volvió a Saladillo], empezar con el fútbol de pueblo, después volverme a ir. La verdad que no quería saber nada más con eso [con el fútbol] porque fue un golpe muy duro para mí. Uno se hace a los sueños y cuando me dejaron libre fue un baldazo de agua fría y tomé la decisión de decirle a mi papá que no quería jugar más porque no me sentía bien.
"Fue un golpe muy duro volverme a mi casa, empezar con el fútbol de pueblo..."
Futbolista del Deportivo AlavésFue un golpe muy duro y ahí entró el papel de él [de su padre]. Me dijo que lo intentara, que siguiera jugando más allá del fútbol de mi ciudad. Lo hice, estuve un año ahí y después salió la oportunidad de Atlanta y otra vez volver a irme. Yo ya tenía un grupo de amigos porque cuando estaba en Buenos Aires era entrenar, escuela y casa todos los días. No me podía ir a Saladillo, a mi pueblo, así que la verdad es que no tenía amigos... Cuando llegué a Saladillo, ese año hice amigos con el grupo de la escuela, que hoy en día son los chicos con los que trato, mi grupo de amigos. Me costó volver a dejarlos ir [cuando fichó por Atlanta] porque la distancia es difícil, porque vas una vez al mes o por ahí no vas y, bueno, como dije, gracias a Dios apareció mi papá, tomé esa decisión de volver a intentarlo y la peleé mucho. Al final salieron las cosas bien.
Insistes mucho en la importancia de tu familia...
Sí, bueno... Cuando pasó lo que pasó en Boca, yo como que lo veía muy difícil y me tuve que volver a mi ciudad. Los entrenamientos no son los mismos, la intensidad no es la misma, pasé de entrenar todos los días a entrenar dos o tres veces por semana y, bueno, el cuerpo también se acostumbra a eso... Cuando tuve la posibilidad de ir a Atlanta, me mentalicé de que era mi última oportunidad, que tenía que luchar y entrenar. Y así lo hice. Entrené mucho, me sacrifiqué y el esfuerzo pagó porque gracias a Dios pude cumplir mis sueños.
Me chivaron que el Tenaglia de aquel entonces jugaba como delantero.
Sí. Toda mi vida hasta que fui a Atlanta había jugado de delantero. Me gustaba hacer goles y fui allí a probarme como delantero. Creo que después de la segunda o tercera práctica faltaba un lateral derecho. Entonces, un muy buen amigo mío me preguntó si quería jugar de lateral y, como había tantos delanteros, dije que sí. La verdad es que me fue bien y me dejó de lateral. Ese año tuve la buena suerte de jugar todos los partidos con el equipo y la posición me gustó mucho.
Me entrené de lateral, veía a muchos jugadores, porque hay un cambio muy grande en la posición, pero gracias a Dios y a Sergio, que confió en mí y me dejó de lateral, porque era su apuesta, salió bien. En Atlanta jugué siempre de lateral, después fui a Talleres e iba rotando: jugaba a veces de lateral y otras veces de central. La verdad es que uno siempre quiere jugar. Aquí [en el Alavés] estoy jugando de lateral, pero también lo he hecho de central. Uno siempre quiere estar y ayudar al equipo en la posición que sea.
¿Pero te costó?
Bueno, me preparé, como te dije, porque era una posición totalmente distinta y era mi última oportunidad, porque tenía 17 años y era la última bala, como se suele decir. Me mentalicé, me preparé, entrené, miraba vídeos y, después de entrenar, como yo vivía al lado del club, iba a correr ahí, así que me propuse que tenía que llegar a jugar y ya me hice a la idea de que iba a ser como defender. Tanto esfuerzo creo que valió la pena.
Ya me habías mencionado antes lo de ver vídeos, pero en una entrevista leí que lo hacías sin volumen. ¿Por qué?
Sí, sí. Por ahí dicen cosas buenas o a veces no tan buenas y a uno, quiera o no, eso le afecta, así que lo más importante es que no se nos vaya la cabeza a las nubes y hacer siempre un buen partido, porque no puedes pensar otras cosas y hacer un mal partido. Cualquiera puede tener días malos, pero trato de ver las cosas que hago bien para analizarlas yo mismo, no los demás. Hoy en día sigo haciéndolo y es algo que me ayuda mucho.
"Mi señora Delfi y mi hija se visten de neskas para mostrarle a mi hija lo que era el pasado de Vitoria"
Futbolista del Deportivo AlavésY de repente llegas a Vitoria-Gasteiz...
Fue el club que confió en mí para que diese ese paso que todos los chicos que somos de Sudamérica queremos hacer de venir al fútbol europeo. Es un cambio muy, muy grandes y, bueno, confiaron en mí y tuve la mala suerte de llegar y que nos toque el descenso, pero lo que es el fútbol y la vida... porque después el año en Segunda tuve la suerte de jugar todos los partidos y me fue bien, por eso el club decide que yo sea parte de él, haciendo efectiva la opción de compra.
Este club es mi casa, ya llevo muchos años, soy uno de los capitanes y para mí es un orgullo muy grande ponerme esta camiseta y ni te digo cuando me pongo la cinta de capitán... Tuve la suerte de que mi hija naciera acá, así que son un montón de cosas las que me hacen sentirme como en casa. Estoy muy lejos [de Saladillo], pero la gente de acá me quiere mucho, y yo también a ellos, y tengo un grupo de compañeros muy buenos y estoy muy contento. Hoy en día estamos peleando por dejar al Alavés donde tiene que estar, que es en Primera División, así que estamos dejando todo para que eso pase.
