La primera presidenta de la Era Moderna no fue Teresa Rivero sino una concejala de La Mancha: "Daba rabia, ella era famosa..., pero en el 93 yo ya tenía pesadillas con las nóminas del Gimnástico"
Ana Comino presidió el equipo de su pueblo (Alcázar de San Juan) en Tercera, siguiendo la estela de Amelia del Castillo en Pinto y liderando una saga que llega hasta el Celta con Marián Mouriño.

Hoy, con el simple hecho de haber alzado la voz en redes sociales, lo hubiera sabido todo el mundo y al menos alguno de los focos que apuntaban constantemente a Vallecas se hubiera desviado hacia La Mancha. Fue culpa de todos y, a la vez, de nadie en concreto. Siempre hubo clases y, además, en los años 90 la inmediatez y la viralidad de la actualidad contra las fake news no estaban tan desarrolladas. Aún existían las palomas mensajeras.
El 12 de enero de 1994, el Rayo Vallecano anunció a bombo y platillo el nombramiento como presidenta de Teresa Rivero. Y, desde entonces, el aterrizaje de la mujer del polifacético empresario Ruiz Mateos se vendió como un hito en la historia del fútbol español. Sin embargo, y sin restar mérito al acontecimiento, la historia contenía un asterisco por no haber especificado que la noticia se circunscribía a la Era Moderna o que se enmarcaba dentro del profesionalismo. Amelia del Castillo había sido la precursora real en el Atlético de Pinto en 1963. Y, aunque una mayoría no lo supiera, desde 1991 la alcazareña Ana Comino compaginaba sus funciones como concejala socialista en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) con las de directora de la Sociedad Deportiva Municipal (SDM) y, desde 1993, con las de presidenta del Gimnástico (hoy Sporting) en una categoría nacional como la Tercera División.
Nunca es tarde para reescribir la historia.
La llegada al fútbol de Ana Comino (1959) fue casual y nada buscada. En 1991, Anastasio López, el alcalde por aquel entonces de una localidad que tiene como hijos predilectos a hitos del deporte como Antonio Díaz-Miguel,Manolo Delgado Meco o Vicente Paniagua, y a artistas como Emilio Gavira o Dani Fernández, le reclutó para las listas del PSOE de cara a las elecciones municipales. En principio, para ocuparse de la cartera de Servicios Sociales en el equipo de Gobierno ya que era militante desde 1983 por la influencia y compromiso político de su abuelo. Pero había una misión extra: su continua presencia en las instalaciones deportivas como hobbie animaron al primer edil a ofrecerle dirigir también la SDM que gestionaba desde 1988 todas las disciplinas deportivas federadas. Fue desde ahí, consiguiendo recursos para un precario Gimnástico, donde dio el salto al palco en la temporada 1993-1994 para levantar un proyecto basado, sobre todo, en la cantera.

Ana Comino habla ahora de aquello con el orgullo de haber sido tan valiente con sólo 33 años pero con ese regusto amargo también de no haber podido ejecutar el plan que tenía en mente y de que su legado sólo haya trascendido en la comarca. "Recuerdo que la llegada de la presidenta de Rayo Vallecano, Teresa Rivero, fue posterior. Yo ya estaba ahí cuando apareció pero... Cuando todo el mundo decía en la televisión que ella había sido la primera presidenta de una sociedad deportiva, porque el Rayo también lo era, yo decía 'pues si yo ya llevo por lo menos tres años al frente. ¿Cómo va a ser la primera?'. Lo que pasa es que ella era ya famosa y yo no... Eso sí que me ha dado rabia muchas veces. Al final te quedas con la autoestima y con cómo has hecho las cosas. Eso es mucho más importante que el reconocimiento público".
Tan polideportiva como futbolera
Pese a no haber sido jugadora ni entrenadora en su juventud, el balón siempre le rondó. "Mi sobrino Carlos Augusto [leyenda local] jugaba al fútbol y empezamos a ir a todos los partidos con mi padre y mi hermano, ya fuera en casa o a domicilio. Y con el baloncesto también había tenido siempre mucho contacto. Mi primera pareja, el padre de mi hijo, jugaba en la Trini, en García Vaquero, y competía en Segunda División. Entonces nos movíamos a todos lados. Por eso siempre me he relacionado con mucha gente de ese mundillo. El alcalde, al estar siempre en las canchas y los campos, me lo propuso, y le dije que me lo pensaría, pero la verdad es que tardé un día en responderle. Me hacía mucha ilusión. Acepté por responsabilidad. Y no me dio ningún miedo. Me meto en todos los charcos. Sabía lo que sufría el Gimnástico para cobrar y para sacar adelante los presupuestos, así que quería echarles una mano".
