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Meléndez, con una costilla rota, fue el héroe del último ascenso del Espanyol vía playoff: "Con el VAR, se hubiera repetido el penalti"

El portero vasco detuvo el lanzamiento decisivo en la tanda de la promoción de 1990 ante el Málaga.

Celebración del Espanyol tras el ascenso a Primera en 1990. /FUNDACIÓ RCDE
Celebración del Espanyol tras el ascenso a Primera en 1990. FUNDACIÓ RCDE
Marc Mosull

Marc Mosull

El bigote de Carlos Meléndez (Bilbao, 1957) es un clásico del fútbol de los ochenta. La imagen del portero vasco sentado en el banquillo al lado de Javi Clemente, casi siempre con un pitillo en la boca, es más que familiar para los aficionados de cierta edad de Athletic Club y Espanyol, donde transcurrió la mayor parte de la carrera de Macario -así le apodaban por su parecido con el muñeco de José Luis Moreno-.

Meléndez debutó en el Arenas de Getxo y jugó un año en el Basconia, pasando por los campos de tierra de Regional, Tercera y Segunda B, antes de firmar por el filial del Athletic. Ya en el primer equipo, ganó dos Ligas aunque teniendo muy poca participación; una mala salida ante el perico Urbano en octubre del 80 le condenó para siempre al banco de San Mamés. En 1986 aterrizó en Sarrià de la mano del Rubio de Barakaldo, su gran valedor.

A la sombra de guardametas de talla mundial como Andoni Zubizarreta y Tommy N'Kono, Macario apenas jugó once partidos de Liga en sus doce temporadas en Primera División. Cumplía a la perfección con el prototipo de eterno portero suplente, tan habitual en los 80 y principios de los 90, cuando no se estilaban las rotaciones. Pese a ello, tienen un gran recuerdo de él en Barcelona y en Bilbao. De hecho, hasta los 65 años siguió trabajando en el Athletic Club.

En el Espanyol fue verdaderamente importante, pues disputó unas semifinales de Copa de la UEFA y los dos partidos de la última promoción -antes se le llamaba así en lugar de playoff- a Primera División que ha disputado el conjunto perico en su historia, en 1990, porque N'Kono estaba en la Copa de África. Aquel ascenso se decidió desde los once metros, y Meléndez, que jugó con una costilla rota, fue el héroe tras detener el penalti decisivo lanzado por el malaguista Villa y propiciando que el posterior tanto de Albesa sellará el regreso a LaLiga de un Espanyol que 34 años después afronta otra promoción de ascenso.

¿Cómo estás?

Bien, muy bien. Jubilado. Intentando descansar y disfrutar de los nietos. Disfruto y sufro, a partes iguales (ríe). Es broma, me lo paso muy bien con ellos.

Dejaste de trabajar en el Athletic.

Sí, me jubilé en el 2022. Con 65 años.

¿Sigues vinculado al fútbol?

No mucho, estoy bastante desconectado. Voy a San Mamés de vez en cuando, eso sí.

Tu carrera ha estado muy ligada a la de Javi Clemente.

Te cuento: yo comienzo mi andadura en el mundo del fútbol en el equipo del pueblo, el Arenas Club de Getxo, que además fue campeón de Copa en 1919 y fundador de LaLiga. Empecé a jugar allí de pequeño, en infantiles, y pasé por todas las categorías hasta llegar al primer equipo, que estaba en Regional. En la temporada 1975-76, Clemente, tras retirarse a causa de la lesión, viene a entrenar al Arenas de Getxo. Comenzó a dirigirnos con muletas y sentado en una silla. Y ascendimos con él a Tercera División, que al año siguiente se convierte en Segunda B. Y en 1977, ficho por el Basconia, también con Clemente de entrenador. Estuvimos una temporada en el Basconia y, entonces, él pasa al juvenil del Athletic y yo al Bilbao Athletic. Y al año siguiente ya me incorporo al primer equipo.

Coincidís también en el primer equipo del Athletic.

Sí, pero más adelante. Yo subo antes. Y empiezo a jugar en liga tras el famoso 7-1 en el Bernabéu del 80, que le costó el cargo a Senekowitsch. Entra Iñaki Sáez, que me había tenido en el filial de portero titular, y me dice que tengo toda su confianza. Pero claro, el runrún en la portería del Athletic tras la retirada de Iribar no cesó nunca. Y fíjate tú, en un Athletic-Espanyol, Urbano se me adelanta en un saque de esquina y me marca… vuelve el runrún, Iñaki no aguanta la presión mediática y me quita. Termina la campaña Andoni Cedrún, que era suplente en el Bilbao Athletic; y a la temporada siguiente entra Clemente de entrenador y se trae a Andoni Zubizarreta, que había estado con él en el Bilbao Athletic. Y ya lo juega todo Zubi hasta que en el 86 nos vamos los dos para Barcelona: uno para el Barça y otro para el Espanyol.

