"El mítico Jacinto Elá", como le llama Xavi: el MVP mundial con 14 años y niño Nike que cogió asco al fútbol con 26
El que fuera joya del Espanyol, de la Sub-19 y Southampton en los 90', relata por qué se plantó y pasó a ser escritor y formador.

Suele decirse que el fútbol no tiene memoria. Y, a veces, lo que falta es respeto.
Hace días dije en la redacción que me ausentaba porque iba a entrevistar para un reportaje, éste en concreto, a Jacinto Elá (Añisoc, Guinea Ecuatorial, 1982), y la reacción no fue la esperada: algunos compañeros me miraron con compasión mientras googleaban su nombre y hasta pensarían que iba a perder el tiempo. En parte, les comprendo. Pese a ser de la misma quinta y habernos enfrentado en un campeonato de España, yo mismo había olvidado que este extremo fue elegido mejor jugador del mundo con 14 años, que Nike le vistió durante un lustro como a un niño prodigio, que es internacional con dos países, que presume de ser el primer español menor de 20 años en ser reclutado por la Premier y que... mandó todo a paseo a los 26.
Ahora que imberbes como Lamine Yamal, Bryan Zaragoza y hasta un recién llegado como Marc Guiu son noticia por su talento y precocidad, aquí un claro ejemplo de que conviene manejar bien las expectativas. Lo cuenta alguien que compartió vestuario con Le Tissier, Arteta, Torres, Valdés, Moisés Hurtado y tantos otros, y que acabó en Segunda Regional aliviado y como mero hobby... "Mi carrera fue de las más efímeras de la historia y de las más apasionantes, aunque no me di cuenta en el momento, porque fue pasar de jugar en el equipo de barrio a ser nombrado MVP mundial en el Espanyol en una Nike Premier Cup. Es normal que la gente no se acuerde de mí. Casi nadie me vio en mi mejor momento. Como en los noventa no había internet... Se podían haber hecho buenos highlights de esos virales. Hubiera sido noticia en mi época y no lo fui. Al contrario, desaparecí del mapa", reconoce este cuarentón con trazas de adolescente que "cogió asco" al balón hasta el punto de aparcarlo.
Aun así, le enorgullece mirar al pasado: "Me ha costado hacerlo como una década. Me da más nostalgia la etapa de la cantera que la profesional. Hay cosas que obvié durante 15 años. No iba pensando en que era el mejor. De hecho, era un lastre, porque la gente, a raíz de eso, esperaba que cogiera la pelota e hiciera virguerías para complacer a los demás. Y me di cuenta que mi estilo no era ése y lo olvidé".

Desde que pasó de futbolista a simple aficionado, ha hecho de todo en la vida y siempre con una sonrisa. "Al fútbol jugué gratis bastante tiempo porque no me pagaban a tiempo. Como empecé a lo grande, sueñas con lo mejor. Sobre todo si fichas por un equipo como el Southampton con 19 años. Mi mejor momento futbolístico fue allí. Triste que fuera tan joven. Era un mundo profesional 100%. Había mejorado mucho, pero estaba en un periodo de aprendizaje con los reservas y no tenía oportunidades en el primer equipo. Realmente nadie me veía. Y me dolió. Desde entonces, todo lo que me vino después era dar un paso atrás, aunque no lo fuera. Empiezo a darme cuenta de que puedo ser profesional cuando comienzan a pagarme, con 16 años. Dices 'ey, ey ey, ¿en serio?'. Pero luego… He tenido que trabajar de todo. De todo".
"No iba pensando en que era el mejor. De hecho, era un lastre, porque la gente esperaba que cogiera la pelota e hiciera virguerías. Y mi estilo no era ése"
Y tanto. La lista de 'curros' es para alucinar: "Mientras estaba en el Premià, los últimos cuatro o cinco meses vendía Thermomix. Sólo vendí dos, una para mí y otra para mi hermana. Luego entré de tripulante de trenes de largo recorrido. Mi función era básicamente despertar en sus estaciones a las personas que viajaban de noche. Me encantaba. Luego pasé a una tienda de informática del centro de Barcelona muy potente, La tienda amable, informática de alto nivel. Íbamos de rollo Apple, pero al final vendíamos las marcas blancas más chusteras. Luego estuve en Patios Abiertos, que consistía en organizar actividades de verano en los colegios. Y luego vendí camisetas Malabona. Las pintábamos mi mujer y yo a mano. Morimos de éxito porque teníamos más pedidos de los que podíamos satisfacer. ¡Qué estrés!".
