Vine al mundo con una Copa debajo del brazo

Me he pasado toda la vida presumiendo de que tengo tres Copas: dos como jugador, aunque en la segunda no jugué porque estaba lesionado, pero formaba parte de la plantilla, y la tercera como entrenador, de la que todo el mundo me habla en estos días. Y ahora va a ser que, según me cuenta Enrique Ortego, tengo casi, casi una cuarta. Resulta que a los dos meses de nacer, el Athletic ganó la de ese año, la de 1950. Yo soy del 13 de marzo y he visto que esa final se jugó el 28 de mayo contra el Valladolid (4-1) en Chamartín, que después sería el Bernabéu, y Zarra marcó los cuatro goles del Athletic.
Así que puedo decir que vine al mundo con una Copa bajo el brazo. Y aunque no hubiera pegado todavía ni una patada a un balón y tuviera pañales, ya tenía dentro los genes de esta competición tan nuestra y seguro que más de una patada le daría a mi madre cuando estaba en su barriga. No tenía yo contabilizada esa Copa del año de mi nacimiento. Nací ya bajo el sino de que me iba a ir bien en esta competición. Había oído hablar siempre, siendo un chaval, de las Copas del 55, 56 y 58 porque fueron tres casi seguidas y luego ya, claro, de las tres en las que yo estaba en danza, pero esa la tenía en el limbo. Y fue una buena señal de futuro.
De la primera que puedo contar algo, aunque tuviera 19 años, es de la del 69. Era el niño del equipo junto con Igartua, que es seis días mayor que yo. Jugamos contra el Elche en el Bernabéu y nos costó muchísimo ganar. Aquel Elche era un equipo cojunodo. Tenía a los Araquistáin, de portero; Ballester; Asensi; Iborra; Llompart; Serena; Lezcano; Vavá.... Nos costó mucho. Arieta, Antón, marcó en los cinco últimos minutos. Nuestro entrenador era Iriondo que, al principio de temporada, había sustituido a Piru Gainza.
Era mi primera temporada en el primer equipo. Aquel once de la final se recitaba casi de memoria, al menos en Bilbao: Iribar; Sáez, Echeberria, Aranguren; Igartua, Larrauri; Argoitia, Uriarte, Arieta, Clemente y Txetxu Rojo. Al principio de la temporada no pensaba que pudiera a ser titular, pero se lesionó Txetxu y mi primer partido fue contra el Liverpool, en la Copa de Ferias y en San Mamés. Como para olvidarme. Como Rojo seguía lesionado me estrené en la Liga el domingo siguiente, precisamente contra el Elche, contra el que acabamos la temporada con la final. Se recuperó Txetxu y pasé al banquillo hasta que echaron a Piru. Llegó Iriondo, comencé a jugar contra la Real Sociedad y ya no salí del equipo.
La Copa entonces se disputaba al final de la temporada y jugué los cuartos, las semifinales contra el Granada, que marqué un gol allí con un tiro cruzado con la izquierda porque la derecha la tenía para apoyarme, y luego la final. De ese año recuerdo también mucho el partido contra el Elche en Altabix. Aquel campo era de barro. No había hierba y rascaban bien. Los árbitros se 'cagaban'. Les empatamos en el último minuto con un gol de penalti de Uriarte. El estadio estaba lleno. Había muchas peñas del Athletic y la gente estaba de pie rodeando la valla del campo, como si fuera un partido de Tercera, a un metro, como mucho, de la raya. Cuando marcamos, solo dio tiempo a sacar de centro. Pitó el árbitro y la gente saltó hasta el centro del campo para pegarle. Le dieron una buena paliza. Era aquel grandote, Soto Montesinos. Él también pegó alguna. No se quedó quieto. Ese año tuve Elche para rato. Debut, bronca y final con Copa.
