Un Mundial para dejar muchas vidas atrás: "Por jugar al fútbol en mi país puedo ir al calabozo"
La Selección española de refugiados jugará la Unity Euro Cup. Relevo se reúne con ellos para recordar sus vivencias y sueños.

"Mi sueño antes era viajar, vacaciones, fiesta… Ahora mi sueño es tener una vida normal". Un flechazo directo a nuestras conciencias. Más de 108 millones de personas alrededor del mundo son refugiadas, según los datos de ACNUR. "Persona que, a consecuencia de guerras, revoluciones o persecuciones políticas, se ve obligada a buscar refugio fuera de su país". Un día, ellos y ellas lo dejaron todo. Abandonaron el país en el que habían crecido en busca de una oportunidad a cientos y cientos de kilómetros. No sabían lo que les esperaba. Dejaron atrás a sus familias, conscientes de que aquel último adiós, ese abrazo, podría ser el último. Allí se quedó una parte importante de ellos, una que quizás jamás recuperarían. Y la voz dormida de sus seres queridos, que, desde entonces, solo imploraron porque todo saliera bien. "Lo único que le puedo decir a mis compañeros es que ánimo, que todo se puede lograr en esta vida. Que todo va a salir bien".
El fútbol, para muchos concebido como 22 personas pegando patadas a un balón, es un lenguaje universal. Es un motor transmisor de felicidad, de alivio o de esperanza. Este sábado se reunieron en Las Rozas 13 jugadores y jugadoras para conformar la Selección española de refugiados, que competirá en Frankfurt en la Unity Euro Cup. Para ellos, el balón es una forma de vida. Llegaron a España sin nada, con lo puesto, sin ni siquiera saber qué les depararía el futuro. Incluso en los bajos de un camión o en una patera como transportes. La supervivencia de algunos de ellos fue casi un milagro. Y ahora, unos años después, tienen la oportunidad de representar al país que les dio una oportunidad gracias a UEFA, Pinardi, Red Deporte y la Federación.
El resultado, claro, es lo de menos. De hecho, es probable que mientras leen esta historia, ya se haya completado el campeonato, organizado por UEFA, en pos de la solidaridad y la difusión de los valores del deporte como mensaje en busca de la paz. Los integrantes de la Selección han vivido todo tipo de circunstancias y apenas se conocen entre sí. El idioma, otra dificultad, les impide una fácil comunicación. O no. "Cuando los refugiados nos miramos a los ojos, cara a cara, no necesitamos palabras. Nuestra cara lo dice todo, nuestro dolor, nuestros problemas. Ellos también tienen los mismos problemas: económicos, de seguridad… Todos nos obligamos a darnos fuerzas para salir", cuenta Ebrahim, uno de los jugadores.
Él es de Afganistán. Graduado en la Universidad de Derecho y Ciencias Políticas, estudió durante dos años tecnología internacional, lo que le llevó a trabajar para la ONU o la OTAN en representación del gobierno de España. La toma de poder de los talibanes en su tierra natal le llevó a emigrar. "De Herat tuve que ir a Irán caminando de noche, porque de día no podemos porque la Policía nos mira, con las pistolas… Solo podemos caminar de noche y en dos o tres conseguimos entrar en Irán. Allí un poco mejor. Hay más tranquilidad. Con ellos también hay problemas de racismo, de su Gobierno… A ellos no les gustan los afganos. Pasé cuatro meses allí hasta que mi visa me confirmó como embajador de España. En Afganistán ya no hay embajada. Cogí mi visa y me vine aquí. Los primeros días fueron extraños. Quieres olvidar, has perdido todo, a tu familia, tu experiencia, tus sueños. Llegas aquí para empezar algo nuevo, desde cero. Es duro y extraño", recuerda.
Empezar de cero
Ebrahim, como todos, buscó una nueva vida, pero nadie le dijo que fuera a ser fácil. Mamadou, el portero, llevaba la felicidad por bandera. Era el alma del grupo. Pese a llevar guantes, quería ser también uno más cuando el equipo atacaba. Y lanzar penaltis. Antes, debía recibir una clase rápida desde los once metros. Es casi imposible parar si espera a que el rival conecte con el balón. Alumno aventajado, detuvo un par desde la indicación de Ángel Mejías, exjugador del Atlético de Madrid.
