CHAMPIONS LEAGUE | NÁPOLES - REAL MADRID

Cuando Nápoles recibió al Madrid con un 'Bienvenidos cabrones' y sus jugadores acabaron tirados en el autocar

En septiembre de 1987, en el primer partido como locales de los napolitanos en la Copa de Europa, los 'tifosi' desplegaron todas sus artimañas en la llegada del equipo de 'La Quinta del Buitre'.

Maradona y Gallego, en el saludo protocolario antes del Nápoles-Real Madrid de 1987. /Europa Press
Maradona y Gallego, en el saludo protocolario antes del Nápoles-Real Madrid de 1987. Europa Press
Enrique Ortego

Enrique Ortego

Aquella fue una de esas experiencias que un periodista no olvida con facilidad. Por más que pase el tiempo y tenga que recurrir a leer lo que escribió en su momento para recordar eso pormenores que no quedan grabados en la memoria. Lo mollar, lo que los lectores de Relevo van a leer a partir de ahora, está todo en el disco duro de la cabeza. Me refiero a las escenas del aeropuerto de Capodichino de Nápoles nada más aterrizar el DC9 de Aviaco en el que viajaba la expedición del Real Madrid. Los insultos, las piedras, los primeros intentos de intimidación. Tampoco se puede olvidar el impacto visual provocado por una pancarta en uno de los puentes de entrada a la ciudad donde el Real Madrid se iba a concentrar para el partido: "Bienvenidos, cabrones".

Qué decir de la salida del estadio de San Paolo bien entrada la noche, después del entrenamiento de la víspera y aquella piedra que rompió una de las lunas del autobús del Real Madrid, que iba justo delante del nuestro, del de los periodistas españoles desplazados al partido... El anticipo de esta crónica de sucesos podría acabar, con la serenata nocturna que todos los expedicionarios españoles allí hospedados, tuvimos que escuchar en el Hotel Medusa de Castellammare di Stabia, todavía a pleno funcionamiento tantos años después: cánticos, cacerolada, sartenada, cláxones de coche y de moto, sobre todo de esos 'motorini' pequeños que salían de detrás de los arbustos.

Larga, pero necesaria introducción. 30 de septiembre de 1987. Hace 36 años y un par de días. Era el primer partido del Nápoles en su estadio en la Copa de Europa. Todo un acontecimiento para una ciudad pasional como pocas cuando un balón y Diego Armando Maradona están por medio. Su estreno real en la competición, por lo tanto, se había producido dos semanas antes en el Santiago Bernabéu, en aquel partido a puerta cerrada (2-0) con tantos de Míchel y Tendillo. El Real Madrid había estado cinco temporadas sin participar en la Copa de Europa. Desde la 80-81, final perdida en París contra el Liverpool. Tiempo en el que había ganado dos Copas de la UEFA consecutivas, 85 y 86. Precisamente durante ese curso anterior, 86-87, en las semifinales contra el Bayern, Juanito pisó la cabeza a Matthaus en el Olímpico de Múnich. La UEFA sancionó al jugador con cinco años de suspensión y al club blanco con disputar su próximo partido europeo a puerta cerrada y el segundo a más de 300 kilómetros de Madrid.

Graves denuncias napolitanas

Más allá de las originales e inéditas crónicas del silencio sobre un partido en el que se escuchaban los gritos de los jugadores, los golpeos del balón y en el que se destacó sobremanera el gran marcaje de Chendo a Maradona, poco trascendió en la Prensa española de lo que, según los jugadores del Nápoles, había ocurrido a lo largo del encuentro, especialmente en la segunda parte y al final del partido en el túnel de vestuarios. Leyendo los periódicos italianos del día siguiente y de los posteriores nos encontramos con una versión belicosa de lo acontecido en la que los napolitanos eran las víctimas y los hombres de Beenhakker y el propio técnico, los verdugos. Una forma como otra cualquiera de preparar el partido de vuelta de vuelta de dos semanas después. El objetivo no era otro que convertir San Paolo en un infierno.

Tantos años de espera para ganar un 'scudetto' y poder disputar la ansiada Copa de Europa como lo habían hecho antes los grandes clubes italianos del Norte, del odiado Norte, Milán, Inter, Juventus, incluso la Roma, que había llegado a la final en el 84, no aceptaban que tal sueño pudiese escurrirse de sus manos en una primera eliminatoria. San Gennaro, el patrón de la ciudad y ante todo Diego Armando Maradona, no podían soportar una situación tan trágica. Su pecado fue no ser cabeza de serie y que el sorteo le deparará al campeón español.