Su estreno como responsable de la SDM llegó con un viaje institucional con el ciclismo de fondo: "Empecé en verano del 91 y en julio acudí al primer Tour de Francia que ganó Indurain. Estuvimos desayunando con él y con Perico Delgado, que yo le seguía como una loca. Era tremendo. Entendí en ese momento el movimiento fan. Fue justo antes de entrar a París, a los Campos Elíseos, ya como ganador. Y, desde entonces hasta el 96, fue un privilegio ayudar. Me encantó trabajar para los jóvenes, aunque también tuve muchos sinsabores y disgustos. Tenía pesadillas con las nóminas de los jugadores del Gimnástico. Fue una etapa bonita, pero muy dura. Sufría mucho pensando que no había presupuesto todos los meses. Y, claro, se me hizo muy largo", resalta en conversación telefónica.
"Recuerdo esos años con cariño, aunque fue la época en la que más he llorado en mi vida. No podía dormir dando vueltas a cómo pagar a los futbolista. Fue un aprendizaje muy importante, tanto en el deporte como en los servicios sociales", apostilla la directiva. Y añade: "Recuerdo que me había ido a Madrid a estudiar Psicología y por cuestiones familiares que no vienen al caso me volví y empecé a vender pisos. Fue mi primer trabajo con 20 años. Luego abrí una boutique de ropa y una zapatería hasta que, cuando ya me estaba fabricando mis propias prendas para vender a otras tiendas, entré en la política y abandoné mis negocios, donde tenía empleadas, porque cuando la dueña no está encima pues se viene todo abajo. Y de ahí pasé al fútbol. Fue todo muy rápido. Y ahora que lo pienso y hacemos repaso… ¡Cómo pasa el tiempo!".
Si el camino de Teresa Rivero en la élite estuvo repleto de trabas, el de Ana Comino tampoco fue un spa. Y encima desde el anonimato: "En aquella sociedad para gestionar el deporte local no tenía subvenciones. Pero como poseo una mentalidad muy empresarial y siempre he sido autónoma, no me asusté y fuimos a buscarnos la vida yendo a por recursos propios. Los grupos de la oposición me acusaban, me pedían explicaciones y me ponían zancadillas con algunas cosas, pero hicimos un equipo muy bueno y conseguimos grandes cosas. Rescaté a un gran entrenador como Matías López, que lo tenían exiliado en Villafranca de los Caballeros [Toledo], y sacamos adelante un proyecto precioso. Matías, desde la faceta técnica, me ayudó a organizar todo de maravilla. Le admiro. Como no teníamos recursos y el ayuntamiento no financiaba, nuestra iniciativa conjunta se apoyó en las aportaciones de los empresarios. Pero como no eran suficientes para mantener la sección deportiva, lo que hicimos fue organizar todas las instalaciones, quedarnos con la explotación de los bares e hicimos un restaurante en la Piscina Municipal para conseguir recursos".

Y así, poco a poco, llegó el cambio de rumbo en un curso en el que el entrenador del primer equipo era Jesús Úbeda, que había sido portero del club y desgraciadamente falleció: "El presupuesto del Gimnástico era altísimo. El club tenía un equipo en Tercera, un Regional y luego dos juveniles. En total hablamos de 42 millones de pesetas (252.000 euros). Y cuando yo entré el presupuesto fue de 23 millones de pesetas (138.000 euros). Antes teníamos mucho jugadores de fuera a los que se le pegaba un salario alto y la vivienda, o se les daba trabajo en alguna instalación deportiva. Era insostenible mantener eso. Pero, claro, de un año para otro no se podía hacer el proyecto que queríamos. Planteamos con Matías la creación de la Escuela de Fútbol, y eso ya iba a cargo del Patronato Municipal de Deportes, por lo menos en cuanto al gasto. Había que hacer cantera y complementar con alguna buena contratación. Yo decía: 'Seremos como los vinos, unos años habrá mejores cosechas y otros peores; unos años pues estaremos más arriba de la tabla, otros años estaremos más abajo, pero al final son nuestros jugadores'. Nos costaba muchísimo menos".
