REAL ZARAGOZA

Cristian Álvarez: el "loco" que dejó el fútbol a los 30 años y ahora quiere seguir siendo 'El Santo' cerca de los 40

Tras siete años milagrosos, el argentino afronta su última campaña sin la etiqueta de titular indiscutido: tras la llegada de Joan Femenías y con otro portero por fichar, la idea del club es "que luche por un puesto".

Cristian Álvarez, Dani Rebollo y Gaetan Poussin./REAL ZARAGOZA
Cristian Álvarez, Dani Rebollo y Gaetan Poussin. REAL ZARAGOZA
Mario Ornat

Mario Ornat

La infalibilidad no existe y, si se manifiesta, no dura para siempre. En muchos momentos de sus ya siete temporadas en la portería del Real Zaragoza, Cristian Álvarez pareció investido de una condición preternatural: atajar balones imposibles. Lo hacía con tanta frecuencia que, si en la primera parte de su carrera lo llamaban El loco por su carácter bohemio, instruido y concienciado, en esta segunda etapa en Zaragoza se ha ganado sobrenombres radicalmente diferentes: Andoni Cedrún se refiere a menudo al portero argentino como El extraterrestre. Narradores radiofónicos y periodistas lo han apodado Jesucristian y El santo. A los 38 años, Cristian afronta su última temporada en el Real Zaragoza y lo hace, o eso dice la teoría, con un rol desconocido: no ser ya el favorito para la titularidad. Ha llegado Joan Femenías y se busca otro meta. Pero como advirtió Leo Franco en una entrevista en Aragón Radio: "Cuidado porque, si se pone en forma, Cristian es mucho Cristian".

En ese condicional aludido por el que fuera portero de Atlético, Mallorca, Huesca o el propio Zaragoza, entre otros, reside una de las claves de esta historia. ¿Sostendrá el físico a Cristian para competir en igualdad? La duda siempre acecha a un deportista longevo como el portero rosarino y el Real Zaragoza ha manejado hasta ahora el proceso de sucesión sin comprometer la titularidad asumida de Cristian. Pero en los dos últimos años la necesidad de pensar el futuro ha empezado a llamar a la puerta. A la portería, cabría decir en realidad.

El Real Zaragoza siempre ha llevado mal las ocasionales ausencias de un meta a menudo milagroso. Hace dos temporadas incorporó a Dani Rebollo, a caballo entre el filial y el primer equipo. El sustituto del argentino durante años fue Álvaro Ratón, quien en sus raras apariciones hubo de ejercer como sustituto terrenal de un portero aureolado de divinidad. Y hacerlo además muy de vez en cuando, sin la costumbre favorecedora que otorga la acumulación de minutos en la portería. Ratón intentó salir varias veces del Zaragoza, pero su marcha no se completó hasta el verano pasado. Entonces llegó el francés Gaëtan Poussin. La intención no era tanto el relevo en la titularidad como proteger las ocasionales bajas de Cristian con un sustituto de nivel más homogéneo.

La operación tuvo un resultado horroroso y nada funcionó. Primero, las lesiones musculares y dos recaídas convirtieron la campaña de Cristian en un martirio: en el cómputo total de la temporada sólo jugó 13 partidos de titular, estuvo sin convocar en 23 y fue suplente otros seis. El vacío se vio agravado por la inoperancia de los demás. Poussin cometió errores gravísimos contra el Alcorcón y, sobre todo, en El Molinón frente al Sporting. A tal punto que Cristian fue forzado a un regreso con más urgencia de la debida contra el Eibar: en el minuto 71, el argentino se rompió de nuevo y, en medio de la aprensión general de La Romareda, volvió a ponerse bajo los palos Poussin. Aketxe lo sentenció con un misil y, aunque había tratado de defender al francés del creciente ruido de la crítica y la grada, al partido siguiente Fran Escribá optó por Rebollo.

