La fe del Real Madrid decide un Superderbi
El partido lo decantó en la prórroga un autogol de Savic tras remate de Joselu. El Atleti duró lo que le duraron las fuerzas.
Todos los derbis entre el Real Madrid y el Atlético, en Liga, en Europa o en el desierto árabe, son dramas de largo alcance, extenuantes, con agonías que se alargan hasta la prórroga, una prueba de ansiedad para los futbolistas. En el estadio donde es rey Cristiano, la corona se la pusieron los blancos en la prórroga, cuando estaba a punto de sonar la campana, gracias a un remate mordido de Joselu que tocó en Savic y batió a Oblak. Un encuentro que acabó con ocho goles, tuvo defensas con más acierto delante que detrás, se vio a un Atleti honorable y a un Madrid con pegada, fe y un físico arrollador. Un derbi, en definitiva, que se recordará en tiempo. Espectacular.
Ahora cuesta hacer memoria, pero el partido comenzó cuando se hicieron públicas las alineaciones. Ancelotti y Simeone se conocen tanto que siempre se guardan secretos. El once del Madrid dejó una revelación y una sorpresa. En primer término, que por mucho que Ancelotti lo enmascare, y hasta que se demuestre lo contrario, Kepa es (o era) su portero en las noches de verdad. Pocas lo son más que una de derbi y el italiano mostró de forma clara su carta. Su querencia tiene que ver con la jerarquía escrita en la libreta. Está por ver si mantiene su apuesta. El portero no le dejó en buen lugar. Salió señalado y, de paso, señaló a su técnico.
Chocó más la suplencia de Kroos. Pese a no viajar a Aranda por un golpe, se le intuía de inicio. Carletto, con todo su centro del campo disponible, optó por su otra adicción, Modric (si no es uno es otro en el 4-4-2), y por Tchouameni por delante de Camavinga, aún tierno tras dos meses de lesión. En esta decisión planeó la derrota del Metropolitano, la única de la temporada, sin Aurelien, y un deseo de reforzar a un jugador que será central por obligación pero que es su mediocentro por vocación. El francés ni pinchó ni cortó. Cuando se necesitaron medidas, fue sustituido. Las acabaron aportando Carvajal, amenaza constante, Kroos y un Brahim que es un electroshock.
La baza de Simeone, por su parte, provocó un punto de asombro pero tuvo cierta lógica. Pretender frenar lo que no se puede controlar condiciona a cualquiera. Por ese motivo, colocó a Saúl en el centro del campo y desplazó a Marcos Llorente de carrilero para volver a ser sombra de Vinicius y un problema para Bellingham cuando se lanzara al ataque. El brasileño no hizo de las suyas y el inglés anduvo con la entonación baja. También fue titular Savic, otro que ve a su mejor nivel desde lejos. Hizo un partidazo contra los madridistas en Liga. Pudo hacerse con el puesto por recuerdo o superstición, pero salió en el marco de la foto del 2-1 y acabó dando la puntilla a los suyos.
Un gran Atleti y un Madrid de dos caras
Con estas incógnitas despejadas, apareció otra que nace al calor del juego, que es complicado de entender pero fácil de explicar: la tendencia del Madrid a entrar en los partidos dando vueltas de campana. Últimamente ese siniestro lo sufre contra el Atlético, equipo que salió a Riad con coraje, sangre y buen gusto. En el primer minuto los rojiblancos ya pusieron sus huellas en el área de Kepa, y sólo cuatro después utilizaron la cabeza para retratar (otra vez) a la defensa madridista. Un córner enviado por Griezmann al corazón del área llegó al único que estaba latiendo en ese momento, Mario Hermoso, que usó la testa y batió al portero del Madrid de golpeo certero. El encargado de marcarle era Rodrygo, pero sólo sobre el papel. El brasileño vagueó ante la mirada pasiva también de Nacho.
