DOCUMENTAL

Netflix saca a relucir la amistad entre René Higuita y Pablo Escobar: "Cuando nos fugamos, él era una persona muy especial"

El portero colombiano desvela cómo y cuándo inició una relación con el narcotraficante más famoso del mundo.

René Higuita, a la izquierda, durante su etapa como jugador, y Pablo Escobar, desde su celda en la cárcel de Envigado./EFE
René Higuita, a la izquierda, durante su etapa como jugador, y Pablo Escobar, desde su celda en la cárcel de Envigado. EFE
Bor González

Bor González

"'El Loco' se volvió tan popular y tan carismático en el país que ese tipo de situación atentó contra su misma vida, contra su libertad". Esta intervención de Luis Carlos Perea, exinternacional colombiano, durante el documental de NetflixRené Higuita, el camino del escorpión, define a la perfección el nivel de fama alcanzado por el guardameta antioqueño a finales de los 80 y principios de los 90. Corrían años en los que la sociedad colombiana convivía con la guerrilla, el narcotráfico, la delincuencia callejera y el subdesarrollo: un cóctel explosivo de violencia.

El 'Coroncoro' Perea es uno de los mejores amigos de Higuita y sabe mejor que nadie todo lo que sufrió por su calidad humana. "Éramos celebridades. A ese nivel cualquiera nos buscaba… y mucho más gente poderosa", confiesa durante la producción.

Y, ¿quién era la figura más poderosa en Colombia? Efectivamente, Pablo Escobar. El vínculo con este no le trajo a Higuita precisamente muchas alegrías, aunque le conoció mucho antes de que se convirtiese en el narcotraficante más buscado del mundo.

Sin embargo, la amistad entre ambos saltó al foco mediático debido a una visita de Higuita a Escobar en La Catedral, la lujosa prisión en la aldea de La Miel, perteneciente al municipio de Envigado, cerca de Medellín, que él mismo mandó construir y en la que ingresó el 19 de junio de 1991 tras entregarse a las autoridades. Los medios acudieron a las puertas de la cárcel cuando se enteraron de la visita del portero, el futbolista más popular de Colombia, que confesó sin problema su amistad con 'El Patrón'.

"Saliendo de La Catedral me pregunta un periodista que si yo era amigo de Pablo Escobar. Y yo le contesté que sí", confiesa Higuita en su documental. Obviamente, no sabía la tormenta que se le avecinaba y más tras naturalizar la relación en aquellos instantes, siendo grabado por las cámaras de la televisión: "Yo creo que no tiene nada de malo". Y, desde sus ojos, ciertamente no lo tenía puesto que su relación con Escobar comenzó mucho "antes de ser conocido como el narcotraficante", cuando "era congresista". De hecho, durante la película, Higuita lanza un mensaje a los que rodeaban al narco únicamente por interés: "Yo lo conocí en sus campañas (de congresista). Cuando ya nadie lo conocía, yo dije: 'Sí, es mi amigo'".

Cuando Escobar se fugó, el cielo se tornó aún más gris.

"Mucha gente se acercaba a mi hermano por interés, pero René era una persona totalmente diferente a todos los amigos. La amistad de René y Pablo fue muy sencilla, solo una amistad, no había nada de extraño ni nada de raro". Así ensalza Roberto Escobar, hermano de Pablo, los sentimientos desinteresados entre el guardameta y el capo. Pero es otra confesión la que realmente explica el alto precio que pagó Higuita por esa amistad: "Cuando nosotros nos fugamos de la cárcel, de La Catedral, en ese tiempo René era una persona muy especial".

A prisión como cabeza de turco... por salvar a una niña

El 30 de abril de 1993, Higuita recibe una llamada del presidente del Atlético Nacional y le comenta que un señor muy hincha del club tiene un problema, a su hija de 13 años secuestrada, y que le necesita. "¿Y yo que tengo que ver en esto?", fue la primera reacción del guardameta. Pero, después, al escuchar más en profundidad, enseguida cambió de parecer. "Si está dentro de mis posibilidades, cuente con ello", añadió.

La niña, Marcela, ya a sus más de 40 años, participa en el documental: "Nunca he hablado de esto con nadie, es una historia nunca compartida. Estaba yendo para el colegio y dos motos se pararon enfrente, en la calle, e hicieron que el coche en el que iba se parara. Bajaron al señor que me llevaba y, en ese mismo coche, estos señores se montaron y me llevaron. Me hicieron sentarme en el suelo para que no pudiese ver nada". La secuestraron durante un mes.

En el intercambio fue cuando la figura de Higuita cobró verdadera importancia. Los secuestradores pidieron una persona de confianza como intermediario. "Agarré la plata, la monté en el carro y me fui para mi casa. se día me acompañó un muchacho que trabajaba conmigo, que me manejaba un taxi", comenta el protagonista del documental.