Tú fichas por el Espanyol.

Sí, era verano de 1986. Venía del Athletic Club y firmo por el Espanyol, que había fichado a Clemente de entrenador. Yo tenía su confianza y él la mía, así que fue fácil decidirme.

La temporada que más juegas en el Espanyol fue la 1989-90, ¿cómo la recuerdas?

Sí, creo que fueron siete partidos de liga y dos de promoción los que disputé. Es una temporada muy complicada que empezamos con Benito Joanet, un entrenador experimentado, sobre todo en Segunda, que venía de ascender al Tenerife. Pero a media campaña dice que no se ve capacitado para subir al Espanyol y lo deja. Entonces, viene Juanjo Díaz, que era un hombre de la casa al cual todos conocíamos. Y Tommy N'kono, que era el portero titular, se tiene que ir a la Copa de África con Camerún cuando todavía faltaban muchas jornadas.

Y ahí entras tú en el equipo.

Exacto. Entro yo y creo que tengo bastantes buenas actuaciones con el equipo, que además empieza a ir mejor y se mete en la promoción de ascenso, que la jugamos contra el Málaga. En casa ganamos 1-0. Y antes de la vuelta nos fuimos unos días a Olot concentrados. Y en uno de los últimos entrenamientos, en una mala caída porque el terreno de juego no estaba en perfectas condiciones, pues pillaría alguna piedrita y noto un dolor en el costado. Me tienen en reposo hasta el día del partido de vuelta, aunque sigo teniendo dolor. Me infiltra el doctor Oliveras antes del partido y justo después del calentamiento… también me ponen un vendaje compresivo. Y juego.

"En uno de los entrenamientos en Olot en la previa de la vuelta de la final, tuve una mala caída y noté un dolor en el costado. Tenía una costilla rota"

Tenías una costilla rota.

Eso es. Lo que pasa es que no me hacen pruebas hasta que no termina la promoción. Pero, vaya, de alguna manera ya lo sabíamos porque era un dolor que al respirar te pincha… pero bueno, aguanté todo el partido. El problema fue luego y al día siguiente, cuando se terminaron los efectos de la anestesia. Las pasé canutas en el vuelo de vuelta… fue horrible.

¿Pudiste jugar?

Sí, sí. Aguanté. Además, salió cara. No sin apuros, pero ganamos y devolvimos al equipo a la categoría que tiene que estar y nos resarcimos de la promoción de descenso que perdimos ante el Mallorca. Teníamos un equipo con una mezcla de jóvenes y veteranos, que aguantó la presión de La Rosaleda, que no era un campo nada fácil. Había un ambientazo ese día.

El ascenso se decidió en los penaltis.

Sí, ganamos 1-0 en casa y perdimos 1-0 en Málaga. Ganamos, pero hubo un momento en la tanda que estábamos en la calle. Jaro, que era su portero y había parado dos penaltis, tiro el quinto suyo. Si lo marcaba, subían ellos. Pero lo quiso meter en la escuadra y se le fue fuera. Mira que le pegaba bien a la pelota… pero lo ajustó demasiado. Quiso rizar el rizo… Y ya, en el octavo penalti yo se lo detuve a Villa, y Albesa metió el suyo.

Lo tiró con mucha seguridad Albesa.

Sí, sí, es que era un tío muy tranquilo, joder. Un tío que transmitía mucha tranquilidad y serenidad.

Te adelantas un poco en el penalti decisivo que paras.

(Ríe) Con el VAR se hubiera repetido el penalti. Bueno, con el VAR me echan yo creo (ríe). Lo hemos visto un montón de veces. Me acuerdo de que un día, cuando trabajaba en el Athletic, apareció el vídeo del penalti en Youtube; y nos pegamos unas carcajadas tremendas. Le comí bastante terreno, además Villa no lo ajusta demasiado, y mira, pudimos festejarlo. Era otra cosa, en los penaltis se solía hacer así. No solo eso, había acciones de agarrones y entradas que ahora no se permitirían.

¿Qué supuso aquel ascenso para el Espanyol?

Yo creo que mucho porque estaba en una época de transición. Llegaba gente joven en la directiva con ideas nuevas y era muy importante volver a Primera División.

¿Y para ti?

Es uno de mis mejores recuerdos, sin duda. Tanto a nivel personal como a nivel mediático, me supone el reconocimiento real de porque estaba yo en el Espanyol y en el Athletic, la razón por la cual he estado 14 temporadas en la élite. Había mucha gente que ponía en duda que yo tuviera nivel. Muchos decían que era familiar de Clemente.

