De promesa del Castilla a rival de la Quinta del Buitre en los años más ásperos en El Sadar: "Camino del vestuario hubo de todo, pero yo defendía a Osasuna a muerte"
Crecido con la generación del Buitre en un filial que fue campeón de Segunda con Amancio, el hoy director deportivo del Huesca hizo casi toda su carrera en el equipo navarro.

Ángel Martín González (Madrid, 1964) es el director deportivo de la SD Huesca, un equipo pensado para la permanencia y, aun así, inmerso en la lucha por el playoff de ascenso. Su parte en ese éxito le ha valido hace poco la renovación por un año más. Pero, mucho antes de su actual perfil como bruñidor de equipos —lo hizo en Getafe, Oviedo, Zaragoza y Osasuna—, Martín González fue una de las grandes promesas de la cantera del Real Madrid en los años 80, coetáneo de la Quinta del Buitre y pieza clave del Castilla de Amancio, campeón de Segunda en 1984.
Sin embargo su nombre estará siempre unido a Osasuna, donde consolidó su carrera: llegó cedido en 1986 con 21 años y permaneció durante casi 30. Primero, jugó hasta 1995; ya retirado, fue segundo entrenador con Enrique Martín y Lotina; y director deportivo entre 2002 y 2013. Aunque dice que no volvería a trabajar allí donde fue feliz, su vínculo personal y deportivo obliga a detenerse en esta primera parte de la entrevista en su etapa en Osasuna: Zabalza en el banquillo, la rivalidad con el Madrid de sus amigos, aquel 0-4 en el Bernabéu, el Stuttgart en UEFA... y el descenso de 1994.
Se ha definido a Ángel Martín González como puro ADN Osasuna. Pero, ¿cómo fueron sus inicios en la cantera del Real Madrid?
Entré con 12 años y estuve hasta los 21. Siempre me sentí muy afortunado por poder vivir esos momentos y tengo un recuerdo precioso, porque es cuando de verdad disfrutas jugando al fútbol, no hay una presión mediática fuerte, vas a pasarlo bien y tus compañeros son tus amigos. Coincidí con toda la gente de la Quinta del Buitre durante muchos años, desde los 15 más o menos. El Buitre fue el último que llegó al equipo. Sigo manteniendo relación con todos y de vez en cuando nos juntamos y hacemos una cena para revivir todo aquello.
Debutó con 18 años en el Castilla que dirigía Amancio Amaro. ¿Cómo era aquel grupo de jóvenes que iban a marcar una época pocos años después en el Real Madrid?
Sí, estuve cuatro temporadas en el Castilla, en las cuales jugué siempre como titular. Fuimos campeones de Segunda en la temporada 1983/84, empatados a puntos con el Bilbao Athletic, en aquella época de los hermanos Salinas (Julio y Patxi). Y llegamos a cuartos de final de la Copa del Rey también, donde nos eliminó la UD Las Palmas. Ese es el grupo, el equipo que se ha quedado un poco en la memoria de todos.
"Entré en el Real Madrid con 12 años y tengo un recuerdo precioso porque son los años en los que de verdad disfrutas, juegas con amigos... Coincidí con toda la Quinta del Buitre y sólo puedo hablar bien de todos: aún mantenemos la relación"
Director deportivo de la SD HuescaHa mencionado a sus compañeros: leyendas como Juanito, Santillana, Valdano, Chendo... además de los que ya conocía de abajo como Ochotorena, Michel, Pardeza, el propio Butragueño, Manolo Sanchís... ¿Cómo era aquel vestuario?
Sólo te puedo hablar bien de todos. Era gente muy cercana, muy maja, muy cariñosos. Hicimos un muy buen grupo con Amancio de entrenador y por eso se consiguió lo que se consiguió. Los recuerdos son inolvidables. Con Michel te morías de risa, no paraba de hacer bromas. Siempre hay gente más introvertida, otra más extrovertida. Y la verdad es que se hizo un grupo en el cual estuvimos muy bien. No te puedo hablar en particular de uno o de otro, pero el recuerdo que tengo de todos es perfecto. Todavía me veo con Choto cuando vamos a jugar a Valencia, o con Chendo cuando algún día coincides con el Madrid en algún sitio. Al final mantienes la relación con todos, una relación muy cercana y muy bonita.
Llegó incluso a debutar en el primer equipo del Madrid.
Debuté en una competición que se hizo en su momento, que se llamaba Copa de la Liga: fue contra el Atlético de Madrid en el Bernabéu y empatamos a uno. Tenía 19 años y para mí era un sueño todo lo que estaba viviendo, una sensación increíble poder jugar en aquella época con Juanito, Santillana, Valdano, Stielike. Mucha gente de mucho nombre que, al final, se te quedan también en la memoria. No tienes tanta cercanía como con el grupo del Castilla en el que estuvimos, pero los recuerdos son maravillosos.
