Pacho Maturana y su 'Valladolid de Medellín': "Valderrama se negó a jugar sólo los partidos de fuera"
Relevo recuerda el Valladolid de 1990, donde Gonzalo Gonzalo quiso emular lo que hacía en el Fórum, con Sabonis y Corbalán, y fichó a colombianos mediáticos como Valderrama e Higuita.

El Valladolid pelea en esta recta final de LaLiga por mantener la categoría, con el uruguayo Pezzolano en el banquillo y Ronaldo en la presidencia. El club ha vivido cinco descensos en los últimos 31 años, pero puede que uno de los más recordados en la ciudad sea el que se produjo en 1992 como consecuencia de la desintegración del "Valladolid de los colombianos", al que los medios le calificaron también como 'El Cártel de Pucela' o 'Valladolid de Medellín' por contar en sus filas con Pacho Maturana como entrenador y René Higuita, Valderrama y Leonel Álvarez.
Ese Valladolid despertó el interés de medio mundo. Maturana sorprendió al planeta fútbol en el Mundial de 1990, después de clasificar a Colombia para una cita mundialista 28 años después y haber ganado la Libertadores con Atlético Nacional. En el reino del hombre a hombre de aquella época, el técnico colombiano impuso la zona presionante. La famosa zona Maturana, de la que se enamoró, entre otros, Arrigo Sacchi. Cuando fichó por el Valladolid, en 1990, acudían a Pucela entrenadores como Capello, Benítez, Del Bosque o Juanma Lillo para aprender en vivo y en directo del colombiano. Tanto fue así que hasta firmó un contrato con Ramón Mendoza para dirigir al Real Madrid, pero el éxito repentino y contra pronóstico de Radomir Antic (ocho victorias y un empate) obligaron a las partes a 'romper' el contrato.
"Fue una muy buena época con muy mal final. Pacho era diferente. Me marcó mucho en aspectos defensivos. Era un enfermo de la zona, en el buen sentido de la palabra, de la defensa zonal y trabajaba mucho con los pivotes. Yo le digo que he mejorado la zona y que era el mejor delantero que atacaba la zona. Él me decía que tenían que multar a todos mis entrenadores de inferiores, porque nunca vio un jugador de tanta calidad pero que evolucionara menos. Era un entrenador muy cercano. Me marcó mucho para lo siguiente. Y eso que no era titular, estaba muy a gusto. Me decía que a mí con media hora me valía, porque lo resolvía. Pero no me ponía nunca el cabrón. Y era verdad que lo resolvía en media hora", bromea el exfutbolista del Valladolid y ahora entrenador Onésimo para Relevo.
Maturana, que fue un central estiloso, ejerció en sus primeros años retirado como odontólogo. Un día llegó a su consulta el uruguayo Luis Cubilla, por esos días entrenador de Atlético Nacional. Le convenció para trabajar con él y por la revelación de Dios halló la escuela con la cual se sentía identificado, la del uruguayo José Ricardo de León, del que Cubilla era su gran discípulo: pressing zonal asfixiante, en el que cada jugador defiende una zona del campo. Eso fue lo que inculcó con el Valladolid en la temporada 1990-91, donde acabó en una exitosa novena posición de la tabla. Pero ¿cómo fue posible su llegada a España?
"El origen de su llegada se remonta al presidente por aquel entonces, Gonzalo Gonzalo, que durante muchos años dirigió al Fórum de Valladolid de baloncesto. Era un soñador. Siempre quería hacer fichajes espectaculares como Sabonis, Tikhonenko o Corbalán. Él pensaba que en el fútbol iba a pasar lo mismo porque pensaba traer dinero de Unipublic y más sitios, pero al final resultó no ser tan sencillo como el baloncesto y acabó con una deuda de más de 1.000 millones de pesetas. El primer año salió bien con la llegada de Maturana, Barragán (preparador físico) y Leonel Alvarez, pero al segundo vinieron Higuita, que fue un desastre, y Valderrama, que era muy bueno pero jugaba andando y al segundo", detalla el veterano periodista José Miguel Ortega, autor de cinco libros sobre la historia del Valladolid.