Lo primero que hizo cuando llegaron parte de los secuestradores a su casa a por el dinero fue preguntar por la Niña. "Me dicen que tengo que confiar en ellos. Pero no estaba Marcela por ningún lado. Entonces, a mí lo que se me viene es: '¿Cómo vamos a hacer?'". Uno de los criminales se queda en la casa y es el que, más tarde, "recibe la llamada" y le dice a Higuita: "Vamos". Era el 29 de mayo de 1993.

A su vez, sacaron a la niña de la casa en la que la tenían recluida, la montaron en un coche y después de dar varias vueltas por Medellín, la cambiaron a otro.

"Paramos en plena universidad de la UPV. Aparco y empiezan los estudiantes de la universidad a pedirme autógrafos. Marcela me grita: 'René', y yo le digo: 'Niña, un momentico, estoy firmando autógrafos'", narra Higuita. Era Marcela, pero el portero no se había dado cuenta. Entonces, la niña gritó: "René, es que soy Marcela".

Marcela jamás olvidará ese momento: "Cuando yo le dije eso se puso como loco. Asustado, también. Manejó como un loco hasta la casa de mis papás. Se subió por las aceras, se saltó los semáforos en rojo... Estaba absolutamente asustado y emocionado. Tanto que en el camino nos encontramos a un familiar mío y, cuando le vi, le dije: 'Para, para, es tal persona'. Y él me dijo: ¿Para? ¿Estás loca? Te llevo directo a tu casa. Me hizo ese gran favor. Me entregó viva, sana y salva donde mis papás".

La familia le puso un fajo sobre la mesa a Higuita y este respondió: "Yo no vine a hacer esto por dinero. Y me dijeron: 'Esto es un cariñito de la familia, un agradecimiento'". Eran 50.000 dólares. Sin saberlo, con su acto de humanidad había cavado su propia tumba. "Ese mismo día fui llamado por la Fiscalía", cuenta para disgusto de su familia y de la propia Marcela: " Nos habíamos ido de la ciudad por seguridad y en el noticiero vi que lo estaban tratando como si fuera el peor criminal del mundo, se lo estaban llevando preso. Recuerdo que decían que él me había secuestrado".

Higuita se autoproclama víctima de "un montaje que no se lo han hecho ni al peor narcotraficante de Colombia". Piensa que "algún senador", en aquel momento que habían instaurado la Ley 40, dio la orden de investigarle con el fin de conocer el paradero de Pablo Escobar. Dicha ley especificaba que cualquier persona que se favoreciera directa o indirectamente de un secuestro cometía un delito. También, que cualquier persona que tuviese conocimiento de un delito de secuestro y no lo informara a las autoridades, cometía igualmente un delito.

"Me salieron con que entregara a Pablo y yo no tendría que ir a la cárcel. Ahí me empezaron a tratar mal, de gonorrea, de hijo de puta para arriba y que me iba a pudrir en la cárcel", expresa Higuita sobre los primeros instantes que le tocó vivir tras su detención.

José Praolini estuvo al lado de su amigo Higuita durante todo el proceso: "Lo chantajearon y lo torturaron en un municipio cercano a Medellín antes de trasladarle en helicóptero a Bogotá, como a uno de esos delincuentes pocas veces en la vida capturados. Solamente le decían: 'Díganos donde está Pablo y lo soltamos'".

Durante esos días de pesadilla, Colombia se jugaba en Buenos Aires, ante Argentina, la clasificación al Mundial de 1994, celebrado en Estados Unidos, sin su portero insignia. Sus compañeros bailaron a la Albiceleste (0-5) y en todo momento tuvieron a René en la mente. Tanto así que lo primero que hicieron nada más llegar al vestuario fue cantar: "¡Higuita, libertad!". Y en su llegada a Colombia, todo el estadio de El Campín hizo lo mismo. Todo un país volcado y convencido de la inocencia del mejor portero de su historia.

Finalmente, el 2 de diciembre de 1993 muere Pablo Escobar y, a regañadientes del fiscal Gustavo de Greiff, Higuita sale de la cárcel a cambio de "cien salarios". "Tendría que salir el 29 de noviembre, pero como el que dice 'aquí el que manda soy yo', me dejó hasta el día 1 dentro", relata el arquero.

Su estancia en prisión significó su ausencia en el Mundial del 94, por falta de ritmo, pero en su familia lo tienen claro: "Es un acto que él haría otra vez". Y Bolillo, uno de sus técnicos y amigo, también: " Entró en la cárcel siendo una persona y salió siendo la misma persona".