ENTREVISTA

El vodevil de Punto Pelota cuando Josep Pedrerol dio la espantada: "Tenemos un programa en seis horas y no hay ni temas ni vídeos ni personas para hacerlo"

Carlos García-Hirschfeld recuerda su paso lleno de baches por el programa de Intereconomía, que tuvo que improvisar en medio del caos.

Punto Pelota, en los tiempos de Pedrerol. /ARCHIVO
Punto Pelota, en los tiempos de Pedrerol. ARCHIVO
Gonzalo Cabeza
Sergio Cerqueira

Gonzalo Cabeza y Sergio Cerqueira

Punto Pelota era la sensación televisiva, por más que las audiencias no fuesen millonarias. Era un programa pequeño, casi indie, en una cadena llena de connotaciones como era Intereconomía TV, pero también un poco por todo eso era un éxito rotundo. Josep Pedrerol había conocido la tele en el Plus y aplicado la fórmula opuesta para convertirse en el rey de la emisora. El problema es que ese reinado no era suficiente para la viabilidad económica de toda la tele, así que empezaron los impagos, los problemas, las caras largas y, finalmente, el estallido. En diciembre de 2013 Pedrerol se marcha harto, sus colaboradores, el núcleo del programa de éxito, le siguen sin disidencias.

Intereconomía se queda sin su buque insignia. Esa misma noche tienen una franja horaria en la que necesitan meter un programa deportivo. El problema es terrible y ahí suena el teléfono de Carlos García-Hirschfeld. A ver si él puede apagar el fuego. Aunque, en realidad, esa llamada no fue del todo una sorpresa.

"No fue exactamente así. No digo que esté mal contado, pero no fue así. En verano de ese año, a mí me llama un amigo común con Julio Ariza [el dueño de Intereconomía] y me dice, 'oye Carlos, que Julio está buscando porque creen que Pedrerol se va a ir, y están ahí enfrentados'. Porque había un enfrentamiento: no te pago, págame más, te pago menos, en fin, un conflicto entre una productora que producía un programa y una empresa televisiva", cuenta el presentador en conversación con Relevo.

El runrún que existía en el mundillo estaba también instalado en la casa, tanto que llevaban meses mirando un plan B por si todo saltaba por los aires. Y mientras tanto, mucha gente en la empresa estaba sin cobrar.

"Julio me pregunta si a mí me gustaría hacerme cargo de Punto Pelota. Yo digo 'oye, pues encantado'. 'Pues nada, a final de verano hablamos y tal'. A final de verano me llama Melchor Miralles, que iba a ser el director general de Intereconomía, y me dice, 'este es el proyecto que tenemos: queremos hacer el programa, se quedarían todos los tertulianos, lo harás con el mismo equipo, pero vamos a llegar con Josep a un acuerdo cordial y tal', y yo le digo que fenomenal", recuerda sobre esos meses previos.

Todo eso no se pone en papel, eso sí, hasta muy poco antes de saltar la bomba. "Yo firmo mi contrato el 3 de diciembre, que todavía entonces Pedrerol no había salido, y me dicen, 'oye, ¿en el caso de que te tuvieras que incorporar, de un viernes para un lunes, tú podrías?". La idea previa era que empezase en enero, con un poco de tiempo para organizar todo, pero en la casa intuían que igual ni siquiera les daba para llegar a tanto. "Yo les dije que sin problema, por desgracia en aquel momento La nuez, la productora, estaba con cero actividad".

Se fue a dormir con el contrato firmado, pasó la mañana sin incidencia, se fue a comer con sus socios y ahí se desencadenó el drama. "A las 4 menos cuarto me llama el consejero delegado y me dice, 'mira, tío, hemos acabado a leches con Pedrerol y se va. Tienes que hacer el programa de esta noche".

Límite ocho horas

La película Límite 24 horas es un thriller en el que se establece que el tiempo juega muy en contra de los protagonistas, pero si le preguntas a García-Hirschfeld es posible que le parezca casi un timing relajado.

"Eso a las cuatro menos cuarto, un programa que empezaba a las 12. Y yo digo, 'joder, déjame que le dé una vuelta, porque si habéis acabado a leches esto va a ser muy violento'. Me dijeron 'No, no, se van a quedar todos los tertulianos y tal", recuerda el presentador.

Las promesas suelen estar muy por encima de las realidades, tenemos una edad ya para asumirlo. Los jefes de la casa le estaban prometiendo la luna, pero con un poco de conocimiento del medio daba para saber que el aterrizaje no va a ser suave.