En la temporada 1985/86 fue cedido a Osasuna. ¿Esa salida y luego el traspaso marcaron un punto de inflexión en su carrera? ¿Pensó que a partir de ahí podría vivir del fútbol?
Yo siempre fui un poco vago estudiando, me costaba mucho todo. Mi padre siempre me decía: "Como no aprietes en el fútbol, no sé lo que va a ser de ti, espabila, que no sé qué, no sé cuánto". Y yo, claro, ponía el cien por cien en lo que me gustaba. El fútbol me volvía loco y la verdad es que me entregaba. Cuando llegué a Osasuna quedaban seis partidos de Liga. En aquella época había positivos y negativos, por el tema de puntos fuera y en casa, y Osasuna estaba con menos ocho. Pero fue todo muy bien. No perdimos ninguno de los seis partidos que yo estuve en Pamplona. Y cuando acabó la temporada, el club decidió firmarme. Habló con el Madrid y se pusieron de acuerdo y me fui para allá. A partir de ahí, pues media vida la he pasado en Pamplona.
Fueron prácticamente diez años como jugador en Pamplona. ¿Con qué se queda de toda esa etapa?
Hubo momentos de todo, ¿no? Porque en diez años hay momentos buenos, momentos malos y momentos regulares. Pero siempre me he sentido una persona muy respetada en Pamplona y que dio siempre todo lo que tenía. Se me podía acusar de que jugaba mejor o peor o lo que fuera, pero en el campo me dejaba la vida. Era mi forma de ser y mi forma de realizarme como jugador. Creo que en ese sentido dejé un buen recuerdo en Pamplona y tengo un buen recuerdo en la ciudad, porque mi familia sigue viviendo allí. Yo ando de sitio en sitio, de momento. Caí en un sitio espectacular. Después de salir de Osasuna jugué dos años en el Rayo Vallecano y luego volví otra vez y estuve hasta 17 años más. Todo lo que pueda hablar del club y de la ciudad es bueno.
Los partidos entre Osasuna y Real Madrid de aquella época eran muy calientes y culminaron en la suspensión en 1989 en El Sadar, por el lanzamiento de objetos y petardos a Buyo... ¿Cómo vivió aquello tras haber crecido junto a muchos jugadores que tenía enfrente?
Aquellos fueron momentos muy duros. Muy complicados. A veces tuvimos hasta roces. El del petardo de Buyo el árbitro no sabía ni qué hacer aquel día, al final suspendió el partido. Se disputó lo que quedaba luego a puerta cerrada en Zaragoza: dos minutos del primer tiempo y el segundo entero. Todo eso para mí fue una situación un poco difícil, por la relación que tenía con la gente con la que había jugado durante mucho tiempo. Pero yo tenía muy claro que en ese momento defendía a Osasuna y moría por Osasuna. El fútbol ha cambiado mucho para mejor, en ese sentido. Antes quizás era demasiado duro, demasiadas patadas, etc. Hoy en día te sacan una amarilla por nada; y antes, para que te sacaran amarilla tenías casi que matar a un jugador. En esos encuentros hubo situaciones un poco complicadas con algunos futbolistas. Me acuerdo cuando acabó el partido que jugamos en Zaragoza a puerta cerrada, que nos empató Hugo Sánchez en el último minuto y en el túnel de vestuarios hubo de todo, muchísima tensión. Pero bueno, son cosas del día a día del fútbol que después se olvidan y ya está. No tienen más importancia.
"En diez años en Osasuna viví de todo: años preciosos y momentos muy complicados. Cuando descendimos en 1994 creo que el equipo se había hecho mayor y que, después de tanto tiempo con Zabalza, inconscientemente bajamos el nivel"
Director deportivo de la SD HuescaEn Osasuna vivió las dos caras del fútbol. Una semifinal de Copa, quintos y cuartos en Liga, jugar en Europa... pero luego en la temporada 93-94 el equipo descendió a Segunda División.
En diez años que que estuve allí hubo de todo: años preciosos, pero también momentos complicados. En la 93-94 creo que pagamos un poco el precio de meternos en Europa y se complicó mucho. También pienso que el equipo quizás se hizo mayor. En Osasuna llevábamos mucho tiempo casi todos los mismos jugadores, estuvimos muchos años juntos. Tuvimos un míster, Pedro María Zabalza, que es una persona excepcional. Durante ocho temporadas seguidas se consiguieron muchas cosas con él, pero quizás el equipo se nos hizo mayor y, además de que se nos hizo mayor, de forma inconsciente muchos de nosotros seguramente bajamos nuestro nivel. Porque ya sabes lo que quiere el míster, lo que no quiere y, con ese puntito que le vale a él, te conformas también. Creo que los cambios son buenos. Cada vez que vas a otro sitio, cuando cambias de club, cuando empiezas de cero, tienes que volver a demostrar lo que eres, lo que sabes, lo que tienes. Creo que todo eso hace que tú des el cien por cien cada día.
