Así juega el Newcastle de Eddie Howe, el equipo que amenaza al Big Six
Estarán en el Bombo 4 de la Champions League y quieren pelear la Premier League.

Intensidad. "Grado de fuerza con que se manifiesta una cualidad". Esta es la palabra que Eddie Howe (Amersham, 1977) lleva grabada a fuego en su libreta y la que sirve para ilustrar de forma más precisa a la vez que más general, a uno de los mejores equipos de Europa el último año: el Newcastle United. Los ingleses debutaron en la primera jornada goleando por 5-1 al Aston Villa de Unai Emery y formarán parte del cuarto bombo de la Champions League, siendo uno de los peores regalos que puedan tocar. En la liga donde domina el posicionalismo de City, Arsenal y Brighton, la energía de Howe hace de contrapunto, recogiendo el testigo del que fuese el primer Liverpool de Jürgen Klopp.
El camino que ha recorrido el Newcastle desde que fuese adiquirido por el fondo soberano de Arabia Saudí en octubre de 2021 es distinto al que se podría haber esperado en un primer momento. Los ingleses apostaron por Eddie Howe para salvar a las urracas, y en aquel primer curso llegaron Bruno Guimaraes y Kieran Trippier para empezar a darle forma al proyecto. En el siguiente curso, llegaron Alexander Isak, Anthony Gordon o Sven Botman y el equipo logró quedar tercero en la Premier y disputar la final de la Carabao Cup ante el Manchester United. En este ascenso meteórico, son muchos los que se preguntan cuál es el siguiente paso de este "underdog" que ya no irá de tapado. ¿Y ahora qué?
Los fichajes de Sandro Tonali, Harvey Barnes o el más reciente de Lewis Hall confirman la apuesta del club y el camino de su dirección deportiva: fichar a jugadores que están a punto de explotar para darles un escenario propicio a la vez que atraen a talento joven que les pueda dar una plusvalía. Todo ello, con el sello de Eddie Howe, que ha construido a un equipo dinámico, vertical y tremendamente agresivo que en sus días buenos es capaz de pasar por encima de los rivales. Que se lo digan a Unai Emery. Las señas del Newcastle son las que proponía en sus inicios en Anfield un tal Jürgen Klopp. Y en Sant James Park siguen funcionando.
Partiendo de un 4-3-3, Howe tiene claro lo que quiere. "No vamos a cambiar mucho. ¿Qué sentido tendría cambiar algo que nos funcionaba? Pero siempre añadiremos cosas porque hay que seguir mejorando, con y sin balón." La esencia es la misma, y con Tonali como interior diestro, el Newcastle suma una ficha de muchísimo valor para dar un salto a su juego posicional, que se basa en dos premisas: rotaciones constantes en los costados, algo que les permite atraer al rival y generar espacios a su espalda, y mucha agresividad a la hora de sobrecargar zonas de balón.
Siendo Bruno Guimaraes el jugador más importante del Newcastle, los de Howe tienen muchas formas de encontrarle y hacer que sea partícipe. Juntando a Trippier (el jugador que más ocasiones genera del equipo) con Tonali y Bruno, los de St James's Park logran sobrecargar la zona del balón con tres jugadores dinámicos, de muy buen pie y que disfrutan haciendo movimientos verticales y agresivos. Bruno no es un mediocentro que espere, sino que siempre anticipa. Su mayor virtud es que es un jugador que perdiendo poquísimos balones, arriesga prácticamente siempre, bien sea desde el pase o la conducción. Es clase y ritmo sin perder el tempo.
Estos movimientos rotatorios en las bandas son una de las claves del Newcastle y algo que siempre ha caracterizado al mejor Liverpool de Klopp. Interiores con vuelo que transicionen y sobrecarguen los costados, laterales con gran variedad de pase y en el caso de los de Howe, un centrocampista como Bruno que siempre fluye iniciando desde los primeros pases pero con ese espíritu que le empuja a ocupar distintas zonas. Es el alma del Newcastle.
Cuando se habla de intensidad, el aficionado suele caer en una trampa: no se trata de correr más o de ser más fuerte, sino de ser mejor y de forma más precisa, de ser capaz de aunar esfuerzo y precisión al máximo nivel. Ahí radica la principal virtud de un Newcastle que mete al rival en una máquina de exprimir y le saca todo el jugo hasta que solo queda la piel. Su ritmo es altísimo en cada posesión, hundiendo o partiendo al contrario, y sin balón su estructura y su compromiso les permite llegar a casi todo.
La presión del Newcastle es ver un castillo de naipes perfectamente construido. Harmónico. Y luego ver cómo cae de tal forma que el rival, ensimismado, es incapaz de juntar los pases donde quiere. Howe bebe mucho de Klopp en la forma en cómo sus tres atacantes orientan, disuaden y lideran una presión que busca por encima de todo robar la pelota en la primera zona de creación, y a partir de allí acelerar hasta que la jugada implosiona.
Es una trampa en tanto que lo que hace el Newcastle es enseñar y mostrar un camino habitable para, cuando lo empiezas a cruzar tranquilamente, cortarte el paso en seco. Es un equipo que usa la presión como si fuese Burundanga; cada dosis es un ejercicio perverso para anular tu voluntad haciéndote ver que, en realidad, son tus amigos. A estas alturas, ya nadie se fía del Newcastle.
Contaba Dan Burn, el lateral izquierdo titular y una de las almas del equipo norteño, que nunca había estado en un conjunto como este a nivel humano. Que todos iban en una misma dirección. Y para entenderlo sin saberlo basta con atender a cómo presionan; el movimiento de un jugador es acompañado instantáneamente por el de un compañero, como una hilera infinita de hormigas.
El primer Liverpool de Klopp, que duró hasta 2018, era un equipo voraz, con secuencias de pase entre interior, lateral y extremo a gran velocidad y en la que sus atacantes marcaban siempre el primer pase rival. El Newcastle, con muchos matices, asume parte de la tradición de Klopp, añadiendo nuevos elementos, pues el fútbol cambia y cada jugador configura su propia realidad, que es imposible de traspasarse a otra. Eddie Howe se podrá mostrar en Champions League para que su juego esté a la altura de lo que merece: uno de los mejores equipos de Europa.