"Cristian es una leyenda del club: la semana pasada hablé con él y la idea es que continúe con nosotros, dentro de la terna de porteros, y que luche por un puesto"

Juan Carlos Cordero Director deportivo del Real Zaragoza

El meta andaluz intentó cumplir, pero el Zaragoza había ingresado ya en un tramo venenoso de la temporada. El desplome general multiplicó la presión y Rebollo no acabó de ser ese portero que le da puntos a su equipo. Cristian Álvarez seguiría lesionado hasta marzo y Poussin había quedado inservible tras su breve aparición. De modo que el club resolvió el agujero con la incorporación de Edgar Badía, cedido desde el Elche en el mercado invernal: cuatro guardametas en una misma temporada. Sólo en una ocasión a lo largo de su historia el Zaragoza había usado a más de tres. Fue en la 1965/66, cuando por diferentes circunstancias llegó a alinear a cinco: Yarza, Goicoechea, Rodri, Vicente Cardoso y Víctor Aldea. Así de excepcional fue la situación.

El escenario puso en guardia a Víctor Fernández. Cristian Álvarez cumplirá 39 años en noviembre y el técnico prescribió la necesidad de reforzar la portería desde un planteamiento diferente: si el argentino cumplía su último año de contrato, sería con un rol distinto. Algunas frases del entrenador en la parte final de la temporada se interpretaron como indicios de un final prematuro para la carrera de Cristian en el Zaragoza. Sin embargo, había sido el propio Víctor quien lo restauró como titular en los últimos encuentros de la pasada Liga -volvió a lesionarse y por eso ha empezado la pretemporada trabajando al margen- y no todo el mundo entendió en ese momento el paso de Edgar Badía a la suplencia.

El suspense acerca del futuro del portero argentino se ha mantenido durante todo el periodo de descanso veraniego. Hasta que el pasado 25 de junio Cristian Álvarez publicó en su perfil en Instagram un post generalmente interpretado como expresión de su resolución de cumplir su último año en el Real Zaragoza: "Volemos juntos hacia el lugar del que nunca debimos marchar. Así lo hice, así lo hago y así lo haré. Porque ayer, hoy, mañana y SIEMPRE SIEMPRE SIEMPRE por encima de todo y de todos SIEMPRE ZARAGOZA", decía la publicación.

El pasado martes, en la presentación de Joan Femenías y Mario Soberón, el director deportivo Juan Carlos Cordero resumió: "Es una leyenda del club. Tiene un año de contrato: la idea es que continúe con nosotros y luche por un puesto". Nunca en todos estos años la idea con Cristian había sido que luchara por un puesto. Entiéndase el matiz: el argentino partía cada año como titular reconocido. Sirve como ejemplo el fichaje frustrado de Rubén Yáñez el pasado verano: prefirió irse al Sporting en busca de más minutos, porque preveía jugar poco si entraba en competencia directa con Cristian. No es fácil mandar al banquillo a una leyenda.

Un portero especial

Este cambio en el papel del argentino resulta especialmente llamativo porque su larga etapa en el Zaragoza ha bordeado a menudo lo excepcional. Desde luego por su rendimiento. Pero también por las circunstancias de su carrera y cómo llegó a La Romareda. Cuando Lalo Arantegui, entonces director deportivo del club, y el técnico Natxo González lo quisieron incorporar en la campaña 2017/18, Cristian llevaba un año retirado del fútbol. Del fútbol y, en general, del mundo: después de un largo tiempo "escuchando una vocecita en la cabeza" que le decía que el deporte en la élite ya no era para él, interrumpió su carrera con 30 años. 

Había llegado al primer plantel de Rosario Central con sólo 19. A los 23 salió de Argentina para jugar cinco temporadas en el Espanyol. Después lo incorporó San Lorenzo, de vuelta en su país, y en las siguientes temporadas vivió cesiones al Rayo Vallecano -se hizo conocida aquella costumbre suya de ir a entrenar en metro, algo singular para un profesional del fútbol- y después, al Cerro Porteño paraguayo. En 2016, de vuelta en San Lorenzo, dijo basta. Tomó un vuelo de regreso a España y se retiró a vivir en un pueblecito de unas pocas casas en la comarca del Alto Penedés, en Cataluña.

Unos años antes había empezado a hacer terapia para verbalizar y enfrentar ese diálogo íntimo que mantenía consigo mismo. Para entender por qué el fútbol ya no era lo que quería. Y si quería algo. En medio del reposo mental y físico, Cristian entreveraba ocasionales partidos de fútbol aficionado en el entorno rural en el que se había instalado. Ahí comenzó a recobrar una cierta confianza con el juego. O a desgastar la sospecha del uno contra el otro. Vio el fútbol de otra manera y la idea del regreso tomó forma. Apareció una oportunidad en Zaragoza.

