Caparrós: "Pude dirigir a la Selección cuando Lopetegui y al Atlético, antes de Manzano; ahora soy un técnico sin equipo, no un exentrenador"
Caparrós (68 años) no da por finalizada su carrera. "Cuando me dicen que tengo leucemia fue un golpe y no lo conté, pero se filtró...".

Pasear por Sevilla con Joaquín Caparrós (Utrera, Sevilla, 1955) es como hacerlo al lado de Mick Jagger. A cada paso alguien le saluda, le da las gracias, simplemente le levanta un puño cómplice o le pide otra canción. Es historia del fútbol español, con 680 partidos en los banquillos (525 en Primera), y eso se nota en las anécdotas que regala. Ahora, tras un ¿último? servicio al Sevilla como director deportivo -entre las idas y venidas de Monchi- y una experiencia de lo más enriquecedora como seleccionador de una Armenia en estado de guerra, aún sigue esperando una llamada que le devuelva a la primera línea de combate.
Está absolutamente al día de todo, así que sabe más del nuevo rombo de Ancelotti, de Bryan Zaragoza o del proyecto de Relevo que nosotros mismos; como deja patente durante las dos horas de tertulia que dividiremos en dos jugosas partes. Y se le ve especialmente feliz por reencontrarse con su pasado. Quien está a punto de dispararle mil preguntas fue en alumno suyo en 1991 en la escuela de fútbol de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) que coordinaba mientras dirigía y hacía volar al primer equipo en Tercera. Por eso, mientras buscamos para este careo una cafetería silenciosa, él prefiere abrirnos las puertas de su nueva casa en la Plaza de Cuba para observar la magia del Guadalquivir mientras charlamos.
Acaba de cumplir 68 años. ¿Es un técnico sin equipo o un exentrenador?
Un entrenador sin equipo. A los entrenadores nos pasa como a los médicos, abogados o militares: no nos jubilamos, nos retiramos. Además, estoy en contra de la palabra jubilación. No me gusta. Es discutible, pero no me gusta. La palabra retirado quiere decir que puedes estar activo en cualquier momento. Hay una expresión que se llama Novolatría, que es culto a lo nuevo por el mero hecho de serlo. Lo nuevo es lo bueno. Y lo que vale es el cambio-cambio. Y eso pasa igual en el periodismo que en el fútbol o en la educación. Todo hay que cambiarlo y, claro, te van apartando porque se creen que lo otro es anticuado. Incluso hasta la terminología utilizada.
Bloque medio y bloque alto.
Es que si tú dices vamos a presionar arriba, te catalogan como antiguo. Y si dices bloque alto, pues la gente piensa: 'Éste está al día'. Esta semana tengo que dar una charla en una empresa y ya no puedes hablar de liderazgo porque es una palabra desgastada. Tienes que hablar de liderazgo disruptivo y de comunicación cognitiva. Es lo mismo, pero queda mejor. Peinar canas es lo que tiene... Pero aquí lo importante es la pasión y las ganas que tengas por ejercer tu profesión. Y yo sigo igual.
Puestos a pedir, ¿dónde le apetecería tener una última experiencia?
No tengo preferencia. Donde uno esté a gusto. Ha cambiado muchísimo la estructura de los clubes. Ahora todo es más ficticio, no se lleva a la realidad. En los organigramas de los clubes se ha dado demasiado poder al director deportivo. Y falta comunicación. La experiencia que yo tengo es que en los clubes donde hemos conseguido objetivos y resultados, ha sido porque ha habido una buena comunicación de forma encadenada desde el presidente, pasando por el director deportivo y el entrenador. Y hoy eso no existe. El director deportivo tiene demasiado poder y no deja de ser un asalariado del club. El que tiene que marcar la política, la filosofía y poner al entrenador en función de esa filosofía es el que es. Y a veces se hace al revés, incluso por presiones al director deportivo.
¿Cuál ha sido la última propuesta que ha recibido?
Hemos tenido opciones de ir a Arabia. De hecho están ahí, apretando, pero no fue muy buena la experiencia que tuve en Catar. Ahí rescindí el contrato unilateralmente. Todo el mundo se sorprendió. Ellos querían que siguiera, pero yo concebía el fútbol de otra forma. Y ahí estamos...
¿El idioma ha sido lo más complejo para llegar al futbolista cuando ha entrenado fuera?
Hay un lenguaje no verbal que es el que vale. Es el lenguaje auténtico. Y lo sé porque he estado en Armenia tres años, Suiza y Catar… Que duda cabe, que si no manejas el idioma muchas veces no eres tan directo como quieres. En el vestuario de la selección armenia se hablaba ruso, armenio, inglés y castellano. Y en situaciones muy complicadas, con una guerra de por medio y una pandemia. Y sin embargo, ese lenguaje no verbal en nuestras reuniones era determinante. Es mucho más sincero. Somos personas y al final la gente lo detecta. Nos entendíamos todos con los simples gestos y con la mirada.
