De levantar la Recopa a jugar al golf por el mundo, García Sanjuán habla claro: "Metí a Paqui en mi bronca con Víctor Fernández; si lee esto le pido perdón 30 años después"
El exzaragocista Jesús García Sanjuán montó una agencia de viajes de golf tras acabar una carrera en la que mezcló títulos, crudos enfrentamientos personales y un epílogo en Escocia con estafa incluida.

Jesús García Sanjuán (Zaragoza, 1971) dice que nunca que pensó que saldría del Real Zaragoza, que Agapito Iglesias es el peor presidente de la historia del fútbol y que nunca ha entendido por qué Andoni Cedrún no ha dirigido el club. Se acuerda de cuando su amigo Nayim iba a por él en los entrenamientos por un incidente en el vestuario en el que implicó a Paqui. Se arrepiente de aquello más que de ninguna otra de las muchas cosas, subraya, de las que se arrepiente. Promocionado por Víctor Fernández al primer equipo, fue el chaval de aquel Zaragoza que jugó tres finales consecutivas y ganó dos títulos entre 1993 y 1995. Siempre ha dicho que "no podía ser titular" con aquellos jugadores alrededor, pero fue su primer recambio, un comodín táctico y un futbolista de 30 partidos por temporada en los años más brillantes.
Zaragocista desde infantiles, debió de ser uno de los pocos aragoneses que no vio el gol de la victoria en París, aunque por un motivo que nadie puede compartir: en el momento en que Nayim batió a Seaman, Suso lloraba en el banquillo del Parque de los Príncipes, sustituido por Víctor Fernández. Ese cambio varió el curso de la historia del Real Zaragoza. Y también la vida de García Sanjuán en el Real Zaragoza. La demostración de que cada momento, hasta los más luminosos, guarda un reverso sombrío. Siempre dijo las cosas a la cara, bien o mal; y, con el tiempo, también se las ha dicho a su propio espejo, cosa bastante más difícil. Todo aquello ocurrió hace casi 30 años. Entonces Jesús García Sanjuán ya jugaba al golf. Cuando dejó los terrenos de juego, lo convirtió en el negocio de su vida.
Empecemos por el final y por una curiosidad: vienes de Miami, donde has llevado a clientes a jugar al golf en un 'resort' que, según las redes sociales de tu empresa Golf Escocia, pertenece a Donald Trump.
Así es, hemos estado en un 'resort' de Donald Trump... y con Donald Trump. Sí, pasó por allí y estuve como a diez metros del gran presidente americano.
Arrancamos bien...
No, no te rías. Lo digo en serio. Ojalá viniera uno así por aquí, que pusiera orden en este país.
Me río porque conociéndote no sé si es por provocar o qué.
No, no. Habrá quien lo vea como un sarcasmo, pero yo lo digo totalmente en serio. Desde otros países todo el mundo lo crítica, que si es la ultraderecha y tal, pero la realidad es que lo han votado 85 millones de personas y que ha ganado a una candidata puesta a dedo, que ni se sometió a primarias ni nada. Pues serán 85 millones de fascistas, ¿no? Es lo que pasa siempre, te ponen una etiqueta y ya está.
Bueno, vamos a hablar de golf, de tus viajes de golf. ¿Puedes resumir la historia?
Cuando me retiré del fútbol, hace ya 23 años, monté una agencia de viajes para llevar golfistas españoles a jugar fundamentalmente a Escocia. Tenía un muy buen amigo estadounidense que había montado este tipo de empresa, llevando a gente norteamericana, y a mí me pareció una buena idea: me gustaba el golf como hobby, lo practico hace muchos años y me pareció que podía ser una buena salida profesional. Porque yo tenía claro que no quería saber nada del fútbol.
Luego hablaremos de esto, pero siempre ha llamado la atención tu actitud de distanciamiento o descreimiento del fútbol.
Sólo hubo un momento, cuando aún era profesional en el Zaragoza, en que tuve cierta inclinación a hacer algo relacionado con el fútbol. Yo estudiaba Derecho mientras jugaba en el primer equipo y quería prepararme para ser director general del Zaragoza. Ojo, no de cualquier club: sólo del Real Zaragoza. Y eso que a mí me encantaban los Javier Paricio, Paco Checa, etc, que teníamos en el club. Me llamaba la atención esa idea de profesionalizar la gestión de un equipo. Pero luego se me pasó. Y además, me fui del Zaragoza y eso era algo que nunca imaginé: siempre había pensado que pasaría toda mi vida en Zaragoza. Ingenuo de mí: ahora casi no vuelvo.
¿Empezaste con Escocia y has ampliado el negocio a otros países?
No es que me haya expandido ni nada. Pero tengo grupos, buenos clientes que me solicitan destinos diferentes. A Estados Unidos creo que hemos ido ocho o nueve veces, y a otros sitios como Isla Mauricio, República Dominicana... Es uno de los privilegios de mi trabajo, que me permite viajar mucho y eso me encanta.
Organizas vacaciones en el 'green'...
