Santi Freixa, sobre la polémica catalanista que lastró a la Selección de hockey: "Me dio pena el oportunismo"
La leyenda del hockey español atiende a Relevo desde Países Bajos, donde compagina su trabajo en una entidad financiera con el banquillo del Bloemendaal, el club más laureado del país.

Hay veces que uno nace y parece tener su futuro escrito. Es el caso de Santi Freixa (Tarrasa, 40 años), que, nieto, primo y sobrino de jugadores de hockey, se resistió a rebelarse contra su futuro y abrazó la tradición de un árbol genealógico único en Europa. Con tan solo 16 años debutó en el Atlètic Terrassa, el club más laureado en la historia del hockey español y que, medio siglo antes, había fundado su propio abuelo, Oriol Freixa. Tres lustros después, aquejado por las lesiones, colgó el stick como uno de los mejores jugadores españoles de siempre.
"Yo un día jugaba con mis amigos y a los dos meses estaba en División de Honor y yendo con la Selección española", explica desde su casa en Ámsterdam, donde atiende a Relevo por videollamada tras perder la final de la liga neerlandesa de hockey con el Bloemendaal, club con más títulos del país y en el que actúa como segundo entrenador. "Todo ha ido siempre muy rápido y, para ser sincero, me he planteado muchas veces si me he sentido obligado de manera subconsciente a jugar al hockey por mi entorno o es algo que realmente he querido hacer. No tengo una respuesta clara, [piensa durante unos segundos] pero el viaje ha sido la hostia".
No es para menos, claro. En su etapa como jugador de la absoluta, Freixa lideró a un grupo legendario que, entre un sinfín de logros colectivos, fue campeón de Europa, bronce mundial y plata olímpica en apenas tres años y de forma consecutiva. "Fueron años en los que lo tuvimos todo: el talento, la calidad, el dinero, el método de Maurits Hendricks... Se juntó todo y pudimos crecer de una forma bestial", dice él, que lo dejó en 2014, con 31, un año antes de su retirada y después de haber anotado 126 goles en 193 partidos con los redsticks.
En Londres 2012, ya como capitán y buque insignia de España, Freixa se fracturó el cúbito del brazo izquierdo en los minutos finales del primer partido y, obligado a pasar por el quirófano, se quedó sin Juegos Olímpicos. Cuatro años antes, en Pekín, el de Tarrasa no pudo contener las lágrimas, aunque por razones bien diferentes: en plena entrega de medallas, se derrumbó al recibir una plata que, pese a ser histórica, le sabía a derrota.
"Soy una persona muy intensa, emocional y, como tal, mis reacciones también lo son, aunque con el tiempo uno madura y acaba entendiendo que, en el deporte, perder es lo normal. Es la norma, y uno tiene que asumirlo. Claro, cuando eres joven y tu foco es una medalla de oro, no es fácil entenderlo y aceptar la plata", explica al otro lado de la pantalla.
No ha sido, en cualquier caso, el único mal trago que ha tenido que superar como capitán de la Selección. En Londres, en plena defensa de la segunda plaza lograda en Pekín, y tan solo dos días después de su fatídica lesión, Àlex Fábregas, compañero y centrocampista de los redsticks, reconoció en una entrevista al diario Ara que jugaba con España porque no tenía alternativa. "Es con quien me toca, no tengo otra opción. Mi sentimiento es catalán. No siento lo mismo escuchando el himno español que Els segadors", declaró.
Sus palabras trascendieron al hockey, llenaron titulares en la prensa nacional y, todavía hoy, se recuerdan como una china en el zapato de aquella generación, todo sea dicho, repleta de catalanes —en Londres, 16 de los 18 integrantes—. "A mí me pilló todo fuera. Con la lesión, que fue dos días antes de todo este lío, tuve que irme a Barcelona a operarme y en lo que volví, ya se había armado todo. Egoístamente, estaba a otra cosa", recuerda Freixa, sincero.
