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Mireia Benito, la contrarrelojista de España en París: entre el deseo de vivir en chándal y el síndrome del impostor

La gerundense, biotecnóloga de formación y dos veces campeona nacional CRI, conocerá los Juegos Olímpicos tras una vida deportiva marcada por la superación y las decepciones.

Mireia Benito, entrenando para la contrarreloj de París 2024. /RFEC
Mireia Benito, entrenando para la contrarreloj de París 2024. RFEC
Fran Reyes

Fran Reyes

Las vidas son sucesiones de historias; en las vidas interesantes, las historias se entretejen con hilos improbables, como una de esas mantas de 'patchwork' cuyos retales conforman un mapa hipnótico. Parte de las historias las vivimos como actores y en otras simplemente ejercemos de espectadores: las presenciamos, o nos las cuentan, y se quedan engarzadas en nuestro espíritu. Al proceso de pasar de espectador a actor lo llamamos "cumplir sueños", y suele ser largo e ingrato hasta que, de tanto desearlo, por fin sucede.

Cuando era pequeña, Mireia Benito (1996, Llorenç del Penedès) regresaba del 'casal', una suerte de escuela de verano, y se plantaba en el sofá a ver los Juegos Olímpicos. "Me encantaba eso de ver 25 deportes un mismo día y aprender cómo funcionaba cada uno", evoca su curiosidad infinita en las tardes estivales. El día que conversamos por teléfono, en cambio, está un poco estresada de pensar en el viaje, en el material, en las cuatro bicicletas que necesitará para poder disputar la contrarreloj y la prueba en línea de París 2024. Ser espectadora seguramente fuera más sencillo; ser actriz es más sufrido, pero también más gratificante.

Este sábado, a las 14:54, la catalana debutará su ejercicio contra el crono. Será la culminación de una larga odisea personal, de un proceso de reencuentro constante. Licenciada en Biotecnología, con Máster en Biología Molecular y Biomedicina y también en Profesorado, su deporte siempre fue el baloncesto hasta que una serie de lesiones la empujaron hacia la bicicleta. Con 19 años emprendió un camino que refleja a la perfección el espíritu olímpico y la precariedad del ciclismo femenino en España.

De la mano del conjunto Massi-Tactic del Club Ciclista Baix Ter, Benito se fogueó por todo el calendario a fuerza de algaradas, de escapadas rebosantes de coraje para construirse como ciclista mientras impartía clases particulares y gestionaba redes sociales ajenas para poder pagarse una suerte de profesionalismo. Artesana del esfuerzo agónico, afinó un motor que le ha llevado a la élite del ciclismo con AG Insurance-Soudal Quick Step. Dos veces se ha proclamado ya campeona de España de contrarreloj batiendo a la imbatible Mavi García, convertida ahora en compañera de fatigas y selección.

¿Qué recuerdos tienes de los Juegos?

De cuando los veía tumbada, me acuerdo especialmente de quedarme hipnotizada viendo los ejercicios de Suelo. Me flipa lo fuertes que deben estar quienes lo practican para gozar de semejante control de su cuerpo. Intentaba pillarlo en la tele siempre que podía. De la época más reciente, recuerdo la victoria de Anna Kiesenhofer en la prueba de ciclismo en ruta de Tokio. Se escapó, ella sola, y llegó a meta. Era una época donde yo me fugaba a menudo y siempre me acababa cazando el pelotón. Su ejemplo me sirvió para decirme que merecía la pena continuar. Que podía estar 20 años fugándome sin éxito, pero un día llegaría a meta y todo el esfuerzo habría merecido la pena.

¿Tú soñabas con los Juegos cuando jugabas al baloncesto?

No. Era algo que me quedaba muy lejos. Yo era muy consciente de mis capacidades físicas, y estaba muy lejos de unos Juegos. Más que soñar con los Juegos, deseaba desarrollar esa capacidad, ese arte, para poder llegar a competir en un gran escenario. Sin embargo, creía saber que nunca podría llegar a vivir el deporte. A mi madre sólo le decía que mi objetivo era un trabajo en el que pudiera ir en chándal todo el día. Un sueño cutre, pero realizable. [ríe] Y, cuando firmé con AG Insurance, lo conseguí.

A mi madre sólo le decía que mi objetivo era un trabajo en el que pudiera ir en chándal todo el día. Un sueño cutre, pero realizable.

