Marcos Rodríguez, el eterno capitán: se retira con 53 años tras cuatro décadas vestido de corto y compartir minutos con su hijo en el equipo de su vida
El emblemático jugador del Iberia CF de San Miguel (Barreiros) cuelga las botas después de, en su último partido, ponerle el broche final a su carrera futbolística con la consecución de la Copa Diputación en el mítico estadio del CD Lugo, el Anxo Carro.

El fútbol modesto, de barrio, de pueblo o de pertenencia a tu localidad natal no es el objetivo apuntado por los flashes de las cámaras. No tiene las infraestructuras de los equipos de élite y tampoco sus recursos económicos y exposición. Aunque, en ocasiones está nutrido de historias tan únicas, irrepetibles y complicadas de explicar que atraen la atención sin que ese sea su propósito.
Esta historia comienza en Galicia. Y, más concretamente, en una localidad de la provincia de Lugo colindando con la costa cantábrica, San Miguel (Barreiros). Es el punto de partida de nuestro protagonista en su hoja de ruta vital y futbolística. Marcos Rodríguez Rañón nació, se crio, estudió, trabajó, formó una familia y, además, protagoniza una fábula futbolística digna de transmitir, o más bien, obligatoria de leer.
Él y el Iberia C.F., equipo de su lugar de procedencia, representan la lealtad, el sacrificio y el compromiso. El capitán comenzó a dar sus primeros pasos con una pelota de fútbol sala por la falta de jugadores de temprana edad para conformar plantillas en su localidad, pero una vez pudo acceder a las categorías inferiores del club de San Miguel con 12 primaveras, no ha soltado nunca la camiseta albiazul. Ha vivido apegado al terreno de juego toda su vida y el paso imparable del tiempo, que pasa para todos, le ha obligado a colgar las botas con 53 años tras 40 primaveras vestido de corto.
Su función fue más allá de guiar a sus compañeros en cada partido con el brazalete en su brazo izquierdo, también tuvo que vestirse de directivo. Jugar durante cuatro décadas, cumplir los 50 agarrado a un balón y con el mismo equipo no fue suficiente para nuestro protagonista. Ganaba duelos aéreos, metía goles, iba a la oficina a trabajar -porque no podía comer del fútbol-, cuidaba de su familia y era parte de la dirigencia del club.
Inicio su travesía como un niño, evolucionó a capitán, cumplió un sueño como padre al jugar con su hijo en el Iberia y no huyó ante las adversidades, al contrario, se calzó el mono de trabajo y se puso a pelear en los despachos. La historia de Marcos comienza con una pelota y termina con una pelota. Ha protagonizado un largo camino repleto de anécdotas de admiración como futbolista y como persona. Y, vamos a comenzar por lo más importante, por lo segundo.
La necesidad del club le convirtió en directivo y futbolista al mismo tiempo
El pueblo tiene curiosidades, paisajes y playas que hacen que el turismo se redirija al norte de la Península en el solsticio de verano y aumente con el paso de los años. En cambio, la realidad es otra. La localidad natal de nuestro protagonista cuenta regularmente con 600 habitantes censados y con un club con una existencia cercana a los 100 años desde su fundación en 1928, el Iberia CF. Ser centenario no asegura tu supervivencia. La viabilidad de la entidad ha peligrado por falta de jugadores en varias ocasiones y ha navegado toda su historia en divisiones regionales y en Preferente Autonómica. No cabe duda de que es complicado situarlo en el mapa, no es muy famoso que digamos. Esto es fútbol por amor al fútbol, alejado de la riqueza y de la popularidad.
Y nadie representa mejor a esta entidad y ha estado años y años al pie del cañón con una insistencia inagotable para mantener el barco a flote que Marcos. Porque germinaron circunstancias que provocaron que se pasara del esplendor deportivo a la incertidumbre de la subsistencia alguna que otra vez. Tras cuatro temporadas en Preferente y un fallido ascenso a Tercera División, la mayor cima alcanzada por el equipo, el club entró en una crisis económica y el emblema del Iberia tomó las riendas hace más de 15 años para gestionar un descenso administrativo y no desaparecer.
El Iberia C.F. estaba en horas bajas y Marcos agarró el timón para encauzar la situación. Se visitó el traje de directivo para poder vestirse de futbolista con la camiseta albiazul, así lo cuenta él mismo: "El antiguo presidente metió mucho dinero y fichó gente de fuera, pero cuando acabó su periodo todos los jugadores que trajo se fueron y no quedó nada, sólo quedábamos dos o tres. Fue un momento muy crucial y muy dramático, tuvimos que buscar gente nueva para poner el club en marcha y pedimos que nos descendieran administrativamente a Primera Regional. No podíamos hacer frente a los sueldos del antiguo presidente"
Pero, su pasión y amor es la práctica del deporte. Ir al vestuario, compartir momentos con los compañeros del equipo y disfrutar corriendo sobre el verde del césped. Las circunstancias generaron que ocupara más roles que el de futbolista para asistir y ayudar a coger aire al club de su vida. "A mí lo que me gusta realmente es jugar y entrenar, lo que hago de directivo es para que esto siga funcionando, a mí no me gusta. En el pueblo, somos cuatro amigos sino lo haces tu, no lo hace nadie", apuntaba.

