ANÁLISIS

Rubiales pasa de baza a carga electoral: ¿con quién va realmente ahora?

Antes, hasta sus familiares le tenían que llamar "presidente". Hoy todo el mundo se aleja de él. Aquí, lo que hay de cierto y lo que no.

Pedro Rocha y Luis Rubiales, en la última Asamblea de la RFEF en la que coincidieron./
Pedro Rocha y Luis Rubiales, en la última Asamblea de la RFEF en la que coincidieron.
Alfredo Matilla

Alfredo Matilla

Cuando se dice coloquialmente que el fútbol cambia en cuestión de segundos, es una referencia válida que apunta a lo que sucede en el verde, pero que también se puede extrapolar a lo que ocurre en los despachos. Luis Rubiales, que hasta el 20 de agosto de 2023 era un todopoderoso directivo que dirigía la Real Federación Española de Fútbol ―con sus logros (que los tuvo) y sus chapuzas (que le acorralaron)―, ha pasado en pocos meses de obligar a su tío Juan y jefe de gabinete a llamarle "presidente" a ser algo así como un apestado en paradero desconocido.

Preguntes donde preguntes a esta hora, en pleno ambiente preelectoral y con varios interesados en postularse para Las Rozas, nadie dice saber de él (otra cosa es que sea verdad) desde que fue inhabilitado y dimitió el 10 de septiembre. Es más, la mayoría se apresura ―sin casi sugerirlo― por confirmar que no tiene comunicación con él y, por supuesto, todos aclaran que el motrileño no está ni estará detrás de su candidatura. Hay casos tan llamativos, de gente que ha trabajado codo con codo con él, que sólo les falta contestar "no sé de quién me hablas". Es como si se lo hubiera tragado la tierra.

Hasta aquí, lo esperado. Lo curioso es que, donde antes había reverencias, ahora no existe más que rechazo y, sobre todo, estrategia. Mucha estrategia. Hasta el punto de que unos se lo quieren encaramar a los otros. El objetivo es claro: que en vez de ser una baza electoral, como Mateu Alemany, sea una carga electoral. Parece lo mismo, pero no lo es. Hablar de Rubiales es como si lo hicieras del mismísimo Abascal antes de unas generales, Putin, Milei o Trump. En este curioso instante, atendiendo a las voces off the record,"Rubiales maneja a Rocha", "Rubiales va a tope con Gomar", "Rubiales empuja a una alternativa que va de tapada para seguir controlando todo", "Rubiales quiere mandar en la sombra porque volverá en 2026". Rubiales...

La clave aquí es determinar qué hay de cierto y cuántas cosas faltan a la verdad. Y lo mejor para eso es coger el teléfono y preguntar, con la intención de que se conozcan las respuestas en ayuda del lector y por si alguno de los protagonistas algún día se anima a matizar. El entorno de Rocha, actual presidente de la Comisión Gestora y candidato desde esta misma semana cuando dimita protocolariamente, asegura que desde finales de agosto no ha tenido relación alguna con él. Por ninguna de las vías que se puedan imaginar, y ni para recibir halagos o críticas. Nada. Ni felicitaciones en Nochebuena. Sus más cercanos aseguran que se acabó todo cuando le tocó sustituirle después de la Asamblea de la vergüenza, en la que Rubiales cesó a todos sus vicepresidentes para dejarle a él solo al frente de la nave. Después, según pudo saber Relevo, Rocha únicamente llamó a esa persona de la que llegó a ser amigo con la venia de los 'barones'. Fue, según cuentan, para informarle de que iban a sacar un comunicado conjunto reprobando su actitud en aquellos días críticos.

Salvador Gomar, dirigente de la territorial de la Comunidad Valenciana que también sopesa dar el paso de concurrir a los comicios si le salen las cuentas, ya sea ahora o después del verano, asegura siempre a través de su departamento de comunicación que no tiene contacto con Rubi desde el pasado 25 de agosto. Ese día intercambió algunos mensajes con él y recibió una llamada en el AVE Madrid-Valencia tras la Asamblea. Rubiales le preguntó a Gomar que qué tal había estado a ojos de todo el mundo y la respuesta ("mal") no le gustó demasiado. Otros presidentes territoriales, cuestionados por su roce con el exfutbolista, tartamudean bastante más. "Bueno...". El resto de pre-candidatos, como casi nunca lo tuvieron, pues tampoco tendría mucho sentido que lo iniciasen ahora. Aunque ahí, qué curioso, si hay hay alguno que le ha dado ánimos vía WhatsApp, por compasión, aunque no dé permiso para decir su nombre pese a tratarse supuestamente de un acto bastante humano.

Contradicciones

Todos estos razonamientos, cruzados con la información interesada que llega de unos y otros bandos en este escenario preelectoral, choca bastante. Hay quien asegura que Rubiales ha dejado de llamar a muchos socios en la RFEF. Para no complicarles la vida, al sentirse defraudado o porque ya habían perdido gran parte de su confianza antes de irse y quedaron ―afortunadamente para ellos― relegados. Pero Rubi sigue teniendo llegada a varios de sus trabajadores. Simplemente porque, más que compañeros, era, son y serán amigos pase lo que pase. Y también porque le gusta seguir sabiendo al detalle todo lo que sucede en la Ciudad del Fútbol.