En la del 73, contra el Castellón en el Vicente Calderón, tenía 22 años, estaba en la plantilla, pero ya llevaba tres años sin jugar. Me había lesionado en la Creu Alta de Sabadell en noviembre del 69 y, aunque reaparecí, nunca estuve bien recuperado. Y había comenzado mi rosario de operaciones. La siguiente Copa, contra el Betis, también en el Calderón, la que perdimos en los penaltis, estuve como simple aficionado. Después están ya las dos que viví como entrenador, la que le ganamos al Barça y la que perdimos, después, con el Atlético.
Si me preguntan que de cuál de todas tengo mejor recuerdo, siempre diré que de la de jugador, aunque esté más lejana en el tiempo. Es mucho más bonito jugar que entrenar. Y no lo pienso porque la que ganamos en el 84 acabara como acabó, sino porque se siente de otra manera. Aunque la gente no me entienda, lo que pasó aquella noche contra el Barça tampoco era algo extraño para un hombre de fútbol. ¿Quién no ha vivido una bronca como esa cuando jugábamos en juveniles o en Tercera o en un entrenamiento? Las cosas nunca pasaban de ahí. Lo que ocurrió en aquella final fue producto del cabreo que tenía Maradona por perder.
Lo que me hace gracia es que digan que la guerra la comenzamos nosotros. Si nosotros veníamos de ganar la Liga y en esa final nadie daba un churro por nosotros. El favorito era el Barça. Cómo nos vamos a poner a pelear nosotros. Lo que sucedió es que a Maradona le sentó mal perder y le calzó una hostia a Núñez y luego a Sola, que casi lo mata porque le pegó en toda la cara. Las tanganas en el fútbol las comienzan dos y luego va todo el pelotón detrás. Les habíamos ganado bien ganados.

Ese partido lo preparé desde el punto de vista del físico. Habíamos estado tres días de juerga después de ganar la Liga y viendo los tíos que tenían ellos, metí gente fresca. Quité a Sarabia, a Gallego, a Luisito de la Fuente y metí a Patxi Salinas, Núñez, que no había jugado los últimos partidos y a Endika... Pensaba que esa final solo la podíamos ganar si aguantábamos físicamente y jugábamos los 90 minutos a toda caña. No nos salió tan mal. Además, el gol lo hizo Endika, que quizás fue la mayor sorpresa para algunos de la alineación. En el fútbol, si no aguantas un ritmo fuerte no puedes ganar e, incluso, aguantándolo puedes perder porque tengas tres ocasiones y no metas ninguna.
La táctica en el fútbol es primero lo físico y después todo lo demás. Lo que pasa es que ahora estamos en otra galaxia. Aquel equipo que ganó la Liga y la Copa era muy bueno, muy bueno. No quiero decir que sea irrepetible, pero teníamos todo. Un gran portero. Una defensa como tiene que ser una defensa, pero los laterales tiraban para arriba; De Andrés era el mejor mediocentro de España y Gallego y Urtubi eran máquinas. Y Patxi y todos los demás cuando salían, siempre cumplían. Arriba, teníamos el mejor ataque de España: Dani, Sarabia y Argote. Y esa noche sale Endika y marca. Sarabia no jugó de salida porque venía de darse una paliza el domingo y había hecho un esfuerzo terrible en los últimos partidos de Liga y de Copa. En el partido contra el Madrid de semifinales, se le subieron las bolas cinco veces. Quizás, físicamente, era el más flojo de la plantilla, era débil. Pero tenía otras cosas,
Paradojas de la vida. Sarabia era uno de los grandes ídolos de la afición del Athletic, pero en la final no le puse y encima Endika marcó el gol de triunfo. Pero como ganamos, no pasó nada en el inolvidable festejo que se montó. No me crucificó nadie. Año y medio después, al final de la temporada, iba quitando a Sarabia porque tenía dos años más y en los segundos tiempos estaba reventado. Precisamente, yo pensaba que era cuando más tenía que jugar. Estando fresco, pillaba a los defensas más cansados y, como técnicamente era el mejor que teníamos, nos venía muy bien. Entonces pasó que le quité un día, se montó un pollo y me echaron al día siguiente. ¿Y por qué no me echaron el día de la final de Copa que tampoco lo puse? Porque ganamos... ya lo digo yo.