El sentimiento de pertenencia
El arraigo y el sentimiento de Marcos hacia el Iberia fue inculcado por su padre. Una historia contiene diferentes factores que van guiando la trama por una vía o por otra. Y el cariño y la complicidad del capitán con su equipo fue fidelizado desde el calor de su hogar. Su progenitor ya había portado la camiseta de rayas blancas y azules anteriormente.
Con la edad de un chaval, que ahora se ve lejana por las canas, la curiosidad del joven futbolista se encendió después de que el Ribadeo, pueblo cercano y con más solvencia económica y poblacional, tocara la puerta de la familia Rodríguez. Las dudas asolaban sus sueños. En cambio, su padre erradicó cualquier atisbo de duda al instante, así lo cuenta con tono jocoso Marcos: "Después de tanto insistir y tanto insistir, casi les dije que si, pero le llegué a mi padre y me dijo, 'tu mientras vivas aquí no vas a jugar en ningún otro sitio', se me quitó la duda enseguida"
La respuesta fue la idónea. El tiempo le dio la razón a su padre. Su constancia, esfuerzo, trabajo, amor por el deporte del balompié y el Iberia C.F. es un ejemplo de vida. La admiración de sus vecinos y compañeros por su compromiso con el equipo durante cuatro décadas no tiene techo. "Para el pueblo, amigos y gente del Iberia es un símbolo. El club no volverá a tener nunca más en su historia a alguien como él", declaraba Suso, amigo y compañero de vestuario durante 15 años.
One club men, el capitán es hombre de una sola camiseta. El blanco y el azul han permanecido sobre su piel desde su formación hasta el último duelo en el aire contra sus adversarios. Y su longevidad es admirable, incapaz de inmiscuirse en el pensamiento de sus allegados ¿Cómo lo pudo hacer? Él nos lo cuenta con la mayor naturalidad del mundo: "El fútbol me valía como válvula de escape, pero yo con 28 años no me imaginaba estar jugando hasta los 40 y pico. Y, año a año, año a año, yo este año me encuentro bien, voy a seguir, así eran todos, me veía bien, era inconsciente"
Con 53 años sobre sus piernas, una cifra inigualable dentro de un terreno de juego, ha seguido siendo importante. Ha liderado la zaga con firmeza y hasta con goles. Su polivalencia y olfato goleador fueron consecuencia de haber ocupado todas y cada una de las once posiciones del campo, hasta de portero. "La posición en la que empecé y más me gustó fue mediocentro y las posiciones de arriba de tres cuartos de campo, marcaba 10 o 12 goles. Jugué ahí la mayor parte de los años, pero luego con algo más de 30 comencé de central y perdí lo de inventar con el balón en los pies. La excusa fue que sacaba bien el balón jugado desde atrás y que la forma física es más fácil mantenerla en esa posición", relataba el futbolista.
Su aportación y su amplía experiencia han sido fundamentales para el éxito del grupo. Ganar, ganar y ganar en este relato no es la meta principal. Aunque, cerrar una relación tan larga proclamándose campeón de la Copa Diputación, como capitán, con los que van a ser sus últimos compañeros de vestuario y elevando el trofeo a el cielo nublado característico gallego, ha sido un cierre de carrera impensable para el emblemático futbolista de "As Valgas" (estadio del equipo de Barreiros).
Las lágrimas descendían de la emoción, no podía creerlo. Tantos y tantos lustros y en su derradeiro partido la moneda cayó de su lado. "Fue un premio muy grande, no lo podría haber imaginado nunca. Es que no tengo palabras para lo que sentí en ese momento, es una inmensa felicidad. La retirada soñada sin ninguna duda y más en un estadio como el Anxo Carro (estadio del CD Lugo)", comentaba emocionado.

Familia y fútbol; el sueño de jugar con su hijo
Aunque, antes de tocar metal con el club de su vida, logró otro sueño igual de especial. Jugar y compartir camiseta con su hijo Jorge. El joven futbolista alberga en su trayectoria vital 17 años, debutó con 16 con el primer equipo y juega en las categorías inferiores del club de San Miguel. Igual que Marcos en sus inicios. Más de tres décadas de diferencia se unieron por la pasión hacia un balón.