Soy un creador de experiencias, así lo digo yo y es un enfoque que me gusta mucho. Llevo a gente que juega mucho al golf, pero a un nivel medio, y que va a disfrutar de sus vacaciones: una propuesta totalmente recreacional. El golf es la excusa para pasar unos días en un buen destino y conocer campos en los que luego se disputan torneos muy importantes del circuito. Eso a la gente le gusta mucho porque, unas semanas después de jugar ellos ahí, ven a los grandes del mundo, se acuerdan del hoyo que hicieron. En España tenemos un hándicap medio de 18 o 19, me parece, y a lo mejor en Gran Bretaña es de ocho o nueve; afortunadamente en los grandes campos no hay limitación de hándicap para jugar y eso es muy bueno para mi negocio.
¿Cuánta gente practica el golf en España?
Hay aproximadamente 330.000 licencias. Esos son mis clientes potenciales. También tengo bastantes en Argentina, porque funciono mucho por el boca a boca. En 2009 tuve el primer grupo de allí y después han venido todos los años a Inglaterra, Escocia e Irlanda. Cada año tengo cinco o seis grupos argentinos.
¿Ya jugabas al golf cuando eras profesional del fútbol?
Sí. Creo que empecé hacia el año 91 o 92, el año de Andreas Brehme en el Zaragoza. Mi padre trabajaba en la Base Aérea, que entonces era americana. Ahí no se podía acceder si no eras trabajador o familiar. Nos llevaba porque tenían bolera, campo de golf... Era como un pedazo de Estados Unidos, pero plantado aquí. Te dejaban tirar bolas y así empecé. El golf es muy cabroncete: igual no le das a bola, que es lo normal. Pero como agarres una y le pegues, sale volando y dices... buah. Y ahí ya te quedas enganchado.
"En el Zaragoza el golf estaba prohibido y jugaba de 'extranjis'. Sólo se le permitía a Brehme. Cuando fui al Villarreal, Irulegui jugaba. Allí conocí a Sergio García: tenía 16 años y lo único que quería era venir a jugar al fútbol con nosotros"
Hay fotos tuyas con un jovencísimo Sergio García...
Cuando jugaba siendo futbolista en el Zaragoza lo hacíamos de extranjis, lo teníamos totalmente prohibido. Excepto Brehme, claro. Porque Brehme era Brehme. Llevaba los palos de golf siempre en el coche y recuerdo verlo alguna vez sacarlos en los entrenamientos y pegarle a la bola de un campo a otro de la Ciudad Deportiva. Cuando fiché por el Villarreal, el entrenador era José Antonio Irulegui y él jugaba al golf. Jugábamos en La Coma y allí conocí a Sergio García y a su familia: entonces era un chaval de 16 años y lo único que quería era venir a jugar con nosotros al fútbol. Como le he dicho siempre: entonces yo era su ídolo y después lo ha sido siempre él. Así cambian las cosas.
Esa afición se dispararía todavía más cuando fichaste por el Airdrieonians en Escocia, ¿no?
Si Villarreal fue el primer empujón grande con el golf, Escocia fue el segundo, claro. Allí todos mis compañeros jugaban. Los días libres teníamos partidas de golf juntos, que nos montaban desde el club. Y allí bajé mi hándicap desde el 22 que tenía entonces hasta el ocho que tengo ahora.
¿Por qué se prohibía aquí a los futbolistas jugar al golf?
Por desconocimiento. Nosotros teníamos un código de conducta y estaban prohibidas por riesgo cosas como esquiar, montar en moto y tal. No es que el golf estuviera especificado, porque prácticamente no existía, pero como estaba prohibido el deporte, pues golf tampoco se podía hacer. Cuando estaba en activo yo jugaba casi siempre en boogie, o sea que ni te cansabas. Ahora no lo cojo, es un buen ejercicio, cuatro horas andando, seis o siete kilómetros. Y mentalmente viene muy bien. No conozco a nadie que se haya lesionado jugando al golf: con un mínimo calentamiento evitas la posibilidad de un tirón en la espalda o algo así.
Es raro, ahora abundan las imágenes de jugadores y entrenadores practicando el golf.
En esos años empezaron a aparecer entrenadores que jugaban al golf. John Toshack lo hacía, Javier Clemente también jugaba mucho. Acuérdate que siempre llevaba a la Selección a concentrarse a El Saler... que hay unas instalaciones magníficas de fútbol pero, sobre todo, también hay un campo de golf.
¿Había más compañeros en el equipo que jugaban de tapadillo?
Sólo Brehme y Alfonso Fraile. Pero los dos eran veteranos, tenían ya treinta y algo. Eran de otra generación y ambos se fueron enseguida. Después pasó por el equipo gente como Paco Jémez, que gana todos los torneos de futbolistas y ex futbolistas siempre. Tiene un hándicap 0-1, juega muy muy bien y estuvo a punto de pasarse a profesional. También jugaba Paco Pavón... Más adelante sí empezaron Alberto Belsué, Andoni Cedrún, Gustavo Poyet, Santiago Aragón. De hecho tenemos un grupo que se llama Los paquetes del golf. Santi y Gustavo no, porque viven fuera, pero con Alberto y Andoni jugamos todos los miércoles o jueves. Entonces se reían de mí y ahora les digo: ¿Qué?
¿Te los has llevado de clientes alguna vez?