La valentía tuvo resultados
Aquella etapa con Ana Comino al frente de la SDM coincidió con los años más gloriosos del Gimnástico, con Joaquín Caparrós como entrenador (1990-1992) y con aquella eliminatoria de Copa del Rey en 1992, ya con Esteban Castellanos en el banquillo, ante el Sevilla de Maradona tras eliminar antes al Eibar. "Aquellos partidos [0-2 en la ida del Municipal y 5-0 en la vuelta del Pizjuán con golazo del Pelusa] los viví desde el palco junto al presidente del Sevilla Luis Cuervas. Fue una gozada. Recuperamos a muchos jugadores que estaban en los pueblos de alrededor e hicieron un gran papel esa temporada. Era un orgullo representar a Alcázar por toda España".

Pero, de repente, cosas de la política, la aventura se acabó: "La legislatura acababa en mayo de 1995 y entonces había que empezar a formar nuevas listas electorales autorizadas por la agrupación del PSOE. Entonces, por algunas personas que se ocuparon de segarme la hierba, me dicen que no cuentan conmigo cuando en Toledo [sede del Gobierno autonómico] y en Ciudad Real [donde se halla la Diputación] me adoraban. Entonces, como no formó parte de la nueva lista, el alcalde me llama y me dice que, sintiéndolo mucho, no podía seguir. El ayuntamiento tenía el 51% de la SDM y es quien nombraba al presidente o presidenta... Por extensión al final también deje de presidir el equipo durante la temporada 1994-1995 [le sustituyó José Organero]. Me dolió mucho dejar el proyecto con lo que habíamos trabajado. Al menos me quedó el consuelo de que, cuando yo me fui, seguíamos en Tercera".
Aun así, y pese al sufrimiento y los disgustos, nadie le ha borrado la sonrisa 30 años después: "Me encanta decir que fui presidenta del Gimnástico. Y ya ni te digo mi marido... Aquello me dio muchas alegrías. Lo más desagradable fue el tema económico. Compensó todo el haber creado la Escuela. Yo decía que si la juventud estaba enganchada al deporte, pues no estaba enganchada a otras cosas. Eso era fundamental. La Escuela es un ejemplo para la comarca y más allá [de ahí han salido numerosos jugadores profesionales como Rivas, Soria, los hermanos Romero, Elías, Tomás Pina… y un largo etcétera]. Me hubiera gustado mucho continuar, pero no fue posible. Ahora no tenemos un equipo en categorías más altas porque nunca ha habido un tejido empresarial que lo haya apoyado". El Gimnástico, hasta ahora, se ha tenido que conformar con disputar varias fases de ascenso a 2ªB y hoy pelea en Primera Autonómica Preferente con la ilusión de dar otro salto en forma de ascenso.

"No sé dónde hubiera llegado de haber seguido en el club. Lo que si sé es que, después de aquello, volví a mi mundo empresarial, a ser autónoma... Y bueno, la vida en cada momento te va dando su sitio. Aprendí mucho. Siempre recordaré la primera reunión de accionistas en el ayuntamiento donde me presentaron. Eran todo hombres. Tuve que respirar tres veces y me dije: 'Ana, tienes que ser valiente y que no te timbre la voz. Mano firme y con la cabeza alta.' Esa reunión no la olvidaré nunca. Aquel aprendizaje vale para el presente. Ahí ofrecí mi primer discurso público. Se me fue el miedo". Y tanto. Después tuvo que dar la cara una y otra vez en el vestuario delante de los jugadores: "Les decía que había que esperar un poco para cobrar la mensualidad. No era fácil. Muchos me dejaron sola en la SDM. Me dejó el anterior presidente y gente muy implicada que no quiero nombrar porque 'agua pasada, no mueve molino'. Menos mal que otros estuvieron ahí al pie del cañón y me arroparon".