Gritos de Real, Real 'vaffanculo'... en Pisa

Curiosamente, según pasaban las fechas no se calmaba la situación. Al revés. No había día que no llegara una amenaza desde tierras napolitanas. Los medios de comunicación servían de transmisores del toque de corneta tocado por Ottavio Bianchi, sus jugadores y especialmente sus aficionados. Para terminar de calentar el ambiente, en el partido de la Serie A jugado justo antes de la vuelta contra el Real Madrid, el Nápoles visitó Pisa y su jugador, Renica, fue alcanzado por un objeto, una arandela de hierro, que su compañero Carnevale entregó rápidamente al árbitro. El central se tuvo que retirar del terreno de juego con el rostro ensangrentado. No salió en la segunda parte y fue conducido a un hospital de la ciudad donde permaneció hasta bien terminado el partido.

Durante todo el encuentro, los 8.000 aficionados del Nápoles desplazados a Pisa no pararon de cantar un coral "Real 'vaffanculo', Real 'vaffanculo' que era contestado por los tifosi locales con gritos de: "Real, Real, Real...". El rival de los blancos perdió 1-0, pero ya en el mismo Arena Garbaldi solicitó por escrito que se aplicara el reglamento y que le dieran el encuentro por ganado (0-2) al tenerse que haber retirado su jugador del terreno de juego. Para 'asegurar' que el recurso tuviera éxito, Renica pasó esa noche en un hospital de Nápoles en observación y se le diagnosticó tres días de descanso absoluto. El escándalo que se montó en el estadio cuando se supo que el Nápoles había presentado una reclamación y quería ganar el partido en el 'tavolino' llevó a los aficionados locales a las cercanía de los vestuarios y Maradona y sus compañeros tuvieron que salir custodiados por la Policía y bajo un manto de piedras lanzadas por los ultras locales. Ellos estaban convencidos de que Renica había exagerado su lesión para poder ganar en los despachos los puntos perdidos sobre el terreno de juego. Tres días después, jugó contra el Madrid. Más madera.

La víspera de ese partido de Pisa, 26 de septiembre, a cuatro días del partido contra el Real Madrid, como enviado especial del diario Marca tuve la suerte de poder entrevistar a Maradona. La cita estaba concertada y Diego no falló. Tenía ganas de explicar lo que según él y sus compañeros había pasado el día 16 en el Bernabéu en 'el partido del silencio' y se desahogó plenamente. No hizo falta ni preguntarle. Intenté recordarle sus palabras tras ese primer encuentro y no me dejó ni terminar la pregunta.

Maradona saluda a un Bernabéu vacío en el primer partido de la eliminatoria.
Maradona saluda a un Bernabéu vacío en el primer partido de la eliminatoria.

Maradona pasa al ataque

"Mirá Ortego... Me sentó mal todo lo que pasó. Me pareció una falta de respeto. Es lo mismo que en Barcelona... Que no me vengan con... En lugar de resaltar que Chendo estuvo 'bravo', que el Madrid ganó bien, vienen a romperme a mí con que si estoy gordo, que si soy un 'balón'..."

Y tras esa primera defensa sobre su persona, vino todo lo demás contra todo lo que vestía de blanco.

"Yo tenía un buen concepto de Beenhakker, pero llamó mafioso a Bagni. Lo escuché yo. No me lo tiene que decir nadie. Y yo sé lo que esa palabra significa en italiano. Ese señor ya se me ha caído como persona. Antes del partido recorrí 15 metros para darle la mano. Los italianos se ofendieron porque para ellos ese insulto tiene un significado distinto que para nosotros en castellano. Pasaron muchas cosas. A Sola una vez que fue a disculparse con Sanchís, le dio tres codazos. Yo no estoy calentando el partido. Cuando dije el otro día que íbamos a salir a 'aggredire', no es lo que pensaron en Madrid, el significado es distinto. Quiero decir que no les vamos a dejar salir de su campo, como ellos hacían con nosotros en el Bernabéu cada vez que queríamos salir...

