Así se vivió en el vestuario del Reus el calvario de su insospechada desaparición... con la incógnita Laporta: "Nunca sabremos que pasó"
En enero de 2019, el primer equipo fue descalificado de Segunda y nunca más volvió a competir.

El recién estrenado documental 'Laportagate', elaborado por Andreu Rauet, recuerda la desaparición del Reus Deportiu y trata de arrojar algo de luz acerca de la relación y responsabilidad del actual presidente del FC Barcelona con la entidad, que fue dirigida por su amigo y extrabajador del Barça, Joan Oliver. Un capítulo funesto que evoca los últimos días de un equipo que, entre mentiras y falsas promesas, dejó de competir en enero de 2019, algo que meses antes ni se sospechaba que pudiera ocurrir. Y, pese a que el club cambió de manos, ya nunca más volvió a saltar al césped.
El principio del fin se fija en verano de 2018. Entonces, el Reus, que jugaba por tercera temporada en Segunda A, diseñó un equipo para no pasar apuros en la categoría. "El año anterior habíamos quedado en media tabla y el club estaba saneado", cuenta a Relevo Alberto Ortiz, más conocido como Tito, que justo antes del primer partido de Liga se llevó una desagradable sorpresa: "El equipo viajó el viernes a Gran Canaria para debutar contra Las Palmas, y el jueves nos enteramos de que algunos no teníamos la ficha en regla y que no podíamos jugar. Eso era a mediados de agosto".
"Ese año el Reus tenía un equipazo. Tanto primer equipo como filial, ¿eh? Cada uno para su categoría. Pero claro, llegan los primeros partidos y hay problemas de inscripción… y te sorprende; 'que raro', nos decíamos", comenta Oriol Ayala, que era futbolista del filial, en Tercera, y que, como algunos de sus compañeros, tuvo que echar una mano al primer equipo ante los problemas de fichas.
"Quizás fuimos ilusos y no nos preocupamos demasiado porque en agosto nos iban diciendo que se arreglaría pronto... pero fueron pasando los días y, cuando terminó el plazo para inscribirnos, a principios de septiembre, nos quedamos colgados definitivamente. Significaba que, como mínimo, no podríamos jugar con el Reus hasta enero. Si lo hubiéramos sabido con más margen, nos podríamos haber buscado la vida. No fueron francos. Nos mintieron", prosigue Tito Ortiz, que fue uno de los cinco futbolistas rojinegros que no fueron inscritos a LaLiga. Ahí se destaparon los primeros problemas de finanzas del club, que lo acabarían enterrando.
De no poder inscribir... a los impagos
"Es evidente que empezamos la temporada con problemas, pero nadie se podía imaginar que la cosa terminaría como acabó", se arranca Xavi Bartolo, que entonces era el entrenador del Reus. Con el paso de los días y las semanas, el asunto se recrudeció todavía más. "Que no me pudieran inscribir fue un golpe emocional muy fuerte. Tratas de mantenerte bien físicamente y anímicamente, pero es complicado. Y si a no jugar le unes que empezamos a sufrir impagos, pues eso ya fue la bomba. Imagina, yo vivía en Reus, lejos de casa, con muchos gastos y sin cobrar ni competir. Sin duda, es la situación más desagradable que he vivido en el fútbol", sentencia Tito Ortiz, que decidió denunciar esos impagos ante la comisión mixta de LaLiga-AFE. Fue el primero en hacerlo.
"Nos iban diciendo que nos pagarían, que el temas de nuestras fichas se arreglaría y que en enero podríamos jugar. Yo no lo veía claro, y en octubre, cuando vi que no nos habían abonado el mes de setiembre, decidí denunciar porque sabía que existía una cláusula que estipula que si estás tres meses sin cobrar puedes irte con la carta de libertad", desvela Tito Ortiz.
Una grabación a escondidas acusa a Laporta de compensar sus impagos a inversores con dinero del Barça: "Le diré a Jan que yo también necesito trabajar" https://t.co/RYqnnmY4Nv
— Relevo (@relevo) March 19, 2025
Su compañero David Querol, natural de Reus y formado en las categorías inferiores del club, relata con dolor el calvario que se vivía en esos momentos en el vestuario: "Cada semana teníamos reuniones, escuchábamos las mentiras de Oliver... Cada día pasaba algo. Cada día. Cuando ya llevas dos o tres meses sin cobrar muchos jugadores tienen otros equipos para ir. Y cuando estás a 500 kilómetros de casa, sin ver un duro y tienes un equipo que te quiere, lo normal es que te quieras marchar. Hubo un momento que la mitad de la plantilla quería irse y la otra mitad no. Luego el personal del club tampoco cobraba, era muy, muy complicado".