Ahora ha sido comentarista en SER Cataluña y TV3 e incluso es escritor, con cinco obras ya publicadas: "Y lo seré toda la vida. Voy a escribir libros aunque nadie compre uno, porque no vivo de la escritura sino que escribo porque me da la vida. Y estoy en un colegio, que con eso es con lo que pago las facturas. Soy velador, aunque yo digo que soy ayudador. Ayudo a niños que tienen problemas de aprendizaje o conducta. Y también ayudo a las profesoras para que haya buen ambiente. Es el trabajo que me da de comer, pero es un trabajo que haría gratis, aunque no lo digo muy alto...".
Los motivos del flechazo
Así es Jacinto. El ejemplo que mejor resume su carácter es cómo se produjo el acercamiento de Relevo a su figura para volver a ponerla de relieve. El destino le reclutó en junio con La Cervantina, la selección española de escritores que va representando al país por las ferias del libro que lo solicitan, como la de Fráncfort, Madrid o Roma. Sin casi tiempo para presentarse, se enfundó una camiseta que ya había defendido de verdad desde la Sub-15 a la Sub-19, calentó sin pavonearse y aceptó su rol de suplente con buena cara. Cuando saltó al césped, claro, lo bordó ante Alemania -entre tanto globero- hasta dar el cante: en una internada al área, le dieron por detrás y en vez de dejarse caer en un penalti cantado, se mantuvo en pie e indicó que no había pasado absolutamente nada. En ese momento, extrañado, más de uno preguntó quién era ese delantero que nada tenía que ver con el mundo amateur. Su propia respuesta, ya en el tercer tiempo, fue contundente: "Mi hijo estaba viendo el partido y debo darle ejemplo siempre". Suficiente para perseguir este careo mucho más que el de un jugador top actual de esos agarrados a las frases vacías del "partido a partido".
Jacinto, que se plantó en España con 11 meses y llegó a Barcelona desde Fuerteventura con nueve años -porque su padre se alistó a la Legión extranjera-, aprendió casi todo en la calle. De ahí le viene el desparpajo: "Hace unos meses mi padre me dijo algo que yo no sabía. 'En Canarias éramos unos mercenarios. Estábamos senegaleses, guineanos, marroquíes, de todo, éramos la purria de la Legión, pero para poder daros una vida teníamos que alistarnos para luego tener los papeles en regla en España'. Ignoro mucho de mi pasado. Mis padres se separaron y mi madre se vino a Barcelona porque teníamos bastante familia aquí. Ella, con 27-28 años y tres hijos de ocho, nueve y seis años... Una barbaridad. Por eso me río cuando los padres dicen ahora qué vida más dura. Mi postre favorito eran las natillas y recuerdo que venían en un cartón con una cruz roja. Hasta que no pasaron los años, no entendía que provenían de Cáritas".

Pese a las dificultades en casa, Elá logró centrarse en lo que mejor sabía hacer: golear. Lideró la cantera del Espanyol seis años y pudo viajar y conocer más mundo, una de sus pasiones. Curiosamente, su gen perico no le impidió fijarse en Stoichkov, ídolo culé, para completar su perfil. Si salió del Espanyol, no fue porque quiso: "A mí, para consolidarme en Primera, me faltó quedarme más tiempo allí. No me fui porque quise, sino porque no me decían nada de la renovación. Tenía un contrato de dos años más o tres que firmé a los 17, cuando terminaba juveniles, pero había que estampar la firma y nunca se hizo. Eran 20 millones, luego 40, 60... Al tiempo me dijeron que no podían cumplir con eso. Pasaba el tiempo y entonces llega el Southampton con una oferta de tres años. Y yo me dije 'lo peor que puede pasar es que vuelva hablando inglés'. Luego empezó a debutar un montón de gente de la cantera del Espanyol y yo decía 'hombre, si estaba más cerca de lo que creía". Le queda el consuelo de tener el récord del debut más joven en Europa. Fue con 17 años en la Intertoto.
Pasó de reinar en casa a sufrir fuera. Fue uno de los primeros afectados -y a la vez beneficiados- por la Ley Bosman, ya que la masiva llegada de extranjeros a España cerró el pasó a los canteranos y le empujó a mirar a Inglaterra. Entre medias, se nacionalizó y defendió a la Selección junto a Valdés, Arteta, Rubén González, Riera... "Éramos un equipazo. Iñaki Sáez, de seleccionador. Después de jugar con la Sub-18 y Sub-19, veía que aquello no iba a ir a más. Jamás me llamaría la Absoluta. Siempre quería haber ido con Guinea, pero la primera opción era España. Lo de Guinea acabó dándose y me pilló en un momento clave. Fue cuando estaba en el Alavés B, con Piterman. Y como no cobrábamos, dije 'voy y tengo ingresos'. Fue una experiencia buena pero dura; me pilló fuera de momento. Bastante tenía con remontar mi carrera. A Piterman le recuerdo con cariño porque, cuando quise ir con Guinea, me dijo que sí mientras mi entrenador me decía que no. Sólo por eso me cae bien".