Por eso, más allá de la falta de adaptación que sufrieron Higuita y Valderrama, lo que brotó en aquel Valladolid en la 91-91 fueron graves problemas económicos. "Había jugadores sin cobrar y existía muy mal ambiente en el equipo. El problema económico iba a resolverse de alguna manera con la venta de Caminero al Real Madrid por 300 millones de pesetas. Yo por aquel entonces era corresponsal de Marca y le hice una foto con la camiseta del Madrid. Se montó un pollo importante. Mendoza se encabronó, el fichaje se rompió y Gonzalo Gonzalo no recibió un dinero con el que contaba. Meses después, cuando la situación del equipo iba a la deriva, el alcalde, Rodríguez Bolaños, reunió a los empresarios de la ciudad para buscar una solución. La voz cantante la llevó Marcos Fernandez, dueño de Parquesol y luego presidente, y su primera medida fue echar a Higuita y Valderrama. Maturana duró dos jornadas más", rememora José Miguel Ortega.

Pacho, ¿cómo se gestó su fichaje por el Valladolid? ¿Tenía agente o directamente hablaron con usted?
Nosotros habíamos acabado el Mundial de Italia y llegó esa propuesta de España. Llegó directamente por medio del club y yo feliz, porque era el primer colombiano que iba a dirigir en Europa. En ese momento creo que no tenían tanta vigencia los representantes y los agentes. Jugamos un partido entre el Atlético Nacional y Valladolid y creo que, a partir de ahí, surgió el fichaje.
¿Pero usted conocía algo del Valladolid?
No, en absoluto. La verdad que en ese momento uno no está para elecciones, ¿qué entrenador colombiano había dirigido en Europa? Ninguno. Fui el primero, entonces no tenía argumentos como para decir que no, o poner condiciones; el simple hecho de estar en España ya era una distinción para mí. Claro, ahora a vos te dicen que el Celta está interesado en ti, te metes a Google y los representantes te dicen la historia de Celta, a qué puertas llegar y vos decides si vas o no, porque sabes que te fiche un Madrid, un Atlético, un Valencia o un Sevilla, de pronto, es más complicado porque tienen presupuesto para quedar campeones. Entonces, yo venía de participar en un Mundial y tenía ilusiones de luchar por los primeros lugares, pero me encontré con una realidad que no había encontrado antes: hubo alegría colectiva por la forma que jugaba el Valladolid y el hecho de mantener la categoría. En Colombia me decían que sólo se podía dar vueltas de celebración cuando se ganaba.
"Bilardo me dijo que no hablara hasta que fuera técnico. ¿Cuándo era eso? Cuando quisieran quemarme el carro"
Sobre su llegada a España¿Con qué fama cree que llegó a España?
Bueno, yo llegué como menottista, un técnico de talla mundial y dentro de una corriente en América como es la de Menotti. Hay una anécdota interesante porque en esa época en España estaba Bilardo también. Y Bilardo fue mi entrenador. En una entrevista dijo que "Maturana no hable todavía, que hable cuando sea técnico". Entonces me lo encontré y le pregunté por lo que dijo, porque yo no me consideraba un novel. Pero me sorprendió mucho porque Bilardo había sido mi profesor y sentía admiración por él. Me dijo: "¿Viste el mensajito que te mandé? A vos te ha ido muy bien, pero vas a ser técnico cuando te quieran quemar el carro, cuando no puedas salir de la casa, cuando la Prensa te quiera linchar y todas esas cosas. Vos has tenido un camino impecable, pero te falta graduarte como entrenador". Entonces, ese tipo de situaciones son cosas muy importantes para mi formación, porque yo me considero un aprendiz permanente. Eso me sirvió. Las cosas que me pasaron después fueron muy importantes y me fortalecieron como entrenador. Pero cuando llego a España, me encuentro con una serie de cosas que me impactan.
¿Cómo cuáles?
El tema del entrenamiento. En América llegabas a un entrenamiento y había un balón para dialogar. Y con ese balón se hace lo que en ese momento llamábamos el tontico, allá en España lo dijeron el rondo, pero no era parte del entreno. Algunas veces dejaba a los jugadores solos con el balón para que se comunicaran, hacían un par de rondos y decían: "Ya estamos listos". Yo les decía que el entrenamiento era una manera de dialogar, pero con el balón. Ellos no estaban habituados a esa dinámica, pero después se fueron acostumbrando. Eso para mí fue muy importante. Como el hecho de que llegara todos los días un chico a mis entrenamientos con libros y revistas de todos los lados, de Menotti, de Bilardo, de todos… Ese chico era Juanma Lillo, que dirigía a la Cultural Leonesa. Lillo se volvió como parte de mi familia, del equipo y estaba en todos los entrenamientos. Hablamos, discutimos y, es más, entraba en la cancha y colaboraba en algunas cosas.

