GOLF

Rory McIlroy alcanza el Olimpo del golf con una victoria agónica en el Masters de Augusta y consigue el Grand Slam que no logró Seve Ballesteros

El norirlandés resistió a un pésimo inicio este domingo y superó a DeChambeau.

Rory McIlroy, este domingo en Augusta. /GETTY
Rory McIlroy, este domingo en Augusta. GETTY
Óscar Méndez

Óscar Méndez

El domingo se presentaba espectacular en Augusta. Dos jugadores muy diferentes, dos realidades opuestas y dos ecosistemas que poco nada tenían que ver se medían en un cara a cara. Rory McIlroy frente a Bryson DeChambeau. La tradición ante la innovación, el histórico PGA Tour contra el novedoso LIV Golf, Europa fente a Estados Unidos. Pocos duelos mejores se podían pedir a día de hoy y menos en un campo tan especial como Augusta National. Y el ganador fue el norirlandés, que completa su Grand Slam tras diez años persiguiéndolo. Pero hasta enfundarse la chaqueta verde, pasaron muchas cosas.

Porque el primer hoyo fue una película en sí misma. McIlroy iniciaba el recorrido con dos golpes de ventaja sobre su rival. Apenas un cuarto de hora después, esa diferencia ya no existía. Un trágico doble bogey del europeo dejaba ambas tarjetas empatadas. Y más se torcieron las cosas cuando en el segundo hoyo, un birdie de DeChambeau le puso como líder en solitario. En apenas nueve golpes había cambiado todo.

La adrenalina del último día no se detuvo ahí. Los hoyos tres y cuatro fueron esenciales para el devenir del torneo. Porque el estadounidense, tan buen pegador como irregular, no estuvo nada afortunado con los hierros y cometió varios errores que le llevaron a firmar sendos bogeys. Y la oportunidad la cogió McIlroy, que asestó dos puñetazos en forma de birdies para obtener una ventaja de tres golpes sobre su oponente.

Menos de una hora de juego y una auténtica montaña rusa. Del McIlroy +2 se pasó al DeChambeau +1 y luego al McIlroy +3. Por detrás, nadie apretaba en exceso, con Ludvig Aberg y Justin Rose como los perseguidores más peligrosos, aunque a cierta distancia, sobre todo del norirlandés. Los siguientes cuatro hoyos del dúo de cabeza se saldaron con cuatro pares para cada uno. En el noveno llegó un nuevo birdie del europeo, que amplió la ventaja a cuatro golpes con la mitad del camino completado. Y uno después, esa renta se fue hasta los cinco.

La ventaja ya era relativamente larga y el estadounidense comenzaba a negar con la cabeza, preguntándose cómo podía estar fallando tanto y cómo su rival podía estar jugando también. Eso sí, le quedaba la opción del Amen Corner, ese trío de hoyos (11, 12 y 13) que tanto dolor ha causado a muchos jugadores. Y ahí todo cambió para Rory.

Un bogey en el hoyo 11 y un doble blogey en el 13 le hicieron compartir liderato con Justin Rose, que no paraba de firmar bidies en la parte final de su vuelta. DeChambeau ya había quedado descolgado y Aberg estaba remontando. Tres europeos se iban a jugar el triunfo final y entrar en la historia, a su manera, del golf. Quedaba una hora de emoción y drama.

Y el vuelco fue definitivo en el hoyo 14 de McIlroy, que no pudo frenar su caída libre y se fue con un nuevo bogey que dejaba al inglés en cabeza y a los otros dos europeos a tan solo un golpe. No lo aprovechó Rose apenas unos segundos después al firmar un bogey en el 17. Triple empate en cabeza y un final de locura.

Y la locura la consumó Rory McIlroy con el tiro de su vida. Se le había complicado el hoyo 15 y con un zambombazo que dejó la pelota a pocos metros de la bandera. Firmó un birdie, cogió un golpe de ventaja y respiró antes de los últimos tres hoyos. Pero Rose tenía algo que decir y empató el marcador en su última bandera con el décimo biride del día. Le quedaban dos al Rory. Y en el 17, sacó la varita para volver a tener un golpe de ventaja que perdió en el último al no poder embocar un putt de un par de metros. Turno para el desempate.

El error de McIlroy para ganar el Masters de Augusta.  REUTERS
El error de McIlroy para ganar el Masters de Augusta. REUTERS

A McIlroy y a Rose les tocaba ir al 18 y al 10 de manera alterna hasta que uno de los dos supere al otro. El inglés ya había perdido un desempate en Augusta en 2017, precisamente en el torneo que se llevó Sergio García. Los estados de ánimo de ambos eran opuestos y todo se iba a decidir por centímetros. Y en ese momento de tensión y cuando parecía que era imposible levantarse, el norirlandés estuvo más fino y se llevó el triunfo en la primera bandera. Por primera vez en su vida se enfunda una chaqueta verde con la que soñó, por la que sufrió y lloró y que ahora braza. El norirlandés es leyenda.