El click que sacudió a Marcos Llorente y que se confirma con el primer gol del resto de su vida
El rojiblanco marcó ayer el primer tanto tras su paternidad.

Marcos Llorente es uno de los futbolistas más genuinos del fútbol español. Y seguramente del europeo. A sus recién cumplidos 30 años acaba de ser padre por primera vez con su pareja de toda la (corta) vida del futbolista, con la que empezó siendo un adolescente. En cuanto su zapatazo besó la red fue corriendo a por el balón porque el 4-3 no era el mejor resultado. Pero le dio tiempo a girarse a la cámara de detrás de la portería para dedicarlo con el nuevo gesto de celebración de goles. Antes era entrelazar índice y corazón dedicado a su mujer. Ahora el índice se cuela en la mano contraria, como quien alude a un hogar seguro, donde nada malo puede pasar. Como ese bebé que instintivamente agarra los dedos de sus padres.
Llorente lleva años siendo un adelantado a su tiempo en cuanto a la preparación deportiva. Se ha rodeado de un entorno muy profesional al que exige y le exige para estar siempre, como mínimo, al 100%. Preparador físico (Adolfo Madrid), terapia de Psiconeuroinmunología (Regenera), alimentación (su padre le llevaba comida desde Madrid a Vitoria cuando estaba cedido), descanso… Ya es un autodidacta en algunas de ellas. Y un faro para compañeros y rivales que le buscan para encontrar rumbo. Él no se presta con cualquiera. O ve del otro lado determinación o nada. Que se lo pregunten a Deulofeu.
Sin embargo, hubo un cambio en su vida, un click que no fue automático pero que con perseverancia ha ido funcionado. El de celebrar los éxitos. Y la vida. Marcos debutó con el Real Madrid y se fue para casa a descansar. Nada de fiestas. Poca alegría. Espíritu espartano. Los que le guiaban le hicieron ver que cuando se consigue un hito hay que festejarlo. Que pocas cosas hay más sanas, aunque se cometa algún exceso. Ahora él se lo aconseja a los demás. Hay que celebrar. Reunirte con quienes te quieren. Compartir la alegría. Al día siguiente, con más ganas de repetir. Para poder volver a celebrar.
Marcos lleva años ya instalado en la elite, pero el camino no fue fácil. En el Madrid sufrió el ostracismo de Zidane. Por él casi se fue tras volver del Alavés. Aprovechó su marcha en 2018 (y la de Lopetegui meses después) para hacerse un hueco con Solari. Llegó a sentar a Casemiro. Para ello tenía que dar el 120%. Su cuerpo no aguantó en esta ocasión por mucho que nunca bajara los brazos en ese año y pico de grada y banquillo. No perdonaba una sesión. Ni en Valdebebas ni en casa. Al final de temporada volvió Zidane. Y se tuvo que ir.
Han pasado casi seis años. Ahora, con casa construida en La Finca, y con el nido ya con Amor, su bebé de apenas un par de semanas, Marcos sigue compitiendo al máximo, pero ha aprendido a vivirlo de otra manera. No vive para trabajar. Más bien al contrario. Esa exigencia le hace feliz más allá del césped. Le motivan las inversiones y los proyectos que ayudan a cambiar el mundo según su visión. Es tan particular y valora tanto su vida de no futbolista que no parece que tarde mucho en retirarse. Y que si llora no será de pena.
Si ya le costaba viajar para jugar a domicilio por tener que irse de casa, ahora es exponencialmente más duro. Pero la energía cuando entra por la puerta debe multiplicarse también. Anoche lo hizo tras marcar el primer gol del resto de su vida. Seguro que ya hay plan para celebrarlo con sus más íntimos. Una chuleta, un buen vino y una inmejorable compañía. Empezando por su recién nacida.