OPINIÓN

No es Bellingham, ni Rodrygo... pero Rüdiger se empodera como el gran jefe de su área

Rüdiger, durante el partido contra el Nápoles. /AFP
Rüdiger, durante el partido contra el Nápoles. AFP

No es un genio como este Bellingham que cada partido se muestra como un futbolista digno del Balón de Oro; ni tampoco es Rodrygo, que se inventa goles de delantero consagrado; ni siquiera Kroos, que apoyado en Valverde, gana las batallas del centro del campo en ausencia de Tchouameni y Camavinga... Posiblemente, tampoco llegue al nivel técnico del lesionado Militao, ni tenga el desplazamiento en largo de Alaba, pero creo que pocos podrán discutir que, hoy por hoy, él, el del 22 en la camiseta, el de los aspavientos y rabietas, el de las reacciones exuberantes, Antonio Rüdiger, 30 años, alemán de nacimiento y trotamundos de profesión, es el hombre que sujeta a la defensa del Real Madrid. Ante el Nápoles, y a pesar de los dos goles italianos, los dos culpa de Alaba, volvió a ser el caudillo de su área.

Y eso que enfrente tuvo delanteros de postín, de esos que te buscan las cosquillas, te citan de lejos y te quieren lleva a su terreno. Él no se inmuta. Tiene la llave de su fortificada área. Infranqueable por arriba. Un seguro de vida en el cruce. Oportuno en la anticipación. Valiente en la toma de decisiones... Su temporada va camino de la perfección. O casi. Algo inesperado cuando Militao abandonó llorando San Mamés en el primer partido de Liga allá por el mes de agosto y poco después se supo que tenía una lesión de larga duración. Se habló, incluso, de que el Real Madrid debería fichar un central. Rüdiger miró a Ancelotti y le dijo: "Carlo, ponme, esto te lo arreglo yo". Y ahí está. Arreglado. Desde entonces ha jugado todos los partidos de Liga como titular (12). Solo faltó contra el Valencia porque cumplía ciclo de amonestaciones, cinco. Ya lleva siete. Es su defecto. No calcula. No conoce la pausa. Entra y entra y la mitad de las ocasiones se lleva por delante a los delanteros. En la Champions, pleno. Cinco de cinco.

Acoplado a la posición de central derecho, como imperturbable escudero de Carvajal, su rendimiento no desciende cuando juega a la izquierda, como ya ha hecho esta temporada cuando ha formado pareja con Nacho y el día que Tchouameni jugó de central. Hoy no se entiende una zaga blanca si el alemán al frente. Mariscal en el juego aéreo sorprende que con ese cuerpazo sea tan rápido en los espacios reducidos. Y es que el fútbol es de los Bellingham y de los Rodrygo y los Vinicius, pero también de estos defensas con forma de roca que imponen su ley.