¿Hasta el punto de que a veces le sobraba el traductor?
Total. Armenia estaba en conflicto y teníamos jugadores que habían perdido a algún familiar. Y había que entrenar y jugar. Tenías que mirar a la cara a los jugadores y veías que les brillaban los ojos. Ellos tenían que sentir la empatía; es fundamental. Y eso se tiene o no se tiene. Es más importante que el idioma. Se engancha o no se engancha. Y esa forma de ser nos unió a nivel individual y grupal.

¿Qué echa especialmente de menos cuando no está en un banquillo?
El día a día. La presión. Esa presión de partido, de preparar todo. A mí me gusta tener un cuerpo técnico muy dialogante. Hablar, preparar las sesiones. La atención. Todo eso, la gente que llevamos muchísimos años, lo echamos de menos. Porque eso es lo bonito. Convivir con tus jugadores, con tu cuerpo técnico. De saber también qué es el fracaso, de perder un partido y haber desilusionado a mucha gente. Pero tú tienes que ponerte ahí al día siguiente. Porque tú eres el primero que te tienes que recuperar. Y te tienes que motivar a ti mismo. Al día siguiente, a las pocas horas, tienes que hablar con los futbolistas y tienen que ver que tú estás ilusionado, que tú crees en el proyecto. Es lo mejor del mundo.
¿Cómo es un día normal ahora mismo en su vida?
Veo mucho fútbol y lo analizo. Y tengo reuniones con los amigos, algunas comidas... Me gusta muchísimo la tertulia. Soy muy de tertulia. Mucho, mucho. Antes de la comida, durante o en la sobremesa. Y no solamente hablar de fútbol, sino de todo lo que pasa en la sociedad.
¿Mirar al pasado le enorgullece o le pone triste y melancólico?
Soy muy realista. Y muy frío. En el mundo del fútbol no soy romántico. Tengo mis chavales, mi mujer (Rosa) y ellos son las que me guardan algún recorte de periódico, algún vídeo. Yo no he guardado nunca y a lo mejor no he hecho bien. Tenía que haber disfrutado más de cada momento. Terminaba un partido y ya estaba apretando a la gente para el siguiente. Eso conllevaba también un desgaste a nivel familiar. Todo el mundo estaba tensionado a mi alrededor porque yo los llevaba así. Cada uno tiene su forma de ser y es difícil cambiarlo.
Lo que Manolo Jiménez llama ser "un fatigas".
Sí. Se dice mucho en Sevilla. No paraba. No paraba. Es verdad que somos unos fatigas. Nos gusta lo nuestro. La experiencia también te lleva a pensar más las cosas. La fatiga muchas veces puede ser un poco negativa. Por eso, la importancia de los años. Te lleva a templar las situaciones, a tener más calma, a analizar, reflexionar desde la tranquilidad y con distancia. Muchas veces he podido llevar al futbolista a un exceso de motivación y eso no es bueno.
"Yo soy un fatigas; a veces he podido llevar al futbolista a un exceso de motivación y eso no es bueno"
¿Quién le empujó decisivamente a ser entrenador?
Bueno, eso lo tenía yo claro. Aunque hay un detalle importante.
Cuente.
Jugando en el Juvenil A del Madrid, un día me fui a la calle Ferraz porque allí estaba la Federación Madrileña, y coincidí allí con mi entrenador, que era Teodoro Nieto, y que a su vez era el presidente de la escuela de entrenadores. Cuando me ve en la puerta, justo después del entrenamiento que habíamos tenido en la Ciudad Deportiva, me dice: '¿Qué haces aquí?'. Y le respondo: 'Vengo a informarme de qué tengo que hacer para sacarme los títulos de entrenador'. Recuerdo que me contestó: 'Tú eres muy joven todavía, tú lo que tienes que hacer es dedicarte a jugar, que ya tendrás tiempo para entrenar'.
No le hizo ni caso, claro.
Así es. Ahora está de moda el analista haciendo seguimientos y demás. Yo me acuerdo de ir siempre con un bolígrafo o un lápiz y papel, y hacer un seguimientos de arriba abajo a los futbolistas. Siempre me ha gustado mucho. Como leer sobre táctica y estrategia. Y también leer sobre comunicación, psicología y medicina deportiva… Ahora te metes en internet y tienes de todo, pero entonces teníamos las cosas contaditas. Ahora hay mil charlas en vídeo. Antes, si querías ir a una, tenías que coger el coche y desplazarte a verla en directo. Y yo lo hacía. Me metía kilometradas para ver a Benito Floro, que era el entrenador más vanguardista. El problema que tuvo él es que no era tan mediático como otros, y que le faltó ese componente de fortuna. Ganó la Copa en el Madrid y no logró el doblete por unos segundos.
