Si quieren a Messi, dejen de celebrar

Estamos todos emocionados con Messi, su Mundial y el histórico encuentro que nos ha regalado para (re)consagrarse como el jugador más grande todos los tiempos. A mi juicio y al de bastantes más. Ahora, ya está bien. Hasta Maradona anda en estos momentos en otra cosa sin gastar ni un segundo en datos, comparaciones, debates estériles y otras chorradas. Quien no quiera que dé un paso al lado. El resto, pongámonos a trabajar.
Un día de rúa de Madrid a Buenos Aires, pasando por Barcelona y París, un puñado de abrazos y un río de lágrimas. Todo está permitido durante la horas posteriores a la emocionante victoria de Argentina, con ese carácter canchero que siempre le acompaña y con muchos quilates de buen juego, que a nadie se le olvide. Pero desde este lunes mismo es hora de esforzarnos en pensar. Entre todos podemos conseguirlo. Alguno de nosotros, que somos muchos millones de paisanos, encontrará las palabras adecuadas que ofrecerle a su debido tiempo a Leo Messi o la pócima mágica para convencerle de que nunca deje de jugar.
Con esta perspectiva uno vio esta gran final. Aventurando cómo Leo podría seguir disfrutando entre líneas cuatro años más hasta la próxima gran cita en Estados Unidos, México y Canadá. De qué manera reconvertirle a interior, a lo Griezmann, para que se desgaste algo menos y pueda seguir en la élite otra década. Incluso analizando cómo puede ser un cinco de tronío por delante de la defensa, con esa mezcla entre la inteligencia que pudo mamar de Busquets y la capacidad de mando que sólo aireaba en cada encuentro un compatriota suyo como Redondo. No sería la primera estrella reciclada. Matthaüs, al que Lionel superó este domingo con más partidos en los mundiales, dio un Máster de cómo hacerlo.
La mayor injusticia de este mundo es tener que trabajar hasta los 67 años en el mejor de los casos. Qué decir si eres autónomo. Y, al mismo tiempo, que uno sólo pueda jugar a lo que más le gusta hasta los 35 a pleno rendimiento y hasta los 40 comiendo brócoli todo el día o engañando al personal. Messi puede jugar a esto o vivir, que en su caso es lo mismo, todo el tiempo que le dé la gana. Y no exagero.
Únicamente necesita convencerse así mismo de que le vamos a adorar de igual manera si un día, por lo que sea, que no está garantizado, es el segundo mejor delantero del mundo (seguramente detrás de este estratosférico Mbappé), el tercer interior en el ranking de llegadas al área o el cuarto mediocentro en balones robados. Qué más da.
Aunque es complicado, dejen cuanto antes de celebrar. Es el momento de actuar si queremos seguir siendo tan felices como hoy el resto de nuestras vidas.