OPINIÓN

Luis Rubiales no sabe ser de otra manera

Luis Rubiales./EFE
Luis Rubiales. EFE

Los que estaban cerca de Luis Rubiales siempre supieron que en algún momento todo iba a saltar por los aires. No necesariamente por la gestión o la corrupción, esas conjeturas llegaron más tarde, sino por su carácter, por la manera que tiene de mirar al mundo y decir siempre "o conmigo o contra mí" y "por encima de mi cadáver". Rubiales es uno de esos seres testosterónicos, realmente frecuentes en el fútbol, siempre a punto de retar a un duelo o a un pulso. Y en los duelos terminan cayendo hasta los mejores tiradores.

Rubiales anuncia que no va a demitir. EFE

Como en el recuerdo están frases como "no voy a dimitir" o momentos tan surrealistas como la suposición de que le iba a poner cocaína en el maletero del coche, Luis Rubiales pareció hasta tranquilo delante de Ana Pastor, con ritmo caribeño, sin ocurrencias especiales. Más o menos, no en vano llegó a pedir que le pusieran suero de la verdad para confrontar a su tío. Que normal normal, como proposición, no es. También se enervó en la parte de Jennifer Hermoso, un tema que él nunca ha entendido y probablemente ya no entenderá.

El ritmo de la entrevista fue frenético a veces, en sus años de exposición pública ha quedado claro que no es de los que se para, nunca le deja espacio al silencio, no vaya a dar pie a nadie de reflexionar sobre lo que se está contando. Si no pareció tan agresivo es también por su comparación con otras escenas del pasado.

En su bólido mental va rebotando preguntas como puede, a veces poniéndose a la defensiva otras, las menos, explicando las cosas que tiene más claras y que, por lo tanto, sí tiene espacio para explicar. Como suele ocurrir, no todo lo que se ha dicho terminará siendo probado, en algún momento incluso habrá habido equivocaciones de la prensa o la investigación. Pero esos detalles rara vez sirven como enmienda a la totalidad.

La entrevista es de un evidente interés, aunque el hecho de que en el momento de la grabación no hubiese más que ligeras informaciones sobre el sumario hizo que la conversación no se pudiese encaminar a lugares que solo unas horas más tarde ya eran el centro de la conversación. Ahora, probablemente, el diálogo sería más difícil para él.

El problema de Rubiales a estas alturas es precisamente ese, que hay un sumario de miles de folios con un montón de citas cruzadas y pruebas de todo tipo. Hay una parte estrictamente judicial, de pruebas, periciales, de revisión de cuentas y cotejo de actuaciones. En ese sumario también hay llamadas de teléfono y más allá de lo que pueda llegar a decir la Justicia algunos de los que están en el ajo —supongamos por un momento que hay ajo— le dibujan poco menos como un comisionista, el amigo de Nene que es el que recauda sin aportar nada a la empresa, por el simple hecho de ser colega del que manda. En esos casos, los que pagan siempre ven a esos personajes como emisarios de ese que manda.

Hay una parte, sin embargo, en la que Rubiales tiene razón. Después de todo lo que hemos visto, de lo que sabemos de él, es difícil pensar que pueda conseguir un trabajo serio o formal, con gente confiable. Ni siquiera parece cómodo en esos entornos. Quizá no es culpa suya, quizá, como dijo en la entrevista, él no se dedicaba a los contratos y no tiene nada que ver con las distintas comisiones que se estudian, pero el motivo por el que nadie quiere trabajar con él no es ese, es que Luis Rubiales es un tipo tóxico, por su pasado, por su manera de afrontar los problemas a cabezazos, por sus formas ¿Por su fondo? Ya dirán los jueces. Tiene una imagen que difícilmente tiene redención posible, cómo será la cosa para que asuste hasta a unos coreanos que ofrecen NFT's.

Se podría pensar que esto es injusto, que siempre tiene que haber una vía de retorno, pero en realidad la gente elige su camino. Rubiales decidió litigar por todo, pelear por todo, pensar que el diálogo era de débiles. Su gestión al frente Federación, como repite siempre que puede, tiene algunas defensas posibles. Se mejoraron los ingresos, se mejoraron algunas de las competiciones… pero todo eso se hizo en medio de una inmensa tormenta, en el tono desafiante y un poco chulesco. Los personajes públicos viven en ambos registros, tienen que actuar bien —está por ver—, pero también tienen que tratar de parecer normales. No ha sido el caso. Por eso todo ha estallado, porque como también sabían los que le rodeaban, nunca hubo otra opción.