Aun así, más de diez años después, y con la tranquilidad que brinda el paso del tiempo, el eterno '2', capitán de aquel grupo, rebobina la cinta y lamenta el daño interno que aquel episodio provocó en el vestuario: "Me dio pena, sobre todo por el oportunismo. Si ya de por sí eres un deporte pequeño, que a nivel mediático un periodista saque eso con toda la intención del mundo y en ese momento, a mí me dice mucho. Del periodista y de cómo se gestionan las cosas. En estas cosas, el timing lo marca todo".
"Un equipo olímpico es como un Gran Hermano. Todo lo pequeño se hace grande y si algo no viene de fuera, viene de dentro"
Exjugador de hockey de la Selección españolaFreixa, además, no esquiva el asunto y reconoce lo obvio: el vestuario sufrió. "Ya con algo así, te puedes imaginar, el entrenador tuvo que mediar, se tuvo que forzar un clima para poder competir, puesto que el que había no era óptimo. Y había que gestionarlo. Al final, en unos Juegos Olímpicos, un equipo es como un Gran Hermano. Todo lo pequeño se hace grande y si algo no viene de fuera, viene de dentro. Pasó esto pero podía haber pasado cualquier otra cosa, es una constante. Ya sea la típica pelea o cualquier momento difícil en la gestión de un grupo. Y eso, en unos Juegos, es muy intenso".
De aquellas, Freixa aprendió mucho. Y maduró sus ideas. "En el hockey, la presencia que tenemos en los medios de comunicación siempre es positiva, porque nunca somos noticia, no somos gente importante. Cuando nos topamos con algo así, no estábamos acostumbrados. Y claro, costó. Al final, a nivel olímpico, para obtener resultados necesitas que todo esté alineado".
Con todo, la eterna pugna del hockey continúa siendo la que mantiene contra sí mismo y, sobre todo, contra la atención que genera en España. "Con los resultados que hemos conseguido como selección, es triste, pero tú llegabas a la final de un Europeo y nadie venía a verte. Ningún político ni nada. Es una vergüenza. Que por no ser un deporte popular no te vengan a ver es triste, pero al final, ¿qué podemos conseguir con esto [con las quejas]? Nada. Pues hay que estar agradecido cuando sí pasa. Tú imagínate que ni en cuatro años te prestasen atención".
Bien lo sabe Freixa, acostumbrado a compaginar el hockey profesional con una vida laboral fuera de las pistas. Porque sí, en España, vivir del stick sin ser olímpico sigue siendo tarea imposible. "Es algo que nos va innato. Al final, cuando te dedicas a esto, estudias y tienes algo a lo que dedicarte. El jugador de hockey tiene esto. Compaginar el trabajo y el deporte es nuestra forma de vida", asegura poco antes de concluir la llamada para, precisamente, continuar con su jornada laboral.
"Antes ir al gimnasio era lo excepcional, hoy en día es como quien va al baño. El mismo deporte te lo exige".
Exjugador de hockey de la Selección españolaEste verano se cumplirán ocho años de su retirada. "El tiempo pasa volando", dice él, sonriendo, incluso algo emocionado. Desde entonces, desde aquel tórrido mes de agosto de 2015, el hockey está inmerso en una constante búsqueda por hallar la fórmula definitiva. "Todo se ha profesionalizado. Ahora se entrena más, por ejemplo. Antes ir al gimnasio era algo excepcional, y ahora es como quien va al baño. Pero es que también han cambiado las reglas. Todo ha ido hacia un juego mucho más dinámico, en el que ya no hay fuera de juego, pueden hacerse cambios indefinidos durante todo el partido. En un partido no se para ni un segundo, y eso no siempre es positivo".
Hay cosas, sin embargo, que se mantienen intactas. "Pasará el tiempo y lo que seguirá haciendo que un deportista sea diferencial serán dos cosas. La primera, la constancia, esa que te hace estar ahí todos los días, mantener el nivel y entrenar siempre, aunque no te apetezca. Y la otra, no sé si más importante incluso, poder rendir en el momento oportuno, en el instante de exigencia máxima. Ahí ya no es solo tu constancia, sino tu capacidad mental, tu adaptación, tu resistencia al estrés. Todo. Es ahí, detrás de esa puerta, donde están todas las medallas del mundo".