Mi amiga Alexia: una loca (y una cabezona) del fútbol

Este inicio te va a pillar por sorpresa, lo sé. Alexia Putellas acaba de recibir su segundo Balón de Oro y yo os voy a hablar de la Valenbisi. Pero también sé que si es estás leyéndome es porque buscas encontrar algo que todavía no te hayan contado de Alexia. Es difícil, pero te prometo que lo voy a intentar.

Alexia y yo nos conocimos en la Selección española Sub-17. Fue amistad a primera vista. Ese año, las dos fichamos por el Levante y empezamos a vivir juntas: Alba Merino, Alexia y yo. No sería justo hablar de nuestra amistad y obviar a Alba. En ese piso vivimos de todo. Alexia y yo empezamos 2º de Bachillerato y, bueno, se nos complicó... No fue un año académicamente bueno.

Alguna mañana, en lugar de ir a clase, nos íbamos a dar una vuelta en Valenbisi, que son las bicis de alquiler de Valencia. Alba Merino, que era lo más parecido a una madre, nos pillaba y nos echaba la bronca. Como ya os imaginaréis, ese año ninguna superó el curso, pero no todo estaba perdido. Ambas decidimos sacarnos el carnet de conducir y así fue. Probablemente, esa fue la primera vez en la vida que Alexia se tomó una tregua.

Desde entonces, siempre que podemos nos juntamos. La última vez, el fin de semana pasado en Mallorca. Nos encanta pasar tiempo juntas. Este verano, antes de la Eurocopa, me fui de vacaciones con ella, sus amigas de Mollet y Virginia Torrecilla. No sabéis lo gratificante que es ver que, a pesar de los premios, de su popularidad, de los fans, Alexia sigue siendo la misma. La misma loca (y cabezona) por el fútbol.

Después de que haya ganado su segundo Balón de Oro es mucho más fácil decirlo, pero os prometo que Alexia siempre destacó. Siempre tuvo algo que la hacía especial. No era solo todo lo que generaba, también tenía gol, descaro, regate, visión de juego, etc. Es verdad que cuando era más joven, cuando jugábamos juntas, ella aparecía más pegadita a la banda. Soy de las que piensa que su evolución en el juego va ligada a su cambio de posición: interior, recibiendo entre líneas. Es una jugadora que ataca muy bien al espacio, tiene muy buen disparo, va bien de cabeza y, encima, tiene gol. Sin embargo, probablemente, su mejor virtud es la que no se aprecia a simple vista: su fortaleza mental.

A Alexia nadie le ha regalado nada, y menos ahora. Para mí, hay dos momentos clave en su carrera: el día que gana el primer Balón de Oro y el que se rompe el cruzado. Del primero me acuerdo perfectamente. Estaba sentada en el sofá, repasando Twitter y, de repente, me saltó el tuit que decía que había acabado el entrenamiento con molestias. Al segundo, la escribí a ella y me dijo: "Me he roto". Yo la intenté tranquilizar, diciéndole que había que esperar a las pruebas, que se calmase. Pero tanto ella como yo sabíamos que no había solución.

Cada vez que recuerdo ese día, se me pone un nudo en el estómago. Fue un momento muy difícil porque Alexia llegaba en su mejor momento, tenía la confianza necesaria para ser capaz de todo. Cuando hablé con ella, la noté muy triste, era su Eurocopa. Pero se levantó, y seguro que para volver más fuerte. Desde ese día no piensa en nada que no sea su recuperación. Mentalmente es muy, muy fuerte y constante. Trabaja mañana y tarde para volver en las mejores condiciones.

La tristeza de aquel día contrasta con la felicidad de la fecha en la que ganó su primer Balón de Oro. Siempre se dice que una amistad es de verdad cuando te alegras más por los logros de esa persona que por los propios. A mí me pasó eso. Cuando lo ganó, le escribí para decirle que estaba muy orgullosa de ella, ya no solo como amiga, sino como futbolista. Su Balón de Oro significó un antes y un después para el fútbol femenino y quién mejor que ella para encarnarlo. Alexia se propuso ser la mejor y lo ha conseguido.

Me gustaría acabar este texto contándote qué es lo mejor de Alexia. Llevo intentando responder a esta pregunta desde que la conozco y siempre acabo en el mismo sitio: la confianza, uno de los sentimientos más infravalorados del mundo. Siempre que me pasa algo, la llamo. Sé que me va a decir lo que piensa, nunca lo que me gustaría escuchar. Alexia nunca te va a regalar los oídos. Y yo confío a ciegas en ella, en la mejor jugadora del mundo.