Santi Segurola y la factura de pasar de deportes a cultura en El País: "Tuve numerosos conflictos, me afectó mucho, acabé harto"
El periodista deportivo repasa su carrera, relata cómo necesitó ayuda psicológica en su impás en la sección de cultura del diario y cómo fue su relación con Eduardo Inda en 'Marca'.

Sobran las presentaciones con Santi Segurola (1957, Barakaldo) y el periodismo deportivo. La letra de muchas crónicas futbolísticas y polideportivas, principalmente en El País, y sus análisis en radio y televisión le han convertido en un referente del buen gusto por el periodismo.
Su carrera le ha llevado por los principales eventos deportivos del planeta y por los principales medios de comunicación del país, lo que le confiere una opinión privilegiada, una altura de miras que siempre ha convenido escuchar. En su último trecho, reconoce que le sigue gustando, aunque mira con asombro lo que sucede "en el periodismo y en el mundo en general". Su visión de la mezcla de lo periodístico y lo político, con el palco del Bernabéu como punta del iceberg, su complicada etapa desprovisto del deporte en la sección de cultura de 'El País' o su convivencia con su antítesis, Eduardo Inda, en la manija del rumbo de Marca son algunos de los episodios de su carrera a los que nos responde.
¿Qué tal, Santi? ¿En qué punto de tu vida y de tu carrera estás?
Pues un momento iba a decir de semirretirada, pero digamos que no. Por edad ya tengo que pensar en esas cosas, pero la verdad es que colaboro con diversas publicaciones en la radio y que se me está haciendo el último trecho de mi carrera profesional bastante agradable en ese aspecto. No ha habido un corte brusco, me sigue gustando. Viendo un poco sorprendido no sólo lo que pasa en el deporte, en el periodismo, sino lo que pasa en el mundo en general.
El domingo leí que Elon Musk había acudido a Wisconsin y declaró a la prensa que el destino de la humanidad depende de unas elecciones locales en un rincón de Wisconsin y yo pensaba: 'Joer, Wisconsin, sólo había oído hablar de la cerveza y de la Harley Davidson (sonríe) y ahora me dice el hombre más rico del mundo que la humanidad depende de lo que ocurra en las elecciones locales en un estado del que, sinceramente, apenas hemos oído hablar'. Y dices: 'Bueno, algo muy raro está ocurriendo en el mundo'. En realidad es un despropósito, en muchos aspectos, del final de una época, que se resume en una canción de Carole King, que se titulaba 'El mundo se mueve bajo mis pies', y además se mueve muy rápido y yo diría hasta con miedo.
¿Lo tienes? ¿Hacia dónde va el mundo?
Yo soy hijo de la época más honorable de Europa. No digo honorable en términos estrictos pero, afortunadamente, no he visto una guerra. Ahora la vemos en Ucrania, la invasión rusa, pero digamos que ha sido un periodo desde el 45, ochenta años, sin guerras, y esto es inédito en la historia de Europa, es verdaderamente milagroso, y tengo miedo de que estas cosas acaben, no en Europa, en el mundo. Hay personajes absolutamente delirantes, personajes moralmente muy desagradables. Para empezar, el presidente de los Estados Unidos es un convicto, pero es presidente, y hay un libro que no he leído pero he leído extractos, de un dibujante vitoriano, Mauro Entrialgo, que se llama 'Malismo', y es una gran definición de lo que sucede, y es que la maldad funciona, y funciona como no ha funcionado en muchísimo tiempo.
No sé, yo no soy un experto, no puedo explicar muchas de las cosas que pasan, pero siento que algo ocurre cuando la Unión Europea, donde puedes obtener lo que quieras, dice que hagamos acopio de alimentos. Pues puede sonar a lo que cada uno crea que suene, a qué tipo de mensaje se envía, si es alarmista o no, pero esto yo no lo había visto nunca, y ahí estamos. (Ladea la cabeza y sonríe).
¿Has hecho o vas a hacer ese kit de supervivencia?
