OPINIÓN

Acabo de ver un vídeo increíble de siete minutos en el Masters de Augusta pero muchos no lo van a entender en España

Rory McIlroy celebra su título en el Masters de Augusta/Getty Images
Rory McIlroy celebra su título en el Masters de Augusta Getty Images

Empecemos por un disclaimer, más que nada porque es de justicia: comentar cualquier deporte, sea el que sea, es complicadísimo. Te expones al juicio de cientos de miles, incluso de millones de personas, y es imposible complacerlas a todas. Algunos pensarán que eres un soso, otros pensarán que eres un histriónico y todos, a la vez, pensarán que vas contra su equipo y que eres un tendencioso pagado por el demonio personal de turno. En fin, que toda mi admiración y respeto al que se pone a comentar imágenes a esa velocidad buscando la mayor precisión posible.

Ahora bien, son imágenes. Esa es la cuestión. A mi hijo pequeño -cinco años- le ha dado ahora por ver vídeos de "goles". Son esos vídeos que sube LaLiga a YouTube en los que se encadenan todos los goles de la jornada con los comentarios originales. Durante diez, veinte o treinta minutos, la casa se llena de gritos y gritos y gritos que no tienen mucho sentido. Entiendo que "me lo cantes, me lo cantes, me lo cantes" porque es tu trabajo, pero, en rigor, lo importante, es decir, el gol, ya lo he visto.

La intensidad mal medida se acaba convirtiendo en ruido, es inevitable. Lo mismo pasa con el ingenio. Hay quien lo tiene y hay quien, francamente, no. Un mal de la televisión española, y en esto no me remito solo al deporte, es el pánico al silencio. Parece que, si te quedas sin palabras, eres sospechoso. ¿Por qué? La televisión no es la radio. La televisión tiene que saber jugar con sus silencios, tienen que formar parte de la actuación, no puede ser todo una constante jaula de grillos durante veinticuatro horas.

Volviendo al deporte, tiene que haber un término medio entre la verborrea y el estilo pausado de José Ángel de la Casa. De hecho, lo hay y se llama Carlos Martínez. Tal vez, la culpa de todo la tiene José María García, cuyas retransmisiones en Antena 3 -las que yo viví de adolescente, vaya- solo se entendían del todo con un televisor sin sonido delante. En otras palabras, la radio complementaba lo que se veía con análisis, con pasión y con intercambios de ideas. No lo sustituía, lo complementaba, en un medio que estaba pensado precisamente para eso.

Siete minutos de silencio casi absoluto

Por supuesto, entiendo que momentos épicos en el fútbol hay pocos. Los hay, pero reservados a determinados meses. El caso es que me he encontrado en Twitter con un vídeo de siete minutos que me impactó. Es el vídeo de la celebración de Rory McIlroy cuando embocó su último putt en el Masters de Augusta 2025 que colgó la cuenta oficial del propio torneo, comentado por el mítico Peter Drury en la CBS. Es cierto que el golf es un deporte que se presta mucho a los silencios y en el que los comentaristas callan en cada golpe como si pudieran molestar a los jugadores que están a cinco mil kilómetros, pero esto es algo especial.

Aquí, se produce un momento verdaderamente mágico. El momento de la realidad que no necesita palabras. Solo el plano secuencia mantenido de la emoción de McIlroy: sus lágrimas, su emoción, todo el peso que cae por fin de sus espaldas y que se puede intuir en las propias imágenes. El comentarista al principio amaga con decir algo, luego se da cuenta de que es mejor espaciar al máximo las observaciones. Aquí, probablemente, no habríamos podido evitar un protagonismo excesivo y sin sentido, como esos reporteros que preguntan "¿cómo se encuentra?" a la madre de un niño asesinado.

Drury, en cambio, no. Drury sabe todo por lo que ha pasado McIlroy hasta completar el "career slam" y sabe que la mejor manera de que el espectador lo entienda es callar y observar al jugador. Porque, al fin y al cabo, si la televisión se inventó para algo fue precisamente para echarse a un lado y que la realidad entre sin filtros en los cuartos de estar. Cuando no hay palabras que superen lo que se está viendo, no hay que pedirlas: ni un repaso de su palmarés, ni de sus mejores golpes del día, ni una entrevista a pie de campo. Simplemente, no interrumpas.

La máxima del minimalismo era "no expliques, muestra". Es una pena que nuestra televisión sea tan poco aficionada a Hemingway porque es el medio que más fácil tiene llevar esa máxima a su perfección. Cuando desaparece el ruido, queda el deporte. Puede que alguien bostece y cambie de canal -Gerard Piqué, por ejemplo-, pero el resto lo apreciamos. De lo contrario, para empezar, no estaríamos buscando vídeos de golf en internet.