La primera oportunidad que le llega a usted es la del San José Obrero con 27 años. ¿Cómo la recuerda?
Pues muy bien. Ya había estado jugando allí. Trabajaba en una empresa que era líder de equipos hospitalarios en aquel momento, que ahora se llama Baxter y sigue funcionando. Trabajaba por la mañana, me levantaba a las 5:00. Y entonces yo, estando en Tarancón, el último año, entrenaba en Los Ángeles de San Rafael con Jaime López Sendino. Era muy duro. Entonces surgió la posibilidad de jugar en el San José. Dije que sí, porque era amigo de toda la directiva. Al segundo partido el entrenador se va por temas personales y entonces me viene el presidente: 'Capa, ¿tú quieres hacerte cargo del equipo?'. Le dije que sí. Pasé de un domingo a jugar al otro a entrenar sin jugar. Al año siguiente hice de entrenador-jugador, pero pronto prefería sólo entrenar y estar pendiente de todo.
¿Y qué tal la experiencia?
Pues no es sencillo. Tuve que tomar decisiones complicadas con amigos. Y no veas lo de hacer una lista de convocados y una alineación... A mí no me costó mucho, esa es la verdad, pero a ellos les costó más por la exigencia de los entrenamientos. Ahora nos juntamos muchas veces todos. Tengo una relación muy especial con Cuenca y estaré siempre agradecido a su gente. Tengo un campo que tiene mi nombre. Yo allí no soy el míster de no se qué equipo. Soy Capa.
¿En qué entrenadores se fijaba entonces?
Mi referencia siempre ha sido Benito Floro. Tuve suerte de que cuando él estaba empezando, al llegar al Albacete, yo estaba en Cuenca. Y pude hablar mucho con él. Como en Cuenca estaba la sede de la Federación de Castilla-La Mancha, pues iba por allí mucho con Ginés Meléndez y coincidíamos con Floro. Íbamos a cenar y esas reuniones eran legendarias. Acabábamos pintando un mantel de papel con las tácticas. Yo todo el rato preguntaba y él casi me examinaba.
"Mi referencia siempre ha sido Benito Floro. Me hacía kilometradas para ver sus charlas y cuando cenábamos pintábamos todo el mantel de papel con tácticas"
¿Y que hay de aquel Caparrós del inicio que se reconozca en el que luego ha triunfado en Primera?
Hay una cosa clave: no he cambiado la pasión. El fútbol me gusta tanto que hasta en las situaciones complicadas, por ejemplo cuando sabía que me iban a cesar, lo vivía como un momentos apasionante. Ahora tengo mucha más experiencia y he evolucionado mucho. Los entrenadores éramos antes más individualistas. Yo entrené al Villarreal y también era el preparador físico. Un error. Un gran error. Me llevé a Manolo Jiménez, pero no a un equipo de trabajo. Ahora voy con 10 o 12 personas. Hoy hay que gestionar a un grupo multidisciplinar y, por lo tanto, muchas veces es tan complicado dirigir eso como a los futbolistas.
"El fútbol me gusta tanto que, hasta cuando me iban a cesar, lo vivía como algo apasionante"
Siempre le apasionó la formación y la cantera. ¿Uno aprende a detectar el talento o eso es algo innato?
Es innato. Lo llevas dentro, pero lo tienes que ejercitar como cualquier talento. Yo tenía un entrenador, Pepito Alfaro, que sacó a muchos grandes jugadores aquí en el Sevilla, que decía que había que tener un tercer ojo para detectar a esos futbolistas diferenciales. Desde que estaba en la escuela de Alcázar hacíamos un entrenamiento con chicos que destacaban. Y me daba igual la edad. Juntábamos infantiles, cadetes y chicos del primer año juvenil, y los entrenábamos un día exclusivamente a ellos. Y ese entrenamiento personalizado lo he trasladado a todos los clubes donde he estado. A todos. Y entrenábamos en el estadio para que los futbolistas se pusieran en la piel de los profesionales. Se vestían en el vestuario del primer equipo. En el Athletic lo hacíamos y me llevaba a Manolo Delgado Meco y les daba una charla con ese espíritu que él imprime. Aquí en el Sevilla lo hacíamos de igual manera: llevaba a leyendas del club y les poníamos a los chicos hasta el himno en el vestuario. Y les decía: 'Aquí, de este vestuario, han salido tres campeones del mundo como es Jesús Navas, Sergio Ramos y Carlos Marchena'. Y estoy seguro que otros dos chicos como Antonio Puerta y Reyes también lo hubieran sido porque tenían un talento muy grande. Pero… ¿qué está pasando ahora?