No, no lo voy a hacer, pero soy consciente de que están ocurriendo cosas muy serias, muy graves. Mira, el otro día me pasó una cosa, pasé por delante el Bernabéu antes del partido con el Leganés, el sábado, y unos chavales que tendrían veintitantos años estaban hablando -cuatro o cinco, delante de la tribuna de la Castellana-, diciendo que 'claro, es que el mundo necesita a alguien que lo mande, necesita un Putin'. Y yo pensé: lo están hablando un sábado por la tarde, con una temperatura perfecta, van a ver un partido de fútbol en un estadio que ha costado 1.500 millones de euros, seguramente tienen una entrada que no será barata, a su alrededor la gente está tomando cervezas, los últimos datos, por lo que yo sé, es que la economía española está no digo boyante, no sé si es la más saludable, pero a la cabeza de las europeas, contra pronóstico de la derecha, y hay las tensiones políticas para mí un poco artificiosas en muchos casos, pero desde luego el ambiente no es agradable en ese aspecto... Pero éste es un país que está ahora mismo en unas condiciones de libertad, Madrid ha crecido como la espuma en todos los aspectos…
Digamos que son las cuestiones normales que han afectado a un país que yo conozca desde la muerte de Franco, y creo que dentro de lo que cabe es una época mucho mejor que algunas de las que hemos vivido anteriormente, porque este país ha pasado por muchas cosas, y esta gente hablaba como si estuviéramos pasando un calvario. Un calvario.
Esa conversación refleja un mundo apocalíptico forzado, también por la demagogia. Que, evidentemente, ¿hay problemas? Sí. ¿Que hay problemas muy serios? Sí, pero esa conversación me alarmó porque yo soy hijo de la posguerra, yo soy baby boom total.
¿Y cómo calificas la evolución del periodismo? Que también has vivido en estos años desde aquel niño que era el pequeño de la familia y el último en poder leer el periódico en casa.
Bueno, hablar en términos generales de la evolución del periodismo me supera. Yo no soy un analista, simplemente me dedico a trabajar en un oficio al que le estoy muy agradecido. Sí veo varias cosas: que hay una desafección general por lo que se llama el periodismo, en el sentido de que ha ocupado su lugar algo que no es el periodismo, como son las redes sociales, con sus luces y, en mi opinión, con sus enormes sombras. Dos, creo que ha habido el proceso de digitalización del periodismo, sobre todo en la prensa escrita.
Ha terminado con un modelo que tenía muchas imperfecciones, pero desde luego creo que, en términos generales, no se ha mejorado, primero, porque las grandes empresas, eso que se llama el mainstream, fueron incapaces de encontrar una fórmula que permitiera económicamente a esas mismas empresas ser autosuficientes. Estamos ahora en un problema de supeditación a los intereses políticos o de cualquier tipo de instituciones ajenas al periodismo. Económicamente se nota, se nota. Estoy hablando en términos generales, pero lo puedo acotar perfectamente al periodismo deportivo y tú lo sabes en estos momentos mejor que nadie.
"Los periodistas no somos entretenedores. Nuestra función no es payasear y tampoco ser correa de transmisión de nadie, ni estar más atentos a lo que piensan los poderes que a lo que deberíamos pensar como periodistas"
Y es un momento donde el periodista se pregunta qué es, o que somos, qué papel cumplimos en la sociedad. Algunos creen que ya ni lo cumplimos. Hay algo que a mí me sorprende mucho en la prensa deportiva, en los medios deportivos, sobre todo en los periodistas más populares, los que tienen más acceso a la audiencia, que no tienen ninguna dificultad en calificarse como entretenedores. El periodista, nosotros, nos ocupamos de cosas que nos entretienen, que entretienen a la gente, que le apasiona, pero no somos entretenedores, y creo que hacer periodismo puede resultar entretenido al lector, pero nuestra función no es payasear y tampoco ser correa de transmisión de nadie, ni estar más atentos a lo que piensan los poderes que a lo que deberíamos pensar como periodistas.
Y hay otra cosa bastante importante, este momento del entretenimiento que se dice, que para mí es una coartada horrible, coincide con otra cuestión, y es que los mismos que antes de alguna manera estaban atentos a lo que decían los periodistas o a lo opinaban los periodistas o a la función del periodismo, ahora son los que transmiten directamente, sin ambages, su posición o sus órdenes directamente a periodistas que les están agradecidos por acogerles en su seno de poder. Entonces, se hace un periodismo, -lo llamo periodismo, podríamos llamarle cualquier cosa-, supeditado a los intereses de otros, incluso ni de tu propia empresa, y eso es algo que a mí me molesta.