Se decía que era tu cuñado.

Sí, que éramos familiares decían. Eso nace de un comentario que salió de un periodista de Bilbao que dijo, cuando llegó Clemente al Athletic, que Meléndez tendría seguro alguna oportunidad dada su familiaridad con Clemente. Se refería a que había estado muchos años con él, no que fuéramos cuñados ni nada, pero la gente se coge las cosas como le da la gana. Además, TV3 me hace una entrevista cuando llego y me pregunta sobre si la familiaridad con Clemente me podría ayudar. Y yo contesté, '¿qué familiaridad tengo yo con Clemente?'. Y esa pregunta y la respuesta no se emite en televisión, y el bulo sigue creciendo.

¿Cómo se vive una promoción de ascenso?

Viví una con el Arenas de Getxo, pero tenía 16 años; era muy joven. Viví con el Espanyol la del descenso ante el Mallorca, en 1989. Hubo mucha tensión. La del ascenso del 1990 la sentí un poco más natural que la otra, porque no es lo mismo jugarte el descenso, con la responsabilidad de mantenerte, que tener la posibilidad de subir. La ilusión de ascender te ayuda.

Vamos unos años atrás, a la UEFA del 88.

Al principio, era casi como ir de excursión. Nos lo tomamos como un premio, viajar fuera y disfrutar. Claro, además te tocan unos rivales que madre mía (Inter y Milan, entre otros), y el Espanyol tenía poca experiencia en competición europea. Me acuerdo de que fuimos a Alemania para jugar en el campo del Borussia Mönchengladbach, en primera ronda, en un avión chárter con un montón de aficionados del Espanyol. Lo pasamos genial, había camaradería. Era como ir de excursión, sí. Nada que ver con lo de ahora. Y esa tranquilidad de no ser favorito unido a nuestra ilusión, pues nos ayudó a pasar rondas.

Te tocó jugar en cuartos de final.

Sí, en el campo del Vitkovice, en Checoslovaquia. Tommy N'Kono parece ser que arrastraba unas molestias en la mano, pero no se había comentado nada. Me entero al mediodía que voy a jugar. Al ruedo. Y era un campo, ¡buf! Embarradísimo. Menos mal que venía de los campos de Regional y me sirvió como experiencia... pero ese campo era terrible. Cuando lo pisabas, te hundías. Sacamos un empate y gracias, suficiente para pasar de ronda. No hicieron grandes ocasiones de gol, pero apretaron mucho los checoslovacos.

Y vuelves a jugar en la ida de semifinales.

Sí, en Brujas. Ahí perdimos 2-0. Eran un equipo muy fuerte y antes del descanso Ceulemans me marca en un mano a mano. Pasamos muchos apuros, tuve que intervenir bastante más que en el otro. También una cesión atrás de Gallart me pilló saliendo y se complicó más. Menos mal que en Sarrià teníamos un campo enfervorizado y lo remontamos. Y pasamos a la final.

Tras el 3-0 de la ida contra el Bayer Leverkusen, casi lo teníais hecho.

Antes decía, lo que sientes cuando juegas una promoción para mantenerte, pues el segundo tiempo en Leverkusen fue un poco eso. Llegamos al descanso con empate a cero, pero un accidente con el 1-0 hace que se nos caiga el mundo… y de ahí no arrancamos.

Tenías el rol de portero suplente, pero respondías siempre que te tocaba jugar.

Una de las cuestiones por las que me he mantenido, más allá de mis cualidades, es que siempre he trabajado como si fuera a jugar. Nunca he bajado los brazos y, además, siempre he sabido cual era mi sitio en el equipo. Tienes que estar preparado para jugar, es la única manera de no fallar cuando te toca competir.

Por delante estaban Zubizarreta y N'Kono, dos de los mejores porteros de aquella época.

Claro. Es que además de ser buenísimos, tampoco se lesionaban. Y ahora está cambiando con el tema de las rotaciones, pero antes eras portero suplente o titular. El titular lo jugaba todo. Yo, en el Espanyol, empiezo a jugar un partido de primera ronda de Copa con el Alcoyano con Luis Aragonés, en los 90. Quizás en el Espanyol jugué unos 20 partidos, fíjate.

Entre ellos, unas semifinales de UEFA y una promoción de ascenso a Primera.

Sí, sí. Y yo, de todas formas, me he sentido siempre muy valorado, ¿eh? Tanto en un sitio como en otro. En el Espanyol me siento muy querido por parte de la afición y del club. Más que con el número de partidos, me quedo con este tema más humano y el cariño que me ha dado la gente. De verdad que tengo un gran recuerdo de mi paso etapa en Barcelona. Y ojalá ascienda a Primera.