Dígamelo.
Volvemos casi a la primera pregunta. Todo es cambio. Ahora es demasiada metodología para los chicos. Mucho big data. Robotizar y encorsetar todo. Todos tiene que hacer lo mismo, sin creatividad. El otro día un periodista me preguntaba por qué se da la casualidad de que Fabián, Gavi, Jesús Navas y Álvaro García, el del Rayo, chicos que se han criado desde Los Palacios a Utrera, en pocos kilómetros, tienen tanto talento y han llegado a la élite. Pues porque todavía se juega en la calle, donde hay descaro. Es el denominador común de todos. Inclusive Gavi, que a lo mejor es un chico con más fuerza, más impetuoso, pero tiene desparpajo. Con sus 17 años ya parece un veterano. Y eso te lo da la calle. Es importante la elección de los técnicos en las categorías inferiores. Y les tienes que dar esa libertad. Estamos perdiendo ese talento que tenemos y no puede ser: España es un país, y lo estamos demostrando, con un grandísimo talento a nivel colectivo e individual en todos los deportes.
¿De qué descubrimiento está más orgulloso?
Cada situación es diferente. De lo que más orgulloso estoy es de la comunicación que siempre he tenido con la cantera. Una de mis primeras reuniones donde voy es con el director del fútbol base. Cuando llegué al Sevilla, me reuní con Pablo Blanco, con Manolo Jiménez, que estaba en el filial, y con Luis de la Fuente, que entonces estaba en el juvenil. Y lo primero que hago es preguntar por los chicos con más talento. Y en cuanto puedo, me los subo. Luis fue el primero que me dijo lo de Muniain con 15 años. Dije ¿sí?, pues que suba. En el Dépor, igual. Sacar chavales es más importante que ganar un título.
Usted tiene mucho de lo primero y, curiosamente, ninguno de lo segundo.
Un título te da, lógicamente, prestigio y dinero. Pero lo que tú sientes cuando ves a un jugador que llega, que es internacional y hasta campeón del mundo… O cuando oyes una declaración de un chico de estos y te nombra… Buff. El dinero se te va, el prestigio se te va, es todo pasajero. Pero lo otro queda ahí.
¿Qué futbolista de todos los que ha entrenado le hubiera gustado ser a usted?
A un futbolista que tuviera la mezcla de ese desparpajo de Jesús Navas, ese ímpetu y ese liderazgo de Sergio Ramos, ese talento de Valerón, ese descaro de Muniain… Sería el futbolista perfecto.
Ya veo que formar es una pasión. Pero a veces pienso que un entrenador tiene la misma responsabilidad con su vestuario que un padre con sus hijos. Y en toda esta carrera sé que ha perdido a varios jugadores por el camino o vivido episodios muy duros... ¿Cómo se vive eso?
Es complicado. Yo soy muy emocional, muy sentimental, y cuando estoy en situaciones así... Uno parece que tiene un carácter más agrio y tal, pero soy una persona que siempre he creído más en el liderazgo emocional que en el liderazgo de mando y de aquí se hace lo que yo diga. Por eso te digo que el lenguaje no verbal, la empatía en todo ese tipo de situaciones, es fundamental. Donde yo he comprobado eso más ha sido en Armenia, en una situación de estado de guerra y pandemia. Había un conflicto duro y estábamos a 300 kilómetros del horror. He vivido situaciones muy duras. Como entrenador eso y lo que viví viví en Suiza fue… El otro día estuve leyendo a Marcelino y trasladaba un poco lo que yo había vivido en el Neuchatel en 2011. Y luego están las desgracias de Puerta, Reyes y alguna más… Eso es tremendo.
[Se emociona]
"Viví situaciones muy duras en Armenia con la guerra y en el Neuchatel con un dueño que bajaba a los vestuarios en un estado que no era el apropiado y quería hacerme los cambios al descanso"
Me emociono porque son dos desgracias muy grandes para el Sevilla. Eran dos chicos espectaculares, sevillanos, con ese don de empatía, de querer. Eran muy queridos en el vestuario con esa alegría, con su talento y esa impronta. Lo que yo le he visto hacer a Reyes nada más que se lo he visto hacer a Messi. Ese eslalon, llegar y finalizar de esa manera. Sólo Messi. Reyes era muy completo. Y Antonio era muy poderoso, un portento. Ambas muertes fueron un palo para todos, de los que aún duelen.
