Así fue ver el Real Madrid-Arsenal infiltrado en el 'Worlds end' ('El fin del mundo'), uno de los pubs más 'gunner' de Londres

Una experiencia más. Evidentemente, no era la primera vez que me veía obligado por necesidades del guion a ver un partido de fútbol en territorio enemigo y no precisamente en el estadio del rival de turno de un equipo español. Ya que Londres me reclamaba por asuntos personales, tampoco era cuestión de olvidarse de lo profesional, y nada mejor para matar el gusanillo que ver el Arsenal-Real Madrid de vuelta de la Champions en uno de los pubs más gunner del barrio de Fintchey. El Worlds end. El fin del mundo, traducido al castellano. Maldita premonición. Si para los de Ancelotti no fue el fin del mundo, sí se podría decir que fue el fin de un ciclo.
No fue fácil la empresa de poder ver el partido en esos pubs del territorio Arsenal. La mayoría de ellos, sobre todo los más cercanos al estadio, pedían como requisito para entrar presentar el carné del club o algo representativo que te acreditara como cañonero de toda la vida. Gracias a esos amigos que tienes que tener hasta en el fin del mundo, pude acceder al Worlds end.A 25 minutos andando del Emirates y a 45 de los lujosos apartamentos donde antes estaba Highbury.
Lo primero, un sello en la muñeca para poder entrar. Queda una hora para comenzar el partido y en el local, enorme, ya hay más de 300 personas. Pocas veces como en esta ocasión me hubiera gustado tener 15 o 20 centímetros más para igualar las cabezas que se multiplicaban delante de mí. Estoy dentro por Matt, un médico londinense que es del Arsenal desde pequeñito, que tenía unos vecinos mayores que él y eran gunners de cuna. Sus padres habían pasado de largo por la pasión futbolera que arrasa esta capital con veintitantos clubes profesionales. Fueron ellos, los vecinos, los que le regalaron la primera camiseta roja y blanca y hasta que no consiguió que la familia le comprara la de Bergkamp con el 10 a la espalda no se quedó tranquilo.

A mi lado, con la camiseta puesta, va explicándome todos los cánticos que atronan en el establecimiento. No me puedo mover. Ni a la derecha ni a la izquierda. Ni un paso para adelante ni uno para atrás. Hacía años que los zapatos no se pegaban tanto a un suelo. A saber los litros de cerveza que tenía ese plástico pegajoso que pisábamos. Me dice Matt que está optimista. "Si marcamos un gol, vamos a pasar. Este Arsenal no es el de otros años, tenemos un buen equipo. Lo demostramos en la ida. Futbolísticamente fuimos mejores". Le intento explicar lo que es el Bernabéu, la tradición, las remontadas, el miedo escénico... y me mira escéptico: "Vamos a pasar". Para colmo, el tal Matt, además de ser del Arsenal es del Atlético. No me lo invento. Lo juro. Se hizo rojiblanco por casualidad. Elegía a los rojiblancos, como el Arsenal, en el "football manager". "Me pareció un equipo simpático. Me gustaban Fernando Torres, Agüero... Leí cosas sobre su mala suerte. Pensé, otro club como mi Arsenal".
Y hace unos cuantos años ya, en la temporada 2013-14, se fue al Vicente Calderón a ver un Atlético-Málaga. Si los de Simeone ganaban eran campeones. Empataron y tuvo que esperar al siguiente partido contra el Barça en el Camp Nou. Me lo cuenta con cara de pena, como explicando que sabe bien lo que es el Atleti. Comienzan los cánticos. La media docena de pantallas gigantes nos enseñan la salida al campo de los jugadores de los dos equipos. Es el momento del himno. Una versión nueva adaptada entre las muchas que presentaron los aficionados. "Norte de Londres por siempre. Sin importar el clima. Estas calles son nuestras. Y mi corazón nunca te dejará. Mi sangre por siempre fluirá a través de la piedra... ". Pura metáfora. De escucharlo tan cerca. Prácticamente en mis oídos. Resulta que no gritan "Arsenal, Arsenal, Arsenal". Gritan: "Arrrsenooo... Arrrseoooo".
Primeros cánticos con los aficionados del Chelsea por haberles vendido a Havertz a mitad del precio que verdaderamente vale. Cada primer plano de Rice es una ovación. Más canciones. En este caso dicen que pagaron por él 100 millones de libras, pero que vale el doble. Cada vez que Bellingham toca el balón es abucheado. Cuando Saka falla el penalti, se escucha algún fuck de más, pero inmediatamente se corea su nombre. El primer lío de verdad se monta con el penalti a Mbappé posteriormente anulado. Le dicen de todo al francés. Se ríen de Asencio cuando choca con Merino y cae al suelo y se escuchan las primeras estrofas de la canción del navarro.
El descanso ofrece una pausa. Calculo que serán 350-400 los aficionados allí reunidos. No cabe ni uno más. La sala más grande, la del escenario, es de la gente VIP. Lo imagino porque están sentados y tienen comida. Los vasos, eso sí, todos, todos de plástico. Durante el partido la gente no visita mucho las barras, pero antes, en el descanso, y después se nada en cerveza. Matt sonríe: "Jude está perdiendo los nervios. Cuando juega como sabe es un gran jugador, pero cuando se poner nervioso, pierde su sitio y se queda en la mitad. Rice se lo está comiendo... ". Los primeros planes del inglés le dan la razón. Bellingham ya está fuera de sí. "Eso es lo mejor que nos puede pasar". Llega el gol de Saka. No sé dónde meterme. Me hago fuerte en mi medio metro cuadrado. El pisotón de Rüdiger sin castigo calienta el ambiente. Más 'fuck' para arriba y para abajo. Cuando Odegaard y Martinelli gambetean sobre el balón, tiran de 'olés' o de 'oés'. Y no digamos cuando Martinelli supera Courtois. Modric es abucheado por su pasado en el Tottenham... La prolongación es una fiesta... Todos de pie. Abrazos, saltos... Para el Arsenal, eliminar al Real Madrid que eliminó tiempo atrás, no mucho, al City y al Chelsea, tiene un plus añadido.
No me da tiempo ni a tomar una pinta. Lo juro. Uber, y a escribir, que también espera Onda Cero. Mis zapatos casi se quedan pegados en el barrizal del Worlds end... como se quedó el Real Madrid ante un equipo que, futbolísticamente, fue superior en la ida y en la vuelta.
(Me llevo de regalo una bufanda del Arsenal. Prometo no sacarla de la maleta. Por si acaso).