Las razones de la retirada
¿Qué pasó entonces para que Elá lo dejara estando donde estaba?, se preguntarán. Pues una mezcla de todo. Él lo normaliza: "Pasé a ir de equipo en equipo, las lesiones… Podía haber seguido en Tercera, pero ya no era donde quería estar. Cuando me dedicaba al fútbol, había días, sobre todo después de entrenar, que bajaba las persianas, me ponía el Aquí hay tomate hasta dormirme en el sofá. Algo impensable en mí, que he estado hasta hace nada nueve años sin televisión. Imagínate en qué nivel estaba de pre-depresión para tener esos automatismos. Necesitaba ruido. Imagino que para acallar las dudas de mi cabeza: '¿Qué hago aquí? ¿No cobramos?'. El primer equipo está ahí, estoy en el segundo, como en el Alavés, pero el escalón es tan grande que dudas... Te hacen sentir que eres un impostor".
Quién iba a esperar esas debilidades cuando su nombre dio la vuelta al mundo siendo un crío envidiable: "En aquella Nike Premier Cup me dieron un trofeo que es una placa de cartón piedra. Fue en Huddersfield, Mánchester. Participaban 1.500 equipos de todo el mundo, y en la final derrotamos al Dortmund por 2 a 0, marqué un gol. Hice un torneo muy bueno, no encajamos ni un solo tanto y creo que me escogieron a mí, porque yo, cuando marcaba goles, hacía volteretas en el aire. Además de mi carisma, porque lo tenía, mantengo una teoría: Nike, después del Mundial 94, había hecho una inversión enorme en el mundo del fútbol. Era el 96 e imagino que todavía estaban creando la marca, y mi estilo de juego era llamativo para crear figuras, al estilo Freddy Adu, que vino después. Nike me dio tres años de contrato, aunque estuve cuatro o cinco. Me lo quitaron cuando fiché por el Southampton".
"Nike me escogió por mi carisma y porque hacía volteretas al celebrar los goles. Dejaron de darme ropa en el Southampton. Cogí toda su ropa, la tiré u me compre un par de zapatillas de Adidas"
¿Y cómo sucedió eso si iba hacia arriba como un cohete? "En agosto de 2001 llamé a los de Nike. Ya estaba por ahí el hermano de Pep Guardiola, Pere. Era el encargado de Nike en España en Cataluña. 'Pere, que necesito botas'. Y me dice: 'Ya no te podemos dar por no sé qué...'. ¡Pero si he llegado a profesional! Colgué el teléfono, cogí todo lo que tenía de Nike y lo tiré a la basura. Ese día me compré dos pares de botas Adidas porque estaba flipando con Beckham. Llegué a Inglaterra y yo pensaba que Beckham era una muñequita, pero Beckham era un guerrero. Increíble".

Aquella gloria de adolescencia le hizo ser una estrella en el colegio. Destacaba por su poderoso salto de cabeza ("pese a mi metro sesenta y nueve centímetros"), por la velocidad punta ("aprovechaba muy bien el pase en profundidad, aunque en Inglaterra me dijeron que centrara desde tres cuartos, que era lo que hacían ellos, y ahí perdí una de mis virtudes) y por su forma de vestir: "No me fue difícil manejar lo del MVP y la ropa Nike siendo un crío porque nunca me sentí por encima de los demás. Pasé de no tener ropa de marca a tenerla toda. En mi instituto había mil y pico alumnos, entonces podía pasar desapercibido. Pero me llamaban el chico Nike... Luego hice Metal en Formación Profesional... E incluso hice las pruebas de acceso a la universidad y aprobé. No me matriculé porque mientras trabajaba, nació mi hijo [ahora tiene nueve años] y no veía viable dedicar tantas horas. Durante un año fui a la Facultad de Barcelona como oyente, sobre todo a Antropología".