"Lo que yo le he visto hacer a Reyes nada más que se lo he visto hacer a Messi. Lo suyo y lo de Puerta fue un palo para todos de los que aún duelen"
Usted dice que se emociona mucho. Pero también emociona. Recuerdo cuando anunció hace cuatro años que padecía leucemia linfática crónica. ¿Cómo vivió aquel mazazo?
Me enteré en una analítica rutinaria. Por eso recomiendo a todo el mundo que se hagan analíticas. Yo no me las hacía nunca. Y un día, en la última etapa en el Sevilla, estaban Carlos Marchena y Paco Gallardo, mis compañeros en la dirección deportiva, haciéndose una analítica y me animaron. Yo en un principio les dije que no. Al final me la hice. Recuerdo que incluso me hicieron una foto y se la mandaron a mi mujer para decir que me la estaba realizando porque no se lo podía creer. Y después ya salieron los resultados y fue cuando me cogió el médico y me dice: 'Tenemos que hablar'. Y me comenta el tema. Fue un golpe. Tanto que no dijimos nada.
¿Cómo?
Como le cuento. Lo sabía lógicamente el presidente y el club. Yo al principio tampoco dije nada a mi mujer. No quise decirle nada hasta que asimilara un poco las cosas. Pero claro, aquí es difícil, se filtra todo. Tenemos las redes sociales, que tienen una parte buena, pero tiene una parte también muy dura, muy mala. Yo no sé cómo se filtró. Y entonces los tuits llegaron a todos sitios. Y ya la familia llamaba a Rosa, mi mujer. Hasta que tuve que contarlo. Antes de viajar a Valladolid acordamos que en la rueda de prensa posterior al partido, allí en Zorrilla, daría la noticia. Y la verdad es que la repercusión fue tremenda. Tengo que agradecer a todo el mundo que me respetó, fue muy emotivo. Lo del Athletic fue espectacular... [Se vuelve a emocionar]. Se me ponen los pelos de punta y me emociono cada vez que lo pienso. Todo un estadio aplaudiendo y los futbolistas sacaron una camiseta conmemorativa. Pero bueno, me dijeron 'tú puedes hacer tu vida normal'. Y en eso estoy.
¿Cómo se encuentra ahora mismo?
Hago mi vida normal con unos controles. Estoy perfectamente. He ido a dar varias charlas a hospitales, incluso en Armenia. Siempre que me llaman estoy abierto a cualquier mínima ayuda que pueda aportar.
¿Qué le ha enseñado este tramo de su vida?
A valorar más las cosas y a disfrutar más del momento. No todo es ser el fatigas que decía. Hay que tener la templanza que anteriormente seguro que no tenía.
¿En algún momento llegó a temer por tu vida?
No. Confío en los médicos. Estuve dos o tres días leyendo de todo en Internet y llegó un momento en el que dije 'fuera'. Hablé con el médico y me dijo que no leyera absolutamente nada. 'Tu analítica rutinaria, tu vida normal'. Y desde entonces, fuera lecturas de esas. Por eso le digo a todo el mundo que tenga una leucemia linfática crónica que ánimo, que puede vivir. Seguro que no vamos a morir de esto, de esto no vamos a morir, vamos a morir de otra cosa, pero de la enfermedad que tenemos, nada.
"Cuando me dicen que tengo leucemia fue un golpe y no lo conté, pero se filtró… Le digo al que tenga una leucemia linfática crónica que ánimo, que puede vivir. Seguro que no vamos a morir de esto"
¿Qué no puede hacer que hiciera antes?
Puedo hacer lo mismo. Eso sí, con una analítica controlada que te diga el médico. Las hacía cada dos meses y luego, más espaciadas. Hay que ser riguroso con el control, porque hay personas que por diversas circunstancias se le van subiendo los valores, pero yo he tenido la suerte de que no.
Volviendo al balón: ¿En qué momento sabe que se va a poder ganarse la vida entrenando?
Nunca sabes. Yo he sido un poco loco. Cuando estoy en Cuenca, trabajando en el ayuntamiento, y firmo en el Moralo, sigo trabajando. Me tengo que hacer setecientos y pico kilómetros todos los días. Desde Cuenca a Navalmoral de la Mata, entreno y vuelta. Todos los días. Y no me preocupaba. Y cuando tengo la oportunidad del Recreativo lo dejo todo. Porque claro, es el Recre, un equipo centenario, con solera y prestigio, que había estado en Primera… Sólo por el hecho de que que se hubieran acordado de mí, ya era mucho. Ellos venían siguiendo a un chico, Aguilera, del Albacete, y Emilio de la Riva me iba preguntando. Al director deportivo, que iba a verle, le gustaba mucho cómo jugaba nuestro equipo y al final me llamaron. Lo dejé todo y la gente me decía '¡pero cómo dejas tu trabajo y todo si ese club estaba encerrado hace dos años con impagos…!'. Creía en mis posibilidades. Recuerdo mi primera reunión con ellos en el Hotel Melia Castilla de Madrid. No puse ni condiciones económicas. 'Firmo lo que vosotros digáis. Lo único que pido es que yo soy el máximo responsable del equipo', dije. Les estaré siempre agradecido. Esa gente, junto Roberto Alés en el Sevilla, han sido claves en mi vida.