Se hace un periodismo de propaganda en un tiempo que, curiosamente, el deporte lo atraviesa de una manera radicalmente contraria a hace 100 años. Hace 100 años se discutía si el deporte debería ser amateur o profesional. No había una industria, era otra cosa. El profesionalismo, la globalización detectaron lo que ahora es evidente, que el deporte es una superindustria, es una de las industrias más potentes del mundo, primero, porque lo es económicamente y, segundo, por su poder de influencia en la sociedad. Y, claro, ¿por qué los periodistas no nos ocupamos de la parte crucial de este negocio? Porque es un negocio. Que es la economía, las relaciones políticas, muchas veces feas, muy feas. Ahora lo estamos viendo con Infantino y con Trump, con Infantino y con Catar, con Infantino y con Putin… Infantino de alguna manera representa el poderoso medio del mundo del deporte.
Y es como que no interesa, y es una industria que tiene unas connotaciones económicas, sociales, políticas tremendas, tan importantes como cualquier otra o más, porque llega directamente al corazón de la gente, a las pasiones, y ahí las manipulación es fácil. Pues bueno, digamos que eso como que se soslaya. Es una parte soslayable porque eso no entretiene, y eso yo creo que es lo fundamental. Y, luego, los mismos que hacen política y hacen negocio te dicen: 'Es que la política no debe entrar en el deporte'. El deporte es pura política, es pura economía, es puro negocio.
"Uno va al Bernabéu, mira el palco y dices: '¿Cómo no va a ser política esto?'. Es todo política"
Periodista deportivoUno va al Bernabéu, mira el palco y dices: '¿Cómo no va a ser política esto?' Es todo política. No sé qué partido fue, no sé si fue con el Manchester City, miré el palco y al lado de Florentino Pérez había cuatro ministros. Cuatro ministros generalmente no aparecen. Ya sé que les gusta el fútbol, pero deberían ser un poco más moderados y deberían, digamos, ser menos grotescos. Digo los ministros, los jueces, los fiscales generales del Estado, los periodistas… Digo todo ese tipo de gente que no tiene ya ningún pudor, y a mí me molesta, ¿qué quieres que te diga?
Te molesta como el periodista deportivo que eres hoy y quizá también al…
("Al que empezó en esta profesión", iba a decir, pero acota). Pero yo no me pongo como ejemplo porque yo tengo muchísimos defectos, muchísimos defectos.
¿Cuáles, Santi?
Pues yo he hecho un periodismo que, desde algún punto de vista, se puede considerar hasta cómodo, porque he tenido responsabilidades en un periódico, concretamente en 'El País', durante siete años fui redactor jefe, pero en el mundo del deporte no eres un corresponsal de guerra, es agradable hasta cierto punto. Luego, cuando empiezas a entrar dentro te encuentras con cuestiones que te desagradan y que a veces hay que hablar del tema, ahora, por ejemplo, de cuestiones de género… Pero a mí me ha tocado más o menos opinar, reflexionar, bien, mal o regular, sobre estos asuntos, pero digamos que no he vivido el mundo del periodista de combate, y yo no sé si tengo esa capacidad o si la tendría, por eso te quiero decir que he vivido una cierta comodidad. He intentado ser coherente. Luego miras hacia atrás y dices 'aquí no lo hice bien', miras hacia atrás y tiendes a pensar más en lo que hiciste mal que en lo que hiciste bien, pero es lo que me ha tocado en el mundo del periodismo, y ya está. Yo admiro generalmente a los que no se parecen a mí, a los que tienen cosas que a mí me parece que son importantes, que me habría gustado tenerlas y que no las tengo.
¿Como quién? ¿Como qué? ¿Le podemos poner nombre?
