MUNDIAL DE CATAR

¿De qué sirve golear en el Mundial? Lo que nos enseña Marruecos

Marruecos se mete en las semifianales del Mundial de Catar tras eliminar a España y Portugal en dos actuaciones heroicas.

Amrabat durante el encuentro ante Portugal /Getty
Amrabat durante el encuentro ante Portugal Getty
Albert Blaya

Albert Blaya

El fútbol te dice que mientras estás de cumpleaños soplando las velas y abriendo los regalos, te acaba de llegar una factura que no podrás pagar. El fútbol te invita a ser siempre pesimista, a salir de casa con katiuskas por si acaso y cerrar la puerta con doble cerrojo. Mientras España celebraba un 7-0 histórico y Brasil y Portugal se iban a cuartos de final goleando y gustándose, Marruecos avanzaba sigilosa, llenando de barro cada minuto. De nada sirve celebrar en un deporte que olvida y sepulta victorias.

Este Mundial está señalando con desprecio a aquellos equipos que se han permitido el lujo de gustarse. Les ha dicho que eso no vale, que para avanzar de ronda no vale con marcar, jugar bien y tener momentos de inspiración potentes. Lo que vale es salir a jugar pensando que en cualquier momento puedes caerte del andamio. Y ahí, la Marruecos de Regragui enseña al resto que ellos juegan vestidos por si la muerte les pilla in fraganti.

Se sacan demasiadas conclusiones de un torneo que es, sobre todo, un acto de fe. "Este Mundial demuestra que el fútbol ha cambiado, ahora es más físico". Hasta se descubren que, los partidos, los ganan los buenos. "Importan mucho tener a jugadores con talento". A ver si se descubre que se juega con un balón. Tiempo al tiempo. En un torneo que basa toda su lógica en lo ilógico, que basa todo su poder de atracción en el drama narrativo, en un cara o cruz constante, trazar un hilo coherente es imposible. Los equipos que avanzan son los que más se preocupan de haber entendido esto.

Resumen del Marruecos 1 - 0 Portugal

Marruecos es ya una de las grandes historias de los mundiales. Lo es porque desde el minuto 1 ha sabido que todas sus posibilidades pasaban por cerciorarse del nivel propio, de adaptar el plan a unas fortalezas tan sólidas como eficientes: se harían fuertes defendiendo tan juntos que para ayudar al compañero bastasen dos pasos, tan estrechos que no quedase más remedio que tirar la toalla. Una vez se recuperase, Hakimi, Ounachi y Zyiech ponían la pausa y la aceleración, con Amrabat equilibrando cada movimiento. Boufal haría el resto. No quieren hacer más porque el Mundial no exige que hagas muchas cosas, exige que hagas una, pero que la hagas bien. Menos es más.

¿De qué sirve golear? Uno se puede imaginar a España, Portugal y Brasil lamentando sus eliminaciones en un camerino abarrotado, mirándose al espejo, pensando en el mejor fútbol que se ha visto en el Mundial, uno que nadie recordará. El Mundial es honesto en su mensaje: no importa lo bien que puedas jugar, porque mientras abres el regalo en pijama, en tu correo te llega siempre el mensaje que no quieres leer. Marruecos deja el regalo en el suelo y revisa la bandeja constantemente, y ahí siguen, sin que nada ni nadie les pille de imprevisto. El fútbol, al final, es sobrevivir.