El grupo de Ancelotti pareció no haber aprendido la lección del derbi del Metropolitano. Intentó recomponerse del golpe mientras el Atleti jugaba con personalidad. De un tiempo a esta parte, al Cholo no le quema esa pelota que nunca antes le había emocionado, de hecho empieza a gustarse. Su equipo desplegaba un estilo de sello. El que grabó en el 18' con un jugadón de toque y carrera, que pilló a la defensa blanca con cara de susto y desaprovechó Morata, clavando el dardo en el lateral de la red. Antes Rodrygo reclamó penalti de Saúl. El VAR, juez de segunda instancia, no habló para que se le pudiera escuchar por primera vez.
Pero el Madrid no necesita argumentos. Sabe, porque la historia así se lo ha dicho, que lo bello del desierto es que en algún lugar se esconde un pozo. Y que tiene agua. El mejor explorador en los últimos tiempos está siendo Rüdiger. El central pesimista fue '9' optimista para empatar al cabecear un córner acariciado por Modric. Esta vez, el retratado fue Savic. Qué complicado es cuerpear con Antonio. Qué difícil es prever cualquier cosa que salga de esa anatomía.
El gol cambió el viento del encuentro e infló las velas blancas. De quien no había noticias, y era extraño, era de Vinicius. Pero Valverde se había convertido en un todo, multiplicado; Modric era respiradero; y Rodrygo crecía. Oblak le birló el gol en el 26', pero nada pudo hacer ante lo imprevisible. No hay mejor adjetivo que califique a Mendy, capaz de que a sus espaldas bailen vals y, sin embargo, marcar con el exterior de la bota izquierda tras un caño. Ni él mismo sabía qué hacía ahí. Y por ahí, por la defensa, se desangra el Atleti esta temporada. Paradójico que una virtud del Cholo se haya convertido en necesidad.
El Atlético se vio cuesta arriba en una noche que empezó cuesta abajo y quienes veíamos esta semifinal, asistíamos a un partido entretenido, extraordinario. Parecía un All Star contratado por los árabes para afinar el paladar y el gusto del país por un fútbol sin defensas. Por lo tanto, era cuestión de tiempo que apareciese Griezmann. Y lo hizo a lo grande para volver a poner el empate en el marcador. Un balón que pasó por De Paul, espléndido, y Morata llegó al francés en la corona del área, que se vio acorralado por Modric y Rüdiger. En los callejones sin salida se les abre una puerta secreta a los cracks. Antoine se sacó un taconazo, encontró en hueco y batió a Kepa. Golazo. Defendible. Parable. A un portero titular del Real Madrid no hay que pedirle ser Courtois, que eso es imposible; hay que reclamarme algunas soluciones. El vasco no las dio.
Todo lo narrado corresponde a los primeros 36 minutos de encuentro, lo que demuestra el listón de la cita. Hasta la llegada del descanso hubo tiempo para que Oblak volviera a arrebatarle a Rodrygo otro gol, en esta ocasión con una parada tan estrambótica como eficaz, y para que el Atleti reclamara una amarilla-anaranjada a Rüdiger por pisotón en el tobillo a Koke cuando éste fue a despejar un balón. Ni naranja ni amarilla. Esa fue la otra gran noticia del primer tiempo. Que no había noticias de Alberola Rojas en un derbi sin el ardor de los derbis. Buen arbitraje el suyo.
Kepa, señalado
Con los gemelos subidos se fueron (nos fuimos) a los vestuarios. De ellos volvieron dos equipos con las mismas piernas pero con un punto más de precaución. Se dejó de lado el frenetismo. El Atleti siguió con su afición por la pelota; el Madrid, esperando alguna oportunidad para lanzar a algún galgo. Lo que ocurrió fue un error garrafal de Carvajal. El lateral pasó un balón con la venda en los ojos y lo alcanzó Morata. El delantero le mandó una golosina a Lino y el brasileño le afeitó las patillas al poste izquierdo de Kepa.
