Así vive el Mundial la familia que rodea a la Selección: una odisea en barco, el altar de Athenea...
"El viaje de nuestras vidas", coinciden varios de los familiares que se han desplazado hasta Nueva Zelanda y Australia.
Sídney.- Muchos de ellos no se conocían, pero este Mundial les ha unido. Son la gran familia que ha rodeado a esta Selección en su camino a la final. Abuelos, padres, madres, hermanos, primos, parejas... El aliento más personal de las jugadoras al otro lado del mundo. Siguiendo sus pasos y disponibles a cualquier hora para acudir al hotel de España en los ratos libres de las futbolistas. Hasta aquí han llegado tras hacer malabares con turnos de trabajo y después de renunciar a sus vacaciones y otros quehaceres en España. Y gracias al nuevo plan de conciliación en la Selección, por el que cada jugadora ha dispuesto de 15.000 euros para el viaje de sus seres queridos.
"Tuve que cambiar el turno con un compañero y tengo libre hasta el 21 de agosto", cuenta a Relevo Pedro del Castillo, padre de Athenea y el alma de este grupo. "Le llamamos Peter", desvelan con cariño sobre él, que comparte con su hija esa personalidad extrovertida, cercana y un tanto alocada. "Me lían y yo me dejo liar", dice con una sonrisa y las uñas pintadas con la bandera de España.
"He seguido a Athenea por toda Europa en las categorías inferiores y me lo pagaba de mi bolsillo. Esto era una oportunidad", añade Pedro, al que Luis Rubiales le prometió en uno de esos torneos que apostaría fuerte por el fútbol femenino. "El otro día me paró él por la calle. Se acercó a saludarme y le dije a Athenea que ya era más famoso que ella porque me conoce hasta el presidente de la RFEF", bromea, al tiempo que descubrimos que es igual de supersticioso que ella: "Me pongo siempre los mismos calzoncillos. Cuando perdimos contra Japón, me los cambié y ahora tengo otros".
Pedro sigue los pasos de su hija orgulloso. No hay más que entrar en su habitación para descubrir la pasión con la que lo hace. En ella, está un sombrero rojo que le acompaña en cada partido y un altar de Athenea en el que ha colocado su camiseta, un cromo grande de la jugadora y una nota que ella misma le escribió antes de empezar este Mundial y que podría ser premonitoria: "Seremos campeones del mundo". Una frase acompañada de un enorme "gracias" y un "te quiero, papá" que emociona a Pedro mientras lo lee.
Junto a él, está Teresa Dueñas, madre de Teresa Abelleira, y otros miembros de esta gran familia como Joan, hermano de Ona Batlle, Rafa, hermano de Jenni Hermoso, o Estefanía, novia de Esther González, entre otros. Un grupo en el que reina el buen ambiente y que ha ido incorporando a otros integrantes según avanzaba el torneo. Algunas familias han arropado a otras jugadoras que aún no tenían a los suyos cerca. "Los tíos y hermano de Zornoza me han tratado como si fuera de su familia", decía Oihane Hernández hace unas semanas.
En sus ratos libres, cuando no pueden ver a las jugadoras o algún partido, matan el tiempo con juegos de mesa, con visitas turísticas y con charlas sobre todo lo que han vivido hasta llegar aquí. Comparten lágrimas y emoción cuando lo recuerdan. "Era una niña hace poco y miraba a las estrellas de la Selección con admiración. Ahora, es una de ellas", afirma la madre de Abelleira, que lleva las uñas pintadas con la bandera de España, de Galicia y el dorsal número tres por su hija.
Me han hecho un favor en el trabajo para que pueda estar aquí. Llegué cuando el partido de Japón y como estuve en la final de Copa de la Reina y también perdieron, pensé en volverme a España", relata. Aunque ahí estuvo Teresa Abelleira para convencerle de que siguiera a su lado. La necesitaba. Para llegar hasta aquí, y sin saber inglés, su madre tuvo que recorrerse medio mundo. "Me junté con la familia de Olga Carmona en Barcelona y pude venir con ellos", dijo.
En Nueva Zelanda hubo varios de ellos que aprovecharon los días libres para visitar el país. Una aventura que deja anécdotas varias. Desde un viaje en barco a la isla sur en mitad de un temporal en el que acabaron varios mareados hasta algún que otro amago de multa de tráfico por no poner el ticket del parking o ir a mayor velocidad de la permitida. Momentos para el recuerdo en lo que muchos subrayan como: "el viaje de nuestras vidas".