Cuando Mestalla era el Wembley de la Selección: 12 kilómetros de quedadas, un Mundial 82 nefasto y trampolín hacia el oro olímpico de Barcelona 92
El estadio valencianista, el más longevo de Primera (1923), fue testigo de la gran decepción de la historia fútbol español, pero es el segundo escenario donde el equipo nacional ha jugado más partidos (32).

Van camino de cumplirse los 43 años, pero varias generaciones de aficionados valencianos seguro que no han podido olvidar lo que sucedió en su tierra aquel mes de junio de 1982. Los que entonces eran más jóvenes, porque para la ciudad y la provincia ser el 'Wembley' de la Selección en un Mundial organizado por tu país era una acontecimiento sin precedentes, y para los que ya eran un poco más veteranos, porque nunca se podían haber imaginado vivir tan de cerca una situación parecida y la desilusión fue tan mayúscula que les acompañó el resto de su existencia.
España se juega ante Holanda la final four de la Nations League en uno de los estadios míticos del fútbol español con 102 años de vida (20-5-1923). Denominado Mestalla porque era el nombre de una de las siete acequias que nacen del río Turia, concretamente la que atraviesa la zona sur donde se construyó el estadio, su césped ha sido pateado por todos los grandes jugadores de la historia: Pelé, Di Stéfano, Maradona, Cruyff, Beckenbauer, Messi, Cristiano Ronaldo... Y el 14 de octubre de 1957 se vio afectado por la gran riada que sufrió la capital levantina y estuvo casi tres meses impracticable para la práctica de fútbol, lo que no impidió servir de refugio para muchos vecinos del barrio.
Desde que Pablo Porta, presidente de la RFEF, Miguel Monleón, presidente de la Federación valenciana y José Ramos Costa, presidente del Valencia, consiguieron que la Selección disputara los tres partidos de la fase de grupos en Mestalla, ilusión a la que aspiraban el resto de las sedes (14), el pueblo valenciano comenzó a volcarse para la ocasión. Curiosamente, el estadio desde 1969 a 1994 adoptó el nombre oficial de Luis Casanova, un expresidente del club. Para ir preparando el ambiente, se decidió con buen criterio que todos los amistosos preparatorios que se jugaran en territorio nacional desde el año anterior, 1981, se disputaran en el escenario elegido: Hungría (0-3), Luxemburgo (3-0), Bélgica (2-0), Escocia (3-0), Gales (1-1) y Suiza (2-0), éste ya en el mes de abril del 82.
Valencia comenzó a ser un poco más de la Selección. A sentirla como algo más cercana y propia. Hasta entonces, Mestalla ya había sido sede de 10 encuentros. El primero, en junio de 1925 contra Italia (1-0) y el último no hacía tanto, en octubre del 79. Sin embargo, nada se podía comparar con lo que estaba por venir. Tratándose de un estadio fundado en 1923 (solo El Molinón de Gijón se había levantado antes, 1908) se aprobaron dos fases de remodelación. Pero al final, por problemas económicos, solo se llevó a cabo una. La capacidad se quedó en 50.000 localidades en lugar de las 70.000 previstas. Lo más llamativo fue la instalación de dos marcadores electrónicos gigantes. Las consecuencias no previstas de la inversión fueron que el endeudamiento por las obras terminó incidiendo en el aspecto deportivo y cuatro años después (85-86) el Valencia acabó en Segunda división.
La gran cita tenía nombres y apellidos en forma de rivales: Honduras, Yugoslavia e Irlanda del Norte. En teoría, la Selección había preparado concienzudamente el primer Mundial con 24 equipos. José Emilio Santamaría, el seleccionador del momento, había contribuido también a que la afición fuera tomando el equipo como algo suyo con la presencia regular de tres jugadores de la tierra: Tendillo, Saura y Sempere. Este último, al final no formó parte de la convocatoria definitiva. Arconada, Urruti y Miguel Ángel fueron los tres porteros.
Quedadas de 12 kilómetros, desde el Parador a Mestalla
Cada partido de España se convirtió en un acontecimiento popular y festivo. La ciudad se medio paralizaba. Las 'quedadas' de recibimiento al equipo, ahora tan de moda, se extendían desde el Parador de El Saler, lugar de concentración, hasta las mismísimas puertas del estadio: 12 kilómetros repletos de aficionados de todas las edades y condición. Algo parecido no se había visto nunca en España. Con todo el aforo vendido, cientos de aficionados preferían ver el encuentro en los bares cercanos al estadio antes que en sus domicilios.