Si volviera a empezar, ¿qué intentaría pulir más o perfeccionar?
La templanza. Yo soy un hombre de acción, y me pasa todavía. Y entonces, por precipitarme, por el deseo de poder entrenar, algunas veces me he equivocado.
Un defecto que, aún hoy, no se haya quitado.
No he estado bien asesorado o a lo mejor no me he dejado asesorar. Entonces, al ser un hombre de acción, a lo mejor sí que me he precipitado y no he tenido esa espera.
Hablando de asesorías y representantes. Pese a estar en unos 20 equipos no conozco a su agente...
Yo empecé a tener representantes aquí en el Sevilla. Juan Maraver fue el que cerró el fichaje. Y luego cambio y estuve con Gorka Arrinda en el Athletic. En lo de los agentes y el asesoramiento que he tenido, creo que no acerté. Igual fue error mío. Lo achaco a mí más que a nada.
¿Sabe quién ha sido su mejor representante?
¿Quién? Si no he tenido más.
Roberto Gómez.
¡Ah, Roberto! [Risas]. Lo nuestro nace por amistades en común. Me llevo bien con muchos más periodistas de diferentes medios. Y seguimos manteniendo una amistad ya consolidada. Con Luis Villarejo, Tomás Roncero, Cristina Cubero, con un montón de gente de todos sitios. Es una suerte.
Su currículum es muy muy amplio, pero... ¿de qué equipo es Caparrós?
Pues a cada club le tengo un cariño especial. Al San José le estoy agradecido, me dio la oportunidad. Le estoy muy agradecido al Campillo. A Matías López por su trato en Alcázar. Le estoy muy agradecido al Gimnástico, ya que fue el primer equipo con el que salí de la provincia de Cuenca. Gracias a él ya me empezaron a conocer más en Castilla-La Mancha. Después quería que me conocieran en otras regiones. Y fui a Extremadura. De cada lugar guardo un grato recuerdo. Qué voy a decir del Athletic o Dépor. A todos les tengo un especial cariño.
¿Alguna vez le tentaron o pensó dirigir en el fútbol femenino?
Sí, ya lo hice. Cuando estaba en la escuela de fútbol de Cuenca. Allí hice lo mismo que en Alcázar, entrenar al primer equipo y llevar la escuela. Y allí organizamos un torneo universitario, tanto masculino como femenino, y yo dirigía al equipo de chicas. Fue una experiencia cortita, pero interesante. Me parece espectacular lo que ha avanzado en los últimos años. Hay que darle el mérito a los clubes que han apostado mucho por el fútbol femenino, y luego a la Federación por la formación. Hay grandes entrenadores y entrenadoras. Han sacado todo el talento y han tenido muchísima paciencia. Donde yo iba a dar charlas, al principio no había casi chicas. Y cada vez iban más y más. La formación es lo que ha hecho que evolucionemos a una velocidad mil por mil. Es espectacular. Lo que nosotros hemos conseguido en el fútbol femenino es para analizar. Hay que darle su mérito al fútbol, a la Federación, a la escuela de entrenadores y hay que darle el mérito, aunque sea del pasado, a Villar. La escuela la creó Mariano Moreno, pero él llevó a Ginés Meléndez y a Iñaki Sáez con un método muy claro de enseñanza.
Habla con pasión de la Federación. ¿Le hubiera gustado ser seleccionador?
Sí, mucho. Me hubiera gustado muchísimo y aposté por ello. Aposté, porque en esos momentos yo tenía equipos donde ir, pero yo comprendía que la única posibilidad de ser seleccionador sólo pasaba si estabas libre. Y lo estuve porque todo el mundo me lo comentaba. Yo, cuando estaba en todos los clubes, he sido un entrenador muy de Federación, porque yo vengo del mundo de las territoriales. He sido seleccionador de cadetes en Castilla-La Mancha, como usted sabe, y he estado muy metido. Y he colaborado con las federaciones madrileñas, guipuzcoana, vizcaína, valenciana, balear....
¿En qué momento estuvo más cerca de la Selección?
