MASTERS DE AUGUSTA

Un mapa dibuja al Masters de Augusta como una amenaza para el medioambiente y la huella de carbono

El día previo al inicio del torneo aterrizaron en el aeropuerto regional de Augusta 225 vuelos privados.

Un mapa dibuja al Masters de Augusta como una amenaza para el medioambiente y la huella de carbono
Guillermo García

Guillermo García

El Masters de Augusta es uno de los eventos más mediáticos y prestigiosos del mundo del deporte. Y también uno de los más exclusivos, hasta el punto de convertir una pequeña localidad en el centro del estado de Georgia en la capital del mundo del deporte durante cuatro días. O al menos eso se deduce al ver su pequeño aeropuerto.

Una superficie de 571 hectáreas a 19 kilómetros del Augusta National, que estos días se ha quedado sin hueco para todos los aviones que están aparcando en sus hangares durante el Masters. Un volumen de tráfico aéreo que ya ha visto a 225 aviones privados aterrizando en Georgia. Y se espera que a lo largo del torneo de la chaqueta verde más de 1.000 vuelos particulares tomen tierra en él. Algunos llegados incluso tras 14 horas de vuelo desde Corea del Sur.

"El golf es sinónimo de aviación privada", explica Kolin Jones, fundador y director ejecutivo de Amalfi Jets, en declaraciones recogidas por Front Office Sports. "Muchos negocios se realizan en el campo de golf. Por eso, muchas personas con un alto poder adquisitivo en el mundo empresarial lo valoran mucho y muchas personas lo utilizan como una importante herramienta para establecer contactos". A pesar del impacto medioambiental que pueda causar con la huella de carbono que dejan tantos vuelos en tan poco tiempo.

El aeropuerto regional de Augusta no es el único destino para estos vuelos particulares. El Aeropuerto Regional de Aiken, a 42 kilómetros del campo, ha habilitado una reserva exclusiva para los días que dure Masters. Las tarifas diarias varían desde 50 dólares para aviones pequeños hasta 2,000 para jets grandes.

Números espectaculares que dibujan la foto de un torneo que tiene en su halo de exclusividad uno de los grandes atractivos para los más de 4.000 aficionados que se dan cita en sus calles durante los cuatro días que dura un Masters que se ha convertido, nunca mejor dicho, en un reclamo para le jet set.

El propio Kolin Jones especifica que se han disparado en los últimos días las consultas a Amalfi Jets para acudir al Masters, incluso aterrizando en ciudades como Columbia, a unos 120 kilómetros del club de golf más popular del mundo, o Charleston (Carolina del Sur), a más de 240 kilómetros de distancia. A nivel mediaoambiental aún más insostenible que los vuelos, también con un largo camino en carretera por delante.

Eso sí, el negocio no entiende de huella de carbono y, para hacernos una idea, un vuelo de una hora y media, puede salir por unos 60.000 dólares en circunstancias normales. En períodos de alta demanda las cifras se desorbitan mucho más.

Según la investigación más sonada de los últimos tres años, de la revista Communications Earth & Environment, la huella de carbono provocada por los viajes en jets privados aumentó un 46% entre 2019 y 2023. La tendencia, lejos de reducirse en los últimos dos años, refleja en eventos de gran calado como el Masters que los vuelos privados son la cada vez más la primera opción de transporte de los ricos.

En Augusta se espera la llegada de unos 1.000 vuelos privados para presenciar el evento. Para tener una idea clara del impacto medioambiental, un jet puede emitir hasta dos toneladas de dióxido de carbono por hora de vuelo. Una absoluta barbaridad que reclama a gritos ser regulada.