REAL MADRID - BAYERN MÚNICH

La tormentosa noche en la que el Bernabéu se convirtió en un manicomio contra el Bayern

El 10 de abril de 2002, los duelos Madrid-Bayern alcanzaron su máxima expresión en un ambiente crispado como nunca por las provocaciones de los protagonistas de uno y otro equipo.

Raúl salta por encima de Oliver Kahn. /Miguel Berrocal
Raúl salta por encima de Oliver Kahn. Miguel Berrocal
Enrique Ortego

Enrique Ortego

Noche del 10 de abril de 2002. Noche de tormenta. Dentro y fuera del terreno de juego. Cayó el diluvio. Agua racheada y provocaciones directas entre los peloteros de uno y otro equipo. Nunca la rivalidad entre el Real Madrid-Bayern había alcanzado tal grado de excitación e irritación. Ni siquiera era una final. De hecho, nunca se han enfrentado en el partido definitivo. Tampoco eran unas semifinales. Era la vuelta de una eliminatoria de cuartos, en la que el Bayern había remontado un gol de Geremi en el partido de ida para viajar con un 2-1 a favor. Nada del otro mundo. Nada, tampoco, que el Bernabéu no hubiera vivido ya en sus ya sexagenarias entrañas.

Tuvo mucho que ver en que el estadio se convirtiera en un enfervorecido manicomio desde dos horas antes de comenzar el partido, todo lo que había sucedido en los ocho días que separaron la cita del Olímpico y la del Bernabéu, pero también había que tener en cuenta que los dos equipos nunca se habían enfrentado directamente tres temporadas consecutivas y en la primera de ellas, la 1999-2000, hasta en cuatro ocasiones: dos partidos en la fase de grupos y unas semifinales que ganó el Real Madrid. A la siguiente, 2000-01, otras semifinales, esta vez con triunfo alemán. La que protagoniza estas líneas, fue la tercera y todos estaban hartos de todos. Se notó.

Con la privilegiada visión de la distancia en el tiempo, la realidad es que en la ida no habían pasado tantas cosas para que se encendiera la batalla. Comenzaron ellos, los alemanes y respondieron, los nuestros, los españoles. Una semana larga de fuego cruzado a través de los medios de comunicación. La primera bomba, todavía en las catacumbas del Olímpico, la dejó caer Hasan Salihamidzic, un bosnio alemán de muy malas pulgas. "En la segunda parte, el Real Madrid se ha cagado en los pantalones. Contra nosotros se cagan. Se han dedicado a dar 'taconcitos' y no han podido con la presión que les hemos metido en la segunda parte". Y la propina del entrenador, Ottmar Hitzfeld. "En la segunda parte el Madrid ha tenido miedo del Bayern".

Kahn: nunca me meterán dos goles en el Bernabéu

A apenas 50 metros de distancia, en el vestuario del Real Madrid, desconocían la que se estaba montando. Mientras ellos pensaban que el 2-1 era un buen resultado para la vuelta y más porque entonces todavía el valor de los goles fuera de casa continuaba siendo doble, el enemigo continuaba con su sórdido lanzamiento de misiles. Después del bosnio, el irascible Kahn. Habló directamente de los galácticos. "Han cometido el error de querer ridiculizarnos. Les ha podido la arrogancia. Graban anuncios, se exhiben, pero no juegan al fútbol. No me meterán dos goles en el Bernabéu en la vuelta, imposible".

Sí. Se los metieron, aunque les bastaba con uno. Helguera, el primero. Guti, el segundo. Y pudieron ser muchos más. A aquel enrabietado equipo por las provocaciones, se sumó el clima de crispación creado en las gradas por una afición que también se sintió herida como nunca. Fue uno de los mejores partidos de los blancos en la historia de la Champions. Incluidas las remontadas pasadas de la Copa de Europa y la Copa de la UEFA: Celtic, Derbi County, Anderlecht, Borussia de Moenchengladbach, Inter... y, puede que también de las que estaban por venir ya en este siglo: PSG, Chelsea, Manchester City...

Aquella noche los de Vicente del Bosque estuvieron a dos pasos de la perfección. La mezcla entre el juego y el corazón les permitió dominar el partido en todas sus facetas. Defendió bien y atacó mejor. Se plasmaba la respuesta a las bravatas alemanas. Roberto Carlos había sido en los prolegómenos uno de los más incisivos. "Que se prepare, les espera una auténtica avalancha con el Bernabéu lleno y apoyándonos. Ya veremos quién ríe el último. Han intentado desestabilizarnos premeditadamente. Están fuera de la Bundesliga y solo les queda la Champions. Ya veremos quien acaba cagándose en los pantalones". Helguera, autor después del primer gol, reconocía que "sus palabras después del partido de ida hirieron nuestro orgullo y nuestra reacción fue en el terreno de juego, que es donde se debe hablar".