La pasión no decayó a pesar del primer e inesperado traspiés ante Honduras (1-1). El empate sabía a muy poco, pero tampoco era cuestión de dejar de saborear a las primeras de cambio el privilegio de ser la sede del equipo nacional. El segundo partido, contra Yugoslavia, encontró un protagonista perfecto para recuperar parte del terreno perdido. El gol del triunfo (2-1) lo marcó una de la casa: Saura, que como en el primer encuentro, había entrado en el equipo en la segunda parte. El extremo valencianista nunca terminó de explicarse su tanto allá en el palo más alejado al centro y después de que Quini tocara con la cabeza.
"No sé ni cómo puse el pie, ni cómo pudo entrar, pero lo importante es que supuso la victoria y que, de alguna manera, nos curábamos del empate contra Honduras. Sin duda fue el gol de mi carrera, aunque al final tampoco nos sirviera para mucho. Esa noche el estadio comenzó a cantar "campeones, campeones. Me tocó pasar el control antidoping y por más cervezas que me tomaba, no podía orinar por la tensión y los nervios del momento. Casi me cojo una 'bufa'... Después de darle mil vueltas a lo que nos pasó, creo que se nos sobrevaloró. Parecía que por organizarlo teníamos que ganar el Mundial sí o sí. Y tampoco era eso. Lo peor de todo fue que no le pudimos dar a la gente lo que esperaba. Los partidos comenzaban en la calle. El ambiente era extraordinario". Son palabras de 'Saureta', como todos llamaban al bravo extremo valencianista que, ya alejado del fútbol, cada cierto tiempo ha tenido que comparecer para explicar, junto a su inseparable Tendillo, compañero de habitación, lo que era inexplicable.
Las razones por las que España se clasificó para la segunda fase casi de milagro y después, al quedar segunda de grupo, se tuvo que medir a Alemania e Inglaterra ya en el Santiago Bernabéu. "Jugamos cinco partidos, marcamos cuatro goles y dos fueron de penalti, así era difícil aspirar a mucho. Es cierto que, sobre todo los tres primeros, dominábamos mucho los partidos, pero nos costaba mucho marcar. Nos fuimos del Mundial con una sola victoria y por un gol. Y eso que teníamos a tres delanteros centros goleadores como pocos, tres: Quini, Santillana y Satrustegui".
Cinco partidos olímpicos camino del oro de Montjuic
El tercer partido contra Irlanda del Norte terminó de complicar el futuro. Aquel gol de Armstrong destrozó al equipo. Hasta con un empate, la Selección podía haber huido del grupo de la muerte que formaban Alemania e Inglaterra. Esos dos encuentros ya no fueron en Mestalla, sino en el Bernabéu y tras perder el primero (2-1) se llegó al segundo sin opciones de clasificación.
Olvidado el Mundial, diez años después, Valencia se volvió a encontrar con otra gran competición deportiva, los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Fue elegida subsede de la competición de fútbol y, además de otros encuentros, fue la sede fija la Selección de Vicente Miera que disputó en Mestalla todos sus partidos hasta clasificarse para la final y viajar hasta el estadio de Montjuic para colgarse el oro, tras derrotas a Polonia (3-2). Un camino largo. Cinco obstáculos. Nada que ver con el ambiente vivido durante el Mundial, aunque al final, en las semifinales contra Ghana (2-0), las gradas de Mestalla ya presentaron un buen ambiente: 36.000 aficionados.
Antes, sobre todo, en la fase grupos, la presencia de la Selección de los Cañizares, Kiko, Guardiola, Luis Enrique, Alfonso, Solozábal, Abelardo... había pasado un tanto inadvertida para la afición que por la lejanía no terminó de identificarse con la cita olímpica: Colombia (4-0), Egipto (2-0), Catar (2-0). En los cuartos contra Italia (1-0) ya se animó y el estadio llegó a los tres cuartos de entrada (30.000).

Sin contar estos partidos del equipo olímpico, Mestalla es el segundo estadio que ha acogido más partidos de España: 32. 14 oficiales y 18 amistosos. Media docena menos que el escenario con más citas, el Santiago Bernabéu (38). El balance es positivo: 20 victorias, siete empates y cinco derrotas. En 1999, destaca una de las grandes goleadas de la Selección en toda su vida. Un 9-0 a Austria con Camacho en el banquillo y una actuación estelar de Raúl, cuatro goles y Urzaiz, dos. Entre cánticos (Ay, ay, ay/ canta y no llores/ porque cantando se alegran/ cielito lindo los corazones) y olés encadenados, España completó un gran partido. No solo por la goleada, sino por el juego desarrollado por los Guardiola, Valerón, Fran, Hierro... El último encuentro en Mestalla data del 23 de marzo de 2019: 2-1 a Noruega.