Tu verdad, no la verdad... en el adiós del mito Monchi

La despedida de Monchi reabrió los capítulos de esos diez días que desquiciaron al sevillismo. El de San Fernando ofreció su versión de los hechos ante la mirada de los dirigentes, sentados en la primera fila del antepalco del Ramón Sánchez-Pizjuán. "¿Tu verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela", escribió Antonio Machado. Y Monchi ofreció la suya para tratar de lavar su imagen, como él mismo indicó en su alocución, aunque en algunas cuestiones no entrase en el fondo y en otras cayera en contradicciones.
"No soy un director deportivo al uso", es otra de las frases utilizadas por Monchi para realzar su amor por el Sevilla. Nadie duda de su sevillismo, pero aquí no se juzgaba el amor a unos colores y sí esa relación profesional entre el de San Fernando y el club de su vida. Monchi apostó por marcharse al Aston Villa, al entender que su ciclo estaba agotado, o al menos de la manera que él estaba acostumbrado de trabajar en el Sevilla. "Creo en los pequeños detalles", adujo el de San Fernando, pero cuesta creer que por pequeñas cosas se haya producido semejante distancia con sus superiores.
Y Monchi lleva razón. 23 años de dirección deportiva, con ese paréntesis en Roma, lo avalan, con los mejores resultados de la historia de la entidad. Ni siquiera sus errores de la planificación del pasado año, como él mismo admitió, debieron poner en duda su capacidad. También un mito debía poder elegir cuándo marcharse, sin necesidad de mirar al pie de la letra los contratos. Sin necesidad de ese vodevil que se vivió en Nervión, con el consejo de administración reunido sin la presencia de Monchi, a pesar de que él lo había solicitado.
Pero el consejo también está cargado de argumentos. Una sociedad se rige por sus accionistas y nada ni nadie, ni siquiera con el aval del pasado, pueden condicionar a sus dirigentes. A cualquier director deportivo que se presentase con Isco, Dolberg, Januzaj o el lesionado Marcao en una planificación se lo pondría de patitas en la calle, por lo que, en el caso de Monchi, los dirigentes cumplían con su obligación de vigilar más de cerca e incluso de fiscalizar su trabajo. Y si el trabajador quiere marcharse, con una negociación con el Aston Villa por detrás, también se debe exigir hasta el último céntimo que aparece reflejado en el contrato.
Juzguen ustedes, que la verdad, esa verdad de Antonio Machado, no tiene un solo camino. Matices y giros existen para todos los gustos, pero la única realidad, como ya indicamos en estas líneas, es que ni el Sevilla ni Monchi manejaron la salida a la altura de lo que se merecía el sevillismo. El mito se marcha con un frío homenaje en el corazón de Nervión, que le sirvió para exponer su versión delante de todos. Ahí el Sevilla sí tuvo altura de miras pese a que más de uno torciera el gesto con ese último discurso del León de San Fernando.