Por mucho que Imanol Alguacil se empeñara en lo contrario, el descalabro se veía venir

"Y esto solo es el principio". Es la frase que me espetó un amigo íntimo de la profesión cuando Sergi Darder marcó su penalti, clasificó al Mallorca y dejó a la Real Sociedad compuesta y sin final. Esa también era la sensación que se respiraba en las horas previas al duelo frente al conjunto bermellón, que si se caía, el tramo final de temporada se iba a convertir en una especie de Mortirolo. Una vez confirmado el fiasco copero, son muchos los que se preguntan: ¿y ahora qué? Sin Copa, con la eliminatoria frente al PSG muy cuesta arriba y con unas sensaciones en LaLiga que no invitan para nada al optimismo, ¿cuál puede ser la atracción para los tres meses de competición que restan?
"Estamos destrozados y dolidos, pero no debería ir a más porque es parte del fútbol. Ahora estamos fastidiadísimos y es muy difícil de digerir el no pasar la final, pero somos profesionales. Tenemos varios objetivos y uno inmediato, que es LaLiga, y queremos volver a entrar en Europa. Tenemos un dolor tremendo, pero hay que levantar la cabeza. Y tenemos el partido de vuelta de Champions". Son palabras de Imanol Alguacil una vez consumada la eliminación. Esta contestación puede servir para responder a esa pregunta de ¿Y ahora qué? Pero por mucho que se empeñe el míster en lanzar mensajes de confianza hacia su plantilla, la competición está demostrando que el equipo no está bien. De hecho, está lejos de estarlo.
En el Reale Arena, la Real Sociedad lleva la friolera de tres meses sin ganar un solo partido. Es cierto que en este espacio de tiempo le ha tocado jugar más de visitante que de local, y menos mal, pero los datos son irrefutables y estos dicen que los problemas son más que evidentes. Sin olvidar, claro está, el estado físico en el que se encuentra la primera plantilla, con lesiones una semana sí y otra también. Dicen que es lo que tiene jugar tres partidos a la semana. Es el peaje a pagar. Pero, qué quieren que les diga, a mí no me parece normal que solo los porteros y Take Kubo, que sepamos, se hayan librado de esa plaga de lesiones.
Porque, desgraciadamente, y por mucho que Imanol asegurara y nos quisiera vender que de las derrotas como la del Villarreal se aprende, el descalabro se veía venir. Las señales estaban ahí, y muchos no han querido verlas. Un plantel sin gol, un desastre que apunta directamente a la dirección deportiva, que ha dado en la diana en muchos refuerzos pero que en una operación que se antojaba vital para triunfar en una campaña tan especial como la actual, Champions League incluida, se ha equivocado por completo. Y no pasa nada en decirlo. La realidad dice que el conjunto blanquiazul tiene tres nueves sin gol. Por lo menos en la Real no lo han demostrado ni Carlos Fernández, ni Sadiq Umar ni André Silva. En los aledaños del santuario blanquiazul, en las horas previas, también se bromeaba con que la única opción que había para pasar era que los insulares se metieran un tanto en propia meta, algo que, claro está, no pasó.
La decisión controvertida de no renovar a Alexander Sorloth
Una de las decisiones más controvertidas del pasado verano, fue la no continuidad de Alexander Sorloth tras dos años en la capital guipuzcoana y apostar por un delantero de renombre internacional como André Silva, que llevaba sin jugar desde el mes de mayo por una importante lesión. La llegada del luso obedecía de hecho a las dudas que transmitía a la Real el estado físico de los jugadores que podían ocupar la posición de '9': Sadiq Umar, Carlos Fernández y Mikel Oyarzabal en su caso. Los tres habían salido de gravísimas lesiones y no ofrecían, en ese momento, las garantías físicas y futbolísticas necesarias que requiere un equipo como la Real, aspirante a Europa y participante en Champions. Paradójicamente, el delantero que llegaba a cubrir esa laguna presentaba una lesión muscular más importante de la que en un principio se presuponía.
Después de visto todo el mundo es listo. Puede ser, pero nadie puede negar que sí parecía aventurado confiar la faceta realizadora de un equipo con aspiraciones a tres jugadores, por decirlo de alguna manera, inestables físicamente hablando. Sadiq Umar se había pasado toda la temporada pasada en el dique seco por una rotura del ligamento cruzado que se produjo nada más aterrizar en la capital guipuzcoana, mientras que los antecedentes de Carlos Fernández, ya no solo los físicos, tampoco invitaban al optimismo. Hoy es el día en el que está de baja por un nuevo percance en su rodilla. André Silva, por su parte, se ha convertido en un Expediente X. Se ha pasado más tiempo fuera que dentro y solo ha anotado un gol, en Copa frente al modesto Andratx. Entre los tres solo han firmado seis goles -tres el andaluz, dos del nigeriano y uno el luso-. Un equipo cono la Real Sociedad no se puede permitir esto, más cuando el único delantero que tenía en nómina la temporada pasada, suma once goles con el Villarreal, el último de los cuales llegó el viernes pasado en el Reale Arena. No le quedó otra que no celebrar y pedir perdón.
Un clavo saca otro clavo
Y luego está Mikel Oyarzabal, convertido ahora en la gran esperanza blanquiazul cuando no hace mucho era objeto de las críticas más injustificadas del mundo. "Yo le veo terminando la temporada jugando de lateral izquierdo" se llegó a decir del '10', que tampoco arrancó de la mejor manera. Pero lo suyo es para quitarse el sombrero. El destino quiso que fuese el único futbolista que fallase en la tanda de penaltis fatídica. El mejor especialista desde los once metros de todo el equipo blanquiazul falló en el momento menos indicado. Y Gipuzkoa entera lloró. No se lo merecía el '10', que a punto estuvo de erigirse en el héroe blanquiazul, una vez más, con ese gol que hizo creer a la afición en la remontada. Seguramente no estaba en un estado de forma óptimo, de hecho le costará al alcanzarlo, pero apareció en el lugar idóneo para hacer bueno el pase de Brais. El capitán siempre aparece para tapar esas bocas que ponían en entredicho su capacidad en un arranque de temporada difícil para él. Él es el clavo ardiendo al que se agarra la afición blanquiazul para seguir creyendo en el momento más complicado de la temporada.
El mensaje desde dentro es el de seguir creyendo, que nadie se baje de este barco. Y no les falta razón, este equipo nos ha hecho disfrutar mucho, aunque el mazazo frente al Mallorca va a costar mucho tiempo en superarse. Solo un clavo saca otro clavo y el destino le sirve en bandeja una bala ante el PSG, aunque a día de hoy sea complicado seguir adelante.