La tarea del técnico Xavi Bartolo, que ya lidió con situaciones de impagos en el Reus siendo segundo de Natxo González el año que ascendió a Segunda A, fue muy trascendente: "Había muchas reuniones, entrenamientos suspendidos porque la situación anímica no era la adecuada. Las semanas se hacían largas por todos los problemas que había y porque no se vislumbraba una salida. El día a día se hizo muy complicado; es difícil tener una tranquilidad cuando los problemas son constantes. Ahí hubo un trabajo psicológico de hacer entender a los jugadores que la situación era la que era y que nosotros lo único que podíamos hacer era continuar trabajando y compitiendo. Con la situación institucional que había, no nos podíamos dejar ir en lo deportivo".
Los esfuerzos por parte de la plantilla
Todos los consultados por Relevo apuntan que el Reus era una familia, desde el utillero hasta el presidente, que no el propietario Joan Oliver. Solo así se sobrellevaron las semanas hasta la desaparición de la entidad. Lo ejemplifica David Querol: "Muchos viajes los hacíamos en avión, nos reuníamos con el presidente y le decíamos de hacerlo en autobús para ahorrar dinero. No es lo mismo pagar un avión de ida y vuelta o ir en bus. Está claro que en bus llegábamos más cansados, hacíamos diez u once horas. Pero si de aquí podías ahorrar algo de dinero, podías pagar a la gente de material, de oficina… Todo el equipo a nivel humano estuvo muy bien. Por eso pudimos separar lo que pasaba fuera de lo que pasaba dentro".
Mientras tanto, a la denuncia de Tito Ortiz le siguieron otras, aunque al centrocampista de Santa Coloma de Gramanet se le señaló como cabeza de turco: "Terminamos denunciando otros muchos. Sucede que el club hizo un ingreso a toda la plantilla... menos a mí. Se me represalió. El caso es que como no cobré fui el primero en cumplir los tres meses de impagos y a mediados de diciembre quedé libre y me fui a jugar a Noruega".
Las denuncias y la intromisión de la asociación de futbolistas para garantizar los derechos de los jugadores complicaba el día a día. "La AFE no nos ayudaba… venían y les decían a los jugadores que lo mejor era que lo dejasen correr porque el club no tenía recorrido, y que lo mejor es que se fueran. Algunas sesiones no tenían el nivel que debían tener porque la situación sobrepasaba a algunos. Entiendo a los jugadores, ¿eh? Desde el cuerpo técnico lo teníamos claro, pero nos costaba mucho convencer al jugador de seguir adelante. Era muy difícil. Pese a ello, con dificultades para hacer convocatorias y alineaciones, logramos que el equipo compitiese con cierta normalidad", declara Bartolo.
A la marcha de Tito Ortiz, a finales de diciembre, se le unieron Edgar Badía, Vítor Silva, Fran Carbia, Shaq Moore y Mikel Villanueva, que quedaron libres por no cobrar. También del presidente Xavier Llastarri, que dimitió por los insultos y amenazas recibidas. El primer equipo entró en un proceso de descomposición al tiempo que llegaban cantos de sirenas de posibles compradores a la entidad. "A principios de 2019, ya todo el mundo sabía que el primer equipo desaparecería", asegura Ayala.
La «patética» llegada de los nuevos accionistas
El 19 de enero la situación era tan límite que LaLiga le suspendió su encuentro al primer equipo contra el Las Palmas por los desbarajustes económicos y los impagos en la entidad. Y el 21 de enero, Joan Oliver dejó de ser el máximo accionista del Reus porque vendió sus acciones a dos inversores norteamericanos, Russel Platt y Clifton Onolfo. "Nos dio la sensación de que podía ser la solución porque así nos los transmitió Joan. Pero enseguida se desvaneció esa ilusión. 48 horas duró", cifra Bartolo.
"La llegada del americano fue patética. La toma de contacto fue lamentable. Había cosas que se tenían que hacer de forma inmediata y se vio que ese hombre había aterrizado en Reus sin saber nada del club ni de lo que se tenía que hacer; sin asumir las responsabilidades que implicaba la compra, que era hacerse cargo de las deudas que había e ir LaLiga a solucionar los problemas para seguir compitiendo. Era lo primero que tenía que hacer porque si nos echaban de la competición ya no había marcha atrás. Y no lo hizo. Lo vimos enseguida… No tocaba de pies en el suelo. Fue todo surrealista", lamenta el entonces entrenador del Reus.
"En la primera reunión con ellos nos hablaron de crear un estadio parecido al del Barça, un centro comercial, ciudad deportiva… Muchas promesas pensando en el futuro, pero lo importante era el presente, no a tres años vista. Todo mentiras. Y ya veníamos de cuatro o cinco meses de mentiras con Oliver, que cada semana tenía un comprador. Salió todo mal", manifiesta Querol. "Es verdad que con Onolfo todo fueron mentiras. Pero tú te vas creyendo que te pagarán, porque te lo dicen… y nos iba mintiendo", añade Ayala, uno de los últimos en irse.