"... Los matamos, los matamos. Del partido de ida lo que más me molestó, más que el 2-0, fue cómo se manifestaron los jugadores del Madrid tras el segundo gol. pensaron que toda está ya 'finito' y no es así. Vamos a intentar remontar, claro. Les vamos a hacer pressing hasta en el túnel de vestuarios. Pero que Butragueño y Hugo Sánchez, que todos estén tranquilos, que no teman. La gente en Nápoles esta civilizada. Si es preciso nosotros los defenderemos fuera del campo y trataremos de mentalizar a la gente de que solo es un partido. Luego dentro del campo ya será otra cosa. Allí nos jugamos la vida los 22. El fútbol es un juego de hombres y vamos a hacer única y exclusivamente lo que ellos hicieron en el Bernabéu y ellos saben bien lo que hicieron. Al árbitro le decían de todo, supongo que no les entendería, pero la barbaridad de cosas que le dijeron. A mí Chendo me hizo el mejor marcaje de mi vida. Creo que es uno de los mejores marcadores de Europa, el mejor. Pero aquí será diferente. Que vengan convencidos que no van a salir de su cancha, que vengan convencidos de que vamos a llegar a la prórroga. Aquí no nos ganan ni con Di Stéfano, ni con Puskas, ni con todos aquellos...".

Después del partido de Pisa, Maradona me reconocía que había pasado miedo en los vestuarios escuchando el ambiente que se vivía fuera del estadio y justo miedo fue también lo que sintieron los jugadores del Real Madrid desde que pisaron tierra napolitana ese martes 29. Y no es exagerar. Los periodistas italianos y medio centenar de personas, que se hacían pasar por empleados del aeropuerto, esperaban a la expedición blanca a pie de la pista de aterrizaje. Lo nunca visto. Los jugadores no salían de su asombro. Para que pudieran llegar a la terminal y después salir de ella rumbo al autocar los 'carabinieri' tuvieron que realizar varias cargas. Desde la terraza del aeropuerto, dos centenares de exaltados emitían toda clase de insultos contra los expedicionarios españoles. Cánticos tan corales como agresivos.

Por recomendación de la Policía italiana, el Real Madrid decidió concentrarse fuera de la ciudad. Concretamente a 32 kilómetros, en Castellmmare, pasado el Vesubio. Se trataba de evitar la presencia de los 'tifosi' en las cercanías del hotel, si el equipo se quedaba en el centro de Nápoles. Era ya costumbre que la noche anterior a los partidos, los aficionados se dejaran caer por la zona para intentar no dejar dormir a los rivales. Dio lo mismo. Lo primero que vieron los jugadores al llegar a la ciudad donde iban a quedar concentrados fue un cartel, en un puente, con un elocuente y gigante: "Bienvenidos cabrones".

La llegada al hotel tampoco fue fácil. Ya estaba rodeado por las huestes napolitanas y una retahíla de insultos acompañó a los jugadores hasta la recepción. Al menos solo eran improperios, sin lanzamientos de objetos, como había sucedido en el recorrido desde la salida de la terminal del aeropuerto hasta llegar a la autopista. Los hasta allí desplazados habían formado un pasillo interminable en el que ensayaban el 'tiro al bus'.

Diego Maradona golpea el balón en aquel Nápoles-Real Madrid de la Copa de Europa de 1987.  Europa Press
Diego Maradona golpea el balón en aquel Nápoles-Real Madrid de la Copa de Europa de 1987. Europa Press

Jugadores al suelo del autocar...

Tras la comida y un breve descanso, el equipo tenía que ir a entrenarse. La directiva madridista con el presidente Ramón Mendoza a la cabeza, valoró si merecía la pena pisar San Paolo o era mejor quedarse en el hotel sin realizar el entrenamiento clásico de vísperas. Se incrementó la protección policial y para allá que nos fuimos. Y escribo en plural porque los jugadores, técnicos y directivos iban en un autobús y la Prensa, justo detrás, en otro. Eran todavía los tiempos en los que tirios y troyanos viajábamos juntos en el avión y compartíamos hoteles.