"Varios de los tertulianos de Josep eran muy amigos míos y pensé, 'si han acabado a leches y han echado a Josep, o Josep ha salido de una manera violenta, estos se van con él 100%'. Siro, Iñaki, Cano, Roncero, eran tíos que eran amigos míos", cuenta García-Hirschfeld, que tiene encima de la mesa un contrato y una oportunidad que, como ya ha dicho antes, necesita.

"Yo tenía un muy buen contrato con Intereconomía. Tenía además una cláusula diciendo que si al día siguiente de presentarlas mi factura, y la de los colaboradores, y las nóminas de los redactores, no se cobraban, dejábamos de hacer el programa. Con lo cual yo a todo el mundo le dije, 'oye, vamos a hacer el capullo un mes, porque el contrato dice esto'. Era una pasta, y digo, 'coño, es que yo no puedo decir que no hoy a esto porque yo no me quiera comer un marrón'. Porque el programa de esa noche iba a ser un marrón".

Si ven el vídeo que se adjunta en este reportaje observarán una risilla aquí del protagonista, como si llegasen a su cabeza flashes del Vietnam de aquel día. Las redes sociales arden, Pedrerol está haciendo todo el ruido posible, como es normal en su posición. Termina la comida de García-Hirschfeld. Toca ponerse a trabajar.

"Llegué a las seis menos cuarto, había dos personas del equipo que estaban lógicamente devastados porque desaparecía la persona que les había contratado. Y de repente les 'digo, bueno ¿qué temas hay para esta noche?'. 'No, no, no hay ningún tema, no hay nada preparado, porque normalmente esto siempre lo traía Josep y tal'. Bueno. '¿Y qué tertulianos?' Y dicen, 'no, no, no hay ningún tertuliano'. Porque claro, todos los tertulianos, que es lo que yo habría hecho, dijeron, 'veta la porra que yo me voy con Josep". Es un panorama muy desalentador porque la televisión, que para el espectador es lo más simple de la tierra, algo que se puede, y casi se debe, ver tirado en el sofá, es un proceso bastante complejo cuando de realizarla se trata.

"Nos encontramos a las 6 de la tarde Melchor Miralles y yo sentados en una mesa diciendo, tío, tenemos que hacer un programa dentro de seis horas y no tenemos ni temas, ni vídeos ni personas con las que hacerlo", rememora Hirschfeld, con un buen humor que es tan real en la conversación como cuando sale en pantalla.

Visto con perspectiva el diagnóstico es duro, porque es del todo consciente que lo que salió aquella noche no estaba a la altura de calidad que a él le gusta cuando hace televisión. Salió, eso sí, que no es poca cosa si se tiene en cuenta el contexto: "Fuimos capaces de armar una cosa parecida a un programa en seis horas, que fue una auténtica mierda de programa".

Para entender la magnitud del marrón, porque no existe otro nombre para lo que le tocó en suerte aquella tarde, no hay más que leer su siguiente comentario: "Yo jamás me pongo nervioso delante de una cámara, es más, a mí el mirar a ese cristal oscuro es una mirada de tranquilidad, pero la media hora previa a empezar es de las más complicadas de mi carrera profesional. O sea, de, '¡buah!, me voy a comer un marrón que te pasas, pero me lo tengo que comer".

Comprender a quien se fue

Al final un porcentaje importante de nuestras decisiones no tienen que ver con el gusto o la voluntad tanto como con la necesidad. "La situación de mi empresa y de mi familia requería que me lo comiese y me lo comí. Y creo que hice lo que tenía que hacer, y creo que si me pasara mil veces lo que me pasó, mil veces haría lo mismo que hice", remarca.

Lo cual no lo hace más fácil. "Sentí mucho cómo fue aquello, porque fue muy violento y había en juego el sueldo de un montón de familias. Sentí mucho que Josep se viera envuelto en eso", cuenta.

García-Hirschfeld no conocía hasta ese momento a Josep Pedrerol más que el resto de los seres humanos que le ven por la pantalla, pero era diciembre, mes de concordia, familia y comidas de compromiso. Una de esas últimas les iba a juntar.

"Nos conocimos dos días después, en la comida de Navidad del Madrid, en medio de una situación muy violenta y así se lo dije. Le dije, 'mira, tío, cómo lo siento que nos hayamos conocido en esta situación', pero es que yo hice lo que creo que como profesional tenía que hacer. Me ofrecen un trabajo en una televisión, estoy en condiciones de poder hacer ese trabajo, adelante con ello", cuenta Hirschfeld, que ahora sigue trabajando en su productora, La Nuez.