Sabe bien lo que es el racismo
Igual su afición por el estudio de la humanidad, de los pueblos y de sus estilos de vida nació en su primer y duro contacto con Barcelona: "Lo que me encontré al llegar fue una plaga de nazis. Los años 90 estaba petado. Entré a un equipo que se llamaba Sector Sanfeliu y nos daban carnet para ir a ver al Espanyol, en Segunda. Año 94 o así. Tenía que salir del estadio antes para no cruzarme con los Brigadas Blanquiazules, porque nos veían -yo, con 11 años, iba con mi hermano y otros amigos- y desde lejos nos hacían y decían cosas. Me encontré una Barcelona muy agresiva. Por eso digo que ha mejorado mucho el fútbol español. La gente está con el tema de Vinicius y el racismo y no, no hay que equivocarse. Contexto. Antes 100 tíos, 200, 300 gritaban al negro que jugaba y no salía nadie detenido. Ahora gritan cuatro y detienen a seis por si acaso. A mí, jugando, no me afectaba el racismo. Utilizaba la fuerza de los demás en mi favor. Si llegaba en un campo y me insultaban, que se daba el caso, miraba a la grada y sonreía. Sabía que no era personal, intentaban descentrarme. En Cartagena, por contra, llegaron a corear mi nombre. No quería generar envidia, sino admiración".
Su color de piel también le ha dado grandes e impensables satisfacciones: "Hemos mejorado mucho, pese a que hay que mejorar más. Valoremos la tranquilidad de que no te pare la policía, por ejemplo. Yo tuve un momento increíble en Southampton. Estaba en la tienda Topman, mirando ropa. Tenía la costumbre de ir cada sábado a comprarme algo; no para llenar el armario, sino un vacío que tenía dentro. De repente me dice una señora, '¿me puedes decir dónde están las camisetas?'. Y le dije: 'No trabajo aquí'. Y ella decía en inglés: 'I'm sorry, sorry, sorry'. Y le contesté: 'No, no, ni perdón ni leches, es la primera vez que me confunden con un dependiente'. En Barcelona era impensable que en 2001 una persona creyera que un negro trabajaba de cara al público. Estábamos vetados. Ahora sí es posible. Por eso cuando veo a Ansu Fati o a Lamine Yamal en la Selección, digo: 'Yo quería ser ellos'. Quería ser el chico negro que servía de referencia para otros negros que han nacido en España. Mi referente fue Weah. Un Balón de Oro africano de un país tan pequeño como Liberia; lo máximo".
"Cuando veo a Ansu o a Yamal en la Selección, digo 'yo quería ser ellos'. El chico negro que servía de referencia para otros negros nacidos en España"
Elá empatiza mucho con Ansu Fati porque también sabe bien, como ya avanzamos antes, lo que suponen las lesiones. Una muy grave con el Hércules (al que fue cedido por el Southampton cobrando menos de la mitad con tal de jugar) arruinó su progresión. Pero ni en ellas se cobija: "Hay un capítulo en uno de mis libros que se llama Las lesiones son mierdecillas. ¿A qué me refiero? Te das cuenta que una lesión, cuando sales del fútbol, no es nada, porque empiezas a ver que en la vida se puede tener cáncer o puedes trabajar un año con una lumbalgia terrible. Puede pasarte de todo por muy rico que seas. Entonces, lo de que los futbolistas tienen la vida resuelta... Los únicos que tienen la vida resuelta son los muertos, que ya la han vivido. Todos los demás... Mira a Cristiano, vida resuelta, ¿de qué? El calvario de Mánchester, el tema de perder a un hijo... ¿eso es una vida resuelta? ¿Y lo Steve Jobs, es una vida resuelta?
"Después de aquella lesión contra Elche volví a Southampton y luego fiché por el Alavés. Hago la pretemporada con el primer equipo en Segunda, con Quique de Lucas, Téllez, Bonano.... Llega enero y automáticamente no tengo chispa. Mi físico quizás dijo basta por haber estado prácticamente 16 meses sin jugar. Mi cuerpo sufre un apagón. Entonces, me afectó y llevaba el cartelito de lesionado. El Racing de Santander me descartó porque en la resonancia ven imágenes turbias. Son ganas de llorar, mierda de fútbol. En el camino de vuelta a casa le digo a mi representante que no busque más en España, al extranjero. Todo el mundo dirá que estoy lesionado. Y ficho por el Dundee en Escocia. Tenía claro que en España era un lisiado. Y con 22 años que te miren así es doloroso. La lesión no me lastró después. Pero eso explícaselo a los demás", recalca.
De todo, incluso de un calvario, saca una lectura positiva de manera natural: "Si me retiré con 26 años es porque físicamente estaba perfecto. Claro, no me dolía nada. En mi último año en Tercera ya tenía compañeros con una cadera operada con 31 años. Y yo no quería tener esos dolores por todos lados. Si me ha valido el fútbol para algo es para llegar con 41 años en un estado físico tan bueno como para jugar con mi hijo y machacarle. El fútbol no es sano. Ya lo dijo Luis Enrique, cuando estás fuera te lesionas a los dos minutos. No puedes controlar los movimientos, ni siquiera adelgazas. Sólo tienes que ir a los partidos de veteranos para comprobarlo".
