Al principio no supe cómo encajar esa foto de Vero Boquete y Rafael Louzán

Cada vez que veo a una selección femenina de fútbol homenajeando a una de sus jugadoras porque se retira se me remueve algo por dentro porque en España nunca hemos sabido despedir a nuestras leyendas. Ni tratarlas. Esos ramos de flores, esas camisetas enmarcadas, envidio hasta cuando se ponen a llorar.
Lo volví a pensar cuando, antes del partido contra Portugal, la Real Federación Española de Fútbol tuiteó una foto de Verónica Boquete con Rafael Louzán, el mandamás del fútbol nacional. Una imagen bastante simple, pero que había tardado un mundo en producirse. Louzán y Vero posaban con la camiseta de la Selección con el nombre y el dorsal y el nombre de la gallega. Al principio, no supe cómo encajarla.
Porque no sabía si era el gesto, porque llamarlo homenaje me parece hasta de mal gusto, que me gustaría ver por parte de los que más mandan en el fútbol español hacia la gallega. Después de todo el daño, parecía que la estaban despachando con una camiseta, un encuentro puntual en el Balaídos y ya. Sin más. Me dio hasta pena.
Con Vero todo más pena porque sigue ahí desde el primer día. Nos libró de Ignacio Quereda, nos abrió los ojos con Jorge Vilda y echó una mano con el #SeAcabó y el caso Rubiales. Por eso el runrún del algo más. Pero lo fui madurando y una, a la que le siempre le cuesta pensar mal, acabó interpretándolo como un gesto de buena fe. Al fin y al cabo, Louzán no lleva mucho en el cargo, el marrón con Vero, por llamarlo así, no fue cosa suya y era el primer gesto en años que la RFEF tenía con una leyenda del fútbol español. Además, me contaron que fue el propio Louzán el que dio el paso.
Tampoco somos nadie para despedirla porque ella sigue jugando al fútbol y nunca ha renunciado a la Selección. No ha vuelto a jugar con España porque fue su país el que la fue arrinconando poco a poco, como ocurrió con muchas otras. El último partido de Vero fue el 1 de marzo de 2017, en la Copa Algarve, una victoria de España por 1-2 ante Japón. La gallega entró al campo por Sonia Bermúdez en el minuto 65. Desde entonces, el primer gesto que su país ha tenido con ella ha sido que el presidente de la RFEF le entregue una camiseta con su nombre.
La gallega, que suele ser bastante sincera, compartió la instantánea en sus redes sociales, algo que acabó por darle el visto bueno al gesto y que a mí me sirvió para empezar a reconciliarme, por decirlo de algún modo, con todo lo que le hicimos a Vero.
Digo hicimos porque creo que ni siquiera nosotros, en muchas ocasiones, hemos sabido valorarla. La admiramos porque en esta época de mierda ha sido de las pocas que ha dicho las cosas claras sin importarle absolutamente nada, la atosigamos a preguntas y queremos exprimir hasta la última gota de sus opiniones. Parece que está de moda preguntarle a Vero por cada cosa que pasa en el fútbol femenino.
Pero Vero lleva ahí mucho más tiempo que nosotros. A ver, que es la primera española en ganar una Champions, en ser importante fuera de España, que sigue marcando goles en Italia, que es la mejor comentarista de fútbol, que es con la futbolista que crecí. Ella siempre ha sido un foco por sí misma, no por lo que opine de lo que le pasa al resto y se merece que lo de Louzán sea el primer paso, no el último.