La llegada a San Paolo fue relativamente tranquila. El ambiente en la gran explanada del estadio se notaba cargado, pero la entrada fue rápida y sin incidentes. Nada especial durante el entrenamiento. El postre estaba a la salida. Cuando se apagaron los focos del escenario del partido, la zona quedó medio en penumbra y con la nocturnidad como aliada comenzaron el lanzamiento de objetos contra los autocares de forma indiscriminada. Unos contra el 'oficial' y otros contra el que ponía 'Press'. Huevos, piedras, botes... Hasta que una luna del 'bus' de los jugadores cedió y se hizo mil pedazos. Consta que varios jugadores se tiraron al suelo y de allí no se levantaron hasta llegar al hotel. Nunca se llegó a saber quienes habían sido, pero a lo mejor no se tiraron todos porque no había espacio material para hacerlo.

Al regreso al hotel Medusa, la fiesta estaba preparada. Algunos habían seguido al equipo en los 'motorini' desde el estadio y los locales de Castellmmare y los alrededores esperaban a pie de establecimiento, ante la pasividad de las fuerzas del orden que incluso se reían y hacían broma sobre la situación. Mientras se celebraba la cena, comenzó la serenata. Lo importante, en ese momento de la noche, era hacer ruido. Cánticos y sonidos de los cláxones. Cacerolas, sartenes, choque de tapas como si fueran platillos, algún que otro bombo... A una hora prudencial, medianoche, la Policía comenzó a desalojar la zona. Al menos, a alejar a los cientos de 'tifosi' de la zona más cercana a la fachada donde daban las habitaciones de los jugadores. Muchos se fueron, pero volvieron pasadas unas horas.

¿Y mientras sucedía todo esto la concentración madridista, qué sucedía en la del Nápoles? Pues silencio absoluto en el Centro Sportivo Paradiso para disgusto incluso del mismísimo Diego Armando Maradona, que antes del entrenamiento, había querido hablar con los cuatro periodistas españoles que nos acercamos a verle. "Repito, no es la guerra. Es un partido. Se está dramatizando todo mucho. Llevamos encerrados desde el lunes por la tarde y volvimos de Pisa el domingo por la noche. Se me está haciendo eterna la espera, me recuerda a la víspera del partido de semifinales del Mundial contra Inglaterra. Además este Centro se parece a Alcatraz...".

Butragueño silenció San Paolo

El día del partido fue todo más tranquilo, al menos cerca del hotel de concentración del Real Madrid. El único incidente fue que algunos violentos hicieron explotar una de las taquillas del estadio donde estaban las pocas localidades que quedaban por vender y se habían guardado para el último día. Nápoles y sus alrededores vivieron 'la partita' con pasión y entusiasmo desde primeras horas de la mañana. Era su primera vez en la Copa de Europa y el rival era el club con más 'orejonas', seis entonces. El barrio 'español', el Castel Nuovo, las cercanías del estadio... Todo en ebullición con el Vesuvio de espectador de excepción.

Maradona, al fondo, con varios jugadores del Real Madrid, en el minuto de silencio,  Europa Press
Maradona, al fondo, con varios jugadores del Real Madrid, en el minuto de silencio, Europa Press

Había existido una gran polémica entre los aficionados locales porque el club había aumentado demasiado el precio de las entradas, de 28.000 a 35.000 liras las más económicas. Oficialmente al partido acudieron 85.000 aficionados, pero los periodistas italianos aseguraban que entre el 'mercado negro', las entradas falsas y los que sobornaban a los porteros, en San Paolo entraron sin 'billete' cerca de 10.000 personas. La recaudación ascendió al cambio en pesetas a 600 millones.

El duelo en sí tuvo poca historia. Beenhakker formó con: Buyo; Chendo, Tendillo, Sanchís, Solana; Míchel, Gallego, Martín Vázquez, Gordillo; Butragueño y Hugo Sánches. Mino y Jankovic entraron por Gallego y Martín Vázquez. En el Nápoles, jugó Renica, el central alcanzado por la arandela tres días antes en Pisa. Y al lado de Maradona estuvieron Careca y Giordano. La efervescencia del estadio se apagó antes de lo esperado. Creció hasta el éxtasis con el tempranero gol de Francini de cabeza y se difuminó con el empate de Butragueño a dos minutos del descanso. La segunda parte fue muy tranquila. San Paolo se rindió y su equipo también. El Real Madrid mezcla de la Quinta del Buitre (Sanchís, Míchel, Butragueño, Martín Vázquez) y la quinta de los machos (Hugo Sánchez y Gordillo) era muy superior.