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BlaBlaCar, tren, autocar y avión... Los 17.000 kilómetros del hincha del Espanyol con el pánico al no ascenso: "Nunca viví algo así"

La masa social perica se está movilizando para dar su apoyo al equipo.

Braithwaite celebra un gol con la afición del Espanyol. /RCDE
Braithwaite celebra un gol con la afición del Espanyol. RCDE
Marc Mosull

Marc Mosull

1.325 aficionados del Espanyol acudieron el pasado miércoles al entrenamiento a puerta abierta del conjunto perico. Aunque el seguidor blanquiazul lo haya normalizado, es una cifra más que significativa teniendo en cuenta que el club, uno de los fundadores de LaLiga, compite en Segunda y no gana desde hace casi un mes. Antes del comienzo de la jornada, estaba a cuatro puntos de las posiciones de ascenso directo, su principal objetivo. El dato de asistencia en la ciudad deportiva Dani Jarque sirve como fotografía general del papel que está jugando la masa social del equipo, fiel como pocas, en una de las temporadas más convulsas de su historia -es la sexta campaña en la categoría de plata del Espanyol, que siempre ha subido a la primera-.

Estando en Segunda División (1962-63, 1969-70, 1989-90, 1993-94 y 2020-21) y a falta de cinco jornadas para el final de la liga regular, nunca antes el Espanyol había estado tan alejado de las posiciones de ascenso directo. Deportivamente, pues, es el peor momento de su historia. Bien es cierto que en 1990 la situación era prácticamente calcada. Lo contamos.

Tras el empate a cero del Espanyol en el campo del Xerez en la jornada 33 de la 1989-90, el conjunto perico era cuarto clasificado -solo subían dos de forma directa- a tres puntos del tercero, el Betis -el Bilbao Athletic, segundo, no podía subir-. Teniendo en cuenta que por aquel entonces las victorias valían dos puntos, la distancia con respecto al ascenso directo era la misma que ahora: un triunfo y un empate. Con la diferencia que el actual Espanyol tiene un equipo más por delante que en 1990 y que, a día de hoy, el play-off se juega a dos eliminatorias y no a una, como sucedía en esa época. Por cierto, el equipo blanquiazul terminó clasificándose en quinto puesto y subió tras una tanda de penaltis agónica en la vuelta de la promoción en el campo del Málaga, pero esa es otra historia que Relevo explicará otro día.

«La afición del Espanyol se crece en la adversidad»

"He estado en las últimas cuatro finales que ha jugado el club (1988, 2000, 2006 y 2007), y la afición estuvo impresionante, pero cuando de verdad responde el seguidor blanquiazul es cuando las cosas van mal. Es algo que ha pasado siempre, la afición del Espanyol se crece en la adversidad", reconoce un perico de los de toda la vida, vinculado con el área social durante muchos años. "Me acuerdo del año del último ascenso -2020-21-. Estábamos en pandemia y la gente no podía acudir al estadio, pero en los días grandes se organizaron recibimientos masivos al autobús del equipo. Incluso, cuando subimos en Zaragoza, 300 pericos viajaron para dar su apoyo a los jugadores pese a no poder ver el partido en directo", completa.

"La afición del Espanyol se crece en la adversidad" y no hay temporada más adversa que la actual. Pues bien, los seguidores blanquiazules han agotado las entradas en la zona visitante en prácticamente todos los partidos que ha jugado el equipo catalán fuera de casa. Se dice pronto. El de Zaragoza, en el debut de Manolo González como técnico perico, fue uno de los más especiales.

Los más de 2.000 blanquiazules que estuvieron en la Romareda lo recuerdan como un día histórico. "Fue una locura, de los mejores desplazamientos que he hecho nunca con el Espanyol. Nunca había vivido algo así, fue increíble la comunión entre los jugadores y la afición; ese día me convencí de que íbamos a subir", reconoce un perico de la comarca de Osona que, junto a su esposa y su hija de apenas dos años, se ha recorrido más de 7.000 kilómetros en lo que va de temporada para ver a su equipo. Por cierto, esta pareja, felizmente casada, se conoció tras la ida de la semifinal en San Mamés entre el Athletic Club y el Espanyol en 2015. Les unió el amor por unos colores y, en su boda, como no podía ser de otra forma, sonó el himno del club.

