FUTBOLERO SOY YO

Modric, el dueño del fútbol sencillo de Croacia: sin caños, pero con pico y pala

Modric levanta el puño tras ganar a Brasil./GETTY
Modric levanta el puño tras ganar a Brasil. GETTY

Ahí están, en las semifinales. Tan tranquilos. Con los aspavientos justos. Con un corazón que se les sale por el tablero de ajedrez rojo y blanco que tienen por camiseta. Con ocho supervivientes de la final de Rusia 2018 y con el mariscal Modric al mando, Croacia ya es una de las cuatro mejores selecciones del Mundial 2022. Y ahí, en el centro de todas las maniobras, las defensivas y las ofensivas, está él, Luka. Enjuto, consumido de tanto pensar y de tanto correr. Siempre a vueltas con su pelo, cada día más lacio y su cinta manoseada hasta la saciedad porque forma parte de su figura.

Por momentos, en este y en muchos partidos más, parece que hay dos Modric, O tres. Está siempre donde tiene que estar. Y cuando no, aparece. Pone la calma y la aceleración en la misma jugada. Flota sobre Brozovic, busca a Kovacic, no se olvida del alejado Perisic. A esos tres siempre los quiere cerca porque son su apoyo, su acomodo para, de vez en cuando, cada docena de jugadas, tomarse un descanso y seguir corriendo. Cuando Neymar se le fue en el gol de Brasil, Luka maldijo a Modric. Se confió. No estaba cerca ninguno de sus apoyos y pasó lo que pasó. Se alteró lo justo y volvió a ordenar a su tropa. Quedaba tiempo. Tanto como para acertar en su penalti.

Esta Croacia de las prórrogas y de las victorias agónicas es un hijo de la supervivencia, de la simplicidad, de la sencillez, de la confianza en sus posibilidades. Nadie cree en Croacia más que en Croacia . Futbolísticamente tiene casi todo lo que tiene que poseer un equipo competitivo. Destierra lo superfluo. No le interesa. Prefiera el pico y la pala para defender, que el caño y el sombrero para atacar. Sacrificado en defensa, organizado en su zona ancha donde circula el balón casi siempre con sentido y con un ataque que le da para lo que le da, pero que tiene tantas variantes que siempre hay uno que puede tocar la flauta, como Petkovic ante Brasil.

Modric no falló su penalti y fue clave para la clasificación de su equipo

Volcado en la pizarra, el equipo de Zlatko Dalic pasa inadvertido. Podría ser uno más del montón, pero tiene conceptos futbolísticos muy arraigados que sabe desarrollar sobre el terreno de juego tanto cuando gana como cuando pierde, sin olvidarse que en el empate se siente cómodo. Por sus andares sobre el terreno de juego da la sensación de que su primer objetivo es dejar su puerta a cero y después que suceda lo que tenga que suceder. Gira sobre un 1-4-3-3 con un portero que fue suplente hace cuatro en el Mundial de Rusia y que ahora puede debatir con quien quiera sobre si los penaltis son lotería o horas de barro y video.

Sus dos centrales están en un momento de forma superlativa. Lovren, a sus 33 años, parece el hermano del que jugó en el Liverpool y Gvardiol vale dos millones de euros más cada partido que se pone la máscara. Los laterales, casi atacan mejor que defienden, pero corren una maratón en cada partido. En el centro del campo está su secreto mejor guardado. Tres medios de los de toda la vida. De los que vienen y van; tocan y salen. Que a Modric no le quema el balón lo sabemos desde hace una década, pero a Brozovic y a Kovacic, tampoco. Lo hacen fácil, sencillo y tienen el récord del mundo de triangulaciones. Cuando no llegan, por allí les aparece un tal Perisic que vale para todo.

¿Qué sería de Croacia con un buen delantero? Incluso con un Mandzukic... Pues estaría por ver, pero Kramaric, Orsic, Budimir, Petkovic, Livaja... tienen como prioridad no desentonar en los minutos que se reparten a lo largo de los partidos. Su misión es no tirar por tierra todo el trabajo de sus compañeros. Y, en ocasiones, como ante Brasil, lo consiguen.