Mireia Benito Ciclista

¿En qué momento se convirtieron los Juegos Olímpicos en un objetivo?

Muy tarde. Desde principios de temporada escuchaba hablar de que era año olímpico y tal, pero yo tenía claro que no iba a estar ahí y sólo pensaba en verlos por la tele. Pero sin rabia, ni tristeza. Simplemente pensaba que yo no era mi sitio; que Mavi [García] y Ane [Santesteban] estaban a un nivel muy superior y lo normal es que ellas fueran convocadas, como en Tokio. Las posibilidades se abrieron cuando Ane empezó a sentirse mal, pero yo no quería ni imaginarme la posibilidad de venir a París. No quería soñarlo, porque en muchas ocasiones lo pasas peor por ver desvanecerse el sueño que por la pérdida en sí. Ya en los Campeonatos de España me comentó la seleccionadora Gema [Pascual] que tenía muchas posibilidades de ser convocada. Ganar la contrarreloj me concedió la libertad de soñar. Hasta aquel entonces, prefería no pensar mucho en ello.

Tú no querías pensarlo, y sin embargo muchos te veían en París desde el año pasado por la progresión tan enorme que estás teniendo.

A mí siempre me ha costado mucho ver esa progresión. Sufro un gran síndrome del impostor; me castigo pensando que todo lo que he hecho es suerte, o me lo han regalado. Cuando lo racionalizo, sé que no es así. Pero no puedo evitar ese primer pensamiento equivocado que me dice que todavía no estoy ahí, donde otros me sitúan. Me resisto a ponerme un caramelo en la boca, porque la decepción puede ser muy dura.

¿Por qué esa resistencia a saborear el éxito?

Creo que es una paranoia que me viene de la caída que sufrí en el Tour de Francia del año pasado. Era mi primer año como profesional y que me convocaran para el Tour supuso un subidón brutal, porque quería decir que me consideraban una pieza importante para el equipo. Yo iba con mucha ilusión. Sabía que después venían los Mundiales; llegaba además con la motivación de estrenar el maillot de campeona nacional… Me lancé a soñar, a visualizar todo lo que iba a vivir. Y en sólo 20 kilómetros me vi fuera de concurso, de vuelta a casa por una caída tonta en un bache, con una conmoción cerebral, y sin haber ayudado a mi equipo ni a acarrear un mísero bidón. Cuando le estaba dando la vuelta a la situación pensando en los Mundiales, me atropella un coche y me rompo una vértebra. Ver perderse todos esos sueños se me hizo muy duro. De ahí que desarrollara este mecanismo de protección.

¿Cómo te has preparado para París?

Ha sido una sensación curiosa: me he sentido culpable por no estar haciendo 'más cosas' por ser unos Juegos Olímpicos. Todo el mundo vive esta cita con tanta presión que parece que es necesario hacer un sacrificio muy loco para estar a la altura de la cita: reventarte en el gimnasio, entrenar 50 horas a la semana… Por suerte, mi entrenador Carlos Fernández me tranquilizó y me indicó que haríamos lo mismo de siempre, con una concentración en altura de tres semanas en Andorra. Me ayudó un post de Instagram de Pep Marí que decía: "No se trata de concentrarse más que nunca, sino igual que siempre".

Hay cosas que se escapan de tu control, y no debes permitir que eso te estrese. Llegar a una cita de este calibre tratando de llevar absolutamente todo controlado puede convertirse en un problema, porque en el comedor de la Villa Olímpico se sirve a 4000 personas a la vez y es imposible que comas exactamente lo que tú quieras y en el momento que tú quieres.

¿Cómo esperas que sea la competición?

Para empezar, espero disfrutarla mucho. Eso ya será un gran logro en sí mismo, habida cuenta de toda la presión que rodea a la cita. A nivel de resultados, me quiero marcar un objetivo alto pero realista: acabar entre las 10 primeras de la contrarreloj. Es un recorrido para gente grande, potente, y yo estaré midiéndose con chicas que pesan 20 kilos más que yo. Daré lo mejor de mí. He preparado París con un cariño y un amor increíbles; con eso, ya es suficiente. En cuanto a la ruta, Mavi demostró en el Giro que está en un grandísimo nivel y yo voy a tratar de ayudarle en todo lo que esté en mi mano, porque creo que es realista para ella aspirar al podio. Me importa poco cómo y cuándo: yo sólo quiero ayudar a que consiga el mejor resultado posible.