El secuestro que privó a Cruyff de jugar ante Argentina en 1978
El exjugador neerlandés no acudió al Mundial aquel año tras ser asaltado en su casa a punta de rifle.

Johan Cruyff lo ganó todo como jugador de clubes. Ligas, Copas, Copas de Europa... La vitrina del neerlandés tenía un tamaño considerable. Además, los tres Balones de Oro ocupaban un lugar preferencial. Sin embargo, no todo fue oro durante su carrera deportiva. Al mejor futbolista de aquella generación, la que va de Pelé a Maradona, le faltó un éxito con su selección, y no estuvo lejos. En 1974 Países Bajos cayó en la final del Mundial ante Alemania y, cuatro años después, hizo lo propio ante Argentina. En la primera estuvo presente Cruyff, pero no así en la segunda. El futbolista del Barça se negó a acudir a aquel torneo, para sorpresa de todo el mundo. El motivo solo lo sabía él y no era deportivo.
A finales de 1977, Cruyff afrontaba su última temporada en Barcelona tras cinco temporadas en la Ciudad Condal. Se agotaba una etapa, pero antes de poner el punto y final, el futbolista y su familia tuvieron que vivir una pesadilla. El 17 de septiembre de aquel año, Johan estaba en su domicilio viendo el televisor y alguien llamó a la puerta. Al abrirla, un rifle apuntaba directamente a su cabeza. En la vivienda estaban su mujer e hijos y mientras el asaltante intentaba maniatarlo, Danny, su esposa, logró escapar para pedir ayuda. El delincuente salió tras ella pero pudo ser reducido por los vecinos. El susto fue monumental, tal y como relevó el neerlandés en sus memorias póstumas publicadas por Planeta en 2016.
"Era 17 de septiembre y yo estaba en casa, en un edificio de apartamentos, viendo un partido de baloncesto en el televisor, cuando lo que pensé que era un mensajero llamó al timbre. Pero cuando abrí la puerta me encontré con una pistola apretada contra mi cabeza y me obligaron a tumbarme bocabajo. Todos estábamos en casa", relató. Aquel suceso conmocionó a la familia, que necesitó protección policial durante meses ante el temor de poder sufrir un nuevo intento de secuestro.
"Habría sido una locura abandonar a mi familia en aquellas circunstancias"
El Mundial de 1978 estaba a la vuelta de la esquina y él ya había renunciado a la selección. El incidente de Barcelona le arrebató de un plumazo las pocas dudas que podía tener de jugar su último gran torneo con la 'Oranje', pero en su país natal no se dieron por vencidos. Fueron muchos los intentos de la federación y del propio seleccionador, Ernst Happel, de convencerle, pero todos en vano. "Como me habían ordenado no decir nada sobre el intento de secuestro, le dije a Happel que no estaba en el estado físico y mental adecuado para jugar un torneo importante. Creo que no le convencí, porque un Mundial está en otro nivel. Un gran deportista como Happel tenía la sensación de que perder una oportunidad así no estaba bien, pero no podía contarle toda la historia. Entonces se puso en marcha la campaña nacional 'Hay que convencer a Cruyff", reconoció en sus memorias antes de añadir de manera tajante su última reflexión sobre el torneo. "Habría sido una locura abandonar a mi familia en aquellas circunstancias". Finalmente la estrella tulipán no acudió a la cita mundialista y Países Bajos cayó en la final ante Argentina.
Sin embargo, durante mucho tiempo corrió otra historia acerca de su no presencia en el país sudamericano. De carácter reivindicativo, Cruyff siempre se mostró contrario a las injusticias sociales. Por aquel entonces en Argentina había una dictadura militar y las habladurías señalaban que el neerlandés había declinado su participación en el Mundial como protesta por esa situación. Nada más lejos de la realidad. "No fue por eso. Si hubiera sido por cuestiones políticas nunca habría jugado en España durante la dictadura de Franco", afirmó tiempo después en el diario peruano Deporte Total.

Pese a que las circunstancias de no ir al Mundial de 1978 eran más personales que reivindicativas, Cruyff sí que era una persona comprometida con el activismo político y también un jugador algo revolucionario. Cruyff acudió al Campeonato del Mundo de 1974 como el mejor jugador del planeta y el líder absoluto de 'La Naranja Mecánica'. Era un icono absoluto y quería ser reconocido como tal. Con contrato con la marca Puma, Cruyff reclamó a su federación una parte de lo que Adidas les había pagado por llevar las camisetas con su logo y sus características tres rayas. Se lo negaron, y la respuesta del exjugador fue disputar todos los encuentros de aquel torneo con una camiseta en la que solo se podían ver dos rayas.