Los secretos de los Sarabia y el audio de Manu que ayudó a Eder
El exfutbolista y el entrenador, hoy en el Andorra, cuentan en Relevo cómo viven el fútbol: "Ojalá mi hijo entrene al Athletic".
"Casi ni andaba y ya jugábamos con la pelota en el pasillo de casa. Yo se la echaba; él se apoyaba en una silla y la golpeaba. Si se le metía debajo de una mesa, la sacaba pisándola". Así recuerda el exjugador Manu Sarabia (Gallarta, 1957) los primeros pasos de su hijo Eder (Bilbao, 1980), convertido en uno de los entrenadores de moda de la Segunda División al frente del flamante Andorra. El que fue ayudante de Quique Setién sabe que su mejor maestro siempre ha estado en casa: "Veía todos los partidos de mi padre por la tele y no paraba de fijarme en vídeos suyos".
No es para menos. Manu es una leyenda: fue campeón de Liga y Copa con el Athletic Club, marcó el 11-1 en el inolvidable España - Malta y llegó con la Selección a la final de la Eurocopa de 1984. Como todos los niños, Eder comenzó queriendo ser futbolista. "Físicamente me faltaba. Una vez, mi padre me dijo que la diferencia entre él y yo era que yo no había pasado hambre", relata. Manu lo corrobora: "Yo estaba todo el día con la pelota; él, cuando entrenaba. A esa edad, ya me había metido cientos y cientos de horas solo con mi balón y él no lo había hecho".
"Mi padre", cuenta Eder, "vivía por y para el fútbol. Yo estuve en diferentes equipos de Regional y Tercera en el País Vasco. Luego, de los 18 a los 20 años, tuve que parar por una hernia discal hasta que me operé". "Tuvo una protrusión que fue a más", afirma su padre. "Iba derecho a clase a la universidad y volvía encorvado, con la espalda destrozada. Le duró casi dos años". Otra lesión le dio la puntilla. "Cuando mejor estaba, con 24, me rompieron el cruzado. Ahí empezaron a acabarse las opciones", lamenta el actual técnico del equipo andorrano.
"Casi ni andaba y ya jugábamos con la pelota en el pasillo de casa"
Exfutbolista internacional del AthleticUn infortunio que le condujo a los banquillos
En un principio, Eder no estaba dispuesto a rendirse: quería ser como su padre. Pero, con apenas 20 años, un mensaje suyo caló hondo en Manu: "Llegó a casa y, de sorpresa, me dijo que había empezado a entrenar a unos niños en el barrio de Cruces, donde está el hospital en el que nació". Fue el inicio de una carrera que no solo supuso una alegría para sus progenitores, sino también un alivio. "Mis padres", relata Eder, "estaban un poco preocupados porque pensaban que mi frustración iba a ser muy grande por no poder ser futbolista, que era lo que yo soñaba". Manu lo sostiene: "Teníamos mucho miedo de cómo iba a asumirlo. Cuando me dijo que disfrutaba entrenando niños, me alivié una barbaridad".
Tras dirigir a los chavales llegó el salto al Danok Bat, el equipo vasco de referencia en fútbol formativo. "Estuve unos cuantos años. Se trabaja muy bien. Me acuerdo de que, tras uno de los primeros partidos, llamé a mis padres y les dije lo contento que estaba". Su paso decisivo fue al juvenil del Villarreal. "Ahí empecé a dedicarme 24 horas al fútbol. Comencé a darle forma a mi manera de ver nuestro deporte y a saber organizar una semana de entrenamientos. Fue el gran cambio hacia vivir de esto y poder ser profesional".
Su idea futbolística estaba clara y, cómo no, también tenía origen en la conexión con su padre. "La pasión por el fútbol es lo máximo para nosotros. Tenemos la misma idea de cuando empezamos a jugar de pequeños: lo que nos gustaba era la pelota, atacar, recuperarla lo más rápido posible... esa pureza del fútbol. Es lo que he ido aprendiendo todos estos años. Por supuesto, también con Quique Setién, mi segundo padre". La figura del extécnico del Barcelona ha modelado la carrera de Eder, que fue su ayudante en Las Palmas, Betis y Barça: "Es un ejemplo de ver las cosas con perspectiva, fidelidad y lealtad".
Justo después de que Eder pasara por el Camp Nou junto a su amigo Setién, Manu vivió un momento que le impactó. "Estuvieron unos meses sin equipo y vimos bastantes partidos juntos. Me empecé a dar cuenta de que, en cada encuentro, ¡él observaba 8 o 10 cosas que yo no había visto! Tiene una capacidad enorme para analizar el juego. Hay entrenadores que preparan los entrenos muy bien, otros que dirigen muy bien, otros que ven cuándo y qué cambios hacer… él lo maneja todo. Ha nacido para entrenar y para llegar a hacerlo en la élite".
"Setién es un ejemplo de ver las cosas con perspectiva, fidelidad y lealtad".
Entrenador del AndorraSu padre, su mano derecha
Al llegar a este punto podría dar la sensación de que el discípulo ha superado al maestro, pero nada de eso: se complementan. Eder nos abre las puertas del vestuario para contarnos un secreto con su padre como protagonista. "Muchas veces pongo directamente a los jugadores mensajes o audios que él me envía". Y nos relata un ejemplo concreto. "El año pasado estábamos en una muy buena línea en Primera Federación y, de repente, fuimos a jugar contra el filial del Betis, que ya estaba descendido. En 40 minutos encajamos tres goles y perdimos".