En contra de lo que sucedió en el primer acto, el segundo fue decreciendo en ritmo y al cuarto de hora Simeone y Ancelotti movieron el tablero. El Cholo introdujo a Nahuel Molina y Riquelme por Lino y Saúl en la búsqueda de alegría arriba y por ahí comenzó a perder, por las bandas; Carletto cambió de musas: retiró a Modric y echó mano de un Kroos abucheado por los árabes y que volvió a dar otro magisterio. El alemán comenzó a adueñarse del balón y eso hizo que apareciera Oblak. Despejó un tiro a bocajarro de Carvajal tras botar Vinicius, rápido, como un pillo, una falta e hizo de nuevo resoplar a Rodrygo.
Como el fútbol tiene estas cosas, el gol que volvió a desequilibrar la semifinal en favor del Atlético vino por el foco del debate: la portería del Madrid. En el 77', Riquelme bombeó un balón desde la derecha, Kepa saltó con Morata para despejar en uno de esos saltos que no inspiran confianza, el balón se le desmayó de las manos, le cayó en el pie y acabó dentro de la portería tras golpear a Rüdiger. El guardameta vasco acudió a Alberola Rojas en busca de coartada, señalándose en pecho, denunciando un toque de Morata que sólo notó él. Pero quienes acabaron señalados fueron él y, de paso, Ancelotti. El italiano está manejando mal el asunto de la portería, se le está escurriendo la razón.
Quiso encontrar respuestas en el banquillo. Carletto pretendió agitar al grupo con un centauro (Camavinga) y un duende (Brahim) y lo logró. El malagueño muerde cada minuto y lo deja en huesos. El final del pleito lo puso otro defensa, Carvajal, después de una jugada llena de fe del Madrid y repleta de errores defensivos del Atleti. Un pim pam pum. Oblak salvó un remate de Vinicius, el rechace le llegó a Bellingham y su disparo lo rechazó Hermoso; la bala de Carvajal fue de plata, mató al Atleti y desesperó a Simeone, que no se explica por qué el cemento se le está agrietando de manera alarmante. Qué bien ataca el Madrid en la desesperación.
Ese tanto atolondró a los rojiblancos y revitalizó a los madridistas, con Vinicius reconociéndose y Brahim haciendo diabluras. Una de ellas, un jugadón en el descuento, pudo valer una final de la Supercopa. Su tiro fue al aire y el derbi, que ya había recuperado el ardor, a la prórroga.
Se decidió sobre la bocina
Despertó con el Madrid creciéndose por convencimiento y el Atleti metido atrás por la fatiga. No tenía buena cara el equipo del Cholo y Witsel, que entró en el 90' por De Paul, representó ese semblante. Se embolicó en el área, no supo si pasar o despejar y acabó alejando el peligro con lo que pudo. Al cabo, se lesionó Koke y siguieron los cambios para encontrar la vía hacia la final. Azpilicueta sustituyó a Llorente y Ancelotti retiró a sus brasileños, Rodrygo y un rebajado Vinicius, y al soldado Valverde para dar entrada a Ceballos, Güler y Joselu.
Llegados a un punto determinado, el problema ya no es defensivo, sino estadístico. En cualquier momento acertarán los otros. Hay un instante en que toca abrir las ventanas y tomar aire. Entonces entra el vendaval y termina de ordenar los papeles. Esa corriente de aire vino en el 115', con los jugadores con la lengua fuera y con el Madrid en su salsa física. Un centro (otro) de Carvajal lo peinó con el flequillo Joselu y el balón golpeó a Savic, que marcó en propia puerta. Dos sustos del Atleti (o de Kepa) mantuvieron el desenlace en el aire. Brahim, cuando Oblak se vistió a la desesperada de delantero, le cogió fuera de lugar y le puso el lazo al choque. Un final que acaba con el Madrid en la final de la Supercopa del domingo y con quienes vieron el partido, acalambrados. Preparémonos para los dos derbis que aún quedan por delante.