SERIE A

Descubriendo al fenómeno Thiago Motta: "Le he pedido por favor que entrene en Champions antes de que me muera"

El exjugador italiano, con "sello Barça" ha situado al cuadro boloñés en puestos de Liga de Campeones 20 años después.

Thiago Motta, entrenador del Bolonia. /Getty
Thiago Motta, entrenador del Bolonia. Getty
Julio Ocampo

Julio Ocampo

Italia, hasta la llegada de Arrigo Sacchi, se sentía muy cómoda esposando el resultado. Eso tiene que ver con la historia. Al fin y al cabo -desde la caída del imperio romano- el país había estado siempre ocupado y dividido: el Papado, el reino de las dos Sicilias, las repúblicas marineras de Venecia o Pisa, el fulcro español de Lombardía… A eso se le sumó después una superflua tradición colonial atisbada ligeramente con Mussolini en Etiopía, Eritrea o Libia. Hay algo de todo eso en el fútbol, cuya praxis fue siempre defenderse, aunque mirando con curiosidad y escepticismo a aquellos transgresores que osaran revertir el orden secular, a esos ideólogos capaces de romper dogmas, más atentos a italianizar el mundo que acorazarse ante los sarracenos.

"Le representamos desde que jugaba en el Barça, pero nuestra relación es más íntima desde que le trajimos al Genoa del Atlético de Madrid, donde se lesionó gravemente. Le he pedido, por favor, que me haga una promesa: entrenar a un club en Champions League antes que yo muera". Las palabras son de Dario Canovi, un abogado de 84 años que vive en Sutri, a media hora de Roma. Presume de haber sido el primer representante oficial en toda la historia del Calcio. Además, íntimo amigo de Motta, quien se presentó en Bolonia hace poco más de un año hablando de un fútbol fluido, dinámico y atractivo… Y apostando por un esquema gore (con siete centrocampistas) en un país de tradiciones ancestrales. "No me gusta hacer comparaciones, pero me recuerda a Pep Guardiola. Su mentalidad, su obsesión por el trabajo, su amor por el fútbol, la relación con los jugadores… Son técnicos directos, sinceros hasta el extremo. No me sorprende lo buen entrenador que es, aunque siempre dice que el mérito es de los jugadores, por eso no quiere protagonismo, por eso no concede entrevistas", subraya.

Porque Thiago Motta habla a través de su criatura: el Bolonia, donde llegó en una situación complicadísima tras la polémica destitución de Sinisa Mihajlovic, fallecido hace un año. Venía de una salvación que se antojaba utópica con la Spezia (tuvo hasta 19 casos covid), una destitución en el Genoa y una breve experiencia en las categorías inferiores del PSG. Ahora es cuarto, y compite con Roma, Atalanta, Fiorentina y Nápoles por una plaza Champions. ¿El secreto? Domina los partidos y quiere el cuero, lo que le convierte en uno de los equipos con menos goles encajado del campeonato: doce, sólo le mejoran Juventus (nueve) e Inter (siete), los dos primeros clasificados.

Por si fuera poco, terminó la temporada pasada con el récord de puntos en la historia rossoblue (54) y consiguió despojarse de la vieja guardia (el tótem Arnautovic in primis) para inventarse jugadores exentos de ego, como Beukema, Calafiori, Freuler, Ndoye y, sobre todo, el holandés Joshua Zirkzee, un descarte del Bayern que pasó de puntillas por Parma y Anderlecht. "Motta impone el juego. Le hizo recobrar autoestima, pero lo más importante es que ha convencido a todos que el camino es correcto. Su fútbol huye de los individualismos y subyace en la apología del bloque. Es el mejor fútbol de Italia, sólo a la altura del Inter de Milán, quizás", apunta el abogado. "No es que sus hombres den la vida por él, es que la dan porque piensan que es lo mejor".