"Cuando los refugiados nos miramos a los ojos, cara a cara, no necesitamos palabras"
jugador de la Selección de refugiadosSu sonrisa invita a la reflexión, aunque también vivió un infierno al llegar a España: "Mi primer día fue muy duro. Estuvimos encerrados, en una cárcel, porque vinimos por mar. La Policía nos tenía que registrar, saber de dónde veníamos. Tuvimos tres días así y nos mandaron con la Cruz Roja. Después pasamos por muchos centros, por trámites, para el pasaporte, para poder estudiar y hacer formaciones". De ese momento han pasado ya cuatro años y seis meses. Curioso, porque todos los protagonistas recuerdan con exactitud el momento de su llegada. El día que les cambió la vida.
Nunca es tarde. A sus 19 años, trabaja en un restaurante y ha superado Segundo de la ESO: "Salí de Costa de Marfil para poder estudiar y conseguir una mejor vida, pero no ha sido fácil". Como en el caso de Abba, que cumple ya dos años en España tras salir de Mali por los conflictos del país: "Me acuerdo que llegué y vi a la gente sorprendida. No teníamos nada. Llegué por la mañana a las cinco y nos llevaron a una casa". Incluso en el gesto más rutinario hay algo extraordinario. Todo era tan normal. Las personas, las calles, la tranquilidad. Nada que ver con su país, aunque su lucha no había hecho más que empezar.
Abba se empeñó en aprender castellano para formarse en la hostelería. Ahora, trabaja en un restaurante. "Siempre destaca por su sonrisa, por el trato con el público", nos contaban antes de entablar una charla con él. "Tengo muchas ganas siempre de hablar con la gente allí y ellos también hablan conmigo. Yo estoy muy contento", confiesa. Reconocemos el error de no haber preguntado la ubicación del bar. Al menos, el fútbol confirmó las sospechas. Abba fue uno de los más activos con sus compañeros, una de las almas de este vestuario.
Volver
Imaginad por un solo momento una despedida. En cualquier estación. La primera semana de septiembre. La última semana de agosto. Todos hemos vivido ese momento de ojos vidriosos al despedirnos de un oasis de felicidad que, al menos, por un tiempo, no volverá. Era un regreso a nuestra rutina, al día a día, al trabajo, a la universidad, al colegio… Pero ellos y ellas se dieron la vuelta y tuvieron que afrontar ese segundo de pura emoción, de mirar atrás o no hacerlo. Ese reto de conectar miradas por última vez que para ellos, realmente, sí era la última vez. Al menos, que pudieran asegurar.
"Mi primer día fue muy duro. Estuvimos en una cárcel. Vinimos por mar"
jugador de la Selección de refugiadosLos representantes de la Selección española de refugiados aún no han tenido la oportunidad de volver a ver a sus familiares desde que llegaron al país. Para algunos, han pasado solo unos meses. Para otros, años. Y lo peor, la incertidumbre de si algún día se volverán a reencontrar. Kelin llegó a España hace ya un lustro y ha sido la única que ha tenido la oportunidad de viajar, en este caso, a Honduras, para estar unidos de nuevo. Ella lo ha conseguido y su voz reverbera esperanza.
"Lo único que le puedo decir a mis compañeros es que ánimo, mucho ánimo, que todo se puede lograr en esta vida si te lo propones. Que todo va a salir bien. El tiempo cuanta menos importancia le des, pasa más rápido. Les doy mucho ánimo y sé que ahora van a poder ir algunos. Estamos todos muy felices por ellos. Si uno lo logra, todos lo podemos lograr. Les damos nuestro apoyo", cuenta.
Kelin trabaja en un restaurante y es una fanática del fútbol. También lo practicaba en su país, pero no es lo mismo. En su pueblo apenas se apoya al deporte femenino. Juegan, pero el enfoque está en otras partes. Aquí se enroló en un equipo de Canillas, para quien jugaba todos los fines de semana hasta que su empleo no le permitía compaginar: "Si dices que quieres jugar, donde tú quieras, ahí puedes ir. Hay muchas puertas abiertas". A falta de sus partidos, disfrutó con el Barça femenino, campeón de la Champions. "Fue muy estresante. Cuando apoyas tanto a un equipo, es difícil de explicar esa sensación. Fue muy bonito y ganaron", recuerda entre risas.