Después del Mundial de Brasil y la siguiente Eurocopa de 2016. Cuando entra Lopetegui [después de Del Bosque]. Estuve ahí... Bueno, hay alguna que otra anécdota que no vamos a contar, pero que la verdad es que... Pero bueno, se toman las decisiones y ya está. Insisto: soy un hombre de fútbol, acepto todo y no tengo ningún resquemor con nadie. Al revés. Comprendo las decisiones de aquella Junta Directiva y comprendo la decisión que en ese momento toma Villar, que sería lo mejor para la Selección.
Al menos le quedará el consuelo de que ahora mismo hay uno de los suyos.
Sí, hombre. Me alegro muchísimo de que esté Luis de la Fuente. Lo tuve de delegado en el Athletic.
Qué curioso eso, ¿no? De delegado a seleccionador.
Sí, sí. Era como un tercero. Hizo de delegado porque, cuando nosotros llegamos a Bilbao, el club ya tenía su organigrama preparado tanto con Macua como Ercoreca -que se enfrentaron en las elecciones- en lo que respecta a las categorías inferiores. Y ahí no entraba Luis. Entonces, como yo lo conocía y había un vacío ahí, le propuse venir al primer equipo y aceptó. Al pasar los dos años me dijo 'Joaquín, me gustaría entrenar'. Y ahora mira. Me alegro un montón.
Ahora que España tendrá su segundo Mundial, ¿ve a De la Fuente entrenando a la Selección en 2030?
Me gustaría, me gustaría. Lo que pasa es que el mundo del fútbol hay que ir despacio y día a día. Hay que ser realistas. Paso a paso. Pero a mí me gustaría. Conozco la forma de trabajar de Luis. Tiene la misma mentalidad y la misma idea que tenían tanto Ginés como Iñaki Sáez: contar con chicos que vienen desde abajo, de las categorías inferiores. Es un modelo que lo están trasladando a toda Europa.
Hay una curiosidad en su trayectoria. En España ha dirigido a equipos de Champions como el Villarreal, Sevilla, Athletic y Deportivo, Osasuna o Mallorca. Sin embargo, usted llegó a esos clubes antes o después de esos años de gloria. ¿Duele no haber vivido una noche de Champions?
Me hubiera gustado. Eso sí que es una espinilla que puedo tener, no haber disputado esa competición. Porque he disputado todas, hasta una final de Intertoto con el Dépor. Bueno, nunca es tarde...
¿Por qué cree que no le han dado la oportunidad nunca de entrenar a alguno de los tres grandes en España como son el Real Madrid, Barça o Atlético?
Bueno, con el Atlético de Madrid estuve a punto dos veces.
¿Cuándo?
La última, cuando Gregorio Manzano. Antes de Gregorio. Y en otra época más. Son circunstancias. He sido muy feliz donde sí he podido ir. Me da igual entrenar a un cadete, un juvenil o un Tercera porque yo con lo que disfruto es con entrenar. Oler a césped y a vestuario. Esa tensión y preparación. El postpartido. Las reuniones con los técnicos. Me gusta independientemente de la categoría.
¿Lo de ir al extranjero fue por dinero, por curiosidad o por ponerse a otro reto diferente?
Por tener otro reto. Por curiosidad también. Quería ver y conocer. Así lo hice con la experiencia de Catar, ya que estaba cerca el Mundial. Creía que podía aportar algo, pero ahí me di cuenta que no, que no era posible. En Suiza fui con una idea, como hacedor de equipos que soy. Querían llevar el equipo a la Champions con un modelo espectacular. Me dieron la posibilidad de llevar de todo, hasta siete u ocho técnicos. Era un proyecto muy bonito, de varios años. Pero amigo, salió todo lo contrario. Todo.
¿Y eso? Recuerdo que el presidente llegó a bajar un día al vestuario portando armas...
Aquella experiencia fue muy fuerte. Había un presidente, un propietario… Quería mandar él. Y quería mandar por la fuerza como usted dice. Siempre iba así, con unos guardaespaldas, y bajaban al vestuario y te decían los cambios que tenías que hacer al descanso. Y, claro, pues salió mi vena.
Buen choque de trenes.
Un día llegó hasta la policía al campo. Y yo les decía a los agentes que me tenían que quitar a ese señor de delante. Entraba al vestuario y yo cerraba y le decía que aquellos eran mis jugadores y que nos dejara trabajar en paz. Y más cosas. El hombre venía a tope, con sus guardaespaldas. Venía en un estado… No precisamente para entrar en un vestuario. Fue muy fuerte y triste; situaciones muy difíciles. Yo me sentí responsable, porque había llevado muchos técnicos conmigo, con familias y todo, y me sentí responsable. Pero también me sentí entrenador.
¿En qué sentido?