Una obra maestra bajo las Dos Torres

¿Has leído el artículo del Corriere della Sera escrito por Guido de Carolis? Ese es Thiago Motta". Quien habla es Alessandro Canovi, hijo de Dario y vigente representante del técnico hispano-brasileño. El reportaje dice que la escuadra de las Dos Torres no estaba en esos puestos desde hacía 20 años. Así, la ciudad ha recuperado la pasión, y el estadio Dall'Ara disfruta con una escuadra que expresa un fútbol champagne. Es dinámica, vistosa y expone constantes intercambios de posición activados con disciplina militar. Porque sí, este Bolonia no es escolástico, sino imprevisible. Ordenado, pero imprevisible. Es, como el Thiago jugador: Brasil e Italia mezcladas con alguna chispa blaugrana. Es seda y cemento; posesión grácil y cinismo pragmático. Es diligente, detallista, disciplinada, maníaca y severa en todos los sentidos. "Es él. Un tipo serio, determinado. Para nada humilde, pero con las ideas muy claras. Quiere ganar, y basta", reconoce el procuratore, a caballo entre Barcelona, Roma y Bolonia.

Pese a que lo niega, Thiago Motta rechazó el pasado verano una propuesta del Nápoles campeón de Italia. No era el momento, quizás, porque su obra aún es acerva. "No te puedo confirmar lo que dice De Laurentiis".

Y es que sin hacer alarde de sí mismo (es esquivo, introvertido y competitivo) y con la familia viviendo en Cascais, Motta -a sus 41 años- no ha hecho más que abrir su laboratorio futbolístico. Los jugadores le ven como un profesor y el presidente -Joey Saputo- teme que en verano (su contrato finaliza en junio) acepte la oferta de un club top. En Italia se habla de PSG, un presunto interés Premier, Milan o incluso Barça. "Motta busca la presión y la responsabilidad. Vive y se nutre de ella. No tenemos ofertas por él, porque piensa en hoy. Está obsesionado con lo que hace. Llega a las siete de la mañana a la ciudad deportiva. Se entrena una hora solo. Luego desayuna y comienza a trabajar hasta por la tarde. No lo hace solo por su bienestar, ni siquiera por dar ejemplo… Motta no es así. Lo hace para transmitir un mensaje, una sensación. Él cree que las ideas se enseñan verbal, pero también físicamente". Así se nutre de crédito para después pedir la luna.

Así, cuidando su proyecto con dignidad, con esfuerzo físico y mental, Thiago Motta se ha convertido en uno de los técnicos de moda en Italia. Ganador hasta la saciedad, empático, de fuerte personalidad, muy crítico en la derrota y exuberante en la victoria, ha llamado incluso la atención de Ancelotti ("Me gustan él y Xabi Alonso"), quien le tuvo en el PSG. "Le encantó lo que dijo. Fue fantástico, porque venía de su maestro. Tuvo muchos -desde Antic hasta Rijkaard, pasando por Mourinho, Benítez, Emery o Gasperini-, aunque tiene sello Barça… De hecho, siempre me recuerda lo mismo: que llegó de Brasil como media punta y atrasaron su posición para convertirle en el nuevo Cocu. Así le hicieron triunfar", rememora Alessandro Canovi desde Sutri, sentado enfrente de su padre. "Mi hijo es el mejor amigo de Thiago, creo".

Rijkaard habla con Motta en su etapa como jugador culé, año 2005.  AFP
Rijkaard habla con Motta en su etapa como jugador culé, año 2005. AFP

Bolonia no es sólo basket

Mientras Dario gira su mirada hacia Alessandro para encontrar reprobación, Motta puede que esté terminando de alicatar Bolonia para la cita clou. La ciudad ya no brilla solo por su memorable historia de la canasta, con Vitus y Fortitudo a la cabeza. No. Tampoco por un magnetismo simbiótico que tuvo siempre por la música, en muchos casos ligado al laboratorio comunista en política: allí estudiaron Mozart o Rossini, y en los años de plomo tocó el grupo punk británico The Clash. Era el periodo de la piazza rossa.

Con Motta, vuelven a sonar campanas de tiempos bíblicos del calcio allí, ya sin telarañas: Beppe Signori, Pagliuca y Diego Milito pasaron por un club que cuenta en su palmarés con siete scudetti (el último en 1964). Su fortín hoy lo visita la Roma de Mou, quien además de erigirle en pieza clave del Inter, le instruyó para comandar un vestuario y le otorgó el fuego necesario en caso de iniciar cruzadas, contra árbitros o quien sea. "Ya has visto que tiene mucho carácter. No te olvides una cosa", alerta, "Motta, pese a compartir equipo con personalidades como Zanetti, Cambiasso, Ibra o Thiago Silva, siempre ejerció de líder allá donde fue". Quién sabe cuánto sonará el teléfono de Canovi cuando comiencen a crecer las flores en primavera.