Adaptada a la vida de aquí, su trabajo y condición le permitió plantearse lo que un día vio imposible, cuando llegó a España sin nada, sin un futuro en el horizonte. Volver. Cuatro años y medio después, pudo regresar a Honduras. "Un sacrificio muy largo". Pero mereció la pena. Kelin vio a su familia unida, feliz y más grande que tras su marcha. Afortunadamente, no será la única vez. "Es algo que jamás olvidaré". Y por el camino, le toca mirar a los ojos a sus compañeros y transmitirle su lema: "Todo va a salir bien".
"A mis compañeros les digo que todo va a salir bien. Si uno lo logra, todos podemos"
jugadora de la Selección de refugiadosEs lo que les queda. Creer. Ebrahim no sabe lo que le deparará el futuro, ni qué será de Afganistán, su país: "¿Podré volver o no podré?, ¿mi madre y mi padre estarán en casa o irán a morir?, ¿podré volver a verles? Es duro porque no sabemos. No se lo deseo a nadie". Él estudia placas solares y fotovoltaica para ayudar a su familia. Trata de disfrutar del fútbol, como allí no puede: "Te pueden coger y llevar al calabozo". Ese futuro les espera a los pequeños.
Por eso, su intención no es solo volver, sino también darles una vida mejor: "Cuando una persona viene y tiene que dejar su país… Es una obligación, pero ahora empezamos una nueva vida. No hay palabras para decir esto, solo lo emocional. Cuando sales de tu casa, primero piensas que no hay futuro, no hay familia, no hay amigos. No hay nada, empiezas de cero. Contacto con mi familia todos los días. Para el futuro quiero coger a mis hermanos pequeños y que vengan aquí para tener una buena vida, una vida normal. Mi padre y mi madre pienso que no vendrán nunca. Por ahora, lo que quiero es organizar mi vida y poder ayudarlos a ellos". Queda repetir el mensaje de Kelin: "Todo va a salir bien".
Son sueños
Desde una butaca verde, en los pequeños rincones sin sol que dejaba una calurosa mañana de verano en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, los jugadores y jugadoras de la Selección tuvieron que echar la vista atrás para responder: "¿Cuál es tu sueño?". Dicen que los sueños nacen en la niñez y que son inherentes a nosotros, que el paso del tiempo no nos lleva a olvidar lo que un día quisimos. Probablemente ellos así los forjaran, cuando vivían en su país y creían en una vida mejor. El destino les llevó a huir, a buscar algo lejos de sus fronteras. No sabían muy bien el qué, pero se había convertido en su sueño. Poder ser felices, pese a todo. Probablemente ni el mayor de los ilusos creía que podría representar a España en un torneo internacional. Y aquí están.
"Tengo muchos sueños. Uno era ser futbolista, pero no he tenido oportunidad. Ahora estoy aquí y quiero disfrutar y mejorar mi vida. Ahora mi sueño es estudiar y cuando acabe buscaré otro. Siempre voy hacia adelante, a por más. Tengo muchas cosas en mente que cumplir", cuenta Mamadou, que tiene como referente a Leo Messi. Por otro lado, aunque en la misma línea, va Abba: "Mi sueño es el fútbol. Me hubiera gustado ser un gran futbolista y haber jugado en el Real Madrid y en el Manchester City. Mi jugador favorito es Cristiano Ronaldo".
"Todos los sueños... Ha sido como si nos mataran"
jugador de la Selección de refugiadosMientras Kelin contaba por qué abandonó su país… "Una tiene muchos sueños y vive con ilusiones. Sale de allí persiguiendo esos sueños y ayudar a su familia". ¿Y cuáles eran? En ocasiones, estos caen en saco roto, se pierde la esperanza, hasta que un día, algo cambia: "Mi sueño es llegar a ser alguien grande en la vida. También el fútbol, que lo he jugado desde pequeña. Siempre lo he practicado. Aquí un poco menos por el trabajo, pero voy a empezar de nuevo ya que se me ha dado la oportunidad de estar aquí. Estoy con muchas ganas, me ha despertado eso de nuevo".