No sé si te puedo poner nombre, pero hay gente que, no sólo en España, en Estados Unidos, en la prensa inglesa, en Europa, que ha sido capaz de defender posturas difíciles, que han hecho una gran labor de investigación, de denuncia, sobre temas como el racismo, como las estafas en el deporte, la corrupción, la cleptomanía instalada en muchos sectores del deporte. Gente que, por ejemplo, se ha atrevido, y lo ha hecho, a denunciar los abusos sexuales en el deporte, que es otro de esos temas tabú, que no son nada entretenidos y de los que se prefiere no hablar en profundidad, cuando es un tema no sé si tan importante como el de los abusos en la Iglesia pero que son muy importantes, y se callan y se tapan. Primero, porque da miedo y, segundo, porque digamos te ponen en contacto con una parte muy fea del deporte. No del deporte profesional, sino en gran medida de todo ese deporte de base que en muchos casos está en manos de gente que es indecente.
"Los abusos sexuales en el deporte es un tema no sé si tan importante como el de los abusos en la Iglesia, pero son muy importantes y se callan y se tapan porque da miedo y porque te ponen en contacto con una parte muy fea del deporte"
Lo hemos visto, por ejemplo, en el caso de Millán, el que fue entrenador de Peñalver, y cómo con toda la valentía del mundo Peñalver, ya casi con 50 años, subcampeón olímpico de decatlón en 1992, acudió en ayuda de un chaval que había denunciado al que había sido su entrenador. Y estas cosas no creo que sean casuales, creo que ocurren muchas veces desde hace muchos años y siempre bajo un manto de silencio. A veces, un manto de silencio federativo, un manto de silencio institucional y un manto de silencio periodístico. Bueno, pues hay gente que se ha atrevido, que ha denunciado, que ha investigado, y esto, en todos los ámbitos, tanto en el deporte como en el de la política, y les tengo una admiración enorme.

Hablando de dar noticias, de destapar temas, ¿cuál es la noticia más importante que tú has dado en estos años? O no sé si es algo que no te ha importado especialmente del periodismo.
No, siempre me ha importado, evidentemente. Estuve en El País veintiún años y alguna noticia supongo que daríamos (sonríe), pero no sé qué decirte, no lo sé, me pillas en fuera de juego, pero, evidentemente, algunas hemos dado, sin duda.
Fue en 1986 cuando te incorporaste a El País, fuiste redactor jefe de deportes, lo apuntabas, entre 1999 y 2006. ¿Cómo recuerdas aquella etapa? ¿Qué queda de aquella sección de deportes?
No lo sé, hace mucho tiempo que no paso por allí. Evidentemente, tengo una gran conexión emocional con el periódico en el que trabajé tanto tiempo, tuve compañeros magníficos, extraordinarios. He tenido mucha suerte en la vida, sinceramente. En ese aspecto, no solamente me he encontrado con grandes compañeros, con grandes profesionales, sino con compañeros que han sabido comprender mis defectos como yo he intentado comprender los de los otros. Creo que hicimos una tarea buena. No quiero poner nota, pero creo que El País fue un periódico importante en ese aspecto, en deportes, y ahora he perdido la relación. Han pasado muchos años, habrá gente nueva, leo cosas de gente que me interesa en la sección de deportes, pero no sé por dentro qué es lo que bulle.
Al año siguiente se fraguó tu llegada a Marca. ¿Cómo fueron las conversaciones, las negociaciones, con Pedro J.?
Fueron cortas, muy cortas, cortísimas. Yo pasé de dirigir la sección de deportes a dirigir la sección de cultura en El País en el año 2006, exactamente después del Mundial de Italia. Pensé que no iba a volver a escribir de deporte. La última crónica que hice fue la de la victoria de Italia sobre Francia en el Mundial de Alemania, en el estadio olímpico de Berlín. La verdad es que (sonríe) titulé aquel partido de una forma bastante escandalosa, por decirlo de alguna manera. Igual eran tantos años de mi perspectiva con respecto al fútbol que cargué las tintas, lo titulé 'El triunfo de la nada', por Italia.