"Antes no se viajaba tanto como ahora, pero yo tengo grabado un desplazamiento al viejo Castalia de Castellón en 1970 con el Espanyol en Segunda División. ¡Fue brutal! Pero brutal, ¿eh? Jugaban Bertomeu, Griffa, Giralt y compañía", rememora con emoción uno de los seguidores blanquiazules que vio en directo aquel 0-3. Según la crónica de Mundo Deportivo, el estadio de Castalia estaba lleno y, de los 18.000 espectadores que había, 5.000 eran pericos. Sí, 5.000 desplazados para ver un partido de Segunda División en el año 70 a una distancia de casa de 300 kilómetros. Casi nada.

17.000 kilómetros para ver al Espanyol

De haber nacido, Héctor Alegría seguramente habría estado allí. Él, que se enamoró del club en un derbi en Sarrià contra el Barça tras ver por primera vez a N'Kono, es socio del Espanyol y presidente de la Penya Espanyolista Pericos Fidels. Desde agosto, se ha recorrido media geografía nacional para seguir a su equipo: "He ido a todos los desplazamientos de la temporada menos a Tenerife, porque cayó en lunes y no pude conseguir un cambio en el trabajo, y a Cartagena, que fue en jueves". En total, Héctor ha hecho más de 17.000 kilómetros en lo que va de curso. "Cuando me preguntan, '¿y cómo viajas?' Yo les contesto 'De todas las formas, menos por mar'. Este año me he desplazado con coche particular, BlaBlaCar, autobús, tren y avión. Si hubiéramos jugado contra el Mallorca, también habría cogido el barco", bromea.

"Todos los días que he tenido de vacaciones desde el año pasado, los he gastado para ir a ver al equipo. Los que me conocen, antes de preguntar si puedo quedar con ellos, miran el calendario del Espanyol porque, además, intento aprovechar al máximo el viaje y quedarme dos o tres días en cada sitio para hacer turismo", cuenta Héctor, que cada vez que LaLiga publica los horarios de una nueva jornada se apresura a comprar vuelos o billetes de tren para abaratar al máximo sus excursiones.

"En Ferrol estaba en un pub con unos amigos pericos que vinieron conmigo, y, cuando voy a pagar la última ronda, el camarero me pregunta, '¿de verdad habéis venido de Barcelona hasta Galicia para ver al Espanyol?' Le dije que sí… ¡Y nos invitó!", recuerda con satisfacción este perico de Hospitalet que, de pequeño, cuando su padre no podía acompañarle al partido, se las ingeniaba para ir a Sarrià: "Le decía que quedaba con mis amigos para jugar y me colaba en el estadio".

"Me han enfocado alguna vez fuera de casa, y mis amigos del Barça ahora miran el partido del Espanyol por la tele solo para intentar verme", comenta entre risas Héctor, que ya tiene listo su desplazamiento a Valladolid y que ha decidido viajar también a Lezama en el partido contra el Amorebieta, en la penúltima jornada. "Es un estadio muy pequeño y no sé si podré conseguir entrada, pero voy a ir de todas formas. Si no entro, animaré desde fuera del campo", concluye este socio y peñista perico, que terminará la temporada habiéndose recorrido más de 20.000 kilómetros para ver al Espanyol en el peor momento de se historia.

Héctor Alegría es uno de esos héroes anónimos que son el alma de los equipos, imprescindibles para el arraigo y el tejido social de los clubes en un fútbol cada vez más alejado del aficionado. El que mañana quiera quedar con él, ya lo sabe, que vaya a Cornellà-El Prat.