Sí, claro, han venido pero no les puedo cobrar, jaja. Alberto empezó a jugar cuando se retiró, después de estar en Grecia. Era mejor que yo y me metía, pero ahora ya no. De hecho jugábamos de pareja muchos torneos y hasta ganamos una vez juntos el campeonato de Aragón. Luego lo dejó un tiempo y lo hemos retomado hace cinco o seis años. Andoni empezó mucho más tarde. Pero del golf de Andoni no hago comentarios. Aunque ayer me ganó, ¿eh? Algún día toca la lotería. Sin comentarios.
Sigamos yendo hacia atrás. Tras pasar por el Villarreal con el descenso a Segunda y con un año en el Córdoba, viviste una 'aventura' escocesa de la mano de Steve Archibald que acabó como acabó...
A ver, sí y no. Para mí acabó muy bien porque me abrió las puertas de un equipo de categoría superior como era el Kilmarnock. Y acabó mal porque Archibald es un pirata. No nos pagó a ninguno de los ocho jugadores que fuimos en ese paquete. Lo denunciamos todos. Estábamos todos representados por Bahía, la empresa de Petón. Y Archibald era el hombre de Bahía en Reino Unido. Le salió la oportunidad de comprar un equipo que estaba en ruina económica en la First Division. Yo fui porque se me había acabado el contrato y no tenía equipo: a finales de julio, con 28 años estaba a punto de retirarme. Cuando llegué me pareció alucinante: el estadio tenía palcos privados, ascensores internos. A La Romareda ya entonces le daba cien vueltas. Habían hecho un estadio nuevo, en una ciudad llamada Airdrie: tú piensas en Escocia, todo bucólico... bueno pues a Airdrie la habían nombrado la ciudad más fea del Reino Unido. Y al lado del estadio iban a construir un centro comercial que alguien quería explotar. Qué raro, ¿no? Esto nos suena: un centro comercial junto a un estadio. Bueno, pues ya ocurría entonces. Archibald había conseguido unos inversores de Londres y fuimos para allá.
Javier Sánchez Broto, David Fernández del Deportivo, Antonio Calderón que había jugado en el Betis, Miguel Alfonso, Salva Capín...
Éramos los tuertos en el país de los ciegos. David Fernández se iba allí de todos cuando en España no destacaba, Antonio Calderón era ya veterano pero estaba por encima del nivel... La gente alucinaba. Y eso que llegamos allí, no sé, el 24 de julio, me lo invento, y teníamos el primer partido el 31. Sin pretemporada, sin nada. Los primeros partidos nos pasaban por encima: un fútbol muy físico, directo, delanteros de 1,90 sin dientes, con vaselina por la cara para los codazos. Esas cosas. Ganamos la Challenge Cup, que era la copa de la segunda división, y el año que se torció la cosa llegamos incluso a cuartos de la Cup, que para aquel equipo era un acontecimiento.
¿Y qué salió mal?
Como decía yo, allí querían correr antes de andar. Ellos sólo pensaban en el proyecto. Entonces eres futbolista y no te enteras de nada, pero cuando te dejan de pagar te vas enterando. Archibald tenía que pagar unas mensualidades al administrador, digamos, para manejar el equipo de manera temporal. Tal fecha tenía que pagar X, pero cuando llegaba la fecha no pagaba. Le dieron un plazo que pusieron los propios aficionados a través de una colecta para pagar una semana más. Hasta que un viernes, estaba yo en el cine y cuando salí vi que tenía como 28 llamadas perdidas. Digo: a ver quién se ha muerto. Se había muerto el equipo. Al día siguiente, teníamos Copa y nos eliminaron. El lunes nos dijo que el equipo desaparecía y que nos iría llamando uno a uno. Era a finales de enero, acababa el plazo de fichajes y a mí ya me había colocado en otro equipo.
Fue cuando pasaste al Kilmarnock, de la Premier escocesa.
Fuimos Toni Calderón y yo: llegamos libres, pero aun así el tío quería cobrar pasta del traspaso. Era todo surrealista. Le denunciamos, tuvimos que contratar abogados los ocho. Y en el momento que presentamos la denuncia se adhirieron como 30 o 35 personas y asociaciones. Le había dejado a deber a la policía, al hotel donde yo vivía, a la compañía de no sé qué. Pero las cosas que pasan: todo estaba a nombre de una sociedad y él no tenía nada que ver con nada. Al final desistimos.
¿Esa segunda parte en Kilmarnock te resarció de varios malos años?
Cuando jugué en Ibrox contra el Rangers recuerdo que llamé a mi padre y le dije: "Me he vuelto a sentir futbolista". Había estado en Córdoba, que los estadios ya no eran lo mismo, en la First Division escocesa jugábamos con 4.000, 8.000... Y de repente llegas a Ibrox y dije: esto es fútbol. Nos metieron cinco, pero me lo pasé muy bien.
"Sobre todo me arrepiento de haber metido por el medio a un compañero como Paqui en la bronca con Víctor: después Paqui y Nayim, que eran muy amigos, me querían partir las piernas en los entrenamientos. 30 años después le pido perdón a Paqui"
Tu primera salida del Zaragoza había sido, curiosamente, en un préstamo temporal al Wolverhampton inglés.
