El Sevilla europeo y Mendilibar aseguran un equipo competitivo

En esta ocasión la derrota no deja, o no debería dejar, cara de tonto, ni de impotencia, ni de haber sido inferior al contrario. Si acaso te puede dejar cara de algo, es de pena por no encontrar el premio a todo el trabajo realizado y al buen juego desplegado. Ya no debería caber la menor duda de que la mezcla del Sevilla europeo y de un técnico como Mendilibar te asegura tener un equipo competitivo. Son el hambre y las ganas de comer. Piensan igual, sienten parecido.
No debe ser fácil afrontar una final de la Supercopa como lo hizo el Sevilla. Primero por el rival que tenía enfrente, a pesar de las ausencias de Bernardo Silva y De Bruyne, y después por sus circunstancias internas. Rendir a ese nivel, tutear al todopoderoso equipo de Pep cuando muchos de tus jugadores no saben qué va a ser de ellos el 1 de septiembre no debe ser agradable.
Bono jugó sabiendo que era su último partido con el Sevilla. En-Nesyri conociendo que su futuro también está fuera del Sánchez Pizjuán en cuanto llegue con una oferta de 20/22 millones. Acuña se puso el dorsal 19 con el convencimiento de que si el Aston Villa duplica su oferta puede tomar el camino de Birmingham. Montiel salió el rato que salió pensando que con Juanlu la competencia para jugar en este equipo sea multiplica y que lo mejor para él puede ser aceptar alguna de las ofertas que tiene. Poco más o menos era la situación de Rafa Mir...
A pesar de todo ello, el Sevilla compitió como sabe competir. Mendilibar, con sus jugadores enchufados de por sí, solo tuvo que dedicarse al discurso táctico. Sin estridencias. Todo lo más sencillo posible. Defender y atacar. Con su ocupación de los espacios de siempre, ese elástico 1-4-2-3-1 que se repliega y se despliega como un acordeón. Conjunto corto. Líneas juntas. Ayudas, apoyos, vigilancias... todas las armas defensivas que se deben utilizar cuando el rival, sobre el papel, es superior.
Pero el Sevilla no solo defendió bien. Atacó mejor. Hasta el punto que tuvo más oportunidades de gol que su enemigo. Con transiciones rápidas y en jugadas combinativas, no patadones sin sentido, que sorprendieron a un City que nunca se sintió cómodo en el partido. Ni siquiera cuando recibió las medallas y el trofeo.