Los americanos no le pudieron dar vuelta y la cornada definitiva para tal situación, insostenible, una desaparición que era un secreto a voces, llegó cuando la patronal, a finales de enero, expulsó definitivamente al Reus de Segunda División y le descendió administrativamente por el incumplimiento de sus deberes y compromisos con sus jugadores. En aquel momento, el primer equipo apenas tenía nueve fichas profesionales, pues otros tantos se habían marchado de la entidad. "Fue injusto que no nos dejarán competir ni acabar LaLiga... pero hasta el final lo hicimos con dignidad y dimos la cara", revindica Bartolo.
El último gol del Reus
El último partido de la historia del primer equipo del Reus, que nunca más volvió a competir, fue el 12 de enero, ante el Numancia en casa. El conjunto reusenc empató 1-1 con un gol del futbolista local David Querol, que mandó un mensaje a todo el mundo con su celebración. "Fue una sensación agridulce porque veías que el equipo de tu ciudad acabaría desapareciendo. Recuerdo que cuando marqué, miré al palco, donde estaba Oliver, y comencé a darme golpes al escudo, como diciendo que el Reus nunca morirá, que es más importante que todo. Es que era una impotencia increíble", cuenta, compungido, el atacante de la casa.
Se apagaba la llama del fútbol en Reus, que tras años en Segunda B y Tercera por fin gozaba de fútbol profesional en su ciudad. Pero de un día al otro, se quedó sin nada de todo eso... hasta que el Reus Reddis, convertido en el heredero del club de toda la vida, cogió su testigo del club y ahora está a un paso de ascender a Segunda RFEF.
El asterisco de los jugadores del filial
El vía crucis en el Reus si cabe todavía fue peor para los jugadores del filial, caso de Oriol Ayala. "Si tú tenías ficha profesional y estabas en el primer equipo podías irte a la que estabas tres meses sin cobrar, pero nosotros podíamos hacerlo porque no teníamos ficha profesional y nos teníamos que quedar a cumplir nuestro contrato. El primer equipo terminó de jugar en enero, cuando se le descalificó, y nosotros terminamos la temporada, en Tercera División. Estuvimos hasta junio", expone el defensor gironí.
"Claro, tampoco cobrábamos. Estuvimos aproximadamente ocho o nueve meses sin cobrar. No sé quien pagaba a los árbitros la verdad… el caso es que nosotros teníamos que terminar la temporada. Y bueno, seguir en activo era una forma de que nos vieran y conseguir un contrato para la temporada siguiente. Pero ya sabíamos que el club iba a desaparecer", añade Ayala, que en enero tuvo ofertas de Segunda B, pero no pudo marcharse porque sufrió una lesión de larga duración. Para más inri, siendo de Girona, tenía que vivir en Reus, en la otra punta de Cataluña, lejos de los suyos. Y sin cobrar: "Una situación así se lleva haciendo piña con el grupo y el cuerpo técnico. Fueron muy duros los últimos meses. Pero pensar en el año siguiente y en tu futuro es lo que te hacía tirar para adelante. Al final de temporada desapareció el club y cada uno se fue por su lado". El filial del Reus, que pese a los impagos llegó a acumular 14 partidos sin perder, terminó la competición en una meritoria séptima posición, cerca de la zona de play-off.
La incógnita de Laporta
"Creemos que el culpable de todo es Joan Oliver, que es el que firma fichas... y después no se pueden pagar. Del americano nos llegó un ingreso, creo que fue en febrero, pero solo una mensualidad. Igual nos debían cinco y nos pagaron una. En ese momento dices '¿y si empieza a pagar ahora'?, pero no", reflexiona Ayala. También Querol apunta a Oliver: "Era el dueño del club y el que tomaba todas las decisiones importantes, sobre todo a nivel económico. Si el club estaba saneado no puede ser que en seis meses no se puedan pagar las nóminas, ahí había algo que no sabemos para que ese dinero no estuviera".
"Era todo muy opaco. Se han escuchado muchas cosas, pero realmente no he llegado a saber nunca los argumentos por los cuales el Reus deja de pagar y desaparece. Yo creo que costara mucho llegar hasta el fondo de la cuestión y esclarecer todo lo que pasó", comenta el futbolista reusenc. Sobre la hipotética vinculación de Joan Laporta con el Reus que aborda el documental de Andreu Rauet, nadie la confirma. Pese a que al actual presidente del Barça, según cuentan, se le vio alguna vez por las instalaciones y se tenía constancia de su gran amistad con Oliver, y se habló de ello, en el vestuario no existe la certeza de su implicación con el club.
"Lo pasamos muy mal y realmente nunca sabremos qué pasó. Cada uno tiene su historia y su verdad", este mensaje de uno de los futbolistas roig-i-negre que declinó hablar con Relevo resume las incógnitas que todavía hoy sobrevuelan la ciudad de Reus y a las que el documental 'Laportagate' trata de dar respuesta.