Del Bosque, tan pausado siempre, sin levantar la voz, invocaba en la conferencia de Prensa de la víspera al 'espíritu de Juanito' y a que se "jugara un partido heroico". Así fue. Con los Reyes en el palco al lado de Florentino Pérez. Con Di Stéfano, Amancio, Gento y Netzer intercambiando opiniones con Franz Beckenbauer y Karl Heinz Rummenigge, que intentaban quitar importancia a la incontinencia verbal de sus jugadores, el Real Madrid se desató futbolística y emocionalmente. Fue un equipo valiente, agresivo, solidario, Todos sus jugadores se pusieron de acuerdo para dar lo mejor de sí en el mismo sitio y a la misma hora. Inabordables.

Jugó Figo que, lesionado, no lo había hecho en la ida y estuvo excepcional. Trabajando como nunca. Hasta en defensa. Su único fallo fue caer en la tentación tendida por Effenberg que, cuando vio la eliminatoria perdida, comenzó a enfrentarse al público del Bernabéu. El portugués se metió por medio y vio la tarjeta que le iba a impedir jugar el primer partido de las semifinales en el Camp Nou.

Un once superofensivo y solidario

Del Bosque montó un once superofensivo. Con un César que paró las que tenía que parar en la puerta. Míchel Salgado y Roberto Carlos arrinconaban en su campo a Santacruz y Salihamidzic, mientras Hierro y Helguera actuaban como la pareja perfecta en el centro de la defensa. Makelele esperaba en su terreno a Effenberg, para que Zidane se mostrase en toda su expresión futbolística, incluso en la más vehemente, como en la celebración del segundo gol en la que persiguió por todo el campo a un Guti enloquecido que se quitó la camiseta para subirse en sus lomos. Una foto icónica.

Raúl estuvo generoso como nunca. Fabricó la jugada del segundo gol, el de Guti, que acababa de saltar al terreno de juego. Fue un Raúl belicoso, agresivo, defensor de sus compañeros, hasta el punto de encararse con todo alemán que se cruzaba en su camino. Solari cumplió en su banda y echo una mano a Makelele para que Zidane y Figo solo tuviesen que mirar al frente. Morientes dejó su plaza a Guti cuando no le quedaba una gota de aliento en su cuerpo. Eso también suma.

En un duelo bronco, plagado de interrupciones, de desafíos frente a frente, los dos goles llegaron en la segunda parte. Valía con el primero de Helguera, incorporado al ataque, que remató el pase cruzado de Roberto Carlos en el área pequeña. Pero esa noche el Madrid no quería sorpresas de última hora, ni estropear una gran faena con el balón y sin balón. Ya clasificado, no dio un paso atrás ni para tomar carrerilla. En el último minuto fue expulsado Salihadmizic, después de que Khan y Effenberg hubieran hecho méritos para marcharse antes.

La guerrilla de declaraciones continuó tras el partido. Míchel Salgado sacaba pecho. "He jugado ya seis partidos contra ellos, como para no tenerles ganas. El ambiente del Bernabéu ha sido terrible. Nunca lo había visto igual. Nuestra afición se sintió provocada por Khan y Salihadmizic y lo ha querido dejar patente con este ambiente".

El técnico del Bayern no reconoció la superioridad del Real Madrid. Prefirió seguir quejándose. "Salihadmizic ha jugado todo el partido con la nariz rota por un codazo de Roberto Carlos y en el segundo gol hubo un claro manotazo de Raúl a Linke en una acción muy dura que acabó con nuestro jugador en el suelo".

Después de la guerra, llegó la calma. El Real Madrid había eliminado al campeón en ejercicio, como al Borussia de Dortmund en el 98 y al Manchester United en el 2000. Entonces había ganado la Séptima y la Octava. La Novena se hizo realidad con permiso del Barcelona en semifinales y del Bayer Leverkusen en la final. El duelo eterno contra el Bayern quedaba aparcado solo hasta dos años después. Un año de ayuno para digerir todo lo ocurrido en el Bernabéu esa noche del 10 de abril en la que la afición blanca demostró su cara más hostil en la defensa de los suyos y en el ataque a unos rivales que a esas alturas de la vida ya era declarado enemigos irreconciliables.