Y eso fue mi última crónica. Yo no tenía ninguna intención de ir a ninguna otra sección, pero hubo un cambio de director y el nuevo, Javier Moreno, me pidió que me ocupara de la sección de cultura. A mí, sinceramente, personalmente, no me apetecía. Primero, porque venía de estar instalado muchos, muchos años en el mundo del deporte. Segundo, porque a los periodistas de deporte siempre se nos ve con un poco de sospecha, como si fuéramos una especie de subperiodistas, como que nos ocupamos de materias blandas, por decirlo de alguna manera, que nos impide tener los registros de lo que se llama el periodismo serio, el periodismo de verdad. Creo que es totalmente falso, he visto tremendos periodistas de deportes que luego cuando han ido a otros lugares y se han ocupado de otras funciones han sido tan buenas y muchas veces mejores que los característicos (dice haciendo el gesto de las comillas).
Recuerdo una conversación en un restaurante gallego que está cerca de la M-30 y que tenía una merluza extraordinaria (se ríe), lo recuerdo perfectamente, y Javier me lo pidió. Me asustó, no estaba muy convencido, pero pensé 'llega un director nuevo, al que casi no conocía, y que realmente no estaba muy interesado por las páginas de deporte. Este hombre viene a suceder a un director magnífico de El País, a Jesús Ceberio, que había estado, no sé, 13 ó 14 años al frente del periódico, y en una etapa muy boyante del periódico'. Y a mí me pareció que tenía el susto encima él, como es normal. Y pensé 'si le digo que no, pensará que estoy especulando con su posición y él lo que necesita es que no se especule con su posición'. Digamos que necesitaba algún tipo de adhesión dentro de la redacción en un momento delicado para él, donde tenía que demostrar muchas cosas, en un momento donde se empezaba ya a sentir el peso de la crisis digital. Y acepté.
Y fue un año muy particular, un año muy duro. Evidentemente, yo, novato en esas lides, me encontré con resistencias, me afectaron en todos los aspectos, en el aspecto físico y emocional. Intenté hacer un trabajo que en ciertos sectores fue muy bien visto, en otros digamos más clásicos no gustaba mucho. Encontré que la supeditación del mundo de la cultura a los intereses de la industria cultural es tremenda, hasta el punto de pensar que simplemente las decisiones de las secciones de cultura no se tomaban en las secciones de cultura, sino en las relaciones de las factorías culturales con los altos ejecutivos de la empresa. Había unas conexiones que, curiosamente, yo no encontré tanto en eso que se decía de 'El País', yo eso no lo sentí, pero la presión editorial de las casas, del mundo de la música, del mundo de los organismos públicos que se dedican a la cultura, de la industria del cine, de la industria del libro, por supuesto, me parecía que no solamente era enorme, sino que ese mundo había llegado a la conclusión de que el periodismo simplemente era un brazo propagandístico de sus intereses. Bueno, intenté resistir todo aquello, tuve numerosos conflictos, me afectó mucho, acabé harto…
"Tuve que acudir a un psicólogo porque me costaba mucho soportar aquellas condiciones en las que yo me encontraba (en la sección de cultura de El País). Me llegó una oferta de Unidad Editorial y pensé 'siempre puedo hablar de Schuster'"
¿Cómo te afectó? Porque recalcas que te afectó y, lo has dicho antes, tanto física como emocionalmente.
Sí, sí. Sinceramente, tuve que acudir a un psicólogo porque me costaba mucho soportar aquellas condiciones en las que yo me encontraba, y quizás hubo problemas por mi parte, no lo sé, pero mi posición con respecto al mundo de la cultura que yo vi fue la que el director me había pedido. Es decir, que si había una conflagración, un conflicto, había que mantener el interés honesto por el periodismo. Bueno, digamos que eso paga un precio. Sentí ayudas y también no las sentí. Es decir, no quiero atribuirme nada, simplemente que fue en un momento difícil. Me siento muy orgulloso de aquel año, sobre todo, de gente ajena a la esfera más controladora del periodismo cultural.
Lo que hice fue una redacción paralela con gente extraordinaria que me ayudó, que muchos de ellos ahora siguen trabajando en El País, intenté hacer cosas que funcionaron, otras que no funcionaron. Por un lado me siento muy satisfecho y contento con lo que ocurrió y, por otra parte, personalmente, pagué un precio bastante alto. Me llegó una oferta de Unidad Editorial, pensaba que no iba a volver al mundo del deporte, y pensé 'siempre puedo hablar de Schuster' (se ríe), que por entonces era el entrenador del Real Madrid. 'Oye, es algo que conozco, me gusta, el Marca es un gran periódico, una cabecera importante dentro del periodismo deportivo europeo', acepté la oferta y allí fui, no como director, sino como adjunto al director.