Toca reinventarse
Sin comerlo ni beberlo pasó de la primera línea pública a la sombra mientras otras mujeres cogían su testigo ante el halago general. Seguro que hay alguna más que nunca estuvo en el radar o que hasta hoy no ha sido reconocida debidamente. Al menos ahí quedaron para la historia Nieves Miranda (Atlético Vianes), Ana Urquijo (Athletic), Amaia Gorostiza (Eibar), María de la Peña Berraondo (Real Sociedad), María Victoria Pavón (Leganés), Lola Romero (Atlético), Isabel Tarragó (Llagostera), Susana Duque (Recreativo), Sagrario González (Astorga), Layhoon Chan (Valencia) y Sophia Yang (Granada) hasta llegar a Marián Mouriño, la actual presidenta del Celta que se mantiene como abanderada de tantas profesionales.
"Terminé muy defraudada y desanimada, ésa es la verdad. Y, aparte, teniendo que rehacer mi vida profesional porque yo en la política no gané nada. No estaba liberada como otros y no ganaba ni una peseta. Ponía de mi bolsillo muchas veces. Cuando entro en el Gimnástico estaba divorciada y mi hijo tenía cuatro años. Mis padres no me plantearon nada. Tampoco ellos sabían dónde me metía. Entrar en el Gimnástico no fue una sorpresa ni un cambio, porque el presupuesto del Gimnástico, aunque yo no era la presidenta al inicio, lo tenía que sacar adelante desde la SDM. Recuerdo ir a los empresarios más fuertes y, cuando entraba por la puerta, me decían 'ya vienes a cobrarnos el impuesto revolucionario'. Aquello fue una continuidad en cuanto a funciones. Fue por pura responsabilidad. Para nada era algo deseado. Lo he leído ahora buscando documentación para esta charla y no me gusta, la verdad. Resulta que el presidente que había anterior a mí, al que no voy a nombrar [Antonio Abengozar], dejó el cargo porque hubo una comida o cena homenaje y los jugadores se negaron a ir si estaba él. Supongo que por las carencias económicas que habían vivido. Como el presidente abandonó rotundamente y dijo que no seguía, todo se precipitó, y fue cuando yo asumí la presidencia". Mientras, seguía volcada desde el consistorio en integrar a la mujer en las instituciones (fue clave para crear una concejalía específica) y en dotar de muchos más recursos, por ejemplo, a las personas con capacidades diferentes pese a las trabas que se encontró por el camino a la hora de integrarlas en los planes de empleo.
Hablando de incomodidades, hay algunas en esos años que aún hoy tienen sus repercusiones: "Lo que más me incomodó de esa etapa y me sigue incomodando, fue esto: empiezo en junio del 91 y a finales de agosto o en septiembre ya había que pagar fichas de las distintas secciones deportivas. La SDM me la entregaron sin un duro, encargué una auditoría porque lo que había eran deudas y había que hacer pagos urgentes porque si no se nos iban los plazos. Y entonces en el ayuntamiento me dicen 'vete a Villafranca que allí hay un amigo del alcalde y te van a dar 6.000 euros'. Ignorante de mi, fui, me dieron el dinero y firmo... Pues eso es lo más ingrato que he tenido: llevan reclamándome esos 6.000 euros desde entonces. El ayuntamiento nunca se hizo cargo, ni lo pagó ni lo aprobó. Y esos 6.000 euros se me quedaron a mí de deuda personal y todavía están rodando. Lo gasté en el deporte de Alcázar y nunca lo he podido pagar. ¡Pero que no lo gasté yo! Ni una peseta. Mi amor propio no me ha dejado pagar esa deuda. Y me ha traído consecuencias. Lo he reclamado muchas veces. Y no me han hecho caso".
Nueva vida
"Después de la política y el fútbol empecé otra vez de cero. Me llamaron desde Ciudad Real y me ofrecieron un gran cargo, con un sueldazo, en la gerencia de la empresa Don Quijote, que era la que iba a gestionar la limpieza y el mantenimiento el hospital nuevo. Dije que no, que se lo agradecía, pero que no quería deber nada a la política y que me buscaría yo la vida. Así que empecé a vender pisos en Torrevieja. Y gracias a Víctor [el alma mater de la mejor pizzería de la tierra llamada 'Las Cancelas'] me ayudó a entrar en una inmobiliaria, dada mi experiencia, que llegó a Alcázar. Y ahí comenzó mi nueva andadura en el 96. Vendía de todo. Pisos y lo que me ponían por delante. Y así hasta ponerme por mi cuenta en 2013 y llegar hasta hoy con mi propia inmobiliaria. Ha habido muchos altibajos. Menos mal que ahora, afortunadamente, estamos en un buen momento. Me gusta estar con la gente y relacionarme. De hecho, en mi etapa de directiva sólo tuve un problema con un expresidente del Gimnástico que me cogió celos, también porque era el que llevaba la gestión del bingo como tesorero, que era una de las fuentes de ingresos de la SDM, y tuve roces porque las cuentas no se aclaraban. Con los demás, genial. Con los entrenadores no hablaba mucho como presidenta porque yo a nivel técnico no entiendo hasta ese punto. Y eso que iba a muchos de los entrenamientos de Caparrós. Mi relación con el resto del mundo del fútbol, los socios y los aficionados era maravillosa".