El vodevil de aquel 3 de diciembre tuvo otras consecuencias más allá de aquella tarde de altísimo voltaje. "¿Qué ocurrió después? Pues que un acuerdo que tenía Intereconomía para venderle un canal al Real Madrid se fue a la porra, ese dinero con el que iban a contar ya no lo tenían, se hizo un ERE. Nosotros estuvimos 20 días trabajando, a los 20 días nos dijeron, 'oye, esto se muere' y nos fuimos todos a nuestras casas. Todo mi equipo cobró, algunos de los tertulianos cobraron y otros no cobraron y yo cobré la factura por aquellos programas que hice pero no cobré las prescripciones publicitarias", enumera. Fue efímero, pero al menos quienes pasaron por allí sacaron algo de dinero para seguir funcionando.

Para sacar adelante el producto tuvo que tirar de contactos propios y pedir favores, ahí aparecieron varios amigos que arrimaron el hombro. "Vino Isidoro San José, Julián Redondo, María José Hostalric, Chus Galán... Tuvimos, desde luego, un primer programa en el que yo agradecí tremendamente a todos aquellos que dijeron, 'venga, voy'. Porque fueron unos valientes. Luego también tuve varias decepciones. Hubo un amigo que me dijo que venía y que cuando vio la que estaba cayendo me llamó y me dijo que no venía. Y eso se lo tengo guardado. Vamos, de hecho, ya no es mi amigo".

El presentador de Impacto TV hace balance y, 12 años después, es bastante positivo. "Si yo miro hacia atrás, fue un máster de gestión de crisis muy bestial, una situación que no creo que vuelva a vivir en mi vida y que desde el punto de vista profesional me gustó vivir, porque fui capaz de superar el horror aquel. Cobré esa factura, que me ayudó a mantener mi empresa el tiempo suficiente para volver a empezar. Yo creo que hicimos lo que teníamos que hacer, lo hicimos lo mejor que pudimos, que fue mal porque los programas no fueron buenos programas, lógicamente, pero ya está", relata.

Las amenazas

En ese balance no hay ningún reproche a Josep Pedrerol. "Yo te lo digo de verdad. Primero, yo creo que cualquier mala sangre de aquellos, yo la entendía. Entendía perfectamente la mala sangre del espectador. Es como si tú estás viendo Cuéntame y de repente te cambian a todos los personajes y te dicen, 'no, sigue siendo Cuéntame'. No, tío, el decorado es Cuéntame, pero estos no son los de Cuéntame. De hecho, en una serie de mucho éxito cambia un actor y hay mucha gente a la que ese cambio de ese actor sin cambiar el personaje le resulta muy chocante. No te diré si tú de repente metes a... ¡Puah! De una manera violenta, porque fue violento, porque desaparecieron todos los tertulianos. Es que era otra cosa. Ya no era Punto Pelota. Llámalo como lo quieras llamar. Yo entendí perfectamente y, francamente, no creo que hubiera llamadas de Josep a nadie diciéndole 'oye tío, no vayas'. Es que ya te digo, yo si hubiera sucedido así, habría decidido que no iba. No creo que hubiera una presión por parte de nadie", recalca.

Pudo no haberla del presentador, pero sí que existió en internet. Pedrerol tiene muchos seguidores acérrimos. "Hubo una presión descomunal en redes sociales. Yo tenía el móvil al lado, en una mesita en la que tenía el agua y la escaleta, y me acuerdo que de repente notaba el móvil fiu, fiu, fiu. Yo no tengo muchos seguidores en redes, no me acuerdo, yo debía tener 2.500 seguidores en Twitter y de repente miro y tenía como 25.000, o sea, una burrada. Y claro, los 22.500 que se habían sumado era para cagarse en mis muelas, lógicamente. Hubo cosas muy desagradables, yo por ejemplo le dije a mi mujer y a mis hijos, 'chicos, no miréis redes sociales, porque, ¿para qué?'. Yo intenté no mirar, pero claro, pues en algún momento miras y de repente, pues gente deseándome la muerte, la muerte de mi mujer y de mis hijos. Son cosas que yo sé que forman parte del espectáculo y que no hay que darles importancia, pero que no son agradables".

"Todo esto se produce en una situación en la que tú estás llamando a gente y esa gente a la que tú le estás pidiendo que venga está haciendo un sacrificio, porque saben que se están exponiendo y que si van a salir ahí probablemente queden marcados para no salir en otros sitios. Entonces, fue una época desagradable y difícil, pero yo creo que todo muy comprensible. Y no creo de verdad que hubiera una maniobra ni una conspiración. Sencillamente creo que fue el curso normal de las cosas después de una situación profundamente anormal", enfatiza.

Duró poco y unas semanas más tarde Pedrerol tenía una nueva casa, una más sensata y potente, que le iba a dar un altavoz mayor y unos medios menos artesanales de los que tenía Punto Pelota. El programa, por más voluntad que le puso Hirschfeld, estaba sentenciado. Y la cadena también.