Con Zabalza se volvió a encontrar al dejar Osasuna, en el Rayo.
Fue pieza clave para que yo fuera allí. Fue y es una leyenda de las grandes en Osasuna. De los que juegan en un Barcelona, de los que consiguen títulos, de los que consiguen cosas muy importantes. Creo que es un personaje mítico en Pamplona, incluso como ciudad. Y creo que es de esas personas, de esa buena gente que te encuentras en el fútbol y que lo tienes siempre en la cabeza, que nunca se te olvida.
En el Rayo tuvo hasta siete entrenadores en dos temporadas...
Para mí fue algo inusual, porque venía de estar ocho años con el mismo técnico y llegué al Rayo, donde los entrenadores duraban muy poquito tiempo. (La primera temporada 1995/96 lo dirigieron Zabalza, Francisco Baena, Marcos Alonso y Fernando Zambrano; la segunda, Paquito, Zambrano y Máximo Hernández). Las cosas no iban muy bien y fueron cambiando. Ese primer año tuvimos cuatro entrenadores y al final conseguimos permanecer en la categoría. Pero el sufrimiento fue terrible durante todo la temporada, muy difícil.
"Fui segundo de Enrique Martín, Lotina y Aguirre y de todos aprendí. Pero el que nos cambió a todos, al club y a los jugadores, fue Lotina: vino con ideas nuevas y otra forma de jugar y nos cambió"
Director deportivo de la SD HuescaDespués de la segunda decidiste dejar el fútbol. ¿Sentiste que era el momento de retirarte o habrías seguido?
Me retiré joven, en Primera División, con 33 años y habiendo jugado veintitantos partidos ese último año. El compromiso que asumió el Rayo conmigo fue darme una temporada más, cuando estaba de vacaciones. Me dijeron que cuando volviese a Madrid, fuera al club para firmar todo. Pero llegó un entrenador nuevo, Josu Ortuondo, y parece ser que no confió en mí o no le gustaba mi forma de jugar. Y me quedé fuera, pero ya casi a final de verano. Para mí fue complicado empezar a moverme, a buscar un equipo. Sí que tenía situaciones en Segunda División, equipos a los que podía ir. Pero, al final, me llamó Enrique Martín que estaba de entrenador en Osasuna y me dijo: "Ángel, vente conmigo que estoy solo, no tengo a nadie que me ayude".
Y así se abrió la segunda parte de su vida en el fútbol. Y de nuevo en Osasuna.
Lo único que le pedí a Enrique fue estabilidad. Yo tenía tres hijos pequeños y lo que no quería era moverme de sitio en sitio cada año. Así que le dije a Enrique: "Si me consigues años, me da igual lo que me paguen, pero lo que quiero es estabilidad para que mis hijos estén en un sitio tranquilos". Al final Osasuna me dio cinco temporadas, así que volví a Pamplona y me quedé 17 años. Lo que me ayudó mucho a la hora de tomar la decisión de retirarme fue que entrenaba cada día con el equipo. Yo estaba de segundo entrenador. Hacía los informes de los rivales, los fichajes, hacía todo. Pero me metía en la pachanga con ellos, me metía en los rondos... y eso te hace que el día a día lo lleves mejor que un jugador que se retira y no vuelve a pisar el campo.
Además de con Martín, fue segundo con Miguel Ángel Lotina y Javier Aguirre: tres técnicos con caracteres muy marcados e idolatrados en Pamplona. ¿Cómo era estar a su lado?
Te diría que con el que más aprendí de fútbol fue con Miguel Ángel Lotina. Hicimos una buena relación y un buen grupo. Él fue quien nos cambió la cabeza a todos: a los jugadores, al club... Vino con ideas nuevas y con una forma de jugar diferente y todos aprendimos mucho. Javier Aguirre era una bomba. Ya había jugado con él en su día, en Osasuna, y también mantuvimos una relación muy cercana. Era espectacular su conexión con el vestuario, con las personas: era increíble cómo los emocionaba, cómo los hacía reír o llorar. Hacía lo que quería con ellos. Tenía una facilidad para comunicar impresionante: una locura. Y de Enrique Martín qué voy a decir: ha sido siempre una bomba de relojería. Un día se metió en un campo a robar un balón: son esas cosas que sólo puede hacer alguien como él.