El dinero no lo es todo
Evidentemente, a Elá su carrera no le dio para hacer fortuna. Su mayor salario llegó en el Southampton: 85.000, 90.000, 95.000 pounds brutos... "No era pasta, que yo iba con un Chrysler Neon y la gente en el parking de Southampton tenían Porches, Lamborghini, Aston Martin, unos coches increíbles. Yo pensaba que ganaba una pasta y luego, leyendo libros de futbolistas de esa época, excompañeros como un alemán llamado Rosler, veo que había jugadores en dos o tres ligas por debajo ganando 4.000 pounds semanales. ¿Cómo yo estaba ganando 1.200 a la semana? Ahora tengo claro que fui un experimento del Southampton con la Ley Bosman. Entraban los extranjeros, ficharon a un chaval, internacional, le daban 45.000 limpios y si sale mal no pierde nada. En realidad no hicieron una apuesta conmigo. Para nada".

Precisamente eso, los impagos, fueron lo más amargo de su experiencia: "No llegué a aborrecer el fútbol mientras jugaba, aborrecía que me pagaran con meses de retraso. Y me pasó en el Hércules -cuatro meses sin cobrar-, en el Alavés -tres o cuatro-, en el Fundación Logroñés -hasta cinco-, en la Gramanet -igual-. Y dices 'no, no puede ser'. Lo normalizas, pero que te dijeran en el Hércules cada lunes 'vete a mirar el banco, que el lunes pagamos', y nada... Maldito presidente. Sí, sí, he dicho maldito presidente. No se puede hacer eso a una persona. Por eso cogí asco al fútbol, porque están engañando a personas todo el rato. Fui feliz cuando dejé de vivir de él. En Segunda Regional, en el Levante Las Planas. Me pagaban 70 euros al mes, dependiendo de las victorias. Sin engañarme. Entrenábamos dos días y me sentía importante, ayudaba a la gente, los chicos lo agradecían, y tuve la posibilidad de jugar por primera vez con mi hermano. Vivía de mi sueldo en una tienda de informática y eso era un extra. Y ni lo esperaba. Cuando te llegaba el sobre, decía: '¿Otra vez cobramos?".
Elá es tan modesto que, pese a haber trabajado mano a mano con Xavi en 25º Campus, hay que sacarle el tema en el descuento: "Ha sido una experiencia buenísima con una metodología que no conocía, estilo Barça. Y me ha ayudado para entrenar a los niños que dirijo. Me gustó mucho un detalle cuando fuimos a la Ciudad Deportiva a entrenar un día y hacernos fotos: cuando llegó Xavi dijo: '¡Hostia, el mítico Jacinto Elá!'. Cuando él estaba en la selección catalana Sub-17, yo estaba en la Sub-15, y éramos los capitanes. Compartimos representantes, incluso ahí estaba su padre. Entonces, imaginaba que se podía acordar de mí, pero me hizo especial ilusión su detalle. Los futbolistas se acuerdan de la gente en etapa de formación. Ésa es la mejor experiencia. Además, tengo una anécdota inolvidable con Xavi. En la Sub-15, estando yo en el Espanyol, me convocó la Selección y me hacía falta un traje. Me ofrecieron uno de Xavi, que tenía más o menos mi talla. Al final tiré de orgullo y me compré uno".

De lo que tampoco habla, por precavido, es de su gran tirón en las redes sociales bajo el nick futbolistapobre: "Me metí en el tema porque me ayudaba a dar visibilidad a mi blog, a mi página web. Pero luego, como la gente ya no lee lo que debería, tienes que escribir en Twitter, hacer vídeos en TikTok y todo el rollo. Porque todo esto de lo que hablo no se lo voy a contar a mi mujer. La aturdiría a la pobre. Así me desahogo. Es para compartir lo que pienso, soltarlo al aire y que lo aproveche quien quiera".
Aunque no lo airee, sus guiños calan, llegan a sus excompañeros y hacen magia con los que hoy empiezan. Como cuando hacía de Rey Mago en Sant Joan Despí hasta que, una vez más, se atrevió a decir 'basta'. "Lo hice durante dos años. Hacía de Baltasar, por si acaso había dudas... Fue maravilloso, pero al tercer año... Me abrumaba. ¿Sabes lo que es estar cuatro horas sonriendo? Que sonreía de verdad, pero al final acabas agotado. La felicidad cansa. Por eso no podemos estar todo el tiempo felices".
Suele decirse que el fútbol no tiene memoria. Y, a veces, lo que falta es justicia.