Te cambia la voz al hablar de la gente y de todo el cariño que recibes.
Para mí es un orgullo muy grande. La gente me muestra un cariño muy lindo no solo en el campo, sino afuera. Cada vez que me cruzo con alguien que es hincha del Alavés siento su cariño y eso no se paga con nada. Uno se sacrifica dentro de la cancha y que después la gente lo reconozca es muy lindo. Como te dije, mi hija tuvo la suerte de nacer acá y eso es un motivo por el que yo digo que el día de mañana, cuando nos vayamos, vamos a volver para mostrarle a nuestra hija cómo fue su vida. Cada vez que hay una fiesta, mi señora Delfi y ella se visten de neskas. Van vestidas así para mostrarle a mi hija lo que era el pasado de Vitoria. Disfrutamos todas las cosas, todo el día a día acá es muy lindo.
¿Tú no te atreves con el traje de blusa [en fiestas de Vitoria, las mujeres se visten de neskas y los hombres, de blusas]?
No... [risas] La verdad es que yo soy un poco vergonzoso. Lo haría sin ningún problema, pero ahí me da un poco más de vergüenza.
Tímido y tranquilo, pero seguro que te alteraste con aquel penalti de Villalibre en el Ciutat contra el Levante que supuso el ascenso a Primera...
Fue increíble el partido, como se dio en el último minuto, cómo partía el penal el Búfalo... y después la fiesta acá en Vitoria. Yo me acuerdo que iba en el festejo con Carlos [Protesoni] y no podíamos creer lo que estábamos viendo, cómo estaba la gente en la calle, en la plaza... Fue increíble. La verdad es que fue un año muy duro en Segunda, pero terminarlo así fue una locura. Yo siempre digo que futbolísticamente fue lo mejor que me pasó por todo: el penal, el partido, el festejo, la gente, volver a Primera después de un año en el mismo estadio en el que habíamos bajado. La verdad es que fue increíble y esos son recuerdos que uno se va a llevar del fútbol el día de mañana.
Me da la sensación de que tienes siempre muy presente lo complicado que fue para ti llegar.
Sin duda. La verdad es que sí. El Nahuel de hace unos años le agradecería a este Nahuel por todo lo que hizo, por cómo se sacrificó, por cómo entrenó, porque, como dije, trataba de entrenar doble turno... Cuando no me tocaba jugar, entrenar, entrenar y entrenar, porque el fútbol la verdad que no es muy fácil. De chico me tuve que ir de mi casa, dejar muchas cosas, fueron muchísimos sacrificios. Pero así como lo hago yo lo hacen muchos chicos y por ahí no tienen la suerte que tuve yo de llegar a jugar, así que nada, agradecerle a ese Nahuel por todo lo que hizo y a este Nahuel le diría que disfrutase todo lo que está viviendo porque vivo de lo que me gusta, amo lo que hago, estoy en una ciudad muy linda, en un club muy lindo, soy uno de los capitanes y la verdad es que eso es un orgullo para mí y para mi familia. Muy, muy lindo.
Y si no estás entrenando o jugando, estás pescando, ¿no?
Sí, sí. Es un hobby que me gusta mucho. Siempre que voy a Argentina con este grupo de amigos que te comenté [los amigos que hizo en el colegio] vamos a pescar. Nos encanta. Es algo que nos hace bien porque salimos de todo, del trabajo, de mi trabajo y nos acordamos de las cosas de cuando éramos más chicos, de todos los momentos que vivimos. Acá [en Vitoria] también tengo mis cosas de pesca, he ido a pescar con Carlos [Protesoni], que lo metí un poco para el tema de la pesca, porque es algo que a mí me gusta y la verdad es que me hace muy bien, porque disfruto el momento y por ahí me olvido un poco de todo lo demás y me centro en relajarme.
¿Y dónde vais a pescar? ¿Al pantano?
No, hemos ido a un pueblo de acá cerca de Vitoria que ahora no me sale el nombre. Hemos ido a dos pueblos, pero nada... Íbamos por la mañana cuando entrenábamos por la tarde. Estábamos un rato ahí y nos tomábamos unos mates, nos despejábamos un poco... Hace mucho que no vamos. Fue el año pasado.
Supongo que la cabeza sólo piensa en el domingo a las 16:15 horas.
Sí, sí. El primer objetivo es la permanencia, seguir en Primera División y después trabajar para hacer las cosas lo mejor posible dentro de la cancha y ojalá algún día ponerme la camiseta de mi selección, porque el sueño máximo de uno es jugar con la camiseta de su país. Yo trabajo para eso, sé que estoy en Europa y eso es una gran vidriera [escaparate].
Volviendo al tema de Boca, ¿crees que podrías volver y quitarte le 'espinita' después de cómo terminó tu etapa en su cantera?
La verdad es que me encantaría. Uno no sabe lo que son las vueltas de la vida, pero no es una espina, sino vivir lo que es ese mundo. Ya me tocó en Talleres un mundo muy lindo, la gente lo vive muchísimo, pero en Argentina Boca y River están un pasito por ahí más adelante de lo que es la gente, de lo que mueven... Hoy estoy acá, ojalá sea por muchísimos años más, pero uno nunca le tiene que cerrar la puerta a nada. Y si llega, bienvenido sea y lo voy a disfrutar mucho.