Esa cesión nunca la entendí. Fue una de las grandes decepciones de mi vida. Cuando echaron a Víctor Fernández (en noviembre de 1996) vino al Zaragoza Víctor Espárrago, que estuvo solamente un par de meses o así. Puso tres centrales y decíamos: pero si no tenemos centrales. Es más, el primer partido de Espárrago, Xavi Aguado estaba lesionado o sancionado, no me acuerdo. Y jugamos de centrales Cuartero, Óscar Luis Celadas y yo, que Óscar y yo éramos centrocampistas. Belsué y Solana, que eran laterales clásicos, de carrileros. Aquello no cuajó y luego llegó Luis Costa. A Luis le tengo un aprecio absoluto, muchísimo cariño, pero profesionalmente fue una decepción. Nos habíamos llevado muy bien siempre, pero conmigo dejó de contar desde el minuto 1. Y ojo, menos mal que vino porque Luis salvó al equipo y las dos temporadas con él fueron muy buenas. Estábamos hundidísimos y nos sacó un gran rendimiento.
Aquello terminó en tu cesión al Wolves. ¿Por qué dices que no la entendiste?
Esa cesión me la buscó el mismo representante que había llevado a Poyet al Chelsea. Me ofrecieron tres meses. Era mi último año de contrato. En aquel fútbol yo no pegaba nada: se jugaba con una agresividad que yo no tenía en ese momento. Y eso que metí gol en mi debut y se creyeron que había llegado allí no sé qué. Volví a Zaragoza y me parece que no fui ya convocado ni a un partido de Copa en el que jugaron todos los suplentes. Al final de esa temporada me ofrecieron la renovación, pero para mandarme cedido al Logroñés, que había ido allí Víctor Muñoz de entrenador, también Nayim... Y yo les dije: tengo 26 o 27 años, una cesión es para un chico joven, no para alguien como yo.

Y acabaste saliendo del Zaragoza al Villarreal.
El golpe letal fue que el último partido en La Romareda no fui ni convocado. Eso me sentó muy mal. Ya había firmado por el Villarreal en Segunda División, el Zaragoza lo sabía porque lo hicimos cuando me dijeron que no me renovaban. Llevaba siete años en el primer equipo y seis años en la Ciudad Deportiva. Sólo habría querido salir vestido de futbolista el último día, aplaudir y decir gracias a lo que siempre he considerado que era mi casa. Luis me convocó para el último partido fuera, contra el Athletic: vino el último entrenamiento y me preguntó si estaba preparado para ir. Y mi respuesta fue: he estado preparado los últimos seis meses. Hubo movida, hice unas declaraciones en las que reconocí cómo me había sentido. Él aún hizo una reunión en el vestuario en la que delante de todos dijo que eso le había molestado y yo le contesté si me estaba tomando el pelo. Luego no jugué. Y me fui al Villarreal.
Fuiste el comodín de aquel equipazo de la Recopa, ya desde la promoción en 1991 contra el Murcia. ¿Por qué se deterioró tanto tu papel justo después de unos años tan buenos?
Lo que ocurrió en la final de la Recopa me pasó mucha factura. Más que lo de la final, lo que vino después: mi gran discusión con Víctor Fernández. Tuve una bronca muy gorda con Víctor antes de un partido contra el Espanyol en Copa, al año siguiente de la Recopa. Me dejó un mes sin convocar después de que yo jamás me hubiera quedado fuera por cuestiones técnicas. La verdad es que nos dijimos de todo. De hijoputa y de todo. Y voy a decir una cosa que probablemente... bueno, no es la única de la que me arrepiento. Pero de lo que más me arrepiento es de que el motivo de la bronca fue absolutamente culpa mía, porque metí a un compañero por el medio. A Paqui. Y claro, mi relación con él se torció por completo. Al punto de que él y Nayim, que eran íntimos amigos, iban a romperme las piernas los dos. Y Nayim es muy amigo mío, pero era una cosa tremenda. No tendría que haber metido a nadie.
Tú estabas jugando de lateral izquierdo y esa era la posición de Paqui también. ¿Cómo vino el incidente?
Yo estaba jugando de lateral izquierdo de manera circunstancial, por su lesión. Paqui había tenido una rotura de fibras y yo entendí que volvía al equipo estando aún lesionado. Creo que precipitaron su vuelta. Además ganamos en San Mamés en Copa, empatamos en el Bernabéu, llevábamos una buena trayectoria. Llegamos al Camp Nou y me quedé de suplente. Metí la gamba porque le pedí explicaciones a Víctor, él me dijo que ponía al que consideraba mejor y yo le contesté que Paqui estaba lesionado. Ese fue mi fallo, la cagué y lo reconozco abiertamente. Víctor, que es muy listo, utilizó eso contra mí; bueno, no es que lo utilizara sino que me dijo que no podía decir algo así y tal. En ese momento no lo entendía, después me di cuenta de que tenía razón. Pero la conversación se nos fue bastante de las manos, me dijo que no contaba conmigo y que a final de temporada me iba a dar la baja. Le dije, literalmente, que se acordara de esas palabras. Y bueno, así es el fútbol. Si Paqui lee esto le pido perdón, 30 años después. Es algo de lo que me he arrepentido siempre.
Pero esa situación se acabó revirtiendo y finalmente no saliste del Zaragoza, pese a la advertencia de Víctor.
