Messi o morir dos veces
Lo más terrible de las cosas que le suceden a uno en la vida son casi siempre las que no suceden, pero imagina. Aquellas que están ahí, enrolladas en el cerebro esperando el momento de convertirse en algo más y uno las termina trasladando a la realidad, asumiéndolas como parte de su día a día. Leo Messi ha matado dos veces al aficionado, pero la segunda lo ha hecho sin hacerlo, apretando un gatillo imaginario que ha golpeado al culé. Lo peor de morir dos veces es que la segunda ya no es posible, salvo que sucede.
¿Por qué hay tanta gente hundida con algo que no ha sucedido? Al fin y al cabo, Leo Messi se va de un equipo a otro, pero del FC Barcelona ya hace dos años que se fue. El Barça ha ganado su primera Liga en cuatro años con un Messi de mirada perdida en París, abstraído en un universo que lo ha señalado como culpable, que ha olvidado toda su grandeza, desterrándolo al patíbulo de la normalidad. Es un Barça hinchado en orgullo, con una columna de jugadores jóvenes con hambre de títulos y veteranos que insuflan alegría; es un Barça orgulloso de sus heridas que te cuenta cómo regresar del infierno. Y aún así, duele.
Y lo hace porque, en el fondo, la cicatriz que dejó Messi nunca se curó, sino que siguió supurando un hilo de nostalgia que ha terminado por ahogar al aficionado una vez más. Para muchos ha sido como volver a la escena del crimen, sin venda en los ojos a la vez que observaba la retransmisión de una nueva ruptura día a día, minuto a minuto. Estamos en la era de los mejores (no) fichajes de la historia y el aficionado está en un punto de histeria colectiva por comprar lo que más le convenga que lleva a las historias a puntos en los que, seguramente, nunca han llegado.
Paradójicamente, la no llegada de Messi ha sido un parto. Un parto inverso en el que el hijo pródigo de la culerada se ha negado a salir, regresando allí donde el culé ya lo había enterrado. El parto más largo de todos. En realidad, y siendo sinceros, poco importa. ¿Acaso Messi no sigue siendo patrimonio de todos los aficionados azulgrana? ¿No sintieron, aunque solo fuera un poco, el Mundial como suyo? Que Messi esté o no era una cuestión de higiene, de reconciliación con uno mismo, un acto privado que tenía eco. Messi seguirá siendo del Barça, y el Barça seguirá siendo Messi, por muy lejos que esté, por muchas muertes que haya.
Creo que es imposible analizar sin sentimentalismo el regreso frustrado del argentino. No hay nada de fútbol por mucho que se hable de cuadrados, de goles o asistencias. En realidad, esta performance siempre fue algo emocional, necesaria para todos; para los culers para sentirse cerca de su despedida, de notar que la herida cerraba, y para Messi sintiendo el cariño de quienes siempre le apoyaron. Que el Camp Nou corease a Leo aunque él no estuviese fue, en realidad, la prueba más grande de que su retorno no importaba. Importa pensar que puede suceder. Como las mejores cosas en la vida, lo maravilloso es lo que cada uno mantiene intacto en su cabeza, allí donde nadie puede entrar.