Ahí siguen, por ejemplo, Tomás González-Cueto, el asesor jurídico que más protección le prestó en sus cinco años como presidente y del que juran dentro de la casa que tiene los días contados. También permanece Chema Timón, que formaba parte de su gabinete de presidencia y que ha logrado sobrevivir desde la segunda línea con su perfil discreto y educado. Sin olvidar a Pedro González Segura, director jurídico. O Alfredo Olivares, compañero de fatigas que ahora hace de secretario general junto a Elvira Andrés en una especie de bicefalia para compensar la baja de Andreu Camps. Por supuesto, Albert Luque y Rubén Rivera, que están siendo investigados por el Caso Rubiales, Jorge Mowinckel (director de Estrategia y Relaciones Internacionales), Eduardo Bandrés (tesorero), algún gerifalte de Recursos Humanos... Y buena parte del 'Comando Granada', del que salió despedido Mora Gordillo y en el que aún sigue en pie Francis con seis vidas ya agotadas...

Pero todos callan o no contestan. Necesitan ese silencio como última bala en su intento de seguir después del verano. Salvo gente como José Manuel Molina Maza. Este vocal de la Junta, vicepresidente de la Liga Nacional de Fútbol Aficionado, miembro de la Comisión de Tercera División, vicepresidente primero de la Andaluza y ahora delegado de la Selección Absoluta, reconoce abiertamente a todo el mundo que estuvo con Rubiales en Navidad, que es cuando se reencuentran las familias y los colegas. Es de los pocos que ponen por delante la lealtad, sin disimulo, que los intereses personales.

Este movimiento de Maza podría indicar que Rubiales está, en cierto modo, detrás Rocha. Pero rascando en todos los rincones, y preguntando más allá de los entornos de los protagonistas, no se encuentran pruebas. O al menos lo disimula muy bien. De hecho, hasta varios de sus amigos reconocen que se ha distanciado por los despidos que la Comisión Gestora realizó (además de Camps, Miguel García Caba, Jorge Vilda, Pablo García Cuervo...). Por numerosas manifestaciones públicas desde la RFEF que han querido arrinconarle, por el hecho de que en Las Rozas se hayan abrazado a Tebas y a LaLiga en cuanto han podido ―tras poner a todos a caldo durante años―.Y por permitir que profesionales a los que el propio Rubiales había enviado "con motivos" a la sombra hayan vuelto con más fuerza que antes a la primera línea de batalla. Rocha, que fue clave para el ascenso de Rubiales al poder al convencer a varias Territoriales de su valía en 2018, fue un delfín que quiere dejar de serlo. Otra cosa es que lo consiga. La oposición no acaba de creérselo, y acentúa que es tan rubialista como continuista, con la intención de convencer (más) al Gobierno de que no ceda ante lo que consideran un ejercicio de puro maquillaje. "Si mantiene o no ahí a Cueto será clave. Si traga, que intervengan ya el CSD y la FIFA".

Cambio en las relaciones

Por contra, en la Federación tampoco se creen algunos que Salvador Gomar esté tan animado como está y que vaya a entrar en esta carrera simplemente soplando a pulmón. Para algunos, cuenta con un motor de buena cilindrada y airbags de última generación. Es lo que varias fuentes llaman "el clan valenciano". Y ahí cabe de todo. Su Territorial niega cualquier vínculo actual con Rubiales, pese a que en su día fue quien más animó a Gomar para sustituir a Vicente Muñoz y presentarse en su territorio (y vencer) a David Albelda, quedando desactivado el plan B de Fernando Giner que se gestaba por si no se decidía. Hay dirigentes de la RFEF que señalan que a su causa se han unido activistas de todo tipo: periodistas de peso que escriben más que nunca, el propio García Cuervo (ahora en la agencia de Villa), el excolegiado Mateu Lahoz y Mateu Alemany. Y ya por fuera de ese círculo, hasta Miguel García Caba. Algo que no es sencillo de encajar porque Rubiales, si es el que supuestamente lidera y mueve los hilos de este hipotético movimiento, no trata desde hace tiempo con varios de ellos.

¿Entonces con quién va Rubiales o detrás de quién anda? Dando por hecho ―con más información que sensaciones― que muchos de los demás pre-candidatos no tienen ni su número de teléfono, porque nunca coincidieron con él o porque siempre lo tuvieron de uñas enfrente, quedan pocas opciones serias. Salvo una remota que puede darse y pocos contemplan. Y que tiene su peso, ya que Rubiales de táctica y estadística sabe un rato: ahora mismo, con el que está volcado de verdad es con su grupo de abogados debido a la petición de juicio que le sobrevuela, porque lo que más le interesa es restaurar su nombre en los tribunales. Hablando de elecciones está tan asqueado que, por ahora, parece que prefiere ver los toros desde la barrera.

Tiene sus motivos, ahora que ha dejado Madrid y se ha instalado en el sur cerca de su familia. Entre otras cosas porque al final, cuando se acabe el ruido y los amagos de estos meses con tanto protagonista diciendo que quiere cambiar la RFEF, igual sólo se presenta un candidato y no hay ni elecciones a la presidencia ―sean cuando sean con tantas impugnaciones con Galán al frente―. Como sucede siempre, por ejemplo, en LaLiga. Hay que recordar que en la era moderna sólo Gerardo González (2004) lo intentó frente a Villar llegando hasta las urnas, y que lo de Larrea (2018) únicamente fue una votación para el sillón presidencial. No hubo que elegir antes a la Asamblea al restar todavía dos años de mandato. Los demás comicios en este siglo fueron por aclamación (con Villar en 2000, 2008 ―en los que Alemany sólo amagó―, 2012 y 2016; y con Rubiales y sin Casillas en 2020). Y no se descarta que en esta ocasión, con tantas negociaciones de por medio, ofrecimientos, frustraciones y otra vez un favorito de la casa blindado (Rocha), acabe pasando exactamente lo mismo.