Una de las cosas que tenía Valeriano (se refiere a Valeriano Jarné, influyente periodista de 'Heraldo' que siguió durante muchos años al Real Zaragoza) era que todos los años sacaba una lista en el periódico con los transferibles y no transferibles. En un partido que nos íbamos a Tenerife y después a Amsterdam, a la final de la Supercopa de Europa contra el Ajax, Víctor nos reunió a todos en el entrenamiento y nos dijo que no se había hablado del futuro de nadie, salvo en mi caso. Se dirigió a mí y añadió: "Y las cosas que se dicen en un momento de calentura, se pueden revertir después". Luego, cuando dio la convocatoria, me había incluido. Encima en Tenerife salí en el descanso, en sustitución de Paqui, y empatamos a dos después de ir perdiendo. No gracias a mí, porque yo de lateral cumplía y vale. Pero volví a jugar y probablemente fueron mis mejores partidos. Recuerdo uno contra el Mérida, de interior derecha, que volaba, la mayor ovación que me han dado en La Romareda. Era casi final de la temporada y yo estaba más fresco que una lechuga. Parecía el Bale del Tottenham. Le pedí la baja a Víctor al final de la temporada y me dijo que no me la daba. Al año siguiente hice una muy buena pretemporada pero, ya hacia el final, ficharon a Quique Sánchez Flores... y lo pusieron de lateral izquierdo. Porque en la derecha teníamos a Belsué, que ya había sido titular por delante del mismo Cafú. Y decías: ¿Para qué fichamos a Quique que era un fenómeno en la derecha, pero en la izquierda no le pegaba a un tren parado? Eso ya me lo dijo todo. Pensaba que iba a ser titular toda la temporada, pero ahí me di cuenta de que no iba a jugar. Y luego vino la destitución de Víctor, Espárrago y Luis Costa, de lo que ya hemos hablado.
En Zaragoza esta historia es bien conocida pero fuera quizá no: todo esto nace de tu sustitución en la final de la Recopa de 1995, justo antes de la prórroga, después de haber entrado tú desde el banquillo en el segundo tiempo.
Una de las cosas que me dijo cuando la cosa se subió de tono fue que, gracias a mi cambio, habíamos ganado la Recopa. El hecho es verdadero, pero es para decir: hombre, Nayim ha jugado 118 minutos de interior izquierda y dos de interior derecha. Por eso ganamos, es cierto, pero no me digas que lo has hecho sabiendo que iba a meter un gol desde la derecha, porque es lo que das a entender. Como esto ha prescrito, no pasa nada. Tardamos en arreglarlo, pero ya está. Ahora con Víctor, pues bien: nos vemos, nos saludamos, somos mayores y, además, ganamos la Recopa. Y a mí el cambio no me impidió ni celebrarlo ni sentirme tan campeón como todos los demás.
¿Cuánto te costó aceptar la lógica de aquel cambio?
Hay muchas fases ahí. La fase 1 fue cuando se produjo el cambio. Volví a ver el partido en la pandemia. Cuando sacan el cartel con los números del cambio, el 14 y el 16, yo estaba al lado de los banquillos porque había salido en esa posición, de interior derecha. Yo mirando, buscando a ver quién se iba. Y en la tele enfocan a Nayim, que viene. "Cambio de Nayim...". No, no, Nayim venía a colocarse en mi posición. Y me dicen: "Jesús, que eres tú". Y yo: pero si acabo de salir... Había salido en la segunda parte, llevaba jugado eso y la prórroga. Nayim se puso ahí y yo me fui al banquillo diciendo de todo, no sé ni lo que dije. En el banquillo me puse a llorar... y entonces metimos gol. Y claro, de pronto ya ni me acordaba de que me habían cambiado. No me di cuenta de todo hasta que volví a casa y vi a mis padres. Mi madre sobre todo lo pasó muy mal.
El cambio fue porque entró Geli para tirar en la tanda de penaltis. Era el minuto 119 de partido, a punto de terminar la prórroga.
Cuando luego lo analizas fríamente, ese fue el motivo. Pero a mí nunca me dieron ese motivo. Nunca sabremos si Geli lo habría tirado o lo habría tirado yo o no. Mostraba poca confianza en que yo pudiera meter un penalti... En fin. Si analizas la tanda de penaltis de la Copa que ganamos el año anterior, la tiraron todos los que no eran expertos en penaltis: Darío Franco, Cáceres, no sé quién que tiró uno horrible que le pasó por debajo al portero... No lo decidía el entrenador. Aquello era: ¿Quién quiere tirar penaltis? Fue una putada, sí, pero la vida sigue. Me acordé de esto cuando el entrenador (Luis Enrique en el partido contra Marruecos en el Mundial de Catar) quitó a Nico Williams, que había entrado de suplente, para que saliera Sarabia a tirar un penalti. Y luego Sarabia lo falló. Me alegré no porque lo fallara, sino porque todos los entrenadores son igual de segurolas y hacen las mismas cosas. Siempre quitan al más joven, que es lo fácil. Bueno, yo no era el más joven aquel día: era Esnáider. Pero como Juan tenía ya dos o tres hijos, parecía que tuviera 40 años. Yo siempre he sido el chaval (se ríe).
Aún más curioso es el hecho de que fue Víctor Fernández, cuando eras infantil, quien te fue a buscar a tu colegio para ficharte en el Stadium Casablanca, donde él entrenaba.
