El partido que se disputó en Madrid horas después del 11M: "Hubo una llamada de un político, se debía jugar sí o sí"
La Selección masculina de hockey jugó ante Pakistán apenas 12 horas después de los atentados por petición de las autoridades.

Diez explosiones en distintos trenes entre las 7:36 y las 7:40 de la mañana reventaron la paz y la monotonía de la vida madrileña del 11 de marzo de 2004. Atocha fue un infierno, una pesadilla de hierros y sangre, heridos y cadáveres, que ascendieron a 193. Un día del que, 20 años después, nadie se ha desprendido y que en aquel momento detuvo la vida en España y en el deporte. Pero hubo alguna excepción. Kafkiana. Y la protagonizó, o fue víctima, la Selección masculina de hockey, que esa misma noche jugó las semifinales del Preolímpico de Atenas ante Pakistán... en Madrid. Un mal trago que no olvidan.
"Todo el mundo sabe qué hizo el 11 de septiembre de 2001. Y también lo que hizo ese 11 de marzo de 2004", explica Kiko Fàbregas, uno de los jugadores de aquella Selección dirigida por el gurú holandés Mauritz Hendricks. España ya había conseguido el billete a los Juegos Olímpicos, que premiaban a las cuatro mejores selecciones. Lo había logrado después de ganar a Gran Bretaña y meterse como primera de grupo a semifinales. Los partidos se disputaron en las instalaciones del Club de Campo, a escasos 15 kilómetros de Atocha.
Alojados en un hotel de la plaza Oriente de Madrid, en pleno centro, los jugadores de la Selección se disponían a desayunar cuando empezaron a recibir llamadas. "Nos preguntaban si estábamos bien", recuerda Bernard Herrera, el guardameta. "No entendíamos nada hasta que nos explicaron y ya empezamos a ver las noticias", recuerda. Y se engancharon al televisor. Algunos de los jugadores se activaron, como el capitán Juan Escarré, que llamó a su mujer para que "no cogiera el tren, porque tenía que venir de Alicante a ver el partido". Al final sí acudió.
"Estábamos en shock, teníamos miedo", recuerda Pol Amat. "En aquel momento creíamos que no se jugaría, no teníamos la cabeza para jugar un partido, estábamos consternados, con pena, tristeza", añade el que fuera mejor jugador mundial en 2008. Enterados de lo ocurrido, pendientes de las actualizaciones de heridos, muertos y autores de los hechos, en el seno de la Selección se vivió un "largo periodo" de espera hasta que se tomara una decisión sobre el partido que se debía disputar por la tarde.

La manifestación en Sol, la llamada clave y el partido
Mientras eso ocurría, tres jugadores decidieron acudir a una concentración a la Puerta del Sol como solidaridad con lo ocurrido y como reconocimiento a las víctimas pese a que las consignas eran "no salir del hotel". Fueron Rodrigo Garza, Bernard Herrera y Santi Freixa. En el hotel de concentración se recibió la comunicación de que el encuentro se debía disputar. "No te sé decir de quién fue, pero hubo una llamada de un político en la que se nos dijo que se debía jugar sí o sí. Como capitán, tuve que decirle al equipo que se jugaba", rememora Escarré.
Lo que se estaban jugando muchas selecciones era el billete para los Juegos Olímpicos y después de una serie de reuniones se optó por que el torneo siguiera su curso, se guardara un minuto de silencio en todos los partidos, los jugadores y árbitros llevaran crespones negros, las banderas ondearan a media asta y se suspendiera la cena oficial.
«Fue el minuto de silencio más increíble que he presenciado»
Los jugadores de la Selección no habían preparado el partido y tuvieron que viajar en el autocar al Club de Campo para jugar ante Pakistán, una selección "amiga". Con una cinta negra, aquel equipo recuerda el minuto de silencio más impactante que han vivido. "Fue tremendo. El más increíble que he presenciado", dice Escarré. "Así como no recuerdo detalles concretos, no puedo olvidar las emociones. Fueron una mezcla de tristeza, pena, injusticia. Y ese minuto de silencio que fue muy sentido", añade Herrera.
El partido finalizó 3-2 con victoria para España, intrascendente con la clasificación olímpica ya en el bolsillo. "Cuando pito el árbitro, pusimos el modo automático", puntualiza Escarré. "Hicimos un esfuerzo porque se nos pidió", añadió Fàbregas. Ellos lo explican con la experiencia en sus carnes: un partido del que no recuerdan detalles, pero sí "emociones". Pena, tristeza e injusticia. El deporte pasó a un último plano.