El de Ebrahim dejó un silencio ensordecedor. Antes de comenzar, pidió que le comentásemos lentamente las preguntas. Cuestión del idioma. Él no sabía que su gesto y su voz resultaban un lenguaje universal, independientemente de que las palabras estuvieran perfectamente acompasadas. "¿Un sueño? Cuando estaba en mi casa en Afganistán, veía fútbol en la tele y decía 'un día puedo, dios'. Poder ir al Santiago Bernabéu, al Metropolitano, al Camp Nou… El fútbol une y le gusta a mucha gente, es un deporte de todo el mundo. Ahora no tenemos educación, ni deportes, ni muchas cosas que necesitamos para tener una vida normal. Tenemos guerra, robos, lucha, ningún futuro… Todos los sueños… Es como si nos mataran".
Entonces, el sonido ambiente de la sede de la Federación se detuvo y solo resonó su voz: "Antes tenía muchos sueños, ahora mi sueño es un mundo sin racismo, sin colores, sin lucha, sin guerra. Mi sueño ahora es tener una vida normal. Antes era fiesta, viajar, vacaciones… Ahora ya no quiero eso, solo una vida normal". Una vida normal.
Nuestra bandera
Un vestuario es como una familia. Como un país, un grupo de personas que buscan un objetivo común, que tienen algo que les une. A veces, se hace llamar bandera. Este grupo de jugadores y jugadoras tienen más en común de lo que creen. Pese a que hayan llegado aquí para jugar al fútbol, no pueden evitar, como decía Ebrahim, mirarse a los ojos y sentir su dolor. Esta concentración les ha unido, con y sin pelota de por medio.
"Mi sueño ahora es tener una vida normal"
jugador de la Selección de refugiados"Para mí es un orgullo y un honor poder representar a España. Vamos a por ello, vamos a ganar porque esto es un honor, es difícil explicarlo con palabras, es todo sentimiento". Kelin es una de las dos mujeres que forman parte de la convocatoria. Su compañera Olena, con la que está muy unida, es ucraniana y llegó al país tras el estallido de la guerra. Ambas hicieron los ejercicios juntas y celebraron sus goles. "Hemos hablado mucho", confirma.
Como todos. "Somos un grupo y siempre hablamos las cosas. Vamos juntos", desvela Abba. "Esto significa mucho para mí. No es una competición cualquiera de la calle. Aquí tenemos que formar una familia, hablar entre nosotros, ir y luchar por la copa. Hablamos de cómo va cada uno, de su trabajo. Intentamos aprender mucho de los consejos de los entrenadores. Cada día aprendes cosas nuevas: cómo formar una familia, hablas de algunas situaciones… A veces tienes problemas en casa y salir aquí te ayuda a mejorar", reflexiona Mamadou.
"Cada uno nace como es. No significa nada, es lo que siente cada uno"
jugador de la Selección de refugiados"Siempre hay que ponerse en la situación de las personas a las que le dicen estas cosas. Si fueran ellos mismos, ¿cómo les sentarían? No hay que pensar en color. Cada uno nace como es. Yo soy negro y estoy orgulloso de ser negro. Tú eres blanco y estarás orgulloso de ser blanco. Eso no significa nada, es lo que siente cada uno. Hay que pensar bien y dejar estas cosas atrás. En el día a día esto va creciendo y los niños están mezclados entre negros y blancos y también ven fútbol. Estas cosas pueden pasar en el colegio y hay que pensarlas", cierra el portero. Aunque podría ser cualquiera de ellos. De nosotros. De cualquiera.
El discurso de Mamadou no es más que una forma de hacernos ver que todos, seamos del país que seamos, somos iguales. Algunos hemos tenido más suerte que otros, desde luego. Todos ellos abandonaron su país en una situación crítica, temieron por sus vidas en su viaje a nuestras fronteras. Ahora, han logrado empezar una nueva vida. Este miércoles, representarán al país en la Unity Euro Cup. Mamadou, Abba, Moussa, Adessamad, Madi, Boubacar, Toumani, Hamsa, Ebrahim, Olena y Kelin juegan al fútbol, pero no tienen apellido. No les hace falta. Disfrutan del juego, de la oportunidad que les brinda este torneo. Mientras, persiguen sus sueños y una vida normal. Y, ojalá, volver a ver a sus familias. De momento, están aquí y en Frankfurt vestirán la camiseta de España. Un escudo con un valor simbólico que rompe fronteras. Porque ellos son hoy y cada día… parte de nuestra bandera.