Víctor Fernández y Andrés Ramírez (periodista y también entonces técnico en las categorías inferiores del club zaragozano) vinieron a Jesuitas, donde yo jugaba. Era el año 83 u 84, después del partido estuvimos tomando algo y querían ficharme para el Stadium. Pero mi padre conocía mucho a Javier Chirri (ex jugador del Real Zaragoza, entre otros clubes, y coordinador de la Ciudad Deportiva entre 1990 y 2009). Habían jugado juntos, le comentó la propuesta y Javier le dijo que me llevase al Zaragoza. Chirri fue, de hecho, la persona más importante en mi carrera deportiva. Quien me reconvirtió en centrocampista, que yo jugaba de delantero porque era muy listo y metía muchos goles... Bueno, espero que Víctor no me guardara rencor por aquello, ¿no? jajaja.
Aún más, también coincidiste con Víctor Fernández en el filial.
A ver, Víctor tenía una fe ciega en mí. Fue él quien me subió al primer equipo después. Lo digo abiertamente: es el mejor entrenador de fútbol que he tenido. Otra cosa es que, a nivel personal, en aquel momento tuviéramos una discusión. Lo del cambio es una cuestión técnica, la discusión es otra cosa: una bronca en toda regla entre un subordinado como yo y mi jefe que era él. Podría haber tenido otras consecuencias y habría estado en su legítimo derecho, porque era mi jefe. Pero seguí jugando. Jugaba 30 o 35 partidos cada temporada. ¿Que no era titular indiscutible? Siempre faltaba alguno y jugaba yo. Y siempre fui el primer cambio. Tengo muy claro que yo en ese equipo no podía ser titular, teníamos un equipazo. ¿A quién quitas para ponerme a mí? En la final de la Recopa se planteó jugar con otro sistema y ponerme a mí, pero al final decidió poner tres delanteros y salir con nuestro planteamiento de siempre. Y a mí me pareció perfecto. Pardeza, Higuera y Esnáider eran tres delanteros impresionantes.
"Víctor tenía una fe ciega en mí: siendo yo infantil me vino a fichar para el Stadium Casablanca, fue mi técnico en el filial y quien me subió al primer equipo. Tuvimos una bronca pero seguí jugando: yo en aquel equipo no podía ser titular... ¿a quién quitas?"
¿Cómo recuerdas ese periodo de llegar al filial y después subir al primer equipo?
A la pretemporada del filial ese año llegué igual con ocho kilos de más. Como una bola. De hecho, hice dos pretemporadas: la del equipo y otra que me hicieron. Estaba en un sobrepeso absoluto y creo que no debuté hasta el cuarto o quinto partido. Me había pegado unas vacaciones increíbles con un buen amigo y se nos fue de las manos. Eso le molestó mucho pero, en cuanto me puse en forma, me hizo titular siempre. Antes de subir yo al primer equipo subió Javi Cornago, otro centrocampista, un jugador extraordinaria. Nos llevaron a Javi, a Charly Salvador (Salva, quien luego sería jugador del Celta), y a mí en una convocatoria contra el Tenerife. Yo tuve la suerte de no jugar. Jugó Javi unos minutos, no lo hizo ni mal ni bien, pero perdimos. A mí me tocó jugar contra el Sporting. También perdimos. Y a la semana siguiente llegó Víctor Muñoz y ya nos puso a los dos juntos en el medio campo y ganamos al Atlético de Madrid. Un tío de 33 años con el culo pelado y unas condiciones absolutamente diferentes a las mías, que era un crío entonces fino, juego largo y juego corto. Hicimos una buena pareja, aunque casi bajamos (Víctor Muñoz regresó unos meses al Zaragoza para cerrar su carrera en 1991 y contribuyó a la salvación agónica en la eliminatoria de promoción contra el Murcia).
Aquella temporada fue un bautismo de fuego.
Para mí la promoción fue la clave de lo que pasó después, en eso coincidimos muchos de aquel grupo. En La Condomina, hace poco lo vi otra vez, nos pudieron meter siete. El amigo Díaz Vega también... menos mal que no había VAR en aquel momento, dos penaltis que los ves y dices, bueno. Unas paradas impresionantes de Andoni. Si quedamos 5-0 no se sorprende nadie. Tres o cuatro días antes de la vuelta tuvimos una charla en el campo en La Romareda que saltaron chispas entre los jugadores, con el entrenador. Con 19 años, para mí, aquello era alucinante. Pero luego el partido salió redondo: les metimos cinco y pudimos meter nueve, y pudimos quedar 9-4 porque ellos también iban mucho al ataque. Aquello fue una liberación. Y a partir de ahí, a construir y a crear.
Lo que se construyó en esos pocos años fue un equipo de absoluta leyenda: los héroes de París.
Se hicieron buenos fichajes y salieron jugadores. Santi Aragón había pasado por varios equipos y aquí era el mejor centrocampista que he visto nunca. Esnáider lo mismo: en los demás equipos no metía goles y en Zaragoza fue como si lo hubieran tocado con una varita mágica. El negro Cáceres era un jugador extraordinario, Darío Franco, Gustavo... que fíjate que aquel año no jugaba ningún partido y el día de la promoción metió dos goles. Y a partir de ahí hace un carrerón metiendo 12 o 15 goles cada año. Se juntaron muchas cosas y muchos jugadores en el mejor momento. Pero todo aquello partió de la victoria en la promoción.