Después, en un determinado momento, llegó un señor con una tarjeta que viajaba por todo el mundo porque decía que se iba a convertir en entrenador del Milan. Me quedé impactado porque era amigo de la gente del Milan de mi amigo Arrigo (Sacchi). Estuvo una semana en nuestros entrenamientos, hasta el punto de que le recogía yo todos los días en su hotel. Ese señor fue Fabio Capello. El Real de Madrid (Maturana lo nombra siempre con la de entre medias) mandó a un chico para seguir nuestros entrenamientos y le dimos autorización. Ese chico era Rafa Benítez. Entonces, uno sentía que en Valladolid lo miraba mucha gente, y no por lo que ganaba, sino por la forma que quería ganar. Entonces tuve la oportunidad de estar con Johan Cruyff, con Guss Hiddink y con toda esa gente dirigiendo en España. Fue más grande que un título poder codearme con técnicos de ese nivel. Después tuve un grupo, porque nadie triunfa solo, y el grupo de trabajo que yo encontré allá todavía son parte de mi corazón y de mi fortaleza. Y yo tengo que, por ejemplo, hablar de José Aramayo, un tipo leal a la institución y un tipo con un caminar excepcional en la vida. También de Tico, de Luismi, de Javier Yepes, de Camilo Segoviano… Esa gente me acogió, me abrazó y me enseñaron de la vida y todavía son parte de mi fortaleza.
¿De la vida? ¿Qué le enseñaron?
Uy, por ejemplo, Camilo Segoviano por ejemplo había trabajado en temas de llantas y yo a veces llegaba a toda velocidad porque en el trayecto Madrid-Valladolid me había demorado y me decía que no era prudente ir a esa velocidad. Yo le replicaba que no había tráfico y él me decía que daba igual, que a las 3 de la mañana te estalla una llanta y no lo cuentas. En todo caso, me abrieron las puertas de su casa. Nosotros íbamos al Montico (un restaurante) y ahí empecé a conocer lo que eran los vinos y la comida… Valladolid era algo extraordinario y fuera de eso también tuve jugadores que cada uno tuvo una historia.
Cuando llegué había un muchacho que era delantero, era un brasileño que se llamaba Cuca. Ese señor ahora es un entrenador de nivel, al otro lado de la calle estaba un central que hace poquito recibí su llamada y que se llama Luis Eduardo. Uno empieza a compartir con jugadores un entorno gratificante. Ahí conocí a una persona que me asombró, aunque cuando me lo dijo no le paré mucho las bolas. Este muchacho me dijo que a él era imposible quitarle el balón sin hacerle falta; yo le decía que estupendo, que jugaría detrás del nueve porque si nos hacen falta, tenemos un tiro libre importante; ese chico se llamaba Onésimo y luego llegó a ser entrenador y aún tengo contacto con él.
En alguna ocasión recibí un mensaje de Eduardo Vilchez, que era otra persona de Valladolid y que les cogí tanto afecto porque empecé a ver lo bueno que tenían futbolísticamente. Me encontré con la competitividad de Cuaresma. Necesitaba un central zurdo y lo encontré en César Gómez, que aprendió tantas cosas y nos dio esa salida elegante y esa capacidad en el juego aéreo. Luego encontré a Pachi, que jugaba un fútbol de salón y era otra persona con un parentesco con el balón espectacular.
Después un Moya, un Goyo o un nueve como Alberto. que sin tener mucha sensibilidad, tenía un despliegue total por todo el campo. Entonces ahí empezaba a ver dos chicos como Santi Aragón y Amavisca, un flaquito que estaba en el fútbol de izquierda y que después llegó a ser un grande. Luego estaba el Goyo Fonseca, el que hacía goles y nutría la cuenta goleadora. No llegué con una idea sino que tuve la suerte de interpretar las interacciones que podía encontrar con esos jugadores.
"Di Stéfano me decía que le llamaban el cacique pluma Blanca porque creían que en América todos somos indios y él era el jefe"
Sobre la ayuda que le brindó Di StéfanoY Caminero también estaba, ¿no?