Y eso que la llegada a un club de categoría nacional no era un camino de rosas como puede pasar ahora. En los 90' las películas de Pajares y Esteso estaban encasillas en el género de comedia aunque hoy no hagan ninguna gracia. "En ningún momento me sentí rechazada como mujer", recalca Ana. Ni siquiera en esos palcos donde olía a Brummel y puro: "En los palcos me sentí respetada, apoyada y valorada. No me sentí mal en ningún momento. Igual por mi forma de ser. Soy valiente. Estaba a gusto. Era todo muy agradable. Aprendí que ahí no podía manifestar mis emociones. Era muy educada. A mí los palcos siempre me han causado mucho respeto. Muchas veces me sentaba en el de Alcázar, pero la mayoría de las veces prefería estar más con el público o con las personas que ayudaban en el fútbol. Solía hacerlo así, salvo que el presidente del equipo que nos visitaba fuera muy formal y quisiera estar en palco. Pero, vamos, de muchos equipos que ni te enterabas de quién era el presidente".
Y de ser acosada, ni hablar: "¿Que si alguno intentaba ligar o algo así? En el fútbol no, curiosamente. Y, sin embargo, a nivel político sí. Pero me he sabido defender siempre sola, no necesitaba a nadie. Y he sabido cortar las situaciones con mucha educación y con mucha diligencia. Muy amablemente. Y, además, ellos no se han sentido ofendidos y de hecho seguimos manteniendo la cordialidad si nos vemos. La verdad es que en un mundo de hombres podría haberme sentido acosada, pero no fue así. Me han respetado tanto que mira, ha tenido que venir uno de Cádiz para casarse conmigo [Risas]".
Ese es Felipe Borrero, su actual pareja, que además de guardia civil es analista en el Yugo Socuéllamos y en durante muchos años ha sido un pilar en el Sporting de Alcázar, heredero de aquel gran Gimnástico, al que ayudó a ascender como segundo entrenador de Andrei. Su pareja es precisamente quien aún pica a Ana Comino para seguir conectada al fútbol: "No para. Se encierra en su habitación a analizar partidos y editar vídeos. No lo llevo todo lo bien que debería porque a veces me siento sola. No puedes hacer una vida normal de pareja. No tenemos un fin de semana libre. Siempre está el fútbol de por medio. Procuro acompañarlo y me meto en el ambiente, pero de ahí a volver a ser lo que fui...".
Al menos duda, sobre todo cuando los actuales futbolistas del Sporting conocen su historia y la miran con admiración: "Me han propuesto volver algunas veces. Tanto en política como en el deporte, pero cuando terminé dije que no quería volver a ser ni vocal del AMPA del colegio. Se sufre, no te entienden, hay gente que te defrauda y se te quitan las ilusiones. No creo que eso ya se dé. Ahora, imposible. Cuando me jubile, a lo mejor... No sé si me dedicaré a algo deportivo. Estamos muy unidos al equipo actual, igual que al Yugo, y colaboramos con todo lo que podemos. Felipe ya me ha dicho: 'Si me tocara la lotería y pudiera compraba el Sporting para que fueras la presidenta'. Me lo repite muchas veces, así que no le animéis. Está claro que si pudiéramos invertiríamos para ayudar a gente como el actual presidente, Jesús Villajos, que se deja la vida y lo está haciendo muy bien. Pero aun así, si aspiras a más, tendrías que fichar y dejar fuera a muchos jugadores de pueblo. Y eso sería defraudarme a mí misma. Y eso, nunca. La cantera lo es todo".