¿Por qué has tenido siempre esa etiqueta de jugador descreído del fútbol, como si no te gustara tanto como a los demás?
No sé cómo decirlo. A mí el fútbol me ha apasionado desde pequeño. Si veo mis fotos de pequeño a los cuatro años salgo siempre con una pelota, vestido de futbolista. En los años 70 u 80 nos criamos todos en la calle, pegándole a la pelota contra una pared o jugando con los amigos con unas camisetas o dos piedras de portería. No había nada más. Me apasionaba. Llegué a jugar en el Zaragoza que era el equipo al que iba a ver todos los domingos de la mano de mi abuelo a La Romareda. Entrábamos por el gol sur. El portero era el butanero que llevaba la bombona a casa de mi abuelo. Era una liturgia, y así fue desde los cuatro años hasta que debuté en el primer equipo. Otra cosa es cuando llegas ahí: yo tenía mi vida.
Estudiaste Derecho, que no era algo habitual en aquellos días.
Por decirlo así, no era un futbolista al uso. Casi nadie entonces estudiaba una carrera. Si no hubiera jugado al fútbol yo habría sacado mi carrera fácilmente. Me quedó sólo una asignatura para hacerlo y ya no lo voy a hacer, aunque no cumpla lo que quería mi madre. Aprobé 24 de 25 asignaturas y ya no me interesa. Se lo debo a mi madre. En el Zaragoza algunos directivos me echaban en cara que pasaba mucho tiempo en la Facultad. ¿Dónde quieres esté? ¿Prefieres que esté en un bar? ¿O en el Crazy Horse? (un conocido bar de alterne en la ciudad). Entrenas toda la mañana, tenía 22 años y vivía con mis padres: ¿me quedo toda la tarde en casa? Pues me iba a la Facultad, a estudiar. Ahí fue donde dije: ¿aquí qué pasa?
Después, siempre has criticado mucho al negocio que es hoy el fútbol y lo que eso provoca en todos los ámbitos.
El fútbol llega un momento que cambia. La televisión lo cambia todo. Dicho lo cual, ojalá me hubiera tocado jugar en esta época. Hace poco me preguntaba una clienta por qué trabajaba habiendo sido futbolista. Y le dije: pues tiene usted razón, pero soy de los futbolistas antiguos y no del Real Madrid. En mi época estaba aquello de el club de los cien, y ahora cien millones gana, pues no sé, cien jugadores, lo que sea. En aquel momento ni nos acercábamos a eso. Yo lo que más gané en el Zaragoza fueron 14 millones de pesetas (unos 84.000 euros), y esto después de siete años en Primera División en el Real Zaragoza. Lo ves ahora y, en fin.
¿Cuánto se ganaba en Escocia, por ejemplo?
Ganabas una cantidad razonable, que no era una barbaridad. Pero allí decían una frase que me hacía mucha gracia: jugaban por la hipoteca. For the mortgage. Ganabas bien, pero nada exagerado, salvo el Celtic y el Rangers. Otra cosa que ha cambiado es que entonces los equipos iban a buscar a jugadores concretos, a Belsué o a Cedrún, el que fuera. Ahora no, ahora van con un representante de cabecera y preguntan: "¿Qué laterales izquierdos tienes?". Es decir, ya no fichan al que quieren fichar. Habrá gente que sí, claro, aún hay clubes y directores deportivos que eligen qué jugador fichar. Pero la mayoría eligen entre la cartera de jugadores que tiene la empresa de representación de cabecera. Luego, todo eso de que los niños tengan representante desde muy pequeños en lugar de dejarlos disfrutar. No sé, todo eso... Te das cuenta de que antes éramos personas normales que tenían unas ciertas cualidades especiales. Yo ganaba con 20 años muchísimo más que mi padre que llevaba toda su vida trabajando. Pero nada que ver con lo de ahora. El fútbol está manejado por otros intereses. Y ese es mi distanciamiento con el fútbol. El dinero está demasiado involucrado, como lo está en todo por otra parte. Era más romántico.
Bueno, la profesionalización también ha traído cosas positivas, ¿no?
Por supuesto, la profesionalización en la gestión es mucho mayor ahora. Pero echas de menos ese aroma de antes, campos como Las Gaunas, El Sadar de entonces, que en Atocha te agarraran de la camiseta... No sé, era distinto. Ahora los entrenadores dan la rueda de prensa del partido antes del último entrenamiento: ¿Y si se lesiona algún jugador? O que los periodistas no podáis entrar a ver los entrenamientos. Pero si no hay nada que ocultar. ¿Qué vas a ocultar? Encierran a los jugadores en esa burbuja. Antes íbamos juntos, los periodistas viajaban con nosotros en el avión, nos reíamos de ellos un poco y tal. Lo normal. Ahora nadie conoce a nadie. En fin, la conclusión es que el fútbol actual no me gusta.
"Agapito me puso una demanda por seis millones de euros por un artículo que escribí. Dije que no iría a La Romareda hasta que no se marchara, me parecía el peor presidente de la historia del fútbol y casi hace desaparecer al Zaragoza"
¿Vas al fútbol alguna vez o prefieres ver el golf?
