Marcelo reconoce ante Valdano tres verdades incómodas que pocos futbolistas quieren aceptar

Marcelo ha dejado el fútbol y, no sé por qué, se ha enfrascado en una gira mediática. El otro día estuvo en "La Revuelta", con David Broncano, y la verdad es que se le vio suelto y cómodo. Esta semana, Movistar Plus + publica una larga entrevista con Jorge Valdano, mucho menos disparatada, pero más profunda en los aspectos futbolísticas. Al fin y al cabo, aparte del tópico del brasileño saleroso con los pelos revueltos, estamos hablando del jugador que más títulos ha ganado con el Real Madrid en toda su historia. La mayoría de ellos, como titular indiscutible.
Casi veinte años después de su fichaje por el club blanco, resulta hasta divertido ver a ese Marcelo con el pelo rapado al cero, cara de niño y sonrisa siempre en la boca. El adolescente llegado del fútbol brasileño llamado a ser el sucesor, ni más ni menos, que de Roberto Carlos. Valdano, que es un hombre generoso, llega a asegurar que hay un debate sobre si el mejor lateral izquierdo de la historia es él o el propio Roberto Carlos. Marcelo, mucho más realista, le da todo el protagonismo a su compatriota.
Y hace bien. No ya porque Roberto Carlos fuera mejor o peor, que no hay que hacer de todo un ranking en esta vida… sino porque, sin Roberto Carlos, Marcelo no habría sido posible. O al menos no habría sido posible en el Real Madrid. Roberto Carlos educó al Bernabéu en todas las características que traería después Marcelo a su banda: una cierta indisciplina defensiva compensada por carreras inopinadas en ataque destinadas a crear el caos y romper cualquier táctica enemiga.
No es que la relación de Marcelo con la afición madridista fuera siempre fácil… pero si no se complicó más fue por el antecedente brasileño. Con Marcelo en el campo, como con Roberto Carlos, pasaban cosas. Cosas buenas y cosas malas, pero no hay nada que deteste más el público del Bernabéu que el aburrimiento del pase preciso y la posesión larga y plana. Marcelo lo entendió pronto y acabó de capitán, que no es poca cosa en un equipo de esa envergadura.
Crecerse ante los silbidos
Volviendo a la entrevista, hay tres cosas que dice Marcelo que me parecen básicas en la carrera de todo futbolista -de todo deportista, en general- y que no son nada fáciles de admitir a poco que uno tenga algo de ego. La primera es la importancia del factor suerte. Marcelo lo reconoce: tuvo suerte. No se lesionó nunca de gravedad. Consiguió oportunidades en momentos difíciles por molestias de otros compañeros. Su cuerpo aguantó durante diecinueve años un ritmo imposible.
Valdano le insiste en que, para eso, hay que cuidarse y hay que tener talento. Sí, eso es una obviedad. Si me dan a mí la suerte de Marcelo, la que lío es poca. Pero el brasileño no se baja del burro: ha visto a gente con más talento y menos fortuna. Tal vez puede que confunda fortuna con constancia, que a veces se parecen, pero es bueno oír a una estrella, a un ganador de todo tipo de competiciones, asumir que no es especial, que no es un enviado de los dioses para iluminar el césped con su fútbol.
La segunda verdad incómoda es la responsabilidad que tiene todo jugador, especialmente de determinado nivel, con su club y con el aficionado. Marcelo pone un ejemplo muy gráfico y que se entiende muy bien: "En el momento en el que un niño se peina como tú, tienes que cuidar mucho lo que haces en tu vida privada". Lo quieras o no, te has convertido en un referente que va más allá del fútbol. Eres un ídolo en la cultura pop y, aunque suene injusto y probablemente disparatado, te has convertido en ejemplo para miles de personas.
Lo mismo sucede en el campo: si te pitan, si te abuchean, si no reconocen tu trabajo porque has cometido un error después de varios aciertos, te aguantas. Eso es el Real Madrid, reconoce el brasileño. "Me gustaba que me pitaran, porque eso quería decir que sabían que lo podía hacer mejor". Es una manera de pensar que, sin duda, te va a hacer mejor futbolista. Aparte, vence la tentación de culpar a la prensa de ningún mal. "Las críticas de los periodistas no me afectaban, solo las de los aficionados", dice, pero sin maldad, no como un ajuste de cuentas, sino como un hecho objetivo: él se debía a su club y a sus socios. Y estos podían ser incluso más duros que cualquier columnista del Marca.
La importancia de escuchar un “no”
El último punto a resaltar es el elogio constante a la estabilidad. Marcelo dedica mucho tiempo a hablar de su mujer, con la que lleva desde los dieciséis años. Habla de la paciencia que tuvo para dejar a un lado su carrera como actriz y de lo mucho que le ha ayudado a tener los pies en la tierra. Esto puede resultar un poco carca, pero tengo la sensación de que la estabilidad emocional es muy importante para el éxito de un futbolista. Alguien que está a gusto en su casa es alguien que no pasará demasiado tiempo fuera de ella y que podrá centrarse en lo que debe. Obviamente, excepciones hay a puñados, pero Marcelo no es una de ellas.
Más allá de lo puramente sentimental, la estabilidad tiene que ver también con los amigos que te rodean. Valdano se queja de los "séquitos" actuales de muchos futbolistas, incapaces de decirles la verdad, sea porque directamente cobran de ellos o porque viven a su costa a base de regalos y préstamos. Marcelo sabe de lo que le hablan. No hay como ser joven y rico para que se te peguen todas las sanguijuelas. Es necesario rodearte de la gente que sabe decirte que pares. Que esto no lo estás haciendo bien. Que te has equivocado en el campo, que pasas por un mal momento, que debes centrarte…
Del mismo modo, es bueno que tu entorno te cuide fuera del césped: no tomes esto, no tomes lo otro, vete a la cama pronto… Que no te lleven por el mal camino, que diría una madre o un padre. Por ejemplo, el propio Marcelo, ya a los cuarenta años, guiando la carrera de sus hijos, en especial el mayor, sin demasiadas intromisiones, pero sin excesivos compadreos. El talento los llevará hasta cierto punto, pero a partir de ahí ya saben: salvo que seas un elegido, el resto es suerte, responsabilidad y escucha. El ejemplo lo tienen en casa. Ojalá lo aprovechen.