OPINIÓN

Cuando el VAR se come al árbitro y el partido cambia de intenciones

Carvajal besa el escudo del brazalete tras marcar el 3-2 ante el Almería. /Reuters
Carvajal besa el escudo del brazalete tras marcar el 3-2 ante el Almería. Reuters

Es de esos días en los que uno se sienta ante el ordenador asqueado y sin ganas de juntar ese puñado de palabras que puedan formar las frases suficientes como para cubrir, al menos, el expediente informativo. Es de esas situaciones en las que uno no sabe de qué ni de quién debe escribir. Hay opciones, claro. Bastantes, incluso. Se podía intentar ser purista, obviar el lío arbitral, e intentar salir adelante con un análisis más o o menos futbolístico. En ese caso, habría que tirar por la decisión errónea de Ancelotti -lo reconoció al final del partido- de no dar descanso a ninguno de sus hombres de campo que habían jugado el partido de Copa contra el Atlético y, de paso, por la nefasta primera parte de su equipo en la que jugó andando. no remató a puerta y ni siquiera llegó a competir en ningún momento.

Y habría que seguir por su reacción del segundo tiempo, a lomos de los tres cambios de Ancelotti y de los acontecimientos que se iban sucediendo en el partido por culpa de las decisiones arbitrales. En ese análisis puramente deportivo, por supuesto, habría que centrarse también en el supino valor del Almería. Un colista respondón que supo subirse a su tempranero gol y realizar una notable hora de juego en la que fue superior defensiva y ofensivamente a los blancos y mereció plenamente esa renta de dos goles que llegó a tener en el marcador. Perfecto planteamiento de Gaizka Garitano con una defensa de cinco y un escalonamiento por delante que sacó brilló a media docena de contraataques fulgurantes.

Había tocado rebato ya el Real Madrid en busca de una de sus habituales remontadas, cuando se concatenaron las decisiones arbitrales que se comieron todo lo demás. Se vino arriba el Madrid con cuatro delanteros (Brahim-Joselu-Bellingham-Vinicius) y se desmoronó el Almería que, totalmente influenciado por las decisiones del colegiado, comenzó a defender dentro de su área y perder el orden y la concentración que había tenido hasta entonces.

Como suele ocurrir en estos casos: división de opiniones y distintas interpretaciones sobre las mismas jugadas dependiendo del cristal con que se miran. Lo que es evidente es que en el Bernabéu no pitó el árbitro de campo, pitó el árbitro de VAR. Ineptitud del colegiado del césped, Francisco José Hernández Maeso, a quien su bautismo en el Bernabéu le puede marcar para toda su vida e incapacidad del juez del VAR, Alejandro José Hernández Hernández que, aprovechó que tiene más tiros disparados que una serie del oeste, adquirió un protagonismo que quizás no le correspondía en alguna acción y ayudó al siniestro total de su compañero.

En la primer acción, en la que acaba en penalti a favor del Real Madrid, in situ, Francisco José no vio nada. Ni la mano de Kaiky ni las presuntas faltas de Rudiger y Joselu en ataque en su afán por rematar. Alejandro José, desde su silla, observó la acción a medias. Sí informó de la mano abierta del zaguero, pero no de los posibles empujones de los atacantes blancos. La falta de Rudiger, muy clara, fue anterior a la mano en cuestión. Luego sí hizo bien Alejandro José en avisar a Francisco José que estaba delante del manotazo de Lopy a Bellingham y no lo consideró punible. ¿Cómo no pudo verla si estaba a cinco pasos?

Y, finalmente, llegó el gol de Vinicius, vaya usted a saber con qué parte del brazo, que primero fue invalidado sobre el césped y después validado en la moqueta. Una tarde negra para el arbitraje español y por ende para nuestro Campeonato.