Sí, como adjunto a Inda, ahora te pregunto por él, pero me gustaría incidir en tu incorporación, en si quieres contarnos algún detalle anecdótico de tu conversación ellos. ¿Fue con Pedro J.? Aunque hablas de una llamada de Unidad Editorial, muy corta. ¿No quieres personalizarla? ¿Cómo recuerdas aquel momento?
(Levanta la mirada hacia un costado). No sé cómo fue el acceso, no recuerdo, no sé si fue Galiano el que me llamó, supongo que sería él. Fuimos a comer a un restaurante que está cerca de la Castellana, comimos, me explicaron el proyecto, vi que estaba por entonces La Gazzetta del Sport, la empresa italiana, también por detrás. Bueno, había gente muy buena en Marca, que a mí siempre me ha interesado: Gerardo Riquelme, Roberto Palomar… No sé el número de periodistas con los que mantengo relación y que me encantan, es innumerable. Era una experiencia nueva para mí, nunca había trabajado en un periódico deportivo y allí fui. (Se ríe).
¿Qué tal fue tu relación con Inda?
Inda es un personaje muy particular, supongo que otros pensarán que yo también. Tengo que ser sincero, en términos ideológico-deportivos, generalmente, estamos en las antípodas uno del otro, pero tengo que decir la verdad, la relación en ese sentido fue sensata. Yo sabía que él era el director y yo creo que él también asumía que a mí me había fichado la empresa, observando en mí los valores que la empresa creyera. Digamos que fue una relación correcta, con dos miradas yo creo que sobre el mundo, la vida y el periodismo antitéticas. Muchas veces de ahí también salen soluciones buenas y se establecen puntos de vista diferentes. Evidentemente, él era mourinhista y yo no lo era, pero no tuve nunca ningún problema para ofrecer mi punto de vista con respecto a cuestiones que estoy seguro que a él no solamente no le gustaban, sino que le disgustaban, y así sobre muchas cosas. Pero, mirándolo retrospectivamente, oye, fue toda una experiencia y creo que fue una relación en ese punto absolutamente correcta. Dentro de la aventura de Marca quiero hacer especial hincapié en la figura de Óscar (Óscar Campillo, director de Relevo).
Te iba a preguntar por él, por qué tal fue tu relación con nuestro director.
Magnífica. La verdad es que fueron dos años difíciles por un lado porque, sinceramente, notábamos una presión exterior muy fuerte, y yo creo que le debo mucho a Óscar, le tengo enorme aprecio. En su etapa ahora como director de Relevo me parece que ha hecho un periódico imprescindible, siento todas estas noticias que están saliendo. Me parece que ha hecho no solamente un buen periódico, sino que se ha salido de ese margen, de esa acotación que ahora mismo el periodismo deportivo se hace como lugar de entretenimiento y entretenedores. Creo que Relevo se ha tomado el mundo de la información y el mundo del deporte con seriedad. En muchos aspectos ha sido, yo creo, la punta de lanza de la mirada periodística, sobre todo con los asuntos referidos al caso Rubiales, a la visión imprescindible de la mujer en el deporte, en la cuestión de género.
Creo que las informaciones, por ejemplo, referidas al Real Madrid, que es una maquinaria de producción informativa, Relevo lo ha hecho con una profesionalidad y con una dignidad enorme. Yo os he disfrutado o disfruto mucho de Relevo porque me fío (sonríe), me fío de lo que dice y creo que no me hace trampas, y eso me parece que es fundamental. Hay mucha gente a la que conozco que trabaja ahí, tú por ejemplo, con la que he coincidido en otra época en la televisión, sé lo valiosa que eres, y Natalia (Torrente), Hugo Cerezo… Toda la gente, muchos con los que trabajé en Marca, y creo que habéis hecho y estáis haciendo un trabajo para mí magnífico, y me duele todo esto que os está pasando porque me da la sensación de que este tiempo tiende a arrollar y a arruinar proyectos decentes, proyectos buenos para la comunicación y para la audiencia.