"Decidimos firmarlo con cierto respeto, conscientes de que había estado un año medio retirado, en su mundo", cuenta Natxo González, entrenador del Real Zaragoza entre 2016 y 2018. "La posibilidad le había llegado a Lalo Arantegui y el club se cubrió un tanto hasta comprobar cuál era su estado físico, cómo llegaba después de un tiempo largo sin competir, etc. Y a partir de ahí, fíjate qué trayectoria ha tenido en el Zaragoza". Firmó por una temporada. Su rendimiento fue tan espectacular que renovó el siguiente verano por dos más. "Transmitía unas ganas enormes, una ilusión que percibías en su mirada, en la forma de hablar… esa actitud de quien desea pelear por algo, por un objetivo. Llamaba la atención", recuerda Natxo González.

Cristian fue primero una revelación y, con el paso del tiempo, objeto de unos niveles de devoción popular propia de otros tiempos: quitando a Alberto Zapater, héroe local del Zaragoza postmoderno, ningún otro futbolista ha tenido en estos años depresivos en Segunda la consideración del meta argentino. Ahora el objetivo del club ya no es encontrar un relevo ocasional para Cristian, sino fichar porteros de garantías con los que el argentino deberá competir si quiere ser titular.

Femenías ha sido el primero en llegar. Víctor Fernández aún espera otro: Edgar Badía es la opción evidente -cayó de pie en el Zaragoza y su capacidad quedó fuera de duda-, pero su hipotético regreso dependerá de cómo se resuelva su papel en el Elche, donde tiene un año más de contrato. El nuevo técnico, Eder Sarabia, debe valorarlo y decidir. El Zaragoza no desea pagar traspaso y va a esperar. Además, todavía debe resolver la salida de Poussin, con dos años aún de contrato, y Dani Rebollo (firmado hasta 2025).

Pero, ¿es reversible la situación de Cristian Álvarez? César Láinez, veterano de la portería zaragocista, piensa que sí. Y recuerda su caso con Paco Flores: "Me dijo que me buscara equipo y acabé jugando de titular. Los entrenadores parten de unas ideas y en las manos de los profesionales está la posibilidad de cambiarlas o de querer cambiarlas a través de su trabajo y su constancia", razona Láinez. "Por cómo es Cristian, me da la impresión de que a través de su trabajo y sus actuaciones va a intentar cambiar ese rol".

La gran cuestión está en si lo ocurrido la última campaña fue circunstancial o un signo del inexorable paso del tiempo: "Hay una cosa clara: con la edad el proceso y el tiempo de recuperación de las lesiones se incrementa -advierte Láinez, hoy técnico y comentarista en la radio y la televisión autonómicas-. Pero como jugador puedes gestionar las cargas físicas y, si el entrenador confía en ti, manejarlo para llegar bien a los partidos y estar a punto todo el año. En mi última temporada con Víctor Muñoz él sabía los problemas que arrastraba, pero confiaba en mi profesionalidad para gestionar las cargas de trabajo y estar en condiciones de competir". En suma, César Láinez no cree que su estado vaya a condicionar a Cristian: "El aspecto físico no tiene por qué ser un hándicap: otra cosa es que el entrenador quiera algo diferente de un portero o le interesen más para su forma de jugar las características de otro".

Estos días, Víctor Fernández trabaja con cuatro metas en el arranque de la pretemporada: el propio Cristian, Poussin, Dani Rebollo y el recién llegado Femenías. "A día de hoy veo la portería desestructurada -opina Láinez-. Parece que se quiere traer otro portero, hay dos con los que no cuentas y otro que… de aquellas maneras. En la portería es importante tener cuanto antes claros los roles de cada uno, pero este año es difícil: en los veranos con una gran competición internacional el mercado tarda mucho en moverse".

Queda por tanto mucho por decidir, hacer y ver en la portería del Zaragoza. Cristian Álvarez ya no es una certeza indiscutida, aunque sigue ahí y no se rinde. Como él mismo dijo al regresar de su larga ausencia la temporada pasada, ha aprendido la lección. "Me apresuré hasta dos veces en volver a jugar, no tuve la serenidad de pensar que, esperando una semana más, seguramente iba a estar mucho mejor". Como los toreros sabios, el portero quiere guardarse el cuerpo: "Y de esa manera -advirtió-, igual termino jugando hasta los 42... o hasta los 40".