Bueno, eso desde luego. Pero aparte, dejé de ir a La Romareda en la época de Agapito porque dije que no le daba ni un duro a ese señor. Me denunció, tuve una demanda de Agapito por seis millones de euros... y del Zaragoza, que eso sí que me dolió mucho. Por un artículo que escribí para el Periódico de Aragón. Y a mí me cogió la gente como si fuera un héroe por decir las cosas como las sentía. Ahí y en la televisión autonómica le metía mucha caña a Agapito Iglesias, pero porque me parecía el peor presidente de la historia del fútbol, probablemente. Alguien que vino con ínfulas de grandeza y casi hizo desaparecer al Zaragoza. Y todos los que lo apoyaron, viendo lo que estaba haciendo... La deuda aumentaba sin parar y además el equipo se hundió en un pozo muy gordo que sigue pagando. Yo dije que no le daba ni un duro y me borré de socio, había sido socio desde pequeño y cuando era jugador. Y hubo gente que me decía que no podía criticar porque no era socio.
¿Volviste después al estadio?
Volví a hacerme socio, como había dicho que haría, cuando se marchó Agapito. Y mi hijo conmigo. Iba a los partidos y veía lo que veía. Y además, se había perdido ese ambiente de crítica y el run run que ha habido siempre en La Romareda. Y lo digo yo que lo he conocido. A la gente hubo unos años que le daba igual perder o empatar. Los de la Recopa nos reíamos acordándonos de cómo nos habían pitado a nosotros cuatro días después de ganar el título, contra el Santander: cabrones, si estamos borrachos todos, ¿no nos veis que estamos todos aún borrachos y hemos salido con la Recopa que ni en nuestros sueños más húmedos nos lo podíamos imaginar? Esa exigencia se ha perdido. Estuve dos o tres años y ya me quité. No tenía sentido. Mi hijo sí, que es un loco. Quiero ir al homenaje de Cristian, la única leyenda de estos últimos ocho o diez años, porque ahí quedan ya pocos referentes.
Hay que agarrarse a Belsué, que está de delegado.
Sí, por lo que sea la generación de la Recopa no ha tenido el reconocimiento posterior en cuanto a su presencia en el club que debería haber tenido. Fue la más exitosa recientemente y además abarcó muchos años: Xavi Aguado, Cedrún, Belsué, Aragón, Pardeza, Higuera... todos con cerca de 400 partidos. Yo siempre he pensado que Andoni Cedrún tendría que haber sido el presidente del Zaragoza: no hay nadie que no siendo de aquí sea más de aquí. Y un pedazo de pan envuelto en bizcocho y bañado en chocolate: la mejor persona que yo he conocido nunca. Ha habido compañeros envueltos en cuerpos técnicos, pero poco. Chucho Solana y Santi Aragón, el año de Aurelio Gay y Nayim... Xavi Aguado, el jugador con más partidos de la historia del club con Violeta, implicado en el fútbol, en la representación de futbolistas. Tampoco puedo entender que no haya estado. Estuvo Miguel Pardeza, que si yo era descreído él era el capitán de los descreídos. Y se recicló muy bien. Aquí al final dimitió. En los últimos 40 años sólo han dimitido Víctor y él.
Cristian Álvarez se va a quedar ahora como responsable de relaciones institucionales.
Yo no creo que en eso de que el fútbol tenga que ser para los futbolistas. Lo creí durante muchos años, pero ya no. Prefiero que venga un director general formado, como por ejemplo el que tenemos ahora (Fernando López). Que se equivocará, pero es una persona formada, con preparación, con experiencia. Mucho mejor que un director general como Luis Carlos Cuartero, que no tiene ningún tipo de currículum ni experiencia, no sólo profesional sino sobre todo académica. Sólo es alguien que ha ido escalando desde jugador, que luego fue delegado de relaciones con las peñas... y de ahí a director general.
Pero tampoco se puede descuidar el criterio futbolístico...
Fíjate, Solans tenía una empresa muy exitosa como Pikolin, pero no aplicaba la lógica de la empresa al club, que funcionaba de forma muy amateur, con diez empleados y unos pocos ayudantes del equipo. Ahora tienes al utilero, el ayudante del utilero y el ayudante del ayudante del utilero. Ayudantes del entrenador, tres o cuatro... todos. ¿Para qué quieres tanta gente? Por supuesto que el fútbol tiene que funcionar como una empresa, porque se maneja mucho dinero. Pero el fútbol tiene que vivir por y para los aficionados. Porque si no hubiera aficionados, no habría fútbol. No sólo los que van al estadio, sino todos los demás. El fútbol es un espectáculo hecho para que la gente lo vea, no se hacen los partidos para ver cómo quedan. Todos los deportes están hecho para ser un espectáculo. ¿Qué ha pasado? Pues que ahora es más importante el aficionado de la tele que el aficionado del estadio. No puedes alejar a la gente y subirte en una torre de cristal con los futbolistas.
Al final, puedes hacer una gran gestión económica, pero si lo deportivo no funciona nadie te lo valorará.
Que la pelotita entre: esa es la clave. Y afortunadamente esto no es dos más dos igual a cuatro, porque entonces todos harían lo mismo.