Pero Caminero fue porque lo trajeron de refuerzo. Caminero jugaba en las inferiores del Madrid, pero lo hacía como centrocampista derecho y nosotros lo pusimos como defensa central, porque tenía talla, tenía una buena relación con el balón y tenía liderazgo. Con Caminero tengo una anécdota, porque el central tiene que hablar y tiene que saber cuándo el balón está en el centro, cuándo el equipo está en una línea, cuándo va al costado el equipo y cuándo hace una curva, que es la que nace del cubrimiento de las espaldas de cada uno de ellos. Entonces Caminero tenía que hablar: "Línea, curva. Línea, curva. Línea, curva". Y empezó: "Raya, curva. Raya, curva". Entonces le rectifiqué: "José Luis, no es raya, es línea". Y me contestó: "Míster, ¡la misma mierda es raya que línea!".
¿Pero cómo pasó el equipo de impresionar a acabar usted destituido en apenas unos meses?
El primer año fue bueno y ya sabe que estuve en coqueteo con el Real Madrid porque Vicente del Bosque siguió muchos partidos del Valladolid. Fue el que dio la autorización para que se profundizara en la posibilidad de que yo pudiera dirigir al Real Madrid. El club blanco me abrió las puertas y me encontré con una persona que me habló mucho y me hizo casi la introducción en el fútbol de España. Esa persona fue Di Stéfano. Me decía que le decían el cacique pluma Blanca porque creían que en América todos somos indios y él era el jefe. También conocí a Luis Aragonés, que me recibió con los brazos abiertos, me estimulaba y me decía que era un valiente porque, con un equipo como Valladolid, lo podía poner en la zona 2, cuando normalmente estos equipos se refugiaban atrás. Con Luis salí muchas veces a comer y a conocer un poquito Madrid de noche. Ese Madrid tenía también un vínculo con Valladolid como era Ramón Martínez, que era de la ciudad pero trabajaba en el Madrid.
"Firmé un contrato con el Madrid y me dijeron que había tocado el techo del fútbol y podía brindar con un Dom Perignon"
Cuando firmó el contrato con Sámper y MartínezEn uno de esos restaurantes famosos de Madrid tuve la oportunidad de encontrarme con Ramón Martínez y un señor, no me acuerdo el nombre, de apellido Sámper (Jesús), que en ese momento era como el abogado o una persona importante en la estructura del Real Madrid. En su momento, yo firmé un papel y era un contrato. En esos momentos, no existía el protocolo ni orden de ahora con los representantes. Entonces yo firmo el contrato y listo, como si nada, entonces ellos me dicen: "Chico, ¿tú no sabes lo que has hecho? Has tocado el techo del fútbol y podemos brindar con un Dom Perignon". Yo no tenía ni idea de que era eso y lo que les dije es que sólo sentía que había firmado un papel. El día que estuviera en el banco del Real Madrid, los invitaba a un Dom Perignon.
Mientras tanto, en el Valladolid todos sabían lo que había firmado. En su momento iba y venía. Me reunía con Mendoza tratando de ir planificando el equipo de cara al futuro. Es más, ellos me pidieron una autorización para traer a Radomir Antic, que era simplemente por un momento, y después yo asumía. Cuando Radomir empezó a ganar, vi que ya no había posibilidad y me ofrecieron irme de manager para esperar el momento, pero yo no era capaz de estar ahí a la escondida esperando a que el otro caiga, que conmigo no había ningún problema por el papel firmado.
¿Y qué sucedió después?
Pues había un equipo que me fascinaba en España. Ese equipo era el Sporting de Gijón. Conversé con unos que eran como unos médicos o profesores, o algo así, y me parecía que era una buena idea ir allá en un futuro. En ese equipo estaba un muchacho que le decían Abelardo y había otros dos que eran como los duros, los que pagaban la boleta, que eran Luis Enrique y Manjarín. Pero ahí aparece la posibilidad de volver a ir a Colombia, pero estuve muy cerca de quedarme. No lo terminé de ver porque digamos que tenía que volver a empezar de cero en el Sporting con lo mismo, con el respeto por el valor y por la conciencia colectiva… Para eso ya tenía el Valladolid, que llegó un momento que nos decían que éramos los más rápidos del mundo en recuperar, y también los más rápidos en perderla.
Fichó a René Higuita y al 'Pibe' Valderrama en su segundo año. ¿Por qué no triunfaron?
