Escupitajos y puñetazos en el último ascenso a Primera del Oviedo: "Se van a tragar hasta los tambores"
El conjunto carbayón subió a LaLiga en 1988 tras un 0-0 en Mallorca en la vuelta de la promoción.

Todo ovetense recuerda qué hacía el 5 de junio de 1988. Es un día histórico para la ciudad y su principal club de fútbol porque aquella fue la última vez que el Oviedo subió a Primera División. Lo consiguió a través de una promoción de ascenso, a domicilio y con una mínima renta de un gol a favor cosechada en el partido de ida; mismo escenario que el que afrontará 36 años después el equipo carbayón, en busca de la gloria en Cornellà-El Prat ante el Espanyol.
"Yo creo que tendríamos que haber subido directos, pero no lo conseguimos. Nos tocó el Mallorca, que era un superequipo. Me acuerdo de que Miera nos dijo que jugáramos igual que lo habíamos hecho durante toda la temporada, sin cambiar nada. Ganamos 2-1 en casa", rememora a Relevo Carlos Muñoz, delantero de aquel equipo y héroe del ascenso con un gol en el 94' en el partido de ida, que a la postre fue definitivo, con un cabezazo a bote pronto desde más allá del punto de penalti que describe a la perfección la voracidad que tenía en el área del delantero de Úbeda, ídolo carbayón.
Hacía más de una década que el Oviedo estaba en el purgatorio, que no pisaba Primera División, y el viejo Tartiere estalló con el tanto de Carlos. Fue un auténtico infierno el antiguo estadio de Buenavista, según relatan las crónicas de la época. La derrota escoció mucho en el Mallorca, que era favorito, y sus aficionados se encargaron de caldear el ambiente para la vuelta. "Haremos un pasillo de honor al Mallorca. ¿Al Oviedo? También, porque se van a tragar hasta los tambores", declaró en su momento el portavoz de las peñas del club isleño.
Puñetazos y escupitajos en Mallorca
La vuelta fue de lo más hostil. De camino al vestuario, los jugadores del Oviedo fueron insultados y escupidos, incluso el entrenador Vicente Miera recibió un puñetazo de parte de la afición rival. Los seguidores carbayones entraron al estadio en grupos reducidos y sin banderas ni símbolos que les hicieran reconocibles para la hinchada local, que, durante el partido, lanzó al campo monedas, patatas y huevos, duros y frescos.
Pese a la agresividad del Lluís Sitjar, el Oviedo sobrevivió "con enorme bravura" y aseguró un empate a nada en un partido en el que Berto y Sañudo corrieron lo indecible. "Sufrimos muchísimo para aguantar el 0-0 en Mallorca. Fue algo memorable, llevábamos 13 años en Segunda", comenta Carlos. "La presente temporada me recuerda a la del ascenso a Primera de 1988", asegura Evilasio Sánchez, más conocido como Vili. Él era el capitán de aquel equipo, pero se perdió prácticamente toda la eliminatoria por una lesión sufrida en la ida.
Los mosqueteros del Real Oviedo: Hicks, Carlos y Juliá. Ellos fueron los principales referentes ofensivos del conjunto asturiano en su ascenso de la temporada 87/88. Entre los tres sumaron 42 goles. pic.twitter.com/ci6fGXDf0W
— Fútbol Carroza (@FutbolCarroza) May 9, 2019
Oviedo, patas arriba
Y la celebración estuvo a la altura de la gesta. Desde que pitó Sánchez Arminio el final del partido que Oviedo se puso patas arriba. 'Nunca un atasco fue tan agradable', tituló el periódico La Nueva España sobre la congestión de automóviles y aficionados, entre cánticos y cláxones pitando, que se formó en la calle Uría y la plaza de la Escandalera. Tras zarandear algunos coches, terminaron los aficionados más animosos bañándose en la fuente de la plaza hasta altas horas de la madrugada al grito de "Oviedo, capital; Gijón, sucursal", tan vigente hoy en día en los aledaños del Tartiere.
"No estábamos muy convencidos de ganar, así que cuando subimos lo festejamos por todo lo alto, fue apoteósico", expresa Vili. La mayoría de jugadores terminaron en la piscina del hotel con la ropa puesta, antes de enfilar para una discoteca de moda cercana al alojamiento, previa ingesta de alguna copita de champán. La cara de sueño en el vuelo de regreso a Asturias, delató a más de uno.
"Me acuerdo de que en el avión, el piloto estaba ahí con nosotros bailando, ¡la madre que lo parió! Hacía virajes con el avión para celebrar el ascenso", describe con emoción Vili, que se puso a llorar al pie de la escalerilla del avión. "El recibimiento que tuvimos en Oviedo fue impresionante", apunta Carlos. Lo secunda el capitán: "Fue una locura. Tardamos cuatro horas en hacer el trayecto del aeropuerto a la ciudad, que suele ser de 45 minutos. Había gente en los puentes de la carretera desde Avilés hasta Oviedo, y cuando entramos en la ciudad… buah. Fuimos para el Ayuntamiento, y ahí, tres cuartos de lo mismo".
Precisamente, la imagen de Vili descorchando una botella de champán desde el balcón del Ayuntamiento es una de las fotos más recordadas de aquella jornada. El exjugador del Oviedo ya tiene ganas de que le dejen de recordar que fue el capitán del último ascenso a Primera, y, si todo va según el plan previsto por Carrión, dejarán de hacerlo a partir de esta misma noche.