Me querían imponer todo: la lista de convocados, los entrenamientos, horarios, los onces, los cambios. Me sentí entrenador porque dije 'no'. No puedo permitir eso. Mis principios son mis principios. Fue duro. Lo que pasa es que también hubo una conexión muy grande y muy bonita con la afición. Recuerdo que coreaban con mi nombre en el estadio, habían pancartas, venían al entrenamiento a animarnos... Pero, claro, os tuvimos que ir y al final salimos bien.
Aunque fuera sin amenazas de por medio, ni armas como en este caso, ¿ha tenido más presidentes que querían influir en la alineación?
Esa cultura la tienen en Catar. En otros sitios, no. Allí sí quieren empoderarse. Y pasa igual, eso va en contra de lo que yo pienso. A mí siempre me ha gustado que haya comunicación entre todas las personas del club, que seamos una familia. Así lo hice en todos los equipos modestos en los que empecé. Campillo, Motilla, Cuenca… Aquello eran másters que yo hacía. Y eso lo trasladé luego a la élite. Yo intentaba trasladar toda esa naturalidad. En Huelva, Sevilla y Bilbao éramos una familia. Los problemas los sabíamos y los resolvíamos nosotros. Todos teníamos un mismo mensaje y eso era una satisfacción. Y éramos duros en esas reuniones para que se mantuviera esa comunicación. Pero funcionaba. En Osasuna, por ejemplo, no hubo comunicación. En el Levante sí, pero ahí yo cometí un error por ese afán de lanzarme a la acción. Había un proyecto bonito, pero me precipité. Y aun así, había una buena relación con el presidente y su Junta. Si eso no existe, te la pegas.
Con todo lo que ha vivido en el fútbol, habrá alguna anécdota que le haga especial gracia contar y repetir en casa en esas comidas que tanto le gustan.
Las hay, las hay. En todas las reuniones que hacemos en casa, inclusive cuando tenemos una comida todos los últimos jueves de mes y vienen jugadores del Sevilla de todas las épocas. Acuden Pitiño, Francisco, Zúñiga, Pablo Blanco, Pablo Alfaro, Antonio Álvarez. Fíjese la cantidad de mezcla. Carlitos, Antoñito, vienen todos estos… Y entonces nos liamos a contar chascarrillos. Y entonces, ya estando en familia, es cuando salen las anécdotas vividas con el Betis. Son muchos derbis. Yo al principio no participo, pero claro, cuando estamos en familia donde no hay micro, pues al final alguna cuento... Tenemos mil anécdotas de tantos años. Sobre todo cuento cosas de cómo viajábamos antes con el Motilla o el Gimnástico. Eso era tremendo. Tremendo. Lo piensas ahora y...
¿Y cómo era su relación con la prensa?
Ha sido muy buena. Siempre he entendido esta relación, que es una parte de nuestra profesión, y el que no lo entienda así se equivoca. Siempre digo en la escuela de entrenadores que falta una asignatura que es de Comunicación. Y tiene que impartir esas clases un profesional. Es fundamental la relación, nos necesitamos y hay que saber dónde está cada uno. Yo no puedo mirar a un profesional de una forma u otra en función de lo que haya escrito. Cada uno es un profesional en lo suyo, y los periodistas deben poner lo que hayan visto, porque son profesionales, y los entrenadores lo tienen que aceptar. Tanto para lo negativo como para lo positivo. A mí me han pegado muchos palos, lógico. Pero siempre he mirado al periodista, nunca he dicho que no voy a una emisora o que no hago esta entrevista. La prueba de que a mí la Comunicación me gusta es que yo me matriculé en Bilbao para estudiar Periodismo.
¿Si?
La verdad que fue una experiencia buena aunque no pude continuar. Luego me matriculé en Sevilla pero ya me salió lo del Mallorca y…. He tenido una muy buena relación con la prensa y sigo manteniendo esa relación con los medios de comunicación. Es que es una parte de nuestro trabajo.
¿Era y es de los que coge el teléfono y responde mensajes o hasta ese punto no?
Sí, sí, pero con todos los medios. Siempre he tenido una comunicación muy fluida.
Ya que sabe bastante de comunicación: ¿Alguna pregunta que no le hayan hecho nunca y que le hubiera gustado responder?
Pregunta difícil. No creo. Aquí estamos hablando de casi todo. ¡Se ha preparado bien la entrevista, eh!
Se la hago al revés: ¿Y alguna pregunta que siempre le ponen encima de la mesa y está cansado de contestar?
Bueno, si acaso lo de si aún soy entrenador o no.
Vaya…
Nada, nada. Repito: soy contrario a la palabra jubilación. Es una forma de echarte un poco al lado. Me niego a que una persona la jubilen.