Por eso me quedo en el Valladolid. Porque llega el Pibe, que era una invitación a jugar bien. Pero no hubo un manejo administrativo que permitiera ese equilibrio, porque al final hubo roces y no pasó lo que sucedió en el primer año, cuando éramos uno solo. Y nadie pensaba que a éste le pagaban y a éste no, sino que todos pensaban que teníamos un balón donde todos lo recuperábamos y todos lo disfrutábamos. Ya después empezó un ambiente que no era bueno y, al final, terminó mi periplo por ahí.
Además de esos problemas económicos, ¿acusaron demasiado el cambio cultural?
Bueno, digamos que hay un país que se llama fútbol y en ese país todo lo que usted acaba de decir es verdad. Yo te digo que me siento orgulloso, orgulloso de la condición humana de estos muchachos. Yo hablaba con César Gómez, con Eduardo Vilchez, Onésimo o Vizcaíno. Pero es que no tengo quejas con ninguno de los otros muchachos, lo que tengo es una gratitud porque me dieron toda su condición humana. Me acuerdo de diálogos con Engonga, Goyo, Onésimo… Lo que quiero decir es que uno cuando se va de una parte, le recuerdan porque ganó un título; pero la gente me recuerda por cómo caminé la vida por Valladolid, en el sentido de que mi caminar estaba lleno de respeto, que era el mismo que recibía.
"Ahora el portero que no sabe jugar con los pies, no puede jugar. Eso es lo que se popularizó con Higuita en el Mundial de 90"
Sobre el estilo acrobático de RenéCuénteme cuál fue el problema de verdad con René y el Pibe…
El fútbol tiene un contenido universal, pero hay algo que identifica. En su momento, cuando pasas la primera temporada y decido quedarme en Valladolid, pues hombre, más o menos, sabía lo que necesitaba, pero tenía digamos susto. Miedo de que fuesen a pensar que si yo traía un jugador colombiano era porque fuera amigo mío. Leonel Álvarez fue galardonado por la prensa uruguaya como el mejor jugador y el mejor volante central de América Latina. René Higuita era el mejor portero de América, Pibe Valderrama era el mejor diez de América, entonces: "Aquí no es cuestión de amistad, sino que es cuestión de calidad". Pero el diez de España, el de Europa, era más parecido a Platini, que te hace cuatro o cinco tiros al arco y te hace goles. Pero el Pibe no era un goleador, pero en América lo valoraban porque los ponía. Decían de él que tenía ojos por todos lados. Él vino y le costó. Le voy a contar una anécdota, en el partidillo de entrenamiento de los jueves en Zorrilla, hay un córner y el Pibe marca y el estadio empieza a cantar: "Aleluya, Aleluya, Aleluya". Terminó la sesión y vi una situación complicada, hablé con el Pibe y le dije que con el tiempo la gente iría conociendo sus luces, pero mientras tanto, le dije de jugar sólo los partidos de fuera. Se quedó mirándome y me dijo que no. Ahí es cuando me mató porque vi esa personalidad. Claro que iba a jugar todos; si salía la cosa, bien; y si no, mala suerte, pero su capacidad, su condición humana, su fuerza espiritual, la valoré y la aplaudí.
Le cuento otra anécdota, en España el portero estaba metido en ese tiempo dentro del arco. Puse a jugar a René porque el sistema lo ayudaba y le exigía. Ese sistema que Valladolid hizo no fue un invento de Pacho, sino que nosotros hicimos una copia de lo que hacía Rinus Michels en Holanda. El arquero holandés Jongbloed salía y liberaba a la defensa, pero no tenía la capacidad que tenía René de parar el balón y hacer una pirueta. Corría y tiraba desde la tribuna y todo el mundo aplaudía. Entonces, eso fue lo que se popularizó un poquito en el Mundial del 90 con René, pero todavía la gente no estaba totalmente convencida de que ése era el camino. Pero ahora ya, mira, ahora el arquero que no juegue con los pies, no puede jugar.
¿Pero por qué René dejó de jugar en el Valladolid?
Bueno, no sé si en algún momento obedeció a un tema de selección, que tuvo que viajar y abandonar o una lesión o alguna cosa. En este momento no recuerdo lo que pudo haberle pasado. Pero yo que los llevé y que me aguanté todas las cosas, si René no jugaba era porque estaba lesionado o no estaba disponible.