Sino es tu principal ocupación, el fútbol es complicado de compaginar. Trabajar siendo director de una oficina bancaria y educar a dos hijos, a la vez que juegas, es casi tarea imposible. Pero, correr de un lado al otro del césped detrás de un esférico actuaba como su válvula de escape. Esa ventana abierta le permitió continuar hasta cumplir el sueño de disputar minutos junto a su hijo. " Cuando comenzó a crecer, pensé molaría jugar con él, y cuando llegó el momento los nervios estaban ahí. La primera vez que jugamos entramos los dos juntos, pero de la que tengo más recuerdo es de otra. Yo estaba en el banquillo y él jugando, y cuando llegó el cambio le tocó a Jorgito y pensé, si lo abrazo ya no salgo a jugar, empezaba a tener lágrimas en los ojos (de la emoción), entonces, nada, chocamos las manos y salí a jugar", añadió Marcos sobre compartir camiseta junto a Jorge.
Jorgito, como llaman a su hijo, desde que se vistió de corto, estaba predestinado a vestirse la camiseta del Iberia junto a Marcos. Las palabras del joven jugador describen sus primeros pasos con un balón en los pies alrededor de la figura de su padre: "Verlo en el campo de As Valgas siempre me ayudó a que me gustara aún más el fútbol. Y cuando empecé jugar, la gente afín al club me decía que tenía que llegar para jugar con él, que él tenía que aguantar. Me metían algo de presión"
La pretensión de jugar junto a su "niño" se hizo de rogar. La parte oscura del fútbol, las lesiones, se cebó con Jorge. Una rotura de ligamento cruzado y de menisco provocó que se alargara la cita. Marcos se mentalizó para persistir y jugar una campaña más hasta los 53 años, que se dice pronto. El reloj no se detiene y las complicaciones aumentan. El veterano jugador recuerda la némesis de sus últimos años: "Hasta los 50 me sentía bien, pero luego ya notaba mucho mas el tema físico, jugaba un partido y me costaba recuperarme varios días, yo al día siguiente de un partido no podía ni trotar. La recuperación es lo que más noté con el paso del tiempo"
Mientras tanto, ante la inminente coincidencia de padre e hijo en un terreno de juego, los nervios del debut estaban en la cabeza de Jorgito. Nada podía salir mal después de haber sufrido una lesión tan dura. El día se había hecho esperar, pero ya estaba ante sus ojos. Así contaba el joven jugador su emoción al jugar con Marcos: "Estaba acojonado, muchos nervios. Mi padre me trató como uno más, pero me tranquilizaba y me daba consejos para jugar cómodo"
En la última campaña de Marcos salió todo a pedir de boca. Por fin se hizo realidad el junte de ambos con la casaca del Iberia en el mismo césped. Uno ha finalizado su camino y el otro va tras las marcas del recorrido con la rúbrica de su padre por los campos gallegos. Así lo confirmaba el hijo: "Por culpa de mi padre voy a intentar estar en el Iberia todo el tiempo que pueda"

Los tiempos cambian y las costumbres también
Todo tiene fecha de caducidad y los cambios son incontrolables. Marcos ha vivido en sus propias carnes como su perspectiva en un campo de fútbol ha mutado de la efusividad y el descontrol de la juventud, a la experiencia y a la pausa de la veteranía. Y, a la vez que evolucionaba él, también sucedía lo mismo sobre el verde, así lo narraba;: "Había mucha más entrada dura, menos fútbol, la gente estaba menos preparada físicamente. Había mucha más agresividad, te avisaban con un toquecito al principio de cada partido. La gente ahora está mucho más preparada y se disfruta mucho más"
La vida va más allá de un vestuario, un entrenamiento y un partido. Van surgiendo nuevas formas de vivir respaldadas por los avances tecnológicos o la globalización. Y el capitán durante ese recorrido va creciendo. Ha pasado de tener 20 años a 50. Comenzaron a surgir cambios externos que se encontraba y no entendía mucho, involuntariamente, en su día a día rodeado de las nuevas generaciones del Iberia. Marcos quiso recalcar, "La música que ponen no me gusta nada"
Además, su vida en el Iberia ha ido rotando constantemente. Sus amigos se retiraban y el proseguía con las botas de fútbol en sus pies. "Yo antes jugaba con mis amigos de toda la vida, era una piña. Ahora con las nuevas generaciones, cada uno habla de sus temas, muchas veces no se de lo que hablan (se ríe), pero tienes que adaptarte. Ellos se meten mucho conmigo, siempre con mis gestos, con mi ropa y con una camiseta del 92 que me pongo en todos los partidos, domingo tras domingo, como una superstición", concluía.