Manu entra en escena para contarnos cómo, a partir de ahí, la familia se puso en marcha. "Al analizar la situación, pensé que jugándose el ascenso esto podía ser un palo gordo que les afectase a la moral. Todo el mundo daba por hecho que ese partido estaba ganado y lo perdieron. Entonces, me acordé de nuestra primera liga con el Athletic. Precisamente, visitamos el Villamarín cuando faltaban cuatro o cinco partidos para acabar la temporada y nos jugábamos el aspirar a ser campeones. Nos metieron cinco. Yo le mandé un audio diciéndole que eso también nos pasó a nosotros, cuando pensábamos que éramos los mejores e íbamos a ganar el choque con claridad".
"Muchas veces pongo directamente a los jugadores mensajes o audios que me envía mi padre"
Entrenador del AndorraPara Eder y su Andorra, aquellas palabras supusieron un punto de inflexión: "Ese partido les sirvió a los jugadores para hacer piña y espabilar. 'A partir de ahora nos quedan pocos partidos, y vamos a ser campeones', me recordó mi padre que fue la conjura". La experiencia como acicate para levantarse. "Ese audio se lo puse a los jugadores. Fue una tremenda inyección de moral", relata el pequeño de los Sarabia, que tiene claro que la experiencia es un filón: "Le he escuchado en un millón de retransmisiones en Canal Plus y en la radio. Me ha ido enseñando a ver el fútbol mucho más allá del balón".
Andorra, un proyecto para crecer
Fruto de la buena relación con Gerard Piqué, Eder desembarcó en el Andorra hace un par de temporadas, donde ascendió. Ahora disfruta con un proyecto a largo plazo que busca consolidarse en Segunda y, por qué no, en un futuro dar el salto a Primera. "Para este modelo yo tengo la suerte de que aquí se ha confiado mucho en mí y se nos ha dado tiempo desde el principio".
Preguntado por ese sistema de juego, Eder realiza una reflexión interesante sobre los diversos caminos para llegar al objetivo. "¿Qué es jugar bien? Al fútbol se puede jugar bien de diferentes maneras. Los entrenadores podemos tener una idea y luego está la plantilla. Por ejemplo: si tienes muy buenos jugadores de banda, buscas sacar buenos centros, o si tienes delanteros muy grandes, pues igual juegas más directo… para jugar bien hay muchos caminos. Nuestra manera es sobre todo valiente, de construir desde atrás y ser protagonistas con el balón. De lo que más orgulloso estoy es de que estamos convencidos de esa idea desde el minuto uno hasta el final. Por eso llegamos a los últimos compases siendo capaces de ganar".
Y continúa defendiendo su estilo sin menospreciar ningún otro: "A veces, en la categoría se tiende a exponer menos. Para un modelo como el nuestro se necesita un tiempo que normalmente no suele haber en el fútbol. Entiendo perfectamente a los entrenadores que van un poco más al corto plazo y a decir: 'Sí, lo que haces tú está muy bien y a mí también me gustaría hacerlo, pero si me dijeran que tengo cuatro meses y da igual lo que pase'. Pero como en el primer mes hayas perdido dos partidos y el público te silbe, igual llegan las dudas y te quitan a ti para poner a otro".
Eder mira al futuro con los pies anclados en el presente. "Somos un equipo que como nos despistemos, nos equivocaremos. El Andorra tiene que pelear con uñas y dientes y valorar lo que tenemos para estar en Segunda muchos años. El sueño sí está en poder llegar a Primera algún día, pero hay que ser muy humildes". Manu comparte la dificultad del camino. "La Segunda es complicadísima. Estoy viendo que la adaptación está siendo muy rápida porque están comprometidos con una idea. Eder sabe que es muy importante que tanto los que juegan habitualmente como los que no entrenen al cien por cien. Hace subir el nivel. Es muy raro que haya un jugador que no tenga la oportunidad, necesita a todos. Él está empeñadísimo en el trabajo mental".
La meta final
Ambos se muestran satisfechos con el día a día y con sueños en el horizonte. Tanto, que a Manu le cuesta arrancar cuando se le pregunta por la posibilidad de ver a su hijo un día en el banquillo de San Mamés. "Bueno, eso para mí sería... y para él…". Eder le toma el testigo: "La última vez que fui a San Mamés fue la temporada pasada contra el Madrid, y cada vez que escucho el himno, me emociono. Desde luego que es el equipo de mi corazón y uno de mis grandes sueños". Manu cierra tajante: "El Athletic es incomparable con nada. El Athletic es el Athletic".
"Ojalá Eder entrene algún día al Athletic. Bueno, eso para mí sería... y para él…"
Exjugador internacional del AthleticNos acercamos al final de una extensa y apasionada charla con padre e hijo. "Él ya sabe lo importante que es para mí, sé que se va a emocionar", advierte Eder, y podemos dar fe de que así sucede. A Manu le cuesta soltar las últimas palabras: "No me puedo sentir más orgulloso. Veo lo que está creciendo, cómo se están cumpliendo algunos de sus sueños y soy feliz por verle feliz". Ellos son los Sarabia, un apellido que respira fútbol.