Tacchinardi evoca las pesadillas en Galicia contra Celta y Dépor: "El fútbol de allí era increíble. Los veías en el calentamiento y parecían estar en Copacabana"
El excentrocampista italiano no olvida las derrotas abultadas de su Juventus frente a los míticos clubes que una vez situaron las Rías Baixas en el mundo balompédico.

Hubo un lustro en que para los equipos italianos -especialmente gigantes del norte como Milán y Juventus- jugar en tierras gallegas era peor que el descenso a los infiernos del poeta Dante. Era tal el oprobio futbolístico que recibían en las Rías Baixas que incluso, a veces, salían atemorizados en sus totémicos estadios brutalistas, como Delle Alpi o San Siro.
El thriller moderno comenzó en la temporada 1999-00, cuando la acorazada bianconera de Carlo Ancelotti (ganó 1-0 en la ida) cayó 4-0 en Balaídos en octavos de UEFA. Esa obra de arte selló la clasificación a cuartos del equipo que entonces dirigía Víctor Fernández. Sí, el de Mostovoi, Makelele, Celades, Revivo, Giovanella, Gustavo López o Benni MCcarthy, autor de un doblete esa noche mágica ante la Juve de Zidane, Del Piero, Davids, Van der Sar o Zambrotta. Hacía 19 años que al monarca italiano no le endosaban tantos goles en competición europea.
Ha pasado un cuarto de siglo de todo eso que hoy desempolva Alessio Tacchinardi, quien estaba allí en la posición de cuatro, afligido, tratando de metabolizar algo insólito que alteró durante un tiempo las cuerdas fundamentalistas del calcio. "Nos sobrepasaron en todo. Sí, es verdad que en el descanso nos quedamos con nueve por las expulsiones (Antonio Conte y Montero), pero recuerdo ese periodo difícil, sobre todo cuando nos tocaba visitar Bilbao, La Coruña o Vigo. No solo a nosotros, sino a cualquier equipo italiano de entonces. Goleadas clamorosas", recuerda justo antes de dar con la matriz del asunto. "Esos futbolistas no eran mediáticos, no estaban publicitados, pero eran enormes.Nos poníamos muy nerviosos, porque no tocábamos el balón. El ritmo que tenían era superior, frenético", argumenta.
Es curioso, porque hoy Tacchinardi explica que precisamente ahí vio el inicio, el punto de partida de un fútbol español que casi una década después comenzaría a sodomizar el mundo entero abusando del balón. "Nos sucedió también con el Depor… España ya tenía algo diferente, y terminó por certificarse. Ese fútbol estaba infravalorado. ¿Sabes? Tú veías a Valerón y Djalminha -años después Tristán- ya en el calentamiento, y eso parecía la playa Copacabana… Veías al club celeste, con su intensidad… Corrían el doble, técnicamente eran perfectos. Además, el campo mojado para hacer circular el cuero, la posesión… Te aniquilaban, te doblegaban. Todo eso lo comprendí cuando me marché a jugar al Villarreal", evoca durante su charla con Relevo.
Ese fútbol atrevido y electrizante del norte de España no recogió ningún título a nivel continental, pero sí el asombro y el elogio de monumentos que ya lo habían ganado todo. Sembró terror, y allí por donde viajaba dejaba un terreno asolado y en barbecho, llorado con plañideras que entonaban el canto fúnebre ante el rostro pusilánime de los Kaká, Seedorf, Shevchenko, Buffon, Gattuso, Maldini o Pavel Nedved, entre otros. Todos ganadores natos, inmóviles como un púgil en la lona, ante esas acometidas que jamás vieron venir, y que cuando llegaron ya era demasiado tarde. Era sí, como un caballo de Troya.
Doble escenario para 'Carletto'
El elenco de knock out que el fútbol gallego endosó al italiano es menudo pero potente. Está condensado con pequeñas hazañas en apenas cinco años. Se engalana y vertebra así: Milán 1-2 Celta en la Champions'03, Juventus 0-1 Deportivo (en la ida también se impuso) un año después en el mismo torneo máximo… Los Girasoles de Van Gogh terminaron de pintarse el 7 de abril de 2004, cuando Javier Irureta y los suyos remontaron al conjunto rossonero un 4-1 de la ida en cuartos de Copa de Europa. Ya en Riazor, 4-0 con tantos de Pandiani, Valerón, Luque y Fran. Carlo Ancelotti, vigente campeón precisamente en una final contra la Vecchia Signora, no daba crédito. Aparecía maniatado por el diablo.
"Insisto. Esos clubes estaban infravalorados. Iban a seis mil por hora, el balón ni lo olíamos. Nos poníamos nerviosos, entonces aumentábamos la dureza… Terminaban por expulsarnos, claro. Eran amantes del balón, una pasada. Luego lo vimos en el Barça, pero ahí es como si hubiera comenzado todo. Solo nos dimos cuenta estando allí", sentencia Alessio Tacchinardi, gran admirador de un fútbol contracultural que tardó en ser reconocido y homologado, y que una vez asentado en su integralismo jamás admitió sucedáneos.
Eso sí. El ejercicio reflexivo de Tacchi es cuanto menos curioso. Y es que cuando irrumpió Guardiola con su cuadro culé, todos miraban a Cruyff, a Holanda, a Rijkaard. Casi nadie reparó en lo que tuvo lugar a principios de siglo, cuando Deportivo de la Coruña y Celta azuzaron vientos arribados de Finisterre que terminaron por someter a Goliat. Jamás volvió a repetirse, pero dicen que las historias son bellas precisamente por eso… Porque contienen un brusco